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ARTICULO

La radiofonía privada deviene gubernamental. El proceso de adquisición de emisoras por el Peronismo (1947-1949)

(The private radio networks become governmental. The acquisition process of radio stations by the peronism (1947-1949))

Federico Mario Lindenboim*

*Instituto de Investigaciones “Gino Germani” - Facultad de Ciencias Sociales – Universidad de Buenos Aires (FSOC-UBA)-  Ortiz de Ocampo 2561 - Piso 5º E - CP 1425 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Correo Electrónico: fedelinden@yahoo.com.ar

Recibido el 19/10/19
Aceptado el 10/06/20

Resumen

El presente artículo trabaja un elemento fundamental en la política peronista sobre los medios de comunicación, el proceso de adquisición de emisoras por el gobierno entre los años 1947 y 1949. El peronismo recurrió al control de la radiofonía para poder disputar el espacio simbólico y desde allí construir hegemonía. Para alcanzar su objetivo tuvo que encontrar la forma de dar respuestas a un contexto político complejo. Por un lado, un contexto internacional donde EE.UU. puso al libre flujo de la información como indicador de democracia, por lo que una evidente toma de control de la radiofonía hacía peligrar los intentos de recomponer las relaciones con dicha nación. Por otro, el imaginario social preponderante del campo del espectáculo compartía la idea de que la propiedad privada era fundamental para el desarrollo de la radiofonía. Además, la radio era el primer medio de comunicación que ingresaba al ámbito privado, por lo que la incorporación de la política no debía generar rechazos en los oyentes acostumbrados a una programación centrada en el entretenimiento.
Los objetivos aquí planteados implican no sólo describir cómo tuvieron lugar esas adquisiciones, sino también construir hipótesis acerca de los propósitos políticos que se perseguían. Para la elaboración de este trabajo se realiza una revisión sistemática de una diversa documentación, la cual incluye Decretos y Resoluciones de gobierno, documentación de la dirección de Correos y Telecomunicaciones, así como de la Subsecretaría de Informaciones. También se utilizan revistas del espectáculo que siguieron algunos de estos procesos en sus páginas. Lo que esto permite es determinar que la adquisición de emisoras de radio por el peronismo necesitó de mantenerse oculta hacia los oyentes para sostener una idea de continuidad de la radiofonía, y de esa manera facilitar la incorporación de la política del gobierno al interior de la programación.

Palabras Clave: Hegemonía, Políticas de comunicación, Medios de comunicación, Peronismo, Radiofonía.

Abstract

This paper analyses a fundamental part of the Peronist policy on media, that is the acquisition process of radio stations by the government between 1947 and 1949. Peronism appealed to control the radio stations to be able to dispute the symbolic space of it and to build hegemony. To achieve these goals, Peronism needed to respond to a complex political context.  On the one hand, in an international context the United States placed the free flow of information as a democratic indicator, a clear takeover of the radio stations jeopardized Argentinian attempts to rebuild the relations with the United States. On the other hand, the prevailing social imaginary of the entertainment field shared the idea that private property was fundamental for the development of the radio. Therefore, the radio was the first means of communication to enter the private sphere, so introducing politics on these media had to avoid creating any kind of rejection to the audience that was used to listening to entertainment-oriented programming.
The objectives proposed in this paper involve not only describing how these acquisitions took place, but also constructing hypotheses about the political purposes that were being pursued. A systematic review of pieces of documentation was carried out for the elaboration of this analysis. It used government decrees and resolutions, e-mail addresses and telecommunication documents, and from the Under Secretary of Information. Show magazines covered some of these processes on their web pages. This allows determining that the acquisition of radio stations by Peronism had to stay hidden from the listeners to sustain the idea of continuity of the radio, and thus facilitate the incorporation of government policy into the programming.

Keywords: Hegemony, Media, Media policy, Peronism, Radio.

Introducción

Este artículo se enfoca en la radiofonía, un elemento fundamental para la construcción hegemónica del peronismo, pero poco trabajado en investigaciones sobre el período. Las investigaciones más relevantes sobre las relaciones entre peronismo y medios de comunicación han optado por otros recorridos y no han tomado a la radiofonía como objeto. En general se ha trabajado el cine, como la investigación de Kriger (2009) sobre esa industria y sus vínculos con el gobierno, así como también lo ha hecho Campodónico (2005). Otras investigaciones sobre esta industria fueron las de Bernini (2007 y 2009), y también Acha (2013) realizó algunos análisis de películas y de otras dimensiones culturales. Algunos recortaron algunas dimensiones cinematográficas como indicadores de tendencias que expresaban cambios sociales, como Aboy (2010) o Kelly Hopfenblatt (2016). Por su parte, Calzón Flores (2013) y Mazzaferro (2018) estudiaron el sistema de estrellas en ese período. Arribá (2005) y Branca de Russovich y Lacroix (1986) fueron trabajos percusores sobre las adquisiciones de emisoras por el peronismo, pero sin una profundización sobre las características del proceso y sin elaborar hipótesis sobre las motivaciones y variables políticas en juego que terminaron por definir las particularidades de dichas adquisiciones. Otra serie de investigaciones ha optado por el estudio de la prensa gráfica y las revistas: Panella y Korn (2010 y 2014), Rein y Panella (2008), Gené (2010). Hubo también análisis que han optado por aspectos culturales diferentes, no siempre relacionado con un medio de comunicación, como han sido los de Gené (2005) sobre los afiches y gráficas de propaganda, Soria (2010) también sobre la propaganda. Sobre la arquitectura (Ballent, 2005), sobre el consumo en los sectores populares (Milanesio, 2014), y Torre y Pastoriza (2002) sobre los alcances del bienestar y del acceso a lugares de veraneo. Salvo Galak y Orbuch (2017), quienes investigaron exclusivamente el uso de la radio en las escuelas, no se ha considerado a la radiofonía como objeto de investigación, aunque fuera el medio de comunicación más económico, más extendido sobre el territorio nacional y de uso continuo en los hogares. Además, existe un consenso en el campo de que la radiofonía fue un componente sustancial en la construcción de la imagen política peronista (De Ípola, 1982; Sigal y Verón, 1986; Sigal, 2000; Sarlo, 2003; Varela, 2006-2007).
En este artículo el foco está puesto sobre el proceso de adquisición de emisoras por el gobierno entre los años 1947 y 1949. Durante este período el peronismo logró comprar la totalidad de las emisoras de radio del país, desde el propio gobierno o mediante la intervención de terceros. Esto señala que se trató de un objetivo estratégico que estaba íntimamente articulado con la política desarrollada por el gobierno. Pero además, es importante reconstruir y entender la forma en que tuvo lugar esta compra de emisoras. Dado que las adquisiciones se mantuvieron ocultas a la opinión pública, obliga a preguntarse los motivos que llevaron a tomar esas decisiones.
Los objetivos que aquí se buscan alcanzar implican en primer lugar, describir cómo tuvieron lugar esas adquisiciones. En segundo lugar, determinar el contexto que hizo posible dicho proceso. Finalmente, explicar los propósitos políticos que se perseguían mediante estas adquisiciones y en la forma en que se realizaron.
Para alcanzar estos objetivos se recurre a una diversa documentación. Los decretos y resoluciones de gobierno sobre radiofonía, junto a la documentación desarrollada por la dirección de Correos y Telégrafos, así como por la Subsecretaría de Informaciones, ofrecen una cristalización de las orientaciones políticas perseguidas por el gobierno durante el período recortado. También se utilizan revistas del espectáculo, las cuales fueron un agente fundamental en el funcionamiento del campo del espectáculo.
Los resultados obtenidos muestran que el peronismo inició un proceso de adquisiciones de emisoras mediante una política en dos instancias de “garrote y zanahoria”, elementos que son parte de la construcción de consenso propia de un proceso de búsqueda de consolidación de hegemonía. Por un lado, se inició un hostigamiento a los directorios de las mismas y se fue construyendo la venta como la única opción posible para estos. Por otro, se establecieron acuerdos comerciales y políticos, que permitieron no sólo comprar la totalidad de las emisoras radiales, sino también que sus antiguos propietarios continuasen al frente de éstas en calidad de directores. A parte, se establecieron una serie de disposiciones legales para que estos movimientos de compras no alcanzaran notoriedad pública. Esta decisión de ocultar las compras se debió a la situación geopolítica en plena Guerra Fría, donde los Estados Unidos daban vital importancia al libre flujo de la información como indicador de un régimen democrático. Pero también, se intentó construir una idea de continuidad en los oyentes de la radio para que los mensajes políticos tuvieran una mejor aceptación, para la construcción de consenso. Esto señala la existencia de una necesidad estratégica del gobierno peronista por controlar la radiofonía. Mediante ésta se buscaba intentar ocupar la totalidad del espacio simbólico, es decir, controlar la construcción de sentidos sociales.

El contexto que llevó a las adquisiciones

La radiofonía fue sin duda el medio hegemónico, el centro del sistema de medios hasta entrada la década del 60. Luego de su primera transmisión local en 1920, bastaron pocos años para que la radio se conformara como un medio de alcance nacional, con un claro perfil comercial, con un lenguaje y géneros propios, con una programación amplia en horarios, constante y organizada, y con un star system consolidado (Bosetti, 1994; Matallana, 2006a; Fernández, 2008, Tobi, 2008 y Berman, 2018). La radiofonía en Argentina tuvo un desarrollo exponencial que la convirtió en fuente de información, entretenimiento doméstico y referencia cultural casi excluyente para los sectores populares (Gallo, 1991; Karush, 2013 y Matallana, op.cit.). Fue el medio de mayor popularidad en la ciudad de Buenos Aires desde mediados de la década de 1930, hasta finalizada la de 1950. Su centralidad en el sistema de medios de comunicación sólo fue opacada en los primeros años de la década de 1960 cuando la televisión, finalmente, logró convertirse en un verdadero medio de comunicación de masas (Varela, 2005). La radiodifusión contó con una presencia constante en el interior de la vida privada, constituyéndose en una inserción de la esfera pública en la cotidianidad del hogar (Varela, 2002).
Durante el gobierno surgido por un golpe de Estado el 4 de junio de 1943, se intentaron distintas estrategias para influir sobre los medios de comunicación. Estas incluyeron la censura y la presión, pero al mismo tiempo el fomento de la programación y la contratación de artistas, la entrega de premios, leyes para proteger la actividad. Pero lo más novedoso fue la construcción de una red de relaciones sociales entre sectores que antes circulaban por espacios distantes: militares, estrellas del espectáculo, propietarios de emisoras, etc. (Sarlo, 2003; Lindenboim, 2018). Los resultados fueron disímiles, dependiendo de cada caso. Si bien el Festival por San Juan, en el Luna Park, fue un éxito en cuanto espectáculo político, y durante los años de gobierno militar se consiguieron establecer vínculos con agentes del campo del espectáculo, esto no repercutió en un apoyo general de ese sector a la candidatura de Perón en las elecciones de febrero de 1946. De hecho, la mayoría de las estrellas, así como muchas de las direcciones de gremios de la industria del entretenimiento, apoyaron abiertamente e hicieron campaña por la fórmula de la Unión Democrática (UD)1.
 Una vez lograda la presidencia, el peronismo pasó a la ofensiva al interior del campo del espectáculo. Por un lado, comenzó campañas de desprestigio desde la prensa oficialista contra las direcciones de gremios opositores, por ejemplo llevando a renunciar a la comisión directiva de la Asociación Argentina de Actores (AAA) y obligando a convocar a elecciones (Maranghello, 2002). Se realizaron también varias pedradas y rotura de vidrios en los edificios de las emisoras, principalmente en Radio El Mundo, la estación que más claramente había apoyado a la UD. Pero por otro lado, también comenzó a otorgar algunos beneficios al sector, sobre todo en aquellos gremios que tenían mayor cercanía al gobierno (Lindenboim, 2020a).
Precisamente, en ese contexto, desde julio de 1946 se inician discusiones salariales entre los distintos gremios y las emisoras. Algunas de ellas llegaron a un consenso, pero no fue lo que pasó en el caso de la Asociación del Profesorado Orquestal (APO), la entidad que nucleaba tanto a las orquestas clásicas como a las típicas. En este caso no se logró un acuerdo y desde el gremio se decidió por llamar a una huelga. Esta empezó siendo declarada por 24 horas, pero al plegarse el conjunto de los gremios, todos ellos integrantes de la Federación Argentina de Espectáculos Públicos, se convirtió en un cese de actividades total de la radiodifusión por tiempo indefinido. La radio estuvo funcionando a base de discos aproximadamente por un mes, e incluso cuando la mayoría de los gremios volvían al trabajo, APO continuó con la medida de fuerza por varias semanas más. El saldo de este conflicto fue catastrófico para el conjunto de los sectores de la radiofonía (Ídem).
Las direcciones gremiales fueron quebradas por el resultado de la huelga y sus dirigentes desprestigiados por la derrota. La breve experiencia de la Federación Argentina de Espectáculos Públicos, una entidad que buscaba organizar el apoyo y la solidaridad entre distintas ramas del trabajo radial, fue desintegrada pocos meses después. Tanto la Asociación Gente de Radioteatro (presidida por Héctor Gagliardi), como la Sociedad Argentina de Locutores (presidida por Font Saravia) decidieron incorporarse a la CGT a principios de 1947, lo que equivalía a aceptar la hegemonía peronista sobre los gremios. A su vez, las divisiones y enfrentamientos personales se instalaron en el ambiente, terminando con amistades y también generando nuevas suspicacias y rencores. En cuanto a los permisionarios, el resultado fue que su entidad, la Asociación de Radiodifusoras Argentinas (ADRA), quedó intervenida por el gobierno, y las emisoras registraron pérdidas enormes de dinero en concepto de publicidades y auspicios caídos durante los meses del conflicto. Los únicos derrotados no fueron los trabajadores, también quedó en evidencia la debilidad en los permisionarios, se evidenciaba la dependencia que ahora tenían las empresas radiales con el Estado. No sólo eran dependientes en cuestiones reglamentarias y técnicas, sino hasta organizativas del mundo del trabajo ante el crecimiento de sus empleados y de su sindicalización. Otra situación fue la del gobierno, que resultó ser el único que terminó fortalecido. La nueva fortaleza residía en que patrones y trabajadores de la radiofonía, de aquí en más, precisamente dependían de su voluntad y accionar para poder funcionar, el gobierno consolidaba su hegemonía sobre el campo del espectáculo (Ibídem).

La conquista del éter

Luego de la huelga, el gobierno de Perón se dispuso a avanzar en el control sobre el conjunto de los medios de comunicación, como herramientas de construcción hegemónica. La relación con la industria cinematográfica había avanzado desde los decretos de protección al cine nacional, y en su mayoría los productores colaboraban por convicción o por el temor de no recibir celuloide, material sumamente escaso en esos años. Además, silenciosamente, Juan Duarte y Raúl Apold se hacían parte de los directorios de los estudios, como Sono Film y Emelco (Mercado, 2013). En lo referente al control de la prensa gráfica, se habían dado pasos importantes con la compra de periódicos, aunque todavía quedaban algunos diarios opositores como La Nación y La Prensa. Sin embargo, el monopolio sobre el papel prensa aseguraban el disciplinamiento de todos los diarios. Quedaban sin resolver todavía, algunas versiones clandestinas de prensa clausurada, los folletos, y el gran problema de los años peronistas: la circulación de rumores2. En cuanto a la radiofonía, desde junio de 1943 el control desarrollado por el gobierno militar y la situación de licencias precarias de los permisionarios, eran suficientes para garantizar la colaboración con el gobierno. Sin embargo, si algo la huelga había demostrado era que las emisoras todavía no eran “peronistas”, por lo que se necesitaba desarrollar las herramientas para revertir esa situación.
El gobierno se dispuso entonces a fortalecer su control sobre la radiofonía. Este objetivo se logró mediante un proceso con diversas aristas. Por un lado, el desprestigio de las direcciones gremiales luego de la medida de fuerza, le permitió a Perón la posibilidad de alejar a los dirigentes opositores y comenzar su reemplazo por aquellos más leales. Por otro lado, se había logrado someter también a los permisionarios dejando correr la huelga al principio y causando grandes pérdidas de dinero, además de tener que verse obligados entrar en cadena con LRA Radio del Estado para poder continuar transmitiendo durante esos días. Este desgaste de los permisionarios permitió reorganizar la relación entre gobierno y emisoras (Lindenboim, 2020b).
La primera emisora en ceder fue Radio Splendid y su cadena RADES, las cuales estaban incluidas dentro del conjunto de medios de Editorial La Razón S.A., cuyo presidente de directorio era Ricardo Peralta Ramos. Éste le entregó la totalidad de las acciones al presidente del Banco Central Miguel Miranda a cambio de $3.000.000 en títulos y otros $400.000 en efectivo3. En esta primera adquisición, realizaron una inusual medida, que consistió en dejar inalterada la composición de los accionistas de la sociedad, y en designar al antiguo dueño como director. En este caso, Peralta Ramos continuó al frente de la redacción del diario La Razón y de la empresa. El ingeniero Antonio Devoto, siguió dirigiendo LR4 Radio Splendid. Sin embargo, los dividendos comenzaron a entregarse primero a Miranda, y luego de su salida del gobierno, a Carlos Vicente Aloé4.
Entre finales de 1946 y principios del año siguiente, comenzó un endurecimiento en la política hacia las emisoras. Primero, las interrupciones a la programación y luego avanzando con suspensiones y retiro de licencias. El desgaste de los permisionarios fue producido por una constante interrupción de la programación para la transmisión de cadenas nacionales, anuncios gubernamentales y mensajes políticos diversos. Incluso la revista Sintonía, que no escatimaba elogios al gobierno, no dejaba de señalar este uso constante que el Estado hacía de la radiofonía privada, y advertía al gobierno sobre lo perjudicial que esto era para los oyentes5. Se cortaban programas muy caros para entrar en cadena, lo que perjudicaba a los anunciantes y a las emisoras. Por ejemplo, Radio Belgrano, el año anterior, habría cedido espacios al gobierno por más de $1.000.000 aproximadamente6. El Estado, sin embargo, no habría compensado ese importe según declaraba esta misma publicación. De esta manera, explicaban, se desalentaba la inversión de permisionarios y auspiciantes, situación a la que había que sumar la falta de garantías institucionales que generaba la situación de licencias precarias (planteaban que nadie querría invertir en una emisora que puede perder su licencia abruptamente), y también lo que denominaban “el fantasma de la nacionalización de la radiofonía”7, temor que recorría el ambiente desde la finalización de las elecciones presidenciales. Por otro lado, continuaba una práctica que tuvo sus orígenes durante el gobierno militar, la cual implicaba directamente el ataque físico hacia las emisoras. Estos periódicos embates eran realizados por pequeños grupos, principalmente de la Alianza Libertadora Nacionalista, que arrojaban bombas de alquitrán o rompían a pedradas los ventanales de las estaciones de radio, con una mayor asiduidad los de LR1 Radio El Mundo, precisamente la más opositora de las emisoras y vinculada a una familia inglesa (Lindenboim, 2018).

Licencias caducas, clausuras, suspensiones e intervenciones

Tras la muerte de Teodoro Prieto, titular en términos legales de la licencia de LS2 Radio Buenos Aires, el gobierno decidió, mediante la Resolución 10628 del 22 de noviembre de 1946, declarar la caducidad de esa licencia y además, inhabilitar para trabajar en radio a Ricardo Cossio, quien seguía adelante con la emisora en reemplazo de Prieto8. La caducidad implicaba en una primera instancia el cese de las actividades en la estación, situación delicada porque dejaba sin trabajo a sus empleados. Es por eso, que la Dirección de Radiocomunicaciones ajustó su política, tomando otra decisión a la hora de clausurar la emisora LV12 Radio Aconquija de Tucumán, el 4 de febrero. Además de la clausura se le canceló la concesión de onda, quedando ésta en control del Estado, pasando inmediatamente a formar parte de la cadena de LRA9. El director artístico de esta emisora era Juan Carlos Guyot, quien cumplía funciones como presidente de ADRA, y no casualmente, LV12 era una de las estaciones pertenecientes a la cadena propiedad de Jaime Yankelevich. En los primeros días de marzo, también se declaró caduca la concesión de la emisora LV11 Radio del Norte, situada en la provincia de Santiago del Estero, incorporándola también a la cadena de LRA Radio del Estado. El rumor de que el Estado seguirá anexando emisoras a su red recorría todo el ambiente10.
Estas acciones se desarrollan en el marco de que persistía en el ambiente cierta idea de crisis de la radiodifusión, aunque ésta era rara vez definida positivamente, manteniéndose en una suerte de sensación que, aunque era poco clara, no dejaba de ser efectiva. Sobre todo, todavía se sentía la onda expansiva de la huelga iniciada en septiembre del año anterior, por lo que también se percibía como inevitable que el Estado tomase alguna decisión trascendental, que en las revistas era definido como “nacionalización”.

La confirmación de una estrategia

La política del gobierno hacia la radiodifusión se profundizó ante un hecho particular que tuvo lugar en los momentos previos al viaje de Eva Perón a España. Mientras el 5 de junio hablaba el presidente por cadena nacional para despedir a la Primera Dama, se produjo una interferencia en la sintonía correspondiente a Radio Belgrano11. Una voz anónima se hizo presente diciendo que era todo mentira lo que allí se decía, que no había que creerle nada a Perón12. Radio Belgrano de inmediato cortó la transmisión. Horas después la emisora de Jaime Yankelevich era clausurada por el gobierno.
Al cumplirse un mes con la emisora clausurada, se estimaba en las revistas del espectáculo que Radio Belgrano había perdido medio millón de pesos, a lo que se agregaba la precaria situación en la que se encontraban sus trabajadores13. Según uno de los gremios participantes del conflicto, se trataba de 1.500 personas que dependían de la emisora como fuente de vida, entre todas las labores que allí se desarrollaban, desde porteros, técnicos, telefonistas, actores, músicos, etc. Desde el gobierno no se emitía información sobre posibles medidas y lo que prevalecía era el desconcierto de los afectados. La Sociedad Argentina de Locutores (SAL) junto a otros gremios radiofónicos, se acercaron al secretario de Trabajo, para pedirle que se diera una solución. A su vez, la misma comisión le reclamó también a la CGT para que ayudase en la resolución y que interviniera en pos de los trabajadores14. Finalmente, tras 27 días en silencio, el miércoles 2 de julio, se habilitó desde el gobierno, a que LR3 Radio Belgrano volviese a funcionar. Sin embargo, la emisora siguió intervenida desde el gobierno, quedando a cargo Armando Cozzi, sub-asesor letrado de Correos y Telecomunicaciones. Al mismo tiempo que se permitía a Belgrano volver a transmitir, se declaraban caducas las licencias de Radio San Rafael LV4 (en Mendoza) y Radio San Luis LV13, ambas de la cadena de Yankelevich.
La situación en la que se encontraba LR3 Radio Belgrano y su cadena de emisoras, llevó a realizar una reunión de crisis de ADRA a mediados de julio. Se juntaron para tratar la posibilidad de que el Estado reorganizase al conjunto de la radiofonía, acción que equivalía a que les quitase las licencias. Se sabía que el gobierno quería crear una red de alcance nacional para LRA Radio del Estado, una cadena que cubriese todo el territorio, pero no previeron que para ello iba a recurrir a emisoras en el interior que pertenecían a las cadenas privadas, como lo había hecho ya con las tres emisoras previamente comentadas. Otro tema que preocupaba a los permisionarios, era que la dirección general de Correos y Telecomunicaciones les había pedido que en 120 días hicieran sus líneas aéreas de transmisión en forma subterránea, dándoles un tiempo absurdamente breve para cumplir la directiva e infligiéndoles gastos enormes a emisoras que venían perdiendo plata desde el año anterior. Dado el contexto de la reciente clausura de Belgrano, se especulaba que era justamente una directiva que buscaba no ser cumplida para que pudiera ser usada como excusa para una eventual intervención estatal15.
El intento de ADRA por lograr conservar sus respectivas emisoras empezó desdibujarse el sábado 16 de agosto, cuando Correos y Telecomunicaciones declaró caducas dos licencias más, la de LR2 Radio Argentina de la Capital Federal y la de LT14 Radio Urquiza de Paraná. En la primera de ellas, aunque era dirigida por Alfredo Schroeder, era una emisora que de manera indirecta era propiedad de Jaime Yankelevich, lo que era ilegal por estar en la Capital y generar un virtual monopolio en la misma zona de cobertura. Pero más allá de no responder a la reglamentación, allí trabajaban más o menos unas 200 personas, por lo que la respuesta de los sindicatos se concentró en pedirle al gobierno que no avance en una clausura, sino que la interviniese para que se pueda continuar trabajando. La línea gremial obviamente no ponía en cuestión a las medidas gubernamentales. En el caso de Radio Urquiza, aparentemente el gobierno habría descubierto recién en ese mismo momento que el propietario de la emisora era Jaime Yankelevich, aunque ésta se había inaugurado con discursos del titular de Correos y Telecomunicaciones, Oscar Nicolini, y del mismo Yankelevich, lo que daba claras señales de que en definitiva las causas no eran de orden legal, sino políticas. Se llegaba así a un total de siete emisoras clausuradas, cinco de estas eran directa o indirectamente de la cadena de Radio Belgrano, sin mencionar además la intervención de un mes de esa misma emisora16.
Fue en esos mismos momentos, apenas dos días después de que le quitaran LR2 Radio Argentina y LT14 Radio Urquiza de Paraná, que Jaime Yankelevich le ofreció al Estado venderle LR3 Radio Belgrano y toda su cadena17. Sin embargo, todavía no se había efectuado una respuesta ante esa oferta y seguía desarrollándose la tensión entre el empresario y el gobierno. Por lo demás, Yankelevich y su empresa, durante todo el año 1947, recibieron una enorme presión fiscal, que implicó desde constantes inspecciones, hasta el inicio de un juicio por defraudación al Estado, a partir de sus declaraciones de ganancias de los períodos 1939, 1940 y 1941. En octubre de ese mismo año se le aplicó una multa de $96.551,37 y otra de $4.000 por la tardanza en la entrega de las declaraciones juradas (Matallana, 2013). Hasta la revista Sintonía planteaba que el rigor que padecía Yankelevich era inexplicable. Desde la mencionada publicación dejaban entrever que se trataba directamente de una persecución contra su persona18.
Para mediados de septiembre, el titular de Correos y Telecomunicaciones, Oscar Nicolini, resolvió abrir algunas de las emisoras cerradas, pero todas ellas lo hicieron con intervenciones de funcionarios del Estado. Volvieron a transmitir las estaciones LV4 de San Rafael (Mendoza), LV13 Radio San Luis, LT14 Radio Gral. Urquiza (de Paraná), y unos días después vuelve a transmitir LR2 Radio Argentina (de la Capital Federal) que lo hace también con una intervención de Correos y Telecomunicaciones, pero con su antiguo dueño, José Adolfo Zatzkin, como director artístico19.

La compra de Radio Belgrano

Algunos días antes de las reaperturas de emisoras, Oscar Nicolini, con una nota reservada (la nº 57 del 11 de septiembre), se dirigió al presidente del Consejo Económico Nacional para informarle la propuesta realizada por Yankelevich el 18 de agosto anterior (Matallana, op. cit.)20. En el escrito se indicaba que el precio de la oferta era de $6.000.000, muy por debajo de los $15.000.000 que estipularon como un más realista valor estimativo de venta, y recomendaba su compra por “razones de defensa nacional y concepción espiritual”21.
El 14 de octubre de 1947 el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) realizó el contrato de compra-venta del activo físico de Radio Belgrano y su cadena de emisoras. La compra se ejecutó por cuenta de Correos y Telecomunicaciones, pero mediante un crédito originado en el IAPI y otorgado por el Banco Central. Para esta compra con recursos del Estado, no se realizó ni una confrontación de inventarios, ni una valuación de los bienes. Este movimiento no se hizo público, no apareció ni en el Boletín Oficial, tampoco fue informado por algún medio periodístico, sino que se mantuvo en secreto22. Se evitó la intervención de los organismos naturales del Estado, dado que ni la Dirección de Radiodifusión, ni la Contaduría General de la Nación, fueron formalmente informadas. Incluso se dictaron decretos para evitar publicitar la compra y se eludió la intervención de otros organismos del Estado que también deberían de haber participado y controlado un movimiento de importancia como la adquisición de una emisora. Las compras se mantuvieron ocultas mediante el decreto nº 30.625. Se eludió el cumplimiento de la Ley 11.867 de regulación de trasferencias de fondos de comercio y su correspondiente publicidad. Tampoco se cumplió con la Ley 12.921, de certificación de aportes ante el Instituto Nacional de Previsión Social.
Sin embargo, lo más interesante fue que se repitió la estrategia empleada con Radio Splendid. Luego de la compra, el Estado contrató a la empresa Radio Belgrano S.A. para que administrase las emisoras de la cadena, y lo nombró al mismo Jaime Yankelevich como “director general coordinador” de las mismas.
 La venta se realizó con las acciones endosadas en blanco, lo que implicaba una verdadera transferencia de dominio a favor del Estado, aunque siempre sosteniendo la imagen de que seguía siendo una radio privada, con Yankelevich como virtual dueño. Radio Belgrano S.A. en definitiva se convirtió en una empresa del Estado. Yankelevich a cambio, tuvo unas importantes ganancias, y no sólo porque el capital lo ponía enteramente el Estado, por lo que él no corría ningún riesgo financiero, sino porque una cláusula del contrato establecía que una comisión del 5 al 10% de toda la publicidad iba para Radio Belgrano S.A., la empresa que sí era de su propiedad. La suma de sus comisiones entre 1947 y 1951 fueron de aproximadamente $16.000.000, a lo que hay que sumar la compra de los activos de la radio por la suma de $800.000, además de su sueldo mensual de $10.000 por sus tareas de director general coordinador23. Los beneficios otorgados a Yankelevich señalan que esta compra no fue una simple imposición del gobierno, semejante al caso de expropiación de La Prensa pocos años después. De haber sido así, no se entenderían ni su posterior desarrollo de la televisión, ni tampoco los apoyos concretos al gobierno que Yankelevich supo brindar.
La adquisición de la última de las cadenas de radiofonía privada tuvo lugar en noviembre de 1948, cuando Orlando Maroglio (ex presidente del Banco de Crédito Industrial), en nombre de Miguel Miranda (al frente del Consejo Económico Nacional, luego de su paso por el IAPI y el Banco Central), compró el 51% de las acciones de Editorial Haynes por un valor de $14.000.00024. Para el 19 de ese mes se realizó la asamblea general ordinaria de la empresa, donde asumió el mismo Miguel Miranda como presidente de la misma, pero rápidamente cedió su cargo interinamente el vicepresidente. Quedaba así, a disposición del gobierno toda la Red Azul y Blanca integrada por: LR1 Radio El Mundo, LS10 Radio Libertad, LR6 Radio Mitre, LR9 Radio Antártida, todas estás en la Capital. En el interior: LT3 Rosario, LT9 Santa Fe, LU7 Bahía Blanca, LV3 Córdoba, LU6 Mar del Plata, LT5 Resistencia, LV8 Mendoza, LV7 Tucumán, LV5 San Juan, LS11 La Plata, LU4 Comodoro Rivadavia, LT15 Concordia, LW7 Catamarca, LW13 San Luis y LW8 Jujuy. Además de las innumerables publicaciones gráficas de esta empresa: desde el diario El Mundo, a las revistas El Hogar, Selecta, Mundo Argentino, agregaron después Mundo Atómico, PBT, Caras y Caretas, Mundo Infantil, Mundo Deportivo, y luego agregaron la revista Mundo Peronista.

La tensión internacional y la adquisición de las emisoras

La adquisición silenciosa de emisoras radiales había respondido a necesidades tanto internas como externas. El contexto geopolítico fue también una variable determinante en la característica que adoptó el proceso de adquisiciones de emisoras.
Esta fuerte insistencia en aparentar la permanencia de la propiedad en manos de los anteriores permisionarios y la autonomía de las emisoras, pudo haber sido una política que intentaba adaptarse a un nuevo contexto internacional de posguerra que tenía en la comunicación un eje central. Luchetti y Ramírez Llorens (2007) plantearon que durante los inicios de la Guerra Fría se comenzó a valorar el potencial de las relaciones culturales como instrumento geopolítico. Mientras Estados Unidos puso como eje su política de libre flujo de la información (free flow), homologando la libertad de información con la libre circulación de bienes culturales, la posición argentina oscilaba entre el enfrentamiento a esa posición (con denuncias al monopolio norteamericano y con medidas de protección como en el cine), y evitar el conflicto tratando de recomponer las relaciones con el país del norte. Es probable que parte de la explicación de las medidas en torno a las adquisiciones de las emisoras de radio, tuviese como origen este escenario de posguerra. Invisibilizar la compra del conjunto de las emisoras pudo haber estado motivada por el objetivo de recomponer las relaciones con Estados Unidos, como una precaución para evitar una condena internacional si el control gubernamental se hacía explícito.
Durante este período de adquisición de emisoras radiales durante 1947 y finales de 1948, hubo un momento en que se llegó al máximo de tensión en el escenario aquí descripto entre la presión internacional, la construcción de una confluencia de intereses entre brodcasters y gobierno, y el objetivo de sostener una imagen de continuidad hacia los oyentes. Ese momento fue sin duda la realización del Segundo Congreso de la Asamblea Interamericana de Radiodifusión (AIR), durante los primeros días de julio de 194825.
La ciudad de Buenos Aires había sido designada como sede para la realización del Congreso de la AIR, a pedido de la propia ADRA, la asociación que nucleaba a los broadcasters argentinos. Según el relato del empresario de medios cubano Goar Mestre, este pedido de ADRA fue realizado porque los argentinos querían que hubiese una presencia internacional en el país que pudiese poner algún tipo de freno al avance del gobierno sobre las emisoras privadas. Según el empresario de medios cubano, los permisionarios habrían informado en reiteradas oportunidades a la AIR sobre sus temores ante las primeras medidas de gobierno, además de solicitar algún tipo de resguardo por parte de la entidad (Sirvén, 1996).
Previo al momento de realización del Congreso, durante la IX Conferencia Internacional Americana que tuvo lugar en la ciudad de Bogotá, Colombia, en mayo de 1948, la Asociación Interamericana de Radiodifusión envió un mensaje a la Conferencia para solicitarles que se expidiesen por la libertad de pensamiento en radio, pedido con una evidente referencia a la Argentina. La revista Radiolandia, correctamente interpretó que se trataba de un mensaje velado hacia el país, por lo que se apuró en publicar un editorial donde se celebraba la libertad de expresión que reinaba en la Nueva Argentina, y sobre todo en la radiodifusión. Se señalaba que si en la actualidad no había presencia de políticos opositores en las radios, esto no se debía a ningún tipo de censura, sino que era una situación producida “porque las emisoras carecían de los espacios necesarios para ello, colmados todos sus espacios publicitarios”26.
Luego, desde la oficina permanente de la Asociación Interamericana, con sede en la ciudad de Montevideo, se propuso las bases para unificar al conjunto de la legislación de todos los países americanos. Propusieron que la radiodifusión fuera declarada de interés público, y que se prohibiera que tanto el Estado, como un privado, pudiesen monopolizarla. El otro punto fuerte, fue que se equiparaba a la prensa gráfica en cuanto a libertad de expresión27, punto sensible para el gobierno, por lo que desde la revista Radiolandia nuevamente se apresuraron a aclarar que esa era ya de hecho la realidad de la Argentina28. Estos fueron movimientos por parte de agentes del campo como la importante publicación Radiolandia para acercar posiciones con el gobierno. Ese camino fue también el de Yankelevich y los permisionarios nucleados en ADRA.
Si bien el peronismo intentó mejorar las relaciones con EE.UU. desde la victoria electoral, los resultados no fueron los esperados al principio, por lo que estas no dejaron de ser tensas y llenas de malentendidos (Zanatta, 2009). Por eso, el gobierno intentó adelantarse a posibles condenas durante la realización del Congreso, fomentando estas declaraciones “espontáneas” en editoriales dentro del ambiente radial que pudiesen amortiguar en la opinión pública las posibles consecuencias de las denuncias. En ese mismo sentido fue el discurso de apertura del Congreso brindado por el propio Perón, donde se afirmó que el país era una democracia de esencia constitucionalista, a favor de la libertad de expresión y donde se “reprime cualquier intento de coacción o de retaceo de la libertad de expresión”29.
Las delegaciones de la AIR llegaron finalmente a la Argentina y se encontraron con un escenario inesperado: los permisionarios que habían solicitado su intervención para evitar que perdiesen sus emisoras, habían dado un giro de 180 grados en su postura. En principio, dos de las tres cadenas de radio, habían decidido vender todas sus emisoras al gobierno, y habían arreglado quedarse al frente de las mismas en calidad de empleados con altos sueldos. Esta nueva situación generó conflictos en el desarrollo del congreso.
Los problemas comenzaron con la elección de la nueva autoridad para la AIR. La delegación argentina propuso a Emilio Azcárraga, dado que consideraban que las relaciones de éste con el partido de gobierno en México, el PRI, lo volverían más comprensivo ante la situación de los permisionarios argentinos. Sin embargo, Azcárraga declinó la oferta, y en su lugar fue elegido el cubano Goar Mestre. El sábado 10 de julio tuvo lugar la última plenaria. Goar Mestre entregó un documento firmado por las delegaciones de catorce países, donde se denunciaba un abrumador uso de la radio para la propaganda gubernamental, así como la exclusión de los partidos de oposición30. En definitiva, lo que estas delegaciones consideraban era que regía una total abolición de la libertad de expresión en la radiofonía del país. La delegación argentina no aceptó siquiera recibir el documento (Sirvén, op. cit.).
La declaración de la AIR sólo fue publicada por el diario La Prensa. El resto de los periódicos no la mencionaron sino que se referían a un complot extranjero, sin hacer explícito qué era lo que el supuesto complot estaba haciendo o diciendo. Solamente se acusaba a Goar Mestre y a John Royal de actuar en las sombras para desprestigiar al país31. Fue entonces que la defensa del gobierno fue encabezada por Jaime Yankelevich y por los directivos organizados en ADRA. Alegaban, en la misma sintonía que el editorial de Radiolandia mencionado, que durante la campaña electoral se les había dado espacio a los opositores, pero que en la actualidad había tantos contratos y compromisos con publicidades y estrellas que no había lugar en la programación para los partidos políticos32. No se habría tratado de censura para los ex permisionarios, sino de una abundante programación que hacía imposible encontrar espacios para los partidos de la oposición. Un comunicado de ADRA que salió el miércoles 21 de julio, fue leído en todas las estaciones de radio, casi como si fuera una cadena nacional. Allí se repudiaba el hecho, aunque sin mencionar en qué consistía ese hecho. Según la revista Antena todo el asunto era un “lamentable episodio”, que obviamente se trataba de “un complot foráneo” contra el presidente y el país33. Permisionarios, directivos y revistas del espectáculo, se abroquelaron junto al gobierno y defendieron sus acciones políticas hacia la radiofonía. Finalmente, las delegaciones de Cuba, Brasil y México, se reunieron en San Pablo el sábado 31 de julio, y allí se decidió la separación de la Argentina de la Asociación Interamericana de Radiodifusión34.
Antes de finalizar ese año de 1948, el gobierno concluía el proceso de adquisición del conjunto de las emisoras de radio de todo el país. Pero además, lograba que a partir de allí los distintos agentes del campo del espectáculo colaborasen en la construcción de hegemonía.

Conclusiones

Se pudo recorrer en este artículo las distintas aristas y motivaciones que caracterizaron el proceso de adquisición de emisoras por parte del gobierno peronista durante 1947 y 1948. Esta preocupación central sobre la radiofonía señala el carácter estratégico que la misma tenía para la construcción hegemónica del peronismo. Pero la política del peronismo hacia la radiodifusión no se redujo a un simple control o ejercicio de la censura. Desde el comienzo Perón buscó construir confluencias con diversos agentes del campo del espectáculo para que la radiofonía colaborase en la construcción de consenso. Por ejemplo, con Jaime Yankelevich se había logrado un acuerdo, o una suerte de alianza, desde 1943, que había permitido que se desarrolle desde la carrera profesional de Evita, hasta la incorporación de la audición de propaganda por ella protagonizada, de título Hacia un futuro mejor. Una vez terminada la huelga de 1946, Perón continuó una política que combinó esas confluencias con ciertos elementos represivos hacia los distintos actores del ámbito radiofónico. El resultado no fue sólo la compra de emisoras, sino la completa reorganización de un campo social como el del espectáculo (Lindenboim, 2020b).
Lo que se expresó durante el Congreso de la AIR fue precisamente la cristalización de este cambio en la radiofonía. La reacción ante lo sucedido señalaba que se había consumado una confluencia de intereses, una alianza, entre los antiguos permisionarios con el peronismo. Luego de pedir que la AIR frenase al gobierno, los mismos integrantes de ADRA salieron a defenderlo. Es una alineación del conjunto del campo del espectáculo, si tenemos en cuenta también la reacción de publicaciones como Radiolandia y Antena, que antes se habían opuesto al peronismo, y que desde ese momento tuvieron una clara posición de apoyo. Sindicatos y estrellas de radio y cine, también se acercaron al gobierno, y colaboraron en la construcción de hegemonía del peronismo gracias a su capital simbólico (Ídem).
Es necesario responder la pregunta acerca de los motivos que llevó a esconder las adquisiciones de la esfera pública. En principio, hubo una clara necesidad del gobierno peronista de adaptarse a un nuevo escenario de posguerra, donde el control de la radiodifusión por el gobierno, hubiese encontrado resistencias internacionales, principalmente de los Estados Unidos. Esto se mostró con claridad en las tensiones y las disputas que rodearon la realización del Congreso de la AIR. Pero también, persiguió un objetivo al interior del país, hacía el público en general, tratando de crear una sensación de continuidad en la radiofonía. Era necesario sostener la idea de una radiofonía que no había sufrido alteraciones producto del cambio de propietarios, además de la subsiguiente incorporación de una lógica política en su interior. Incluso, esta imagen fue más allá, construyendo la idea de que esas adquisiciones ni siquiera habían tenido lugar. Resulta evidente que de esa manera se buscaba evitar que el cambio de propiedad tomase entidad pública. La salida de alguien tan importante como Jaime Yankelevich habría generado demasiadas preguntas. Se optó por poder construir una idea de continuidad, como si el traspaso de propiedad no había tenido lugar, crear la apariencia de que nada había pasado.
 Es necesario entender esta búsqueda de continuidad a nivel del imaginario social, mediante el concepto desarrollado por Mari (1986), de “ficción fundadora”. Este concepto implica pensar una ficción que crea las condiciones de su propia realidad. Esta forma de ficción fundadora trabaja mediante el principio del “como si”, el cual instaura el contenido que hace operante y válidas las disposiciones del poder; y además permite dar cuenta de una escena ausente de la realidad histórica pero que al mismo tiempo instaura esa ficción que sostiene la racionalidad de un orden. El objetivo que se perseguía era que la politización de la radiofonía tenía que parecer “natural”, como una disposición espontánea y consensuada de los mismos elementos que trabajaban en todas las instancias de la radiofonía. El peronismo, para ser la “doctrina nacional”, para construir hegemonía, para ocupar el espacio simbólico, para lograr lo que denominaban “la unidad espiritual de la nación”, necesitaba que todos los sectores mostrasen que se reconocían espontáneamente en ese movimiento político, sin la existencia de fisuras.
Precisamente, esta imagen de continuidad, de un “como si” las emisoras no hubiesen cambiado, era también fortalecida por el sostenimiento de una experiencia de la escucha radial. Un uso social de la radio que parecía priorizar múltiples signos que tenían por efecto la sensación de constancia, de una radiofonía que permanecía inalterable, precisamente cuando esos usos habían cambiado. Los géneros radiofónicos eran los mismos que antes. Las estrellas a grandes rasgos eran más o menos las mismas (muchas estaban desde la década de 1930), sumando obviamente las lógicas nuevas incorporaciones de camadas jóvenes. Sin embargo, más allá de intentar presentarse de esta manera, estos elementos que parecían permanecer inalterados, eran en verdad ya distintos. Estos elementos estaban organizados en una nueva configuración cultural, la cual ubicaba a la política como eje central. Esta posición de la política transformó al entretenimiento, lo convirtió en un elemento político en sí mismo. A partir de aquí, no sólo la radiodifusión colaboró en la construcción hegemónica del peronismo, sino que la ficción fundadora permitió experimentar como espontáneo el apoyo político del campo del espectáculo y los cambios en el funcionamiento de la radiofonía. A partir del control de la radiofonía, el gobierno peronista pudo comenzar a desplegar una incorporación de su política al interior de la programación. Sin embargo, no transformó a las emisoras privadas en meras copias de la emisora estatal, LRA Radio del Estado, sino que desarrolló una interesante mezcla entre política y géneros radiofónicos, donde las dimensiones de la política, el espectáculo, la estética y lo imaginario confluyeron y se confundieron (Ibídem). Por lo tanto, este proceso de adquisición de emisoras de radio es vital para comprender varias de las dimensiones culturales del fenómeno político peronista.

Notas

1|   Luego del terremoto de San Juan del 15 de enero de 1944, el gobierno militar recurrió rápidamente a la convocatoria de actividades solidarias. El entonces coronel Perón organizó una serie de actividades de solidaridad. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión se dispuso un centro de coordinación con el objetivo de recolectar fondos para ayudar a los damnificados. Dentro de este movimiento, los artistas del cine y la radio se comprometieron a colaborar recorriendo durante dos días las calles con alcancías para recibir donaciones. Estrellas y miembros de las fuerzas de seguridad, marinos y soldados, recorrieron juntos la zona del centro de Buenos Aires para pedir las colaboraciones. Además, se elaboró un gran festival solidario que contó con la participación de todo el star system local. El espectáculo por San Juan tuvo lugar el 22 de enero en el Luna Park, y fue transmitido por todas las emisoras radiales a los largo de sus más de diez horas de duración con las presentaciones de más de 200 números artísticos. Además, estuvieron como oradores el general Pedro Pablo Ramírez, el vicepresidente general Edelmiro Farrell y el coronel Juan Domingo Perón. Se trató de un verdadero éxito por la recaudación alcanzada. Pero también el festival fue un importante hecho político, que permitió visualizar como las estrellas de radio y cine ejercían una atracción que podía trasladarse tanto a una causa como a quienes la organizaban. Los militares, y principalmente Perón, habían encontrado un capital simbólico que tenían las estrellas y que se podía trasladar a la política.
2|   Apold, Raúl (1953) Coordinación de la difusión, propaganda y contrapropaganda sobre acción política. Subsecretaría de Informaciones, Buenos Aires, abril de 1953.
3|   Vicepresidencia de la Nación, Comisión Nacional de Investigaciones, Documentación, autores y cómplices de las irregularidades cometidas durante la Segunda Tiranía, 5 vols., Buenos Aires, 1958.
4|   Ídem.
5|   La revista Sintonía siempre mostró una predisposición a colocar notas celebratorias del gobierno y de las figuras de Perón y Evita en todos los números desde estos primeros años hasta el golpe de Estado de 1955. El antiguo romance entre su director, Emilio Karstulovic y Eva Duarte, además de la ayuda que le brindó para insertarse en el ambiente teatral y radial, le permitieron al editor recibir una ayuda económica para sostener la publicación y contar siempre con cuotas de papel.
6|   Ver en revista Sintonía de enero de 1947 (a).
7|   Ídem.
8|   El motivo fue la muerte de un trabajador producida por la falta de mantenimiento de la red eléctrica. Ver en revista Antena del 3 de diciembre de 1946.
9|   Ver revista Radiolandia del 22 de marzo de 1947 (a).
10| Ídem.
11| Según Zanatta (2009), la interrupción habría sido obra de una línea nacionalista del peronismo opuesto al poder de Eva Perón dentro del gobierno, y de la imagen de corrupción que rodeaba a los colaboradores cercanos a ella ubicados en distintos puestos del Estado.
12| Ver revista Antena del 10 de junio de 1947 (a).
13| Ver revista Radiolandia del 5 de julio de 1947 (b).
14| Ídem.
15| Ver en revista Radiolandia del 19 de julio de 1947 (c).
16| Ver en revista Radiolandia del 23 de agosto de 1947 (d).
17| Vicepresidencia de la Nación, Comisión Nacional de Investigaciones, Documentación, autores y cómplices de las irregularidades cometidas durante la Segunda Tiranía, 5 vols., Buenos Aires, 1958.
18| Ver en revista Sintonía de septiembre de 1947 (b).
19| Ver en las revistas Radiolandia del 20 y Antena del 23 de septiembre de 1947 (e y b).
20| Vicepresidencia de la Nación, Comisión Nacional de Investigaciones, Documentación, autores y cómplices de las irregularidades cometidas durante la Segunda Tiranía, 5 vols., Buenos Aires, 1958.
21| Ídem.
22| Esta acción fue posible gracias a un anterior Decreto del Poder Ejecutivo nº 659 (1947) Boletín Oficial de la República Argentina, Capital Federal, 14/01. Este decreto desplazó la impresión del Boletín Oficial a la órbita de la Subsecretaría de Informaciones, junto a su Dirección de Editorial e Imprenta, lo que permitió su control directo.
23| Documentación en el Archivo General de la Nación, Fiscalía Nacional de Recuperación Patrimonial, Comisión Nº 56 (Radiodifusoras privadas).
24| Ídem.
25| Tanto este encuentro como la AIR se habían formado en el marco de la política de Buena Vecindad encarada por Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, para evitar que ingresaran al continente americano emisiones de propaganda enemiga y para asegurar ciertos acuerdos que pudieran garantizar que los mensajes de panamericanismo estadounidense llegaran a los hogares de toda América Latina.
26| Ver en revista Radiolandia del 8 de mayo de 1948 (a).
27| Equivalencia que ya se había incorporado en las Actas de Chapultepec en 1945, acuerdo de los que la Argentina no participó de su confección, pero que luego sí adhirió.
28| Ver en revista Radiolandia del 19 de junio de 1948 (b).
29| Ver en revista Antena del 6 de julio de 1948 (a).
30| Los países firmantes fueron: Brasil, Canadá, Costa Rica, Estados Unidos, Cuba, Chile, Guatemala, Ecuador, El Salvador, México, Panamá, Puerto Rico, Venezuela y Uruguay.
31| John Royal era en ese momento el Primer Vicepresidente de la NBC, y había sido el organizador de la Cadena Panamericana de radiodifusión durante la Segunda Guerra Mundial.
32| Ver en revista Radiolandia del 17 de julio de 1948 (c).
33| Ver en revista Antena del 27 de julio de 1948 (b).
34| Ver en revista Radiolandia del 31 de Julio de 1948 (d).

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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales | Universidad Nacional de Jujuy
ISSN 0327-1471 (versión impresa) | ISSN 1668-8104 (versión on-line)
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