ARTICULO
Aventura, colonización y expansión capitalista. Producción visual y textual en tres expediciones al Gran Chaco
(Adventure, colonization and capitalist expansion.Visual and textual production in three expeditions to Gran Chaco)
Mariana Giordano* - Anne Gustavsson**
* Instituto de Investigaciones Geohistóricas - IIGHI / CONICET - UNNE - Av. Castelli 930 - Resistencia - Chaco - CP 3500 - Argentina.
Correo Electrónico: marianalgiordano@gmail.com https://orcid.org/0000-0002-2730-3701
** IDAES - Universidad Nacional de San Martín - Campus Miguelete - 25 de Mayo y Francia - San Martín - Provincia de Buenos Aires - CP 1650 - Argentina.
Correo Electrónico:
anne.gustavsson@gmail.com https://orcid.org/0000-0003-3131-8479
Recibido el 12/07/21
Aceptado el 21/12/21
Resumen
Las distintas porciones del Gran Chaco fueron incorporadas tardíamente a los respectivos estados nacionales y por lo tanto, al sistema capitalista. Este texto analiza las relaciones entre viaje, aventura y producción de una mirada colonizadora de la región a partir de las producciones visuales y textuales producidas por tres experiencias: el viaje al Río Bermejo (ca. 1915) que derivó en un travelogue con ese título, realizado por Max Glucksmann; la expedición Haeger (1920) que produjo en particular un film en 1922, reversionado en 1950; y la expedición Montt & Fialho (1924), de la que abordaremos un álbum fotográfico que incluye un diario de viaje. El análisis de estos materiales busca sopesar el discurso aventurero o técnico con la mirada sobre la ocupación y explotación del territorio en el entramado entre visualidad y textualidad. Se distingue la matriz colonialista de los discursos y prácticas de un interés colonizador vinculado a la creación de colonias o explotaciones territoriales. Por consiguiente, se atiende a ciertos tópicos: los modos de acceso al territorio y la construcción de cartografías visuales o simbólicas; los medios de transporte e infraestructura; la generación de colonias agrícolas y disponibilidad de mano de obra en estos nuevos espacios de la expansión capitalista; la imagen racializada que estas experiencias de viaje delinearon sobre la población indígena, como parte del entramado colonialista y colonizador.
Palabras Clave: Aventura; Colonización; Gran Chaco; Viaje; Visualidad.
Abstract
The different portions of the Gran Chaco were belatedly incorporated into the respective national states and therefore, into the capitalist system. This paper analyses the relationship between travel, adventure, and the colonizing gaze of the region. The visual and textual sources we examine were produced by three travel experiences: Viaje al Río Bermejo (Trip to Bermejo River) (approx. 1915) which resulted in a travelogue with the same title, made by Max Glücksmann; Haeger Expedition (1920) which produced among other sources, a film in 1922, reversed in 1950; and the Montt & Fialho Expedition (1924), with a photographic album that includes a travel diary, we address. The analysis of these materials aims to ponder the adventurous or technical discourse with a gaze on the occupation and exploitation of the territory. The colonialist matrix is distinguished from the discourses and practices of a colonizing interest linked to the creation of colonies or territorial exploitations. Consequently, the main issues addressed in this paper are the modes of access to the territory and the construction of visual or symbolic cartographies; the roles of transport and infrastructure; the generation of agricultural colonies, and the availability of labour in these new spaces of capitalist expansion; the racialized image constructed on the indigenous population, which claims the colonialist and colonizing structure.
Keywords: Adventure; Colonization; Gran Chaco; Travel; Visuality.
Introducción
Considerar el parámetro espacial chaqueño en el contexto latinoamericano a fines del siglo XIX y principios del XX es hablar de los márgenes de la expansión capitalista y de los límites geopolíticos entre Argentina, Paraguay y Bolivia, espacios nacionales en los que se expande el territorio del Gran Chaco1.
Tanto desde las metrópolis europeas como latinoamericanas, este espacio marginal estaba asociado a una imagen de herencia colonial del “primitivo”, sustentada en los grupos étnicos que habitaban la región, como también en su paisaje, que en el imaginario de la época configuraba un universo “salvaje”. Es por ello que esos márgenes atraían sujetos y empresas por razones de diversa índole, que respondían a un interés por apropiaciones territoriales, artefactuales y de saberes, mediadas –en mayor o menor grado- por una mística de la aventura.
Este texto busca analizar producciones visuales en el cruce con discursos textuales que surgen a partir de tres experiencias expedicionarias o de viaje en el Chaco en las primeras décadas del siglo XX2. Las expediciones aludidas son el viaje al Bermejo de Max Glücksmann (ca. 1915, la expedición Haeger3 (1920) y la expedición Montt & Fialho al Alto Paraguay, Río Apá y Matto Grosso (1924)4. En correspondencia con ellas, las producciones visuales son tres artefactos específicos: un travelogue, un film y un álbum fotográfico que contiene un diario de viaje. El análisis se orientará a discernir los tópicos y categorías visuales y textuales puestas en juego en el cruce entre imagen-texto en la construcción de una mirada sobre la colonización del Chaco en un contexto de “pacificación territorial” y de auge de distribución de tierras, de exploraciones y de explotación de recursos tanto en el Chaco argentino5 como paraguayo6. Se atiende asimismo, no sólo al aspecto discursivo, sino también al modo en que la elaboración de artefactos como álbumes y filmes, constituyen estrategias simbólicas de apropiación colonialista.
En el entramado entre visualidad7 y textualidad8, los viajeros–expedicionarios construyeron una mirada colonizadora sobre el Chaco. Por mirada colonizadora entendemos una visión favorable a la instalación de colonias y al poblamiento de la zona por parte de poblaciones no indígenas9. Si bien no nos centraremos en las relaciones interétnicas o “zona de contacto” -en términos de Pratt (1997)- que se dan a partir de ellos, se los tiene en cuenta por constituirse en nodos centrales de la configuración discursiva sobre el “otro” y el espacio chaqueño. El cariz colonialista de las prácticas, los discursos y las miradas no siempre tuvo como correlato un interés colonizador. Pero ambos supusieron, siguiendo a los estudios decoloniales, una colonialidad del saber, del poder y del ver (Quijano, 2000; Barriendos, 2011)10.
Nos centraremos en ciertos tópicos que posibilitan, dan sentido o remiten explícitamente a la colonización: los modos de acceso al territorio y la construcción de cartografías visuales o simbólicas/mentales, los medios de transporte e infraestructura, la generación de colonias agrícolas y ganaderas –en su relevamiento, estudio de factibilidad y ejecución futura al contexto expedicionario-, y la mano de obra en estos nuevos espacios de la expansión capitalista.
¿Por qué mencionamos la cuestión de la “aventura” en nuestro título? Nuestra hipótesis se basa en que estas producciones visuales y textuales, algunas con mayor énfasis que otras, construyen esta mirada colonizadora enmarcada en una experiencia de viaje tamizada por la aventura. El afán aventurero, la mirada voyeurista-exotista y las relaciones interétnicas conforman un entramado diferencial, según el material analizado, y se convierten en un legítimo discurso de tránsito, desplazamiento y registro de las regiones construidas. La aventura se afirma en ocasiones como marca de inocencia del viajero habilitado por un régimen discursivo de anticonquista común en la literatura de viajes desde la época colonial (Pratt, 1997). Pero desde una mirada crítica, estos enunciados enmascaran miradas o proyectos colonizadores que se articulan con la construcción de saberes sobre el territorio y sobre la otredad indígena. La producción de artefactos visuales y la difusión de las experiencias expedicionarias a través de ellos, reproducidos también en la prensa, constituyen formas simbólicas de apropiación territorial.
Nos interesa entonces indagar en las relaciones entre las narrativas de aventura y de colonización, en sus tensiones y solapamientos. ¿Cómo se articulan las lógicas y discursos de una supuesta anticonquista que se proclama inocente y en mera búsqueda de aventura, con la mirada colonizadora estructurada por la expansión capitalista?
Expediciones, trayectos de viaje y mirada localizada
Las diferentes modalidades de viaje por el Chaco a fines del siglo XIX y XX supusieron, cualquiera fuera sus intereses y recorrido, la construcción de fuentes de poder y de conocimiento legitimado, constituido por cartas, diarios, mapas e imágenes. Las trayectorias y circuitos estuvieron de algún modo predeterminado, con itinerarios delineados por las fronteras estatales y la expansión capitalista en los territorios conquistados: la extensión de las líneas férreas, el emplazamiento de explotaciones agrícola ganaderas, la introducción de colonias criollas y de misiones religiosas formó parte de este campo en el que las expediciones trazaron sus itinerarios y ejecutaron desplazamientos en un nuevo circuito colonial. Esos itinerarios implicaron sujetos históricos ajenos a los grupos indígenas que habitaban esos territorios.
Como todo desplazamiento en ámbitos coloniales, estos sujetos realizaron diversos relatos de viaje, con narraciones que integran diferentes formaciones discursivas, de las que nos interesan particularmente la mirada construida sobre un espacio a ser colonizado, como territorio productivo del futuro, como ámbito residual para la expansión capitalista. En tal sentido, es el discurso localizado que responde a prácticas de la mirada topográfica-expansionista -que se materializa en artefactos cartográficos, fotográficos y fílmicos-, los que nos interesa poner en discusión en tanto resultado de prácticas de observación que responden a un régimen visual de matriz colonial (Barriendos, 2008). Y en ese discurso visual, el énfasis explícito, pero también las miradas sugerentes, en ocasiones acompañadas por descripciones/referencias/epígrafes/insert de filmes que marcan una relación imagen-texto desde diversas modalidades: legitimadora/verificadora (una de otra), explicativa, sugerida, amplificadora, pero también contradictoria o contrastante.
Extrapolando algunos tópicos considerados por Clifford (1999) para el viaje antropológico advertimos que los viajeros/sujetos de las experiencias que analizaremos responden a la mirada colonizadora/capitalista sobre el Chaco a través de prácticas espaciales de ocupación (construcción de cartografía, registros de loteos), tránsito y construcción de caminos, relación con los medios de transporte, la navegabilidad de los ríos, los estudios o referencias sobre las características de la tierra de la tierra, su posibilidad productiva y la factibilidad de transporte de las materias, las prácticas espaciales de ocupación y la posibilidad de vivir “confortablemente” en estos espacios11. Son algunos de los aspectos sobre los cuales los regímenes escópicos de la modernidad asienta las prácticas de observación, prácticas que suponen también formas de apropiación simbólica sobre los territorios y sus habitantes exóticos o curiosos (Penhos, 2007).
Las tres expediciones se sucedieron a lo largo de diez años. Por un lado, el viaje realizado hacia 1915 por una embarcación del Ministerio de Obras Públicas (MOP), que produjo el travelogue “Un viaje al Río Bermejo” bajo la dirección de Max Glucksmann. Este viaje, saliendo de Buenos Aires y remontando el Paraná, recorrió el río Bermejo, objeto del mismo. Si bien el travelogue no expresa de modo explícito un interés colonizador, el objetivo estatal de mostrar el “progreso” en las comunicaciones del Bermejo que se narrativiza en los tópicos narrativos - comunicación fluvial (puertos, embarcaciones) y espacios de extracción de materias primas o de producción agrícola-, son sin dudas elementos centrales del proceso colonizador de la región chaqueña.
Por otro lado, el viaje realizado en 1920 por la expedición sueca Haeger, que además de cartografía produjo material fotográfico y un film difundido en Europa en 1922, del que hoy conocemos la edición realizada en 1950 en la cual colaboró el guía de la expedición, Mauricio Jesperson, titulado “Tras los senderos indios del Río Pilcomayo” (Hansson 1950)12. Antes de 1950 el camarógrafo de la expedición Wilhelm Hansson también convirtió fragmentos de lo filmado en preludios a largometrajes exhibidos en cines en Suecia, Alemania, Italia y Francia (Hansson, 1943). También hemos localizado un corpus de fotografías significativo y un diario de viaje escrito por Haeger, además de notas sobre la expedición en la prensa sueca y algunas producciones posteriores de miembros de la expedición, varias inéditas y otras recopiladas en un libro sobre los viajeros suecos al Chaco (Munthe, 1943). Esta expedición, luego de trayecto por tren y a lomo de caballo, hizo campamento en la frontera del Río Pilcomayo a la altura de Las Lomitas (Formosa, Chaco Central). La expedición que genera el material fílmico tenía un interés explícitamente colonizador.
Por último, la expedición de los diplomáticos chileno y brasilero Montt y Fialho realizada en 1924, con la guía del explorador suizo Louis de Boccard, que fue presentada por la prensa de Paraguay, y por el mismo de Boccard en su diario de la expedición, como una “excursión cinegética”13. Es justamente a través de los registros fotográficos realizados por éste, la elaboración de dos álbumes de esta expedición, la publicación de imágenes en formato postal, que la misma construye artefactos visuales y textuales de interés. El recorrido de esta expedición de cacería, que partió de Asunción, fue el alto Paraguay, hasta el río Apa y Mato Grosso, tenía previsto originalmente realizar un film para ser expuesto en Buenos Aires, que no se concretó14.
Álbumes fotográficos y filmes son los artefactos de montaje visual y textual de estas experiencias expedicionarias y materialidades de las prácticas de observación coloniales. El álbum construye no sólo una representación del espacio chaqueño y su población y un modo de conocimiento a través de maniobras de montaje, sino también construye la identidad del emisor: se convierte en un modo de conocimiento a través del montaje, y así lo entiende para el caso de la expedición Haeger su emisor, de Boccard15. Por su parte, el travelogue es definido por Rony (1996) como un género con algunos denominadores comunes: corta duración, apertura y cierre con vistas panorámicas de paisajes, puertos o ciudades, uso de mapas para ilustrar el recorrido y el camino de los viajeros y un relato desde un punto de vista particular, normalmente el de un turista burgués, que claramente competen al film que analizamos16. En el caso de la expedición de Haeger, se trata de un film rodado y estrenado en su primera versión bajo la lógica de “cine de atracciones” pero que en su versión final de 1950 conjuga en su narrativa elementos del travelogue con el cine documental etnográfico (Giordano y Gustavsson 2013, Gustavsson, 2020).
Viaje, aventura y exotismo en frentes de colonización
Las producciones visuales de las expediciones mencionadas se entienden, desde la experiencia exotista que se inicia con el propio viaje que llena un “vacío” con sentidos superpuestos (Mason, 1998): territorios lejanos y población “salvaje” constituyen etnocartografías fascinantes” y “misteriosas” que alimentan la voracidad de la mirada colonial que (re)aparece en numerosos relatos del siglo XIX desde un “afuera” etnocéntrico y colonialista. Sin embargo, no sólo es el paisaje como espacio ficcional o escenario de “encuentros” y “aventuras”, sino un territorio que en las primeras décadas del siglo XX se manifiesta como apetecible para su posesión: de ahí que el viaje guarda también intereses capitalistas sobre el territorio chaqueño. Ya no es sólo el (re)descubrimiento o el deslumbramiento del paisaje, sino que en el mapa colonial americano, estos territorios se (re)inventan desde el exotismo pero a la vez como espacios de tensión y de interés geopolítico y capitalista.
Todas las expediciones seleccionadas narrativizan visualmente la “entrada” a un territorio que constituye al viaje como el inicio de esa experiencia exótica. La experiencia en sí y la narratividad de aquella experiencia entretejen memorias visuales a través de diversos artefactos y dispositivos que los expedicionarios fueron construyendo en su exploración.
El hecho es que esa “entrada” al territorio, visibiliza un espacio indefinido, incierto, impreciso en términos de su colonización y su explotación. En consecuencia, persiste el ideario decimonónico, en el cual se confunde la hostilidad del ambiente con la supuesta beligerancia de sus habitantes. Se trata de una naturaleza cuya belleza temerosa se daba en su sufrible densidad, espesura, el denominado “infierno verde”.
En el inicio del film de la Expedición Haeger, un insert presenta al Chaco de la siguiente manera:
“En el corazón de Sudamérica se extiende la gran selva chaqueña. Desde las pampas argentinas hasta el Matto Grosso y desde la precordillera de los Andes hasta los ríos Paraná y Paraguay. A causa de las dificultades de penetración –el clima afiebrado, la falta de agua, las inundaciones devastadoras y la actitud hostil de los indígenas – esta temible región ha merecido el apelativo de ‘El infierno verde’”.
Si bien el primer largometraje de Hansson de 1922 no se ha conservado, existe información acerca de sus características técnicas, lugar y fecha de estreno y su contenido en una ficha elaborada por Svenska Filminstitutet17. En la descripción que promocionó el film en dicho momento, el tema de la colonización se encuentra ausente pero sí existe la referencia exotista del “desierto chaqueño”18: “Película en cuatro partes sobre los viajes y estadías de una expedición sueca por una región parcialmente inexplorada en el interior del centro de Sudamérica. 1. Tras caminos de viajeros en Buenos Ayres. 2. Entre gauchos y rebaños en la Pampa. 3. A través del desierto (El gran chaco). 4. De visita con los indios tobas. Breve charla introductoria con fotografías skioptikon por el director Vilhelm Hansson.”19
Asimismo, al regresar a Suecia los viajeros eligieron destacar en los medios de comunicación la peligrosidad de los indios del Chaco quienes convertían en “blanco de sus flechas” a los hombres que se atrevieron a contactarlos20. Como hemos propuesto en otro lado (Gustavsson, 2019) en esta primera difusión de la expedición se enfatizó la naturaleza violenta de “los salvajes” con quienes los viajeros se habían encontrado para poder presentar a los expedicionarios como héroes de una aventura peligrosa que con sus logros rindieron homenaje a su “identidad sueca” y su país de origen. Vale destacar que esta imagen de salvajismo y alteridad radical, nutrida por la narrativa del desierto, contrasta con la hospitalidad y amistad registradas por el jefe de la expedición en su diario de campo.
El concepto de “desierto” y la beligerancia de sus habitantes que aparecen en los primeros relatos textuales y visuales de difusión en Suecia en la década de 1920, se reactualizan a través de la noción de “infierno verde” a mediados del siglo XX cuando Jesperson colabora en la reedición del film de Hansson (1950). También se advierte en la difusión del mismo en medios suecos; uno de ellos titula la noticia del film en estos términos: “Se estrena una película filmada hace 30 años en el Infierno Verde, en presencia de los viajeros del Gran Chaco”.
En estos relatos públicos sobre la expedición la noción de “desierto” e “infierno verde” presenta el territorio explorado como un espacio no solo poco accesible y temible sino también de difícil incorporación a los sistemas productivos capitalistas. Esto se contrasta con los planes y cálculos registrados en el diario de campo del jefe de la expedición que recalcan el potencial rendimiento económico de explotar las tierras y colonizar la zona.
La aventura será narrativizada en estas “entradas” a territorios descriptos como difíciles de transitar, pero se replicará en otras instancias y formatos por parte de algunos de estos expedicionarios en la región chaqueña. En los libros publicados por Jesperson en la década de 1940 (Jesperson 1943 1942), relatos basados en sus memorias que presentan una versión un tanto romantizada de su vida, una serie de “aventuras” y su afán por lo desconocido aparecen como motores de su experiencia (Gustavsson, 2016). A la vez Jesperson, con posterioridad a su participación en la expedición de Haeger recibió en su estancia chaqueña a otros viajeros suecos que recorrían la región en búsqueda de “aventuras”-, quienes también publicaron relatos sobre estos recorridos en la década de 1940 (Munthe, 1943).
En los registros visuales de de Boccard y de Glücksmann también se dan a conocer territorios poco conocidos desde las urbes latinoamericanas. Sin embargo, las industrias regionales y la expansión de la frontera productiva se tematizan en un mayor grado que en el film producido por la expedición de Haeger. En el travelogue de Glücksmann la zona que atraviesa el Río Bermejo que registra el camarógrafo se describe como “la zona más feraz y pintoresca de la República” resaltando el progreso y riqueza que se viene desarrollando en la región. La mayoría de las tomas se hacen desde la cubierta de las embarcaciones del Ministerio de Obras Publicas representando una perspectiva de un espectador, turista o voyeur que admira y registra paisajes de vegetación, la navegabilidad del río y la infraestructura de los puertos al pasar, como parte de una experiencia exótica a la vez que, como veremos luego, una promoción productiva de la región.
En el caso de la expedición Montt & Fialho, es la mirada de de Boccard sobre el espacio remoto que se pretende recorrer, la naturaleza salvaje y los animales que atraen a la caza –objeto explícito de la expedición-, junto al indígena y su “vida salvaje”, los que configuran el montaje de la experiencia exótica. Esa “vida salvaje” se convierte por momentos en una aspiración del mismo guía, como elemento romantizado de la experiencia que se conjuga con la aventura: la escritura de un diario es la narrativa de la aventura que implicó ese traslado a estos lugares lejanos, la inserción en la densidad del paisaje y los peligros que animales e indígenas suponían en estos trayectos. En el diario de la expedición que se incluye en el álbum fotográfico que de Boccard confecciona con destino a su madre que estaba en Suiza, el autodenominado “explorador” expresa: “en estas y desiertas, nunca estamos al abrigo de algunos peligros, de parte de los animales, los elementos y también de los hombres, sobre todo de los hombres” (de Boccard, 1924)21. De Boccard contextualiza esta experiencia en otras previas por la misma región, cuando sufriera la muerte de compañeros de viaje, una flecha de un indígena chaqueño en el muslo que le dejó una cicatriz, un arañazo de tigre en el cráneo, una caída brutal, experiencias rememoradas en el contexto de la nueva expedición que se conjugan en una aventura exótica sustentada en el eterno retorno a un universo que lo atrae a la vez que le marca los límites de su experiencia, un elemento de la dualidad de la sensibilidad romántica.
Esta aventura no está exenta de que los sujetos expedicionarios que “entran” al territorio se aseguren una serie de comodidades burguesas: la expedición Montt & Fialho llevó dos cocineros suizos, con una batería de cocina completa e ingredientes, como así también camas, lo que les aseguraba, en términos de de Boccard, tener una “… buena mesa y las mejores comodidades posibles” (de Boccard, 1924)
Aun cuando no abandonan las narrativas exotistas, de Boccard también deposita la mirada sobre actividades económicas del Chaco paraguayo, mientras el travelogue de Glücksmann las convierte en el eje de la narrativa: la navegabilidad del río Bermejo y los puertos como elementos centrales de acceso y movilidad al espacio productivo/extractivo, las estancias, las explotaciones algodoneras y los obrajes ubicados en la región, que responden a una nueva territorialización y explotación de tierras en el mercado capitalista y coadyuvan a la actualización de la etnocartografía colonial.
La cartografía y la “entrada” al territorio
El avance en la extensión de las líneas de los ferrocarriles indicaron instancias primeras de aproximación al territorio, y las expediciones se entendían desde los puntos en que comenzaban su navegabilidad a través de los ríos y/o las entradas a lomo de burro y caballos. En estas experiencias expedicionarias el concepto de “entrada” sigue nucleando diferentes discursos e imágenes. Ya sea que utilicen ese término o lo conceptualicen de otro modo, se reactualizan representaciones coloniales donde la “entrada” o la “avanzada” (conceptos ligados al ámbito militar) al territorio está acompañada por un apetito de explorar y conocer por parte de sujetos que proceden de las burguesías euro-americanas y europeas.
La cartografía actúa como figuración discursiva del territorio recorrido, según sea cartografía en papel o mapas mentales-textuales. En el caso de “Un viaje al rio Bermejo”, la placa inicial del film es un mapa que marca el trayecto del viaje, al igual que lo hace el film de la expedición Haeger en su trayecto por el Pilcomayo, pero también en otra placa que ubica las “tolderías” como destino final de su “entrada” al territorio. Pensemos que ambos filmes tenían un objetivo comercial, de ser expuesto ante el gran público, y en tal sentido el mapa también actuaba de inserción al espectador en una geografía desconocida. La cartografía como herramienta de conocimiento y de control espacial, pero también como ordenadora de saberes y configuradora de representaciones sobre “territorios a incorporar”, continúa ejerciendo un rol significativo para dotar de significación a un territorio. Así el mapa no sólo “representa” un territorio, sino que lo produce.
En el travelogue de Glücksmann el mapa presenta al público la localización geográfica del Río Bermejo, reforzando esta información visual con intertítulos que explican dónde nace y desemboca esta vía fluvial. Además, a través de esta cartografía, se presentan vías alternativas de acceso e ingreso a las áreas más productivas de la región.
Por otro lado, tanto Haeger en su diario como Hansson en textos posteriores hacen referencia a que en la expedición sueca se realizó cartografía, pero ésta no ha sido localizada entre los materiales de archivo consultados en Suecia. Posiblemente esta cartografía haya sido entregada a las autoridades argentinas como menciona Jesperson en uno de sus manuscritos sobre la expedición22. Vale aclarar que la producción de mapas no era una actividad central de la expedición sino que era un aspecto complementario a las tareas múltiples de ésta. Estas diversas actividades incluyeron el rodaje de una película, la toma de fotografías, la producción de mapas, la caza de animales y aves, la obtención de datos sobre de las condiciones climáticas y del suelo, la realización de cálculos sobre la rentabilidad de diferentes proyectos productivos en la zona (cultivo de algodón y ganadería), la adquisición incesante (mediante intercambio) de artefactos indígenas y de especímenes faunísticos en especial entomológicos, y la apertura de nuevas picadas, conectando sitios que antes estaban incomunicados y separados por un monte seco y cerrado que era difícil de penetrar (Gustavsson 2018). Sin dudas, este conjunto de actividades ponen de manifiesto el perfil colonialista y colonizador.
De Boccard no incluye cartografía en el álbum de la expedición Montt & Fialho; sin embargo, a través de los epígrafes de las imágenes y el diario de viaje que se encuentra en una de las versiones de los álbumes, construye mapas congnitivos que repiten estructuras narrativas de otros viajeros, y señala mojones espaciales que son los puertos (hasta su desembarque en Puerto Risso para comenzar la etapa terrestre), las estancias y saladeros. Retomando conceptos de Castro, Montoya Arago plantea que “…la memoria del desplazamiento es central para el mapa cognitivo, por eso en su modelo de narración desplaza al dibujo” (Montoya Arango, 2007: 173)
De tal modo, si bien la elaboración de mapas en tanto representación gráfica del espacio no fue un objetivo central de las expediciones analizadas, la representación del espacio estuvo presente en todas ellas de diversos modos que no necesariamente implican la elaboración del artefacto material, -que también existió: es así que el interés por las referencias espaciales se pueden observar en la construcción de narrativas sobre el espacio, en las prácticas de movilidad de los cuerpos a través del territorio que los filmes y los textos construyen23, como también en la inserción de representaciones cartográficas y leyendas en los filmes que señalen las relaciones espaciales y los trayectos recorridos (Haeger y Glucksmann).
Los trayectos y los transportes
La navegación del río Bermejo había sido un proyecto trunco desde la época colonial, reactivado en el siglo XIX y que comenzó a concretarse en el XX. El travelogue “Un viaje al Río Bermejo” (ca. 1915) realizado por la compañía cinematográfica de Max Glücksmann busca poner en imágenes la reactivación de ese proyecto, esta producción fílmica constituye un manifiesto visual de una política colonizadora del Chaco que se iba concretando en la porción del río Bermejo. Para nuevamente abrir este frente de colonización por vía fluvial el Estado Argentino había iniciado una inversión desde 1903 a través de nuevos estudios de navegabilidad y de elección de embarcaciones, que estuvieron a cargo del Ministerio de Obras Públicas (MOP). Desde 1909, la limpieza del río y desde 1911 el inicio de un servicio regular de embarcaciones tanto de pasajeros y como de carga de productos, había configurado una nueva etapa en este proceso de tránsito por el Bermejo.24 El travelogue busca así documentar y promocionar este proceso, enfatizando el rol del Estado en el mismo a la vez que localizando, desde la primera imagen insertada, la región del Bermejo mencionado a través del dispositivo del mapa. Aunque no se conocen los acuerdos entre el Ministerio de Obras Públicas y la productora de Glucksmann, el equipo de filmación se traslada en una embarcación del MOP, y enfoca recurrentemente a otras embarcaciones de esta institución estatal mientras realizan el traslado de pasajeros. En esta apropiación del espacio chaqueño, el hecho de contar con trayectos confiables y medios de transporte para pasajeros y materias primas se convierte en un eje central del travelogue ubicando a la región, los trayectos y los transportes en una red local inserta en un campo espacio-temporal más amplio.
El travelogue integra texto e imagen con estrategias complementarias en su uso y fortalecimiento/ampliación de información del texto respecto de la imagen. Así, una placa señala: “Convoy de chatas de carga remontando el río. El Ministerio de Obras Públicas ha resuelto ese viejo problema contribuyendo poderosamente al progreso y riqueza de toda esa inmensa zona”. El traslado de mercancías en embarcaciones del MOP, en especial escenas de carga de madera realizada por “indígenas y gauchos” se visualiza repetidamente, con diferentes embarcaciones del MOP, y los insert de las placas textuales enfatizan en el traslado de productos entre los puertos.
El énfasis en las tecnologías-embarcaciones que sugieren contactos comerciales también se revela en la narrativa visual con apoyatura de los intertítulos, no solo por la referencia a los puertos, su proximidad a establecimientos agrícolas o ganaderos “en pleno florecimiento”, sino también por las alusiones a la seguridad que el Estado ofrece en la región para un traslado, aludiendo a embarcaciones de control del río y a soldados que se encuentran en diversas actividades en los márgenes. De tal modo, el film da cuenta de un río factible para su navegabilidad, y seguro para el traslado de pasajeros y materias. Narrativa textual y visual se complementan en la construcción de un discurso de seguridad y control de un territorio “dominado” donde el transporte fluvial a la vez que un logro estatal en las comunicaciones de personas, una posibilidad para la explotación de tan extensos espacios, lejanos del puerto de Buenos Aires.
La expedición Montt & Fialho también presta particular atención hacia el espacio donde la expedición se mueve/transita, y a los medios de comunicación terrestres y fluviales: entre las primeras imágenes de la narrativa visual del álbum se presentan diversos tipos de embarcaciones desde el puerto de Asunción y en su paso por otros puertos en el trayecto por el río Paraguay. En tomas individuales o en el contexto de su amarre portuario, las embarcaciones –particularmente los “vapores”- que trasladaban materias primas se convierten en depositarios de la mirada, desplazando el interés explícito de la aventura de una expedición cinegética a los medios de transporte fluvial e infraestructura. En el trayecto de viaje, ya arribados a la zona del río Apá, serán los transportes terrestres los señalados en el diario de de Boccard, reconociendo que aún en las dificultades de desplazamiento por vía terrestre, los caminos constituían un eje de la avanzada productiva regional.
En el caso de la expedición Haeger, la referencia a los transportes se vincula a los mapas de presentación del espacio chaqueño y el trazado de las vías férreas pero también a las formas de traslado terrestres practicables una vez alejado de los modos de transporte modernos. Se trata de carruajes que transitan por los pastizales abiertos y los mismos expedicionarios y sus asistentes que atraviesan campos, ríos y monte a lomo de caballo y burro. Aunque ausente en las imágenes del film, la expedición realizó un trabajo de apertura de caminos, conectando una zona del Pilcomayo con el ferrocarril antes separado por un monte cerrado (Gustavsson 2018). Este “nuevo” camino fue ampliamente utilizado por Jesperson posterior a la expedición cuando en las décadas del ‘20 y del ‘30 se desplazaba continuamente entre su propia estancia Campo Luminoso (localizada en el Territorio Nacional de Formosa) y el Chaco boreal donde realizaba tareas de prospección del Pilcomayo y donde administró entre 1922 y 1933 un proyecto de colonización para el que fue contratado por una firma de Buenos Aires que era dueña de una vasta extensión de tierras en lo que en aquel momento se consideraba el Chaco boliviano (Gustavsson 2016).
La explotación de los recursos naturales y las actividades ganaderas/agrícolas
Aun desconociendo la existencia de acuerdos entre Glücksmann y el Estado nacional o alguna entidad privada, la trama del travelogue se articula en un discurso propagandístico de las riquezas del Chaco. En tal sentido, se complementan imagen y texto en enfatizar las condiciones extractivas de la madera, y los planos –en su mayoría realizados desde el río hacia la costa- representan los trabajos de cargas de madera en embarcaciones, y la referencia a “futuras colonias agrícolas” u otras ya en funcionamiento. El almacenamiento y secado del algodón también se aborda como parte de un ciclo del cultivo que llega a su industrialización y se menciona la industria del tabaco como una de las más destacadas de la zona. En la secuencia narrativa del film estos tópicos ocupan un punto central del desarrollo. Un intertítulo reza: “Puerto Kilómetro 300. (Cada puerto constituye la proximidad de establecimientos agrícolas o ganaderos en pleno florecimiento”). La riqueza de los recursos de la región, el establecimiento de colonias agrícolas, se complementa con la alusión de mano de obra disponible, “Indígenas y gauchos chaqueños cargando leña en los vapores del Ministerio. (La explotación de bosques –sin rivales en el país- es otra de las poderosas industrias del Bermejo)”.
El río Bermejo es, entonces, no solamente un río navegable, seguro, con numerosos puertos e infraestructura portuaria básica, sino también, es el acceso a la explotación de los recursos naturales del Chaco. Aún cuando el film prioriza tomas de/en los márgenes del río y por ello la “entrada” al territorio se presenta de como eminentemente fluvial, algunas escenas y sus intertítulos se ubican en el mundo de las producciones ganaderas, en amplias tomas de rodeos de ganado vacuno. También, en esas “entradas terrestres”, la vista de una familia burguesa con una imponente casa de fondo, introduce el concepto de “progreso” y “confort” de los “pioneers”.
En cuanto a la expedición Haeger, Hansson, el camarógrafo de la expedición, expresó los objetivos de la misma desde un cruce de intereses complejos: “…el objetivo había sido estudiar las posibilidades de instalar colonias y explotar recursos naturales mediante la realización de mediciones y la producción de mapas. Además, se había propuesto filmar una película, reunir una colección de objetos etnográficos y realizar algunos estudios científicos a pedido del Museo de Ciencias Naturales de La Plata (Hansson 1943:53-54)”.
Aún con estos objetivos, el film no tiene el carácter propagandístico del travelogue previo, y Jesperson dirá años después que se trató de una expedición cinematográfica. En una correspondencia25 entre imagen y texto de intertítulos se juegan apoyos y legitimaciones complementarias, construyendo una narrativa donde la presentación del territorio, las vicisitudes del espacio se articulan en la trama con la colonización criolla que remiten prácticas de rodeo vacuno y caprino, tomas generales y puestas en foco del ganado, de igual modo que alude a las costumbres del “gaucho”. A través del montaje y la narrativa cinematográfica el mundo de los “colonizadores criollos” se muestra como separado y sin contacto con las tolderías indígenas: la entrada al territorio por vía terrestre presenta escenas de los expedicionarios atravesando el monte y haciendo el campamento, para dedicar algunos minutos a la actividad ganadera y el pastoreo ovino y bovino llevado adelante por “colonizadores criollos” de la zona.
Tal como habíamos mencionado previamente, la expedición tuvo un interés colonizador, aunque el film no lo explicite abiertamente. Haeger llegó a la Argentina con la intención de estudiar la factibilidad de explotación minera en la Patagonia, y que en Buenos Aires, por razones climáticas y de acceso a las minas, como también probablemente por su encuentro con Jesperson que ya conocía la región chaqueña, cambia su rumbo y sus intereses. Es en el cuaderno de viaje de Haeger donde quedan asentados estudios de explotación de algodón y de ganado, en páginas que remiten a los factores aludidos al terreno y valores diversos que hacen a la práctica agrícola como ganadera, rentable. El detalle de la lectura de estas planillas revela un plan de negocios que contempla desde valores de la semilla, estrategias diferentes de siembra y cosecha, momentos en el año de la siembra y cosecha, producción por hectárea, valor de arrendamiento, tasa de interés si se alquila o se compra la tierra, costos administrativos26. También realiza una evaluación de costo de construcciones de edificios, de casas para la instalación de colonos, peones y otros trabajadores.
De tal modo, el centro de la narración fílmica será el mundo criollo y principalmente indígena en la edición de 1950, en una construcción discursiva que nos hace ubicarlo en la categoría de cine etnográfico, ya que utiliza la técnica cinematográfica para referirse a categorías de la antropología clásica (Gustavsson y Giordano, 2013). La edición inicial del film de 1922 se titulaba “Entre indios y gauchos”, por lo que la representación del indígena se articulaba de un modo más sutil con la posible colonización. Asimismo, es probable que Hansson en la edición de 1922, y posteriormente Jesperson en la edición del film en 1950 (para la que escribe un nuevo guion que conforman los intertítulos), no recurrieran a un discurso explícito de la colonización porque este objetivo se truncó al poco tiempo de realizada la expedición ante la muerte, luego del regreso a Suecia, de quien financió la misma, Gustav Emil Haeger.
Fue Jesperson aquí el que continuó con este objetivo colonizador, pero la edición del film de 1950 ya no requería de un discurso en este sentido, dado que este personaje central en la expedición, para entonces ya había vivido 30 años en la región, instalando la estancia de Campo Luminoso en Formosa, y administrando la colonización de tierras en el Chaco boliviano (Gustavsson, 2016). Es decir, que la expedición tuvo una consecuencia en el establecimiento en la región acotada a la figura de Jesperson.
Por su parte, en la expedición Montt & Fialho, esta mirada focalizada en elementos espaciales/productivos y étnicos también se hace presente, como las diversas actividades extractivas en las estancias que se recorren donde las plantaciones de caña de azúcar son especialmente documentadas, junto a las escasas actividades industriales como la fábrica de alcohol en el contexto del ingenio azucarero, y los saladeros de carne. Éstas guardan un interés particular en este “control visual” del espacio chaqueño, visto como fuente de riquezas extractivas pero también, en el caso de los saladeros, la articulación con un posible desarrollo industrial. La repetición de las estancias en los diversos enclaves del trayecto de viaje es otra constante en los registros y el montaje del álbum, a la vez que el diario de viaje de de Boccard hace referencia que previo a la partida ya tenía contactos de amigos en estancias y saladeros que le darían apoyo para el desplazamiento y provisiones.
El inicio de la narrativa visual del álbum de la expedición Montt & Fialho, al igual que las primeras páginas del diario de viaje que acompaña al mismo, además de introducirnos en los puertos, dan cuenta de la infraestructura de las estancias, y el texto también de la cantidad de ganado vacuno: al referirse a la estancia de Rodolfo Heyn, refiere a 16.000 cabezas de ganado que posee, de los cuales entre 3000 a 4000 se encuentran en estado “salvaje”, describe el tipo de pelo y contextura, a la vez que menciona que estos rebaños son los mejores del Paraguay, aunque inferiores a los de Argentina. En este sistema de explotación de la tierra, de Boccard documenta fotográficamente a la vez que refiere en su diario, viajes previos en la región que involucraron trayectos de esta expedición, hacia la estancia San Luis de la Sierra, propiedad de la Société La Foncière, empresa que había marcado la inserción de capitales austríacos en Paraguay27. La mirada sobre las estancias y saladeros relativiza el objetivo meramente aventurero y cinegético de esta expedición, virando hacia un interés en construir asimismo un espacio de explotación, aún incipiente en la calidad del ganado y las dificultades de mano de obra calificada. También pone de manifiesto el avance del capital extranjero sobre tierras del Chaco paraguayo y la red de estancias que ese capital generó a principios del siglo XX:
La mirada al sujeto indígena en la nueva estructura capitalista
La centralidad de la visión en la representación occidental respondió a ciertos regímenes escópicos de la modernidad basado en estrategias empiristas y positivistas que derivaban en una ubicación jerárquica del sujeto representado y del peso relativo del sujeto en el campo compositivo (Arnheim, 1984). En ese sentido, tanto la fotografía como el cine llegaron de la mano de extranjeros, y su aparición y difusión siguió patrones de dependencia neocolonial propios de la posición regional en el sistema capitalista global a fines del siglo XIX y primeras décadas del XX.
En la nueva estructura capitalista en la que se inserta el Chaco, en las producciones mencionadas el indígena ha perdido la “monstruosidad” de siglos anteriores aunque en un escaño claramente inferior al viajero-expedicionario, y en cierto modo indefinido respecto de su animalización. Varias imágenes lo muestran en trabajos agrícolas, y como “animal de carga” de los materiales expedicionarios. En otros emergen las representaciones que aluden a un estado prístino, practicando sus modos tradicionales de vida, alejado y aislado de los modos modernos de vida. Las tres expediciones esperaban mostrar estas imágenes fijas y móviles en metrópolis europeas o latinoamericanas, por lo que la representación del indígena estaba orientado a un espectador ávido de representaciones exotistas, por lo que se vale de una mirada nostálgica que busca resaltar y aplaudir el buen salvaje con una curva narrativa clásica y convenciones cinematográficas realistas.
Como hemos señalado, la narrativa fílmica de Hansson, el camarógrafo de la expedición Haeger, se dedica principalmente a describir los modos de vida de los indígenas de la región. Luego de las breves escenas dedicadas a la colonización criolla antes referidas, el resto del film se dedica a mostrar con cierto grado de etnograficidad los modos de vida tradicionales de los pilagá en sus territorios de caza y pesca, espacio que se presenta como de difícil acceso, aislado de los modos de transporte modernos y al mundo criollo ganadero. De esta manera, el relato fílmico conmemora y monumentaliza la expedición a 30 años de haberse producido, a la vez que se destaca el valor etnográfico del material visual (Gustavsson, 2020). Con respecto al sujeto indígena, el film reproduce representaciones que el cine, entendido como práctica social, fue generando a lo largo del primer tercio de este siglo XX sobre el “cuerpo colonizado”, sostenidas en una “visión romántica de lo primitivo” (Rony, 1996). En esta visión, el mundo indígena se muestra como no contaminado por la civilización occidental, habitado por seres congelados en un tiempo anterior al histórico, negándoles así agencia en los procesos históricos coloniales y postcoloniales.
Sin embargo, la misma producción visual implicaba ubicar al indígena en una red de relaciones propias del mundo capitalista. Aunque las imágenes de los pilagá obtenidas por Hansson (1950) no los muestran como obreros o inmersos en relaciones capitalistas, los textos escritos por los expedicionarios revelan que los suecos negociaron su estadía y el rodaje no solo a través de la distribución de obsequios, sino fundamentalmente gracias a que los viajeros “contrataron” a los pilagá para aparecer y actuar de ellos mismos en el film. En este sentido, el film muestra solo uno de los lugares donde los indígenas del Chaco pasaban gran parte del año; sus territorios de caza y pesca donde desarrollaban de forma muy limitada una economía separada del sistema capitalista. El resto del año emprendían migraciones a los ingenios localizados a cientos de kilómetros para allí convertirse en braceros indígenas para las industrias en expansión. Es como consecuencia de esta experiencia y contacto frecuente con el mundo laboral capitalista que la propuesta de contratación y pago resultó exitosa en el caso del rodaje del film de los suecos. Los registros dejados por los expedicionarios revelan así que la narrativa fílmica oculta no solo la sistemática incorporación de los indígenas a las relaciones capitalistas en la región sino también las relaciones coloniales que permitió la realización del film en terreno.
En el travelogue de Glucksmann, a través de los intertítulos se advierte que los “indígenas cosechan el algodón” y junto a los “gauchos chaqueños” cargan leña en el vapor del gobierno. Estas escenas presentan a las poblaciones nativas como trabajadores resaltando positivamente la incorporación y asimilación del indígena al régimen productivo capitalista. Pero el film también muestra la existencia de “indios” o “pobladores primitivos” por la zona chaqueña, quienes a diferencia de los “indígenas” de los contextos laborales, son filmados en sus tolderías y descriptos negativamente como perteneciente a una “raza” de “menor intelectualidad, huraña, abandonado y poco accesible a los cambios del progreso”. Así con textos e imágenes se refuerza la diferencia entre la población nativa que forma parte del progreso de la región –incorporados al sistema capitalista - de otra de difícil asimilación.
Como señala Cuarterolo (2011) el travelogue de Glücksmann también construye una escena donde se animaliza al indígena en la cual se muestra a mujeres indígenas que salen a la costa del río y recogen galletas que les tiran quienes están a bordo del barco del MOP, mientras se ríen de tal situación. Es seguramente una escenificación que se busca relatar desde el concepto de instantánea, y que forma parte del carácter de cine de atracciones que tenía también el travelogue.La mirada de de Boccard sobre la población indígena es una construcción que responde a su larga trayectoria en la región, por lo que en los materiales de esta expedición sintetiza percepciones que ya construyera previamente –recuerda una flecha indígena que cruzó su cuerpo en expedición previa-, no sólo sobre indígenas chaqueños sino también del Alto Paraná (Giordano, 2019). De Boccard busca articular, en el discurso escrito de su diario de viaje, en las fotos del álbum y en los epígrafes/descripciones que las acompañan, una actitud condescendiente y amigable con el indígena, que articule una individualidad sensible a la vez que racional: dado que buscaba posicionarse en el límite entre la aventura y una autodefinición de científico-naturalista, su referencia al indígena se encuentra en el cruce entre el exotismo, la provisión de información etnográfica y la valoración como mano de obra en la región. En su diario de viaje apela a una actitud dialógica y activa con el indígena; en las imágenes, los angaités posan pasivamente ante la cámara, semidesnudos, portando arco y flecha, respondiendo a pose y escena estereotipada en la representación del indígena (Alvarado y Giordano, 2007). Los epígrafes aluden a los vínculos con los blancos asentados en la región y dejan entrever el lugar que podría tener el indígena en el sistema capitalista, al afirmar en referencia a una de las fotos que “Muchos se convierten en peones y el indio va a desaparecer “ (de Boccard, 1924). Esta lectura de una posible conversión del “indio” en peón, que en términos de de Boccard supone una “desaparición” del indígena, se sustenta en un discurso primitivista y esencialista, configurando alteridades desde los límites que la propia identidad voyeurista-exotista y racializada.
Por otro lado, esta expedición el indígena cumplió el rol de llevar las cargas, mercadería, objetos para cubrir las necesidades básicas pero también para sostener ciertas comodidades burguesas en el campamento: esta mano de obra indígena, junto a la de otros “peones” (¿criollos?) y caballos, le fue provista a de Boccard por Don Rodolfo Heyn, propietario de una “bella y gran estancia” cerca del rio Apa, donde Boccard instalaría el « cuartel general » de su expedición (de Boccard, 1924). La función del indígena es entonces la de instrumento de carga, pero humanizado por cierta confianza/lealtad que manifestaron en distintas instancias sus patrones blancos/europeos: cuando terminan de instalar el “pintoresco” campamento “llegan dos Indios Lenguas, cuya tribu habita el Chaco entre Pinasco y Puerto Casado, que habían escuchado hablar de nuestra expedición y venían a ofrecernos sus servicios. Parece que me habían conocido el año pasado en Pinasco, me presentaron una carta del administrador, otras dos de Hoffmann y de Don Rodolfo y una de Norman Smith, todos me recomiendan muy calurosamente estos indios en todos los sentidos; hombres de toda confianza y devotos a sus patrones, sabiendo sobrepasar todas las dificultades que siempre se presentan en gran número a toda expedición como la nuestra en regiones desérticas” (de Boccard, 1924). Aparece aquí el contrapeso del salvajismo y la animalidad con los valores morales que tenía el indígena sometido al trabajo de un “patrón”.
Conclusiones
Las tres expediciones analizadas depositaron su mirada etnocéntrica, racializada y colonizadora y colonialista en diferentes espacios del Gran Chaco. Las producciones visuales y textuales tuvieron derroteros diferentes según el contexto de producción y de circulación, y la relación entre imagen-texto no siguió una estrategia única, aunque en la mayoría de los casos tuvieron un carácter complementario. La aventura como dispositivo colonizador se revela con más vehemencia en los materiales producidos por de Boccard como resultado de la expedición Montt & Fialho; aventura que se conjuga con una mirada sobre los avances del capitalismo. La lógica discursiva de Glücksmann se presenta como una documentación “técnica” con interés propagandístico que desplaza la aventura para hacer foco en los espacios, infraestructura y medios que el Estado fue habilitando. Y los materiales de la expedición Haeger conjugan ambos elementos –aventura y colonización- con una explicitación del interés por proyectar un proyecto que respondiera al paradigma extractivo del capitalismo de principios del siglo XX. Tanto en las referencias a las expediciones de Montt & Fialho como de Haeger se dan cuenta de una lista de contrariedades que el “interior colonial genera como letanía de quejas” (Pratt, 1997: 266): incomodidades para los accesos y los traslados, dificultades para conseguir provisiones y medios de traslado, confiabilidad de los empleados, entre otros aspectos que suponen una empresa colonial como es el viaje.
En el travelogue Viaje al Río Bermejo imagen y texto se complementan y se apoyan permanentemente en la construcción de una mirada colonizadora que busca atraer posibles explotaciones merced a la navegabilidad del río, la presencia de puertos y de transportes estables entre ellos, el acceso a estancias donde el progreso de los “pioneers” está asegurado y bajo el resguardo, aval y seguridad que otorga el Estado argentino. El carácter de difusión masiva de este travelogue nos permite pensarlo, entonces, desde un dispositivo propagandístico de la colonización en el Bermejo. En este caso la narrativa de aventura está casi ausente; porque se busca que el espectador del film –posibles inversores- encuentren una seguridad para instalarse en esta región que se presenta con una infraestructura, materias primas y mano de obra que permitiría la expansión capitalista e incluso una vida burguesa en medio del “desierto”. El discurso textual y visual se complementan se organizan de modo sistemático a diferencia de una modalidad “mutante” o cambiante del relato de viaje. La minuciosidad de las referencias de los sitios que se recorren lo acerca más a un discurso técnico que soslaya, en tanto práctica discursiva, el encuentro intercultural.
Por su parte, la expedición Haeger deslinda en dos mundos el universo visual del textual en lo que hace específicamente al carácter colonizador, que fue uno de los objetivos principales de la misma. Mientras en el film y las fotografías que se tomaron durante la expedición, tanto la entrada al territorio, la narrativa de la experiencia expedicionaria, como los diversos tópicos del mundo criollo e indígena acerca a este film a la categoría de “etnográfico” y deslinda el elemento colonizador, los textos tanto de Haeger, Hansson y Jesperson, no se articulan con las imágenes y se revelan con un carácter moderno de explotación capitalista del Chaco formoseño. Aun cuando la creación de colonias en los términos que Haeger se proponía no se llevó adelante por su muerte, un año después de la expedición Jesperson ya se encuentra con una explotación algodonera en la región, utilizando mano de obra indígena y criolla. Y transitando entre su estancia de Campo Luminoso y la región del Chaco boliviano en donde traba relaciones con otros extranjeros que también explotan la tierra.
En el caso de la Expedición Montt & Fialho, tanto en el álbum de la expedición como en el diario realizados por de Boccard, se produce un deslizamiento o corrimiento desde un interés meramente cinegético de la expedición –y hasta científico en algunos párrafos de de Boccard que alude a sus intereses naturalistas y de recolección e identificación de flora regional- hacia una mirada sobre los transportes, la accesibilidad al terreno y la explotación de grandes extensiones, la posibilidad de contar con mano de obra –incluso el indígena reconvertido en peón-, donde la unidad de producción capitalista que es la estancia se revela en sus diferentes caracteres, tanto en imágenes como en el diario. Sin embargo, estas construcciones textuales y visuales presentan a los expedicionarios como antihéroes en tanto despliegan la vulnerabilidad en el medio en que transitan. Y de ahí la “mística de la reciprocidad” (Pratt, 1997:144), en tanto el sentirse poco seguros, vulnerables en el campo, supuso exponer una relación de reciprocidad con los “otros”, mediada en ocasiones por otros europeos asentados en el territorio.
Un elemento unificador en todas las producciones visuales y textuales de las tres expediciones es la representación del indígena en este contexto de avanzada capitalista: en tal sentido, esta representación fluctúa entre tres aspectos, en ocasiones interrelacionados: por un lado, la percepción de un indígena incorporado -o posible de serlo- al sistema capitalista como mano de obra en los obrajes, en la carga de madera en los puertos y en la vida en las estancias; éste parecería ser el discurso que en forma más explícita refiere al indígena en el mundo capitalista. En segundo lugar, se articula una mirada al indígena desde presupuestos de un discurso con cierto grado de etnograficidad que para la época permeaban no solo círculos vinculados a instituciones académicas sino también ámbitos más amplios incluyendo el cine de atracciones. Esta mirada es mucho más estructurada y acabada en el film de la expedición Haeger pero que también se vislumbra en algunos párrafos del diario de viaje de de Boccard y en escenas del travelogue de Glucksmann. Esta segunda mirada que se hace a la cultura material, vivienda, danza, responde a un realismo etnográfico que se inserta en un discurso ahistórico de “rescate”, que en el caso del cine responde al concepto de Haraway retomado por Rony (1996) de “taxidermia”. Se escenifica lo etnográfico para parecer más real ante la audiencia, aún sosteniendo la ficción fílmica de que la filmación no alteraba la realidad (Rony, 1996). Esa visión romántica es, entonces, condescendiente con un discurso colonialista. El discurso de la aventura que surge de la expedición Montt & Fialho, como de la expedición sueca, se complementa con esta mirada de un mundo primitivo, alejado, distante. La compilación de objetos etnográficos, la representación de los contextos y sujetos, se enmarcan en los conceptos de colonialidad del poder y del saber.
Por último, en el discurso de la otredad se perfila asimismo una percepción animalizada del indígena, que se da especialmente en el travelogue de Glücksmann -aún cuando puede tratarse de escenificaciones-, y que en la mirada de de Boccard emerge en algunas referencias textuales, pero que busca un contrapeso en los valores de fidelidad al patrón en el marco del nuevo sistema capitalista al que se inserta como peón, perdiendo entonces, en palabras de de Boccard, el “ser indígena”.
Notas
1| La ocupación territorial del Chaco argentino a partir de las campañas militares produjeron, como analizara Iñigo Carrera (1983, 1984, 1988) una incorporación violenta a través de la coacción física y económica de los grupos indígenas, quienes se vieron privados de continuar con sus condiciones materiales de existencia basadas en el modo de vida cazador-recolector, debiendo incorporarse a la industria del algodón, el obraje y el azúcar.
2| Sobre la desclasificación del viaje en el Chaco véase Giordano, 2018.
3| Denominación asumida por quien financió y proyectó la misma, el sueco Emil Haeger.
4| Cabe señalar que los dos últimos desplazamientos han sido desconocidos o poco atendidos por la historiografía del Gran Chaco, como otras expediciones que aún se encuentran por analizar, y que en general los tres viajes no han sido vinculados con la expansión capitalista. Y por otro lado, el travelogue de Glücksmann ha sido abordado principalmente desde la historia del cine en la Argentina, con escasa relación con el proceso colonizador del Chaco.
5| Sobre la expansión y colonización en el Chaco argentino véase Borrini y Schaller, 1981; Schaller, 1986; Borrini, 1986; Beck, 1994; Dalla Corte y Vázquez, 2011.
6| Sobre la colonización por parte de misiones católicas y anglicanas, colonias menonitas y Compañías privadas en el Chaco paraguayo entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX véase, entre otros, Villagra y Bonifacio, 2015; Canova, 2015; Dalla Corte, 2007; Dalla Corte y Vázquez, 2011.
7| La visualidad asentada en el deseo ocular, que remite a la experiencia de la mirada, y que se vincula asimismo con los “regímenes escópicos” (Jay, 1988). Este último concepto, que Jay retoma de Christian Metz y de Michel Foucault, supone atender a los modos de mirar y las gramáticas de la mirada como prácticas resultantes de patrones culturales previos: son los “ojos modelados” en términos de Jay (1988), los que articulan la visión con otros sentidos.
8| Sobre la relación imagen-texto nos remitimos a Edwards (1994); asumimos asimismo lo que Marin (1993) denomina “irreductibilidad de lo visible a los textos” y la “hereogeneidad semiótica” que opera entre imagen y escritura, que permite un abordaje metodológico diferencial de ambos materiales (Chartier 1996; Marin 1993).
9| Ello llevó a identificar, ocupar y poblar espacios con colonias agrícolas y/o agrícola-ganaderas, la expansión de vías de comunicación hacia esos espacios que garantizaran la extracción de sus productos. Esta visión se enmarca en un proceso más amplio de colonialismo.
10| Los países colonizados no cambiaron su estructura colonial con las independencias, sino que ese colonialismo se transformó en “colonialidad”. La colonialidad del saber se refiere a modos de conocimiento desde una visión y estructura eurocéntrica del saber: Europa es quien indaga, es la “razón objetiva” que puede ser neutral y externa al mundo (Quijano, 2000)
11| Retomando a Clifford (1999) refiere que el viaje burgués esperaba cierto confort y seguridad relativos, que quedaban asegurados por una amplia infraestructura de guías, ayudantes, proveedores, etc.
12| Wilhelm Hansson fue el camarógrafo de la expedición y en la versión de 1950 colaboró Mauricio Jesperson en la redacción del guion cinematográfico.
13| Un artículo mencionaba que la misma era organizada por Gonzalo Montt, “encargado de negocios de Chile” en Paraguay (El Diario, Asunción, 22 de marzo de 1924), Fondo de Boccard, Musée Guérien. aunque de Boccard se ubica como gerenciador de la misma, a la vez que posiciona tanto a Montt como a Fialho como los demandantes de su trabajo. El mismo título que le otorga a los álbumes dan cuenta de ese rol asignado a ambos, Montt y Fialho.
14| En recortes periodísticos conservados en el album, el mismo de Boccard realizó tachaduras a la información que indicaba que la expedición contaba con un camarógrafo. Asimismo, en su texto acerca de la expedición y en cartas enviadas a su familia, no hace referencia de la existencia de una cámara fílmica ni de la realización de un film.
15| Vale señalar a de Boccard como un sujeto con intereses científicos, políticos y de coleccionismo, para quien el montaje de álbumes fue una constante en su vida, pero también un modo de subsistencia, ya que en ocasiones esperaba vender las imágenes en formato postal, en álbumes impresos o los montajes de positivos por él realizados. Véase sobre su rol como “cultural broker” en Giordano, 2019).
16| Como señala Cuarterolo, el travelogue unificaba intereses del entretenimiento/espectáculo y de la ciencia, Este género fílmico dominó los primeros años del cine (1895-1905) y jugó un rol clave en la consolidación del film etnográfico y documental de las décadas del 20 y 30, constituyéndose en una suerte de film transicional que combinaba elementos del cine de actualidades, del cine de atracciones y del cine de ficción” (Cuarterolo, 2011:112).
17| La ficha se encuentra on-line: http://www.svenskfilmdatabas.se/sv/item/?type=film&itemid=17445, consultado 13/02/2018
18| Sobre la construcción del “desierto chaqueño” véase Lois (1997); Wright (1997).
19| Trad. Anne Gustavsson.
20| “Manchas blancas cartografiadas por suecos” (Vita flackar kartlagda av svenskar), Dagens nyheter, 20 de febrero de 1921, consultada en la hemeroteca de la Biblioteca de la Universidad de Lund.
21| Trad. Mariana Giordano.
22| De acuerdo a una radio conferencia escrita y pronunciada por Jesperson a comienzos de 1950 (“Haegerska expeditionen till Chaco. Aug.-Dec. 1920”, Fondo Jesperson, Biblioteca Central de la Universidad de Lund), la cartografía producida por la expedición fue entregada al Estado argentino, pero hasta el día de hoy no hemos localizado esta documentación. Sin embargo, contamos con mapas elaborados por Jesperson posteriormente a la expedición que fueron insertados en el film de 1950 y que se publicaron en textos de Jesperson.
23| Véase sobre esta acepción Depetris Chauvin (2019).
24| La navegabilidad del Bermejo y su canalización fue un tema de largo tratamiento por parte del Estado Argentino, antes y después del proyecto al que nos referimos (Aráoz, 1886; Lella, 1957; Cornejo, 1979; Castro Boedo, 1995 [1872]). Sobre la expansión capitalista y la navegabilidad del Bermejo a fines del siglo XIX véase, entre otros, Vitar, 2016; Lagos y Santamaría, 2008. Gordillo ha analizado, desde la mirada de los pobladores, los restos/ruinas de barcos que quedaron en el Chaco salteño como consecuencia de los varios planes de navegar el Bermejo (Gordillo, 2015).
25| Vale aclarar que si comparamos las imágenes fílmicas con los textos producidos por fuera de la edición del film la relación texto-imagen es contrastante, contradictoria: en las imágenes y narrativa fílmica se invisibilizan los intereses colonizadores y las relaciones coloniales descriptas en el diario de campo.
26| Diario de viaje de Haeger, archivo del Museo de las Culturas del Mundo de Gotemburgo.
27| De Boccard menciona a Carlos Pfannl, el propietario de esta empresa, como un amigo suyo. Cabe señalar que en el discurso de de Boccard, en forma repetitiva todos los sujetos que menciona, que tienen propiedades o lugar de poder dentro de la estructura capitalista paraguaya, aparecen como “amigos”.
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52 Jesperson, M. “Haegerska expeditionen till Chaco. Aug.-Dec. 1920”. Radioconferencia mecanografiada. Fondo Jerperson, Biblioteca Universidad de Lund.
Filmografía
53 Glücksman,M. (Director). (ca.1915). Un viaje al Río Bermejo
54 Hansson, W, (Director). (1950). Tras los senderos indios del Río Pilcomayo (título original en sueco: Pa indianstigar vid Pilcomayofloden)
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