ARTÍCULO ORIGINAL
La oralidad como forma posible de Construcción del conocimiento
(Orality as a possible form of knowledge construction)
María Agustina Romero *
* CONICET - Nodo UNIHR – Universidad Nacional de Jujuy - Otero 262 - CP 4600 – S.S. de Jujuy – Jujuy – Argentina. Correo Electrónico: agusricci61@gmail.com
RESUMEN
La oralidad es la forma de comunicación más antigua y la manera predominante de intercambiar información que pone en juego sentidos y significados. Su único soporte material es la memoria y por tanto se caracteriza por ser volátil y evanescente. Utiliza el espacio del sonido, y a diferencia de la escritura, es lábil. En el presente artículo pretendemos abordar la oralidad como objeto de estudio pero fundamentalmente como técnica y metodología que habilita acceder a determinados acontecimientos individuales y colectivos que no serían asequibles por otras vías. Revisaremos algunos paradigmas predominantes y hegemónicos, comenzando por repasar las bases epistemológicas establecidas por las ciencias naturales y físicas. El propósito será analizar de forma crítica los modelos que históricamente aparecieron como los únicos métodos garantes del conocimiento objetivo, e interrogarnos sobre sus supuestos. Creemos que existen otras maneras de acceder al mundo socio-histórico y a la diversidad de grupos culturales. Poniendo el acento en la oralidad, nos valdremos de aportes epistemológicos, teóricos y metodológicos que permitan un reposicionamiento al momento del abordaje de un tema-problema de investigación susceptible de ser enfrentado desde las ciencias sociales.
Algunas líneas de trabajo aseguran que la oralidad constituye un nuevo paradigma científico, en tanto que otras simplemente lo plantean como pseudo-científico, con sus propios métodos y herramientas. Intentaremos aportar elementos que ayuden a ponderar estas posiciones procurando indicar formas de construcción del conocimiento históricamente legitimadas y evidenciar aquellas que no lo son.
Palabras Clave: Conocimiento; Metodología; Oralidad.
ABSTRACT
Orality is an ancient form of communication and the principal way to exchange information where senses and meanings are involved. Memory is its only material support; therefore it is characterized as being volatile and evanescent. It uses the space of sound, and unlike writing, it is labile. In this article we expect to address orality as object study but fundamentally as a technique and methodology which allows to access to certain individual and collective events that would not be available by other ways. We will review some dominant and hegemonic paradigms, beginning with a revision of epistemological foundations laid by the Natural and Physical Sciences. The purpose of this work will be to analyse critically, historical models which appeared as the only reliable methods for objective knowledge, wondering about their assumptions.
We believe there are other ways to access to the socio-historical world and to the diversity of cultural groups. Placing emphasis on orality, we will use epistemological, theoretical and methodological contributions which allow a repositioning about this issue at the moment of approaching research problem which could be susceptible faced from Social Sciences.
Some new lines of work ensure that orality is a new scientific paradigm, while some others simply consider it as pseudo-scientific, with its own methods and tools. We will try to provide elements which help to think these ideas and thoughts, seeking to show new forms of knowledge and could find those which are not.
Key Words: Knowledge; Methodology; Orality.
INTRODUCCIÓN
En el presente artículo pretendemos una revisión de algunas formas de construcción del conocimiento, poniendo especial atención en aquellas que recurren a la oralidad como fuente principal. La comprensión e interpretación, mediadas por las experiencias y el conocimiento significativo, ponen a la subjetividad en un lugar relevante.
En este sentido indicamos algunos rasgos destacados de la oralidad, no sólo como práctica comunicativa, sino también como metodología de abordaje. Por una parte, es una de las formas más antigua de comunicación, y por otra, habilita una manera particular de recorrer el pasado, pensar el presente y arriesgar conjeturas sobre los modos de conocimiento futuro.
La oralidad presenta un camino que permite la construcción del conocimiento tomando la voz de los propios actores como materia prima. Entendemos a esta modalidad como legítima y fértil, pues admite obtener material significante que por medio de otras peculiaridades sería impensable.
Tanto la oralidad como la escritura, si bien son dinámicas diferenciadas, se complementan y enriquecen, aportando cada una ellas sus particularidades. Lejos de privilegiar una u otra, barajamos que el vector de la lecto-escritura se presenta como dominante en determinados sectores de producción del conocimiento y es visto como potencial para acceder a una “verdad objetiva” (1). Para el caso de la oralidad, ésta demanda la centralidad de la memoria, tanto individual como colectiva, para así facilitar la permanencia de saberes, costumbres y tradiciones, sin prescindir del olvido.
A su vez, la oralidad es una forma alternativa a los modos dominantes de construcción del conocimiento, diferenciándose de los relatos tradicionales. En este sentido indicamos también la relevancia de la historia oral como disciplina que posibilita sistematizar coherentemente las producciones orales quedando despejadas las opciones de circunscribir la sistematicidad a la lecto escritura.
Aquello que se presenta, en apariencia, como meras anécdotas individuales, trascienden el ámbito de lo privado, personal, doméstico y reflejan procesos sociales colectivos de suma complejidad. Es aquí donde verdaderamente recae el aporte de la historia oral como metodología que condensa relatos “sueltos”, pero que por su capacidad hilvanadora, comprensiva e interpretativa, permite una idea totalizadora (Ortiz, 2012).
Proponemos como recorrido la revisión de saberes dados y aprendidos, como también la profundización de otras modalidades de acceso a la realidad social. En esta dirección indicamos que, si bien, nuestro norte está en los procesos de producción de conocimiento de la realidad que recurren a la oralidad primariamente, es imprescindible considerar la memoria como categoría idénticamente central, ya que se trata del único soporte con el que se cuenta.
Profundizar en la oralidad como objeto y metodología de estudio, tiene algunas implicancias. Por una parte, asumir como presupuestos, la centralidad de la subjetividad y la construcción permanente de categorías e interpretaciones y significaciones que tienen como hacedores no sólo a los sujetos de estudio sino al propio investigador. La importancia que cobra la reflexión del propio investigador en el proceso de interpretación, y la asunción de los prejuicios con los que se llega a la situación de entrevista. Las ideas previas con las que se logra el encuentro con él o los entrevistados, como las conclusiones a las que arribamos, deben ser acompañadas de la explicitación de cada uno de los procesos por los que atraviesa el investigador (Barela, et al., 2012). Esto es fundamental dada la preeminencia de la subjetividad, así la desnudez de las fases emocionales durante el proceso investigativo son idénticamente centrales. Por otro, dedicar pluma a la historia oral que pone en agenda la vigilancia epistemológica permanente respecto de las fuentes orales.
Existe un consenso creciente en torno a la legitimidad de la oralidad como forma de comunicación, como modalidad de conservación de la memoria y como lazo intergeneracional. Los relatos orales y los testimonios, como fuente de conocimiento, cuentan con escasa confiabilidad por las omisiones y jerarquizaciones que presupone la memoria selectiva de los informantes. La tonalidad emotiva de los recuerdos y un conjunto de argumentos recurrentes conducen a la dicotomía de la falsedad/veracidad del suceso. En un campo científico todavía marcadamente positivista, estas razones sirven para desestimarla como fuente de información útil.
De acuerdo a Pozzi (2012), Barela (et. al., 2012), Fernández y Gatner (2012), Ludueña y Arias (2012) y Vommaro (2012), la valoración de la oralidad tiene antecedentes en las ciencias sociales en general y en la historia oral en particular. Respecto a esta última, logró posicionarse y ganar un espacio en el sentido de ser considerada fructífera para la recopilación de datos e información. Como herramienta metodológica, va ganando terreno en otros campos disciplinares dónde no existía tradición en su uso. En parte, debido a la imposibilidad de reconstruir ciertos acontecimientos por otras vías que no sea el propio relato, así es que ponderamos la oralidad como metodología.
Existen argumentos que indican que la información que permite obtener el relato oral puede ser asociada a lo ficcional, no porque esté confinada a la invención, al engaño, o la falsedad sino por la vinculación a la narrativa y al imaginario que cada cual, individual o colectivamente, puede reconstruir. Los sucesos pasados se actualizan por medio del relato oral, en cada recuperación de una pieza arrebatada al olvido existe una interpelación del presente y unas condiciones que posibilitan y estimulan el recordar, el contar y el narrar como un acto verdaderamente creativo.
Así, indicamos que lo insustituible de los procesos orales reside en la adquisición de “información que no quedó documentada por otro tipo de fuentes. Son particularmente adecuadas para la exploración de determinados campos fragmentarios (…)”. Habilitan otra mirada sobre lo que ya fue documentado, aportando material sobre los sentidos y significados que se ponen en juego (Barela et.al., 2012: 52). Siguiendo a Portelli, acordamos que uno de los aspectos más destacados de las fuentes orales recae en que “nos dicen no solo lo que la gente hizo, sino lo que deseaban hacer, lo que creían estar haciendo y lo que ahora piensan que hicieron” (1991).
Es necesario que reubiquemos la oralidad como núcleo de interés en las investigaciones sociales, acompañándola de una reflexión teórica-metodológica que permita una ampliación y diversificación en la agenda investigativa actual. Recuperar, resignificar y realzar la palabra de los propios actores involucrados en un determinado proceso social e histórico excede la necesidad de veracidad de los dichos. Proporciona otro tipo de información sensible y relevante, relativa a las cosmovisiones, valores, tonalidad emotiva y que son constitutivos del saber e incluso, de una verdad entendida como una categoría relativa al grupo que la enuncia: la verdad, en sentido único, es igualmente construida. Esa verdad se vuelve relativa, fragmentaria porque se sostiene en la memoria.
Existen secuencias en la memoria que, en el acto de relatoría, se presentan como hechos fundacionales y que tienen que ver con lo que cada sujeto o colectivo desea, quiere y puede recordar. En oportunidades, el relato termina constituyéndose en algo distinto y distante del suceso original. En definitiva, orientamos la pregunta a definir qué es lo relevante en la reconstrucción: la búsqueda y recupero del hecho original ó lo construido y reconstruido en torno del acontecimiento. En cada narración, los actores relatan múltiples verdades y eso es posible cuando partimos del supuesto de la existencia de pluralidades y en devenir.
Resaltar este aspecto implica interesarnos y otorgar relevancia tanto a lo que recordamos como a lo que olvidamos. En todo proceso mnemónico, hay un desecho de buena parte de lo acontecido y por tanto lo recordado se ubica en el plano de las representaciones. En la narración de un suceso aparecen diferencias y hasta contradicciones, pues ellas son las que permiten revelar algo más de “lo que ocurrió”. Es un procedimiento que posibilita comprender cómo ese hecho, que dejó de ser tal y se convirtió en un recuerdo, fue apropiado colectivamente a través de un mecanismo de selección.
Así, el juego narrativo es dable por la multiplicidad de voces que posibilitan el ingreso a las miradas que los sujetos tienen de su historia, asumiendo que la realidad no es singular sino tantas como interpretaciones sean posibles. Las realidades pueden ser (re) creadas y actualizadas en las narraciones de los distintos actores pero también en la de un mismo sujeto, es decir, cada narración, indistintamente se trate o no de la misma persona, puede ir moldeándose y esculpiendo como objeto creativo.
REVISAR LO ANDADO
Para las corrientes que postulan a la oralidad como una técnica cuasi-científica, una de las preocupaciones centrales gira en torno del nivel de objetividad y por tanto la cientificidad que pueden arrojar sus resultados. Estableceremos algunas referencias sobre su contexto más inmediato y exploraremos sobre las antiguas disputas que se batallaron en el campo de las ciencias como posiciones rivales entre las disciplinas llamadas duras y las sociales.
Tradicionalmente, las definiciones y los métodos considerados científicos provinieron de las ciencias bilógicas y naturales. Durante largo tiempo las ciencias sociales, lejos de asumirse como un campo diferente, con un objeto de estudio con rasgos particulares y diferenciados, intentaron seguir los lineamientos de las ciencias de la naturaleza.
La mímesis de métodos y técnicas fracasaron al intentar aplicar idénticos recorridos para objetos naturalmente diferentes, puesto que no son recomendables las transposiciones acríticas e irreflexivas. Así, las ciencias sociales tardaron más de un siglo en encontrar un lugar propio y repensarse desde la teoría, postulados metodológicos y hasta la propia epistemología.
Para tomar distancia de los parámetros de cientificidad establecidos por las ciencias físico-naturales, fue necesario comprender que el objeto de estudio de las ciencias sociales y humanas era de otro tipo. De acuerdo a Susana de Luque (1997), el objeto de estudio de las ciencias sociales causaba numerosos inconvenientes en términos metodológicos. La cuestión no debe pensarse como meramente instrumental ya que adoptar un método implica una toma de posición epistemológica.
De esta forma, Díaz nos invita a comprender más cabalmente la puja científica de las ciencias sociales en relación a las naturales. Entender que el espacio que fueron ocupando gradualmente las ciencias sociales fue a la sombra de lo que era considerado legítimo. Para Díaz (1997: 117) la “epistemología de las ciencias sociales, en varios aspectos, continúa ligada a las epistemologías pensadas en función de las ciencias naturales” e indica que las epistemologías positivistas aún hoy se constituyen en el norte para las ciencias sociales. Esto no significa una ausencia de producción metodológica en el campo social, sino que evidencia el peso que tienen los postulados de las ciencias duras como forma legítima de producción del saber.
Las ciencias sociales lograron sus propios desarrollos metodológicos específicos, pero el prestigio logrado por las ciencias naturales, por un lado, y la influencia de las epistemologías positivistas, por el otro, gravitaron para que los análisis metodológicos sociales se instauren, generalmente, a partir de la confrontación y asimilación de las doctrinas científicas de las ciencias de la naturaleza (Díaz, 1997).
La ciencia moderna en general se basó en la rigurosidad como sinónimo de veracidad comprobable y por tanto científica. Esa objetividad y severidad, aplicable no sólo a la metodología sino también a la teoría fue el vector que guió durante largos períodos los procesos investigativos de toda índole.
Díaz resume el proceso a partir de algunas instancias, a saber: en primer lugar, la fundación de un conocimiento basado en el tratamiento de los hechos, de fenómenos concretos, observables y cuantificables; en segundo lugar, la sistematización de los fenómenos y la enunciación de leyes universales capaces de explicar y predecir; por último, la objetividad, en el sentido de que todo el conocimiento producido estuviese limpio de valores e intencionalidades. A partir de lo anterior se funda un paradigma científico universalmente válido.
En relación a la ubicación del campo de las ciencias sociales podemos de igual manera trazar un mapa que indique su distanciamiento gradual de las ciencias de la naturaleza. Una primera instancia estuvo signada por la constitución de las ciencias sociales como dominio independiente del saber, en el sentido de toma de distancia de los modelos hegemónicos propuestos por las ciencias biológicas. Hasta entonces se habían aplicado paradigmas y métodos de las ciencias de la naturaleza para el estudio y abordaje del hombre en todas sus manifestaciones.
La segunda etapa corresponde al surgimiento del historicismo alemán, que constituyó una reacción al pensamiento positivista y reivindicó una epistemología propia para las ciencias sociales. Se sostiene la urgencia y necesidad de una alternativa metodológica que se ajuste a las especificaciones de los fenómenos sociales y realce el aspecto comprensivo.
La tercera y última de las etapas pertenece a la reflexión sobre las ciencias sociales que incluye la revisión de los aportes de otras disciplinas que la constituyen, como la lingüística, el estructuralismo, la hermenéutica y del posestructuralismo en general (Díaz, 1997). De todo ello se van desprendiendo distintas teorías y metodologías que se centran en el objeto específico de las ciencias sociales y que implica un alejamiento de las pretensiones de objetividad, que no significa ausencia de cientificidad.
Cabe de aquí en más hacer referencia a las ciencias sociales en general y diremos que ciertos aspectos, anteriormente restringidos al campo de la estética, como el plano protagónico signado a la subjetividad, se recuperan como nuevos insumos en una renovada categoría de conocimiento válido.
Las ciencias sociales recurren a la memoria, al sentido común y a la subjetividad de los actores involucrados para otorgar sentido a los fenómenos que se pretenden abordar, y de este modo el conocimiento no queda circunscripto al ámbito de la razón, ni a lo cuantificable y observable. La acción humana persigue un propósito y tiene un sentido que no es comprensible si no se ingresa en los códigos y convenciones, en las tradiciones y usos que regulan la vida social.
Así, las ciencias sociales habilitan otras formas de producción del conocimiento que sean adecuadas y coherentes con su objeto de estudio. Desde esta perspectiva, proponemos a la oralidad no sólo como objeto de conocimiento sino como forma de acceso a él, como recurso técnico de especial sensibilidad para facilitar el reconocimiento de los matices subjetivos de los acontecimientos y las dimensiones colectivas, intersubjetivas y comunitarias que se evidencian en la forma de comunidades interpretativas.
Estas disyuntivas, epistemológicas y metodológicas, quedan vinculadas también a la disociación entre oralidad y escritura. Ya en el marco de las ciencias sociales, hacia su interior, existe la inercia a enlazar la escritura, y por tanto los documentos, con un mayor nivel de objetividad-cientificidad. Afiliar la escritura a la objetividad, es un acto arbitrario, pues no existe linealidad en ello. Buena parte de los métodos empleados por los historiadores orales, recaen en la supremacía de la creatividad poniendo foco en los procesos de subjetividad: “La fuente oral adquiere existencia cuando el historiador la crea. Tiene un irremediable carácter subjetivo y siempre un carácter parcial e inacabado (…)” (Barela et al., 2012: 50). El testimonio en primera persona, constituye en ocasiones la única vía de recuperación de detalles cotidianos, de rasgos menudos, de comprensión de acontecimientos que no quedaron registrados por otros medios, o quedaron registrados en su desenvolvimiento fáctico exclusivamente. Los historiadores orales se caracterizan por el uso de la voz de los actores para acceder a un pasado que no quedó documentado, un pasado que puede ser narrado desde otras voces y miradas que la propia historiografía no logro almacenar.
El aspecto creativo es central, puesto que la ductilidad del objeto así lo permite. La maleabilidad y riqueza que aporta el abordaje de cuestiones vinculadas a la subjetividad no pueden ser pensadas en completitud sino en el marco de procesos comprensivos capaces de ser interpretados. En este sentido es pertinente mencionar a la hermenéutica como teoría de la interpretación por excelencia, siendo iluminadora frente a las resistencias de concebirla como método válido.
En las ciencias sociales se dieron ramificaciones y proyecciones diferenciadas en cuanto a posibilidades metodológicas y teóricas para abordar la palabra hablada. Cómo trabajar la oralidad, cómo registrarla y al mismo tiempo qué hacer con la información que brinda son aspectos susceptibles de dilucidar en todo el entramado del proceso de investigación. La dinámica consiste en recoger esas palabras que están contenidas en el recuerdo y la memoria de los grupos sociales, para luego comprender e interpretar.
Hay distintas tradiciones dentro de las ciencias sociales que habilitan trabajar con la volátil oralidad desde distintas perspectivas. La etnografía del habla es una de ellas, surge como continuadora de la tradición americanista y como aproximación al lenguaje y al habla en el marco de su contexto (Golluscio, 2002). Es una rama que muestra cierto grado de distancia respecto de otras disciplinas como la lingüística y la antropología, y que se caracteriza por la búsqueda de heterogeneidades, se inmiscuye en lo particular, en la diversidad, apartándose de pretensiones homogeneizadoras y universales.
Si a las ciencias sociales les costó ubicarse y ocupar un lugar en el campo científico, la etnografía del habla y la hermenéutica no gozaron una suerte muy diferente. Calificadas como pseudo-científicas por ser meramente descriptiva en el primero de los casos, y pura interpretación en el segundo, tuvieron que recorrer un largo camino hasta lograr su reconocimiento como metodologías de producción de conocimiento.
COMPRENDER E INTERPRETAR
Las ciencias sociales asumen la especificidad de su objeto de estudio apropiándose de métodos, técnicas y teorías que posibilitan dar cuenta de la complejidad del mundo social.
Los innumerables acontecimientos humanos presentan al investigador del campo permanentes desafíos, ya que la interacción humana como objeto de indagación también lo es. Esta es la razón por la que es impensable el campo por fuera de permanentes procesos interpretativos. El conocimiento se produce y acrecienta en tanto existen interlocutores capaces de leer críticamente la realidad social circundante.
Lo que durante sucesivos períodos fue visto como mero subjetivismo, plagado de intencionalidad y alejado de la cientificidad, como las tradiciones humanística y estética, echaron nueva luz sobre las posibilidades de conocimiento. De hecho, ese “subjetivismo”, concebido peyorativamente, como defecto y desviación, desde hace relativamente poco tiempo se pondera y es considerado como la materia insustituible para perspectivas y metodologías como la historia oral, la etnografía, la hermenéutica, entre otras. Ya no se trata de su eliminación, como sugería la objetividad -entendida como sinónimo de cientificidad-, sino que el ejercicio está en su recuperación poniendo en valor los procesos subjetivos que contribuyen al campo científico.
Subjetividad y oralidad, se vinculan, aunque no por ello revelamos linealidad, ni relación de causa y efecto. Así mismo, como lo indicáramos en párrafos precedentes, existe una tendencia a asociar los documentos escritos con un mayor nivel de objetividad. Quizás la explicación de esto último recae en que el escrito, como documento, es una producción única, que no puede ser modificada. En este sentido la oralidad permite una actualización constante, cada relato es único en sí mismo, incluso referimos a los casos en los que la intención es contar el mismo hecho una y otra vez, en cada alocución se construye un nuevo relato.
En esta dirección es que consideramos pertinente preguntarnos por la vinculación existente entre la hermenéutica y la oralidad; o sí, siendo la hermenéutica la teoría por excelencia de la interpretación de las escrituras, es aplicable a la oralidad. ¿Es posible poner la oralidad y la hermenéutica en el mismo orden?, ¿existen conexiones entre sus modos de validación, aceptación y legitimación? Estos interrogantes merecen ser planteados, aún cuando la finalidad del presente escrito no recaiga en la búsqueda de sus respuestas.
La oralidad también fue cuestionada y postulada como pseudo-científica en la obtención de datos e información. A partir de otras metodologías adecuadas al objeto podemos lograr sistematicidad y por tanto producción válida de conocimiento, sin caer por ello en lo cuantificable y objetivo.
En las ciencias sociales, las instancias de interacción que resultan enriquecedoras son las que arrojan como resultados mayor diversidad y heterogeneidad. La diferencia y lo particular son un bien preciado, no como sinónimos de desorden ni anomalía, pues la regularidad puede garantizar calidad y progreso en algunos ámbitos del conocimiento, aunque no se trata de una regla general ni aplicable a todos los casos.
En este sentido se vuelve iluminador pensar cómo, por ejemplo, la hermenéutica permite la “desnaturalización de la idea de transparencia, al cuestionar la existencia de una Verdad y una Realidad y poniendo en escena la existencia de muchas verdades minúsculas” (Papalini, 2005). En el marco de lo planteado resulta necesario tomar distancia de la idea de transparencia, tal como lo propone la autora, y así desentendernos del camino de otras disciplinas (2), que no debe ser traducido como falta de rigurosidad sino más bien como la posibilidad de otros recorridos.
Insistimos así en la riqueza que aporta el ejercicio de la interpretación, en tanto la pluralidad queda habilitada por un permanente diálogo entre el pasado y el presente. El abordaje de distintas problemáticas sociales desde paradigmas y metodologías diversas permiten complejizar el escenario social y cada una de las disciplinas que la componen.
Precisamente, la oralidad como objeto y como forma de conocimiento que viabiliza el acceso a rincones de la experiencia imposibilitados por otras vías, dando cuenta a través de la narración y el relato, la trama sostenida en la memoria, tanto individual como colectiva. Es esta información, a la vez subjetiva y objetiva, fáctica y emotiva, plena de sentidos colectivos e individuales, la que resulta necesaria para la comprensión y posterior interpretación de ciertos acontecimientos sociales.
Las diferentes disciplinas, cada una de ellas con sus tradiciones e inclinaciones, aplican determinadas formas de ingresar a las problemáticas de acuerdo a sus propias búsquedas. La recopilación de información por medio de fuentes orales, tiene como fin último, a partir de la descripción e interpretación la comprensión. Cuánto más diversos sean los datos que nos aporte la realidad social abordada mayor será la capacidad de interpretación y comprensión que podrá desplegar el investigador.
LA VOZ DE LOS ACTORES
Poner atención en las voces de los actores involucrados en determinados procesos sociales, conduce a ahondar en aspectos de ésta dinámica. La manera de obtención de la información en una instancia investigativa, puede ser variada en su nivel de formalidad. Metodológicamente, la entrevista se constituye en una de las formas más usuales con cada una de sus disimilitudes. La estructuración puede variar: entrevistas estructuradas, semi-estructuradas o no-estructuradas, en cualquiera de éstas la palabra se constituye como fuente de información.
La dinámica de entrevista, como así también la observación, es decir cualquier actividad etnográfica, presenta sus ventajas y limitaciones. El alto grado de subjetividad puede leerse en simultáneo como un menoscabo aunque también como el aspecto más enriquecedor. En este sentido es que Alonso (1998) habla incluso de hipersubjetividad, siendo el propio sujeto el que narra y por tanto siempre está mediado y condicionado por la propia memoria y la subjetividad, marcas que aparecen en el relato. En esta dirección propone superar el binomio veracidad-falsedad a través de, y como resultado de la intervención de sujetos situados, con un pasado, con emociones, sensaciones. En suma, con una biografía que deja indicios que los sujetos que cuentan están vivos, sienten, experimentan: allí es donde se construye el relato y por tanto está en permanente actualización. Así también lo indica Guber (2009: 237), al afirmar que “un término, un discurso o una acción no son lo que son per se, sino en relación con la situación en que se enuncian o aplican y con su contexto discursivo y material”. La entrevista, por lo tanto, sólo se puede juzgar “por la riqueza heurística de las producciones discursivas obtenidas en ella” (Alonso, 1998), las que, por otra parte, no son en sí mismas correctas ni incorrectas (Fideli y Marradi, 1996).
Si la idea de exceso de subjetividad o hipersubjetividad, de acuerdo a Alonso, fuese considerada desde la hermenéutica quedaría desestimada como exceso, pues justamente es en la subjetividad donde encuentra sentido y mayor riqueza, es lo que posibilita el arte de interpretar. Dice Papalini (2005) que la comprensión es justamente una acción participante que compromete necesariamente la subjetividad del intérprete. No hay manera de escapar de ella, pero aunque fuere posible tampoco sería necesario, ya que en la intersubjetividad es donde se enaltece el proceso de conocimiento y comprensión.
Existen numerosos ejemplos que dan cuentan de la relevancia de la oralidad como forma y método para acceder a cierta información que de otra manera sería prácticamente inaccesible y donde, como ya lo adelantará Papalini (2005), implica interpretar. Ello sólo es posible desde la exaltación de la subjetividad del investigador como intérprete por excelencia.
Lo dicho hasta esta parte se apoya en la vigencia de comunidades que están insertas en sociedades altamente tecnologizadas y que, sin embargo, se organizan y estructuran social e individualmente a través del uso exclusivo de la oralidad (3).
En los casos donde no existe registro escrito, o no lo es de manera predominante, la oralidad se vuelve la única forma de acceso y de reconstrucción de la historia de estas colectividades, y por tanto la subjetividad cobra relevancia. Como lo demostró Daniel James “los testimonios orales pueden ser de enorme ayuda para construir la historia de una comunidad (…)” (2004: 125). El autor es un tenaz defensor de la historia oral en tanto considera que ciertos aspectos de la vida en comunidad, que pueden ser más o menos recientes, no siempre quedan plasmados en archivos o documentos.
Quienes reconstruyen la historia desde la oralidad lo hacen utilizando como soporte la memoria. Esto es especialmente significativo cuando no hay otra forma de registro más que los recordatorios personales, familiares y de la comunidad que posibilitan reconstruir sucesos: allí es donde la memoria se concatena con la oralidad y es en el relato donde se materializa. Como afirma Alessandro Portelli, la memoria se caracteriza por la transitoriedad y su ejercicio está determinado por la dificultad de recordar, de retener el pasado en su lugar y mantener abierto el acceso a los recuerdos. “El relato de historias es una manera –tal vez la más generalizada- de “tomar las armas contra las amenazas del tiempo” (1991).
Numerosos autores trabajaron sobre la indisociabilidad de la memoria y el olvido, ahondar en uno de ellos implica la profundización del otro. Trabajar desde la memoria, desde lo que queda a partir de un proceso de selección, desde lo que se quiere o se puede recuperar, obliga a considerar lo que se desecha.
En rigor, el registro de esas historias y su transcripción posterior suelen justificarse en términos de la conservación de recuerdos y tradiciones que, de lo contrario, serían víctimas del carácter efímero de la oralidad. Reconocer el papel de la entrevista como generador de un espacio dentro del cual puede recuperarse la memoria individual y social, vale la pena considerar la existencia de sitios de la memoria que invocan otros procesos de conmemoración. La narración puede ser el recurso mnemónico dominante al alcance tanto de individuos como de comunidades, pero no es el único (James, 2004).
En este sentido la creación, en todas sus posibilidades, se vuelve central, pues desde la creación misma y desde la perspicacia de quién indaga, es posible ingresar a múltiples dimensiones de la memoria y de los recuerdos. Lo que se almacena memorísticamente en un grupo, puede ser develado a partir de lo que se dice, pero fundamentalmente desde lo que se calla.
LA ORALIDAD COMO FORMA POSIBLE DE CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO
Caracterizamos, brevemente, la historización de las ciencias sociales. Las complejidades que tuvo y tiene el campo, sus limitaciones y las tradicionales cargas desde la concepción científica. Uno de los desafíos fue liberarnos del encuadre positivista y pensarnos desde otros marcos referenciales.
En este sentido, asumimos que si el fin último es poder acceder a aristas de la vida social, imposible de hacerlo sólo por métodos cuantificables y rígidos, en esta dirección, las herramientas que alienten el sentido, la significación y la interpretación de los actores involucrados, y del propio investigador, son significativas. Por tanto, la oralidad como herramienta de recuperación no sólo es pertinente sino indispensable. Asumimos qué es lo que queremos ver y también la elección de la oralidad como forma eficaz de acceso y construcción del conocimiento.
Concluimos que la entrevista, como técnica de recolección de información consolidada, está basada en un sistema de oralidad y su principal objetivo es tomar la voz de los actores y así reconstruir una compleja trama de significación. El vínculo entre la entrevista y la oralidad es indisoluble, la entrevista es indisociable del campo oral, es la materia que aporta el aspecto más enriquecedor. La dimensión oral contribuye con otros elementos de la comunicación que quedan inhabilitados en el campo escrito: referimos a los aspectos kinésicos y paralingüísticos que se materializan en la interacción del entrevistado con el entrevistador. La entrevista se utiliza en general cuando se busca acceder a la perspectiva de los actores, para conocer cómo ellos interpretan sus experiencias en sus propios términos. Los alcances pueden extenderse más allá: posibilitan conocer, a través del relato de los actores, situaciones no directamente observables y acontecidas en el pasado. Es fundamental el aporte de James quien, desde la experiencia generada en su extenso trabajo de campo realizado a partir del testimonio oral, señala:
“(…) toda narración implica la reconstitución de acontecimientos concernientes a la vida de un narrador o la historia de la comunidad en general. No obstante, los criterios de acuerdo con los cuales se produce esa reconstitución distan de ser arbitrarios y, al parecer, en el mundo occidental están mayoritariamente ligados a exigencias de verdad y facticidad (2004: 137)”.
No hay que perder de vista que cierto orden de precisiones demandadas por los círculos hegemónicos de la comunidad científica, como las fechas en el relato testimonial, son resabios de un tipo de conocimiento establecido a partir de la preeminencia de la escritura, aunque no sea la única forma de concebir el conocimiento.
Cabría interrogarnos, de acuerdo a las distintas referencias, si la cuestión de subjetividad versus objetividad es intercambiable por la dicotomía cuasi-cientificidad versus cientificidad, y qué herramientas o procedimientos pueden existir para guardar cierta vigilancia epistemológica sobre esa subjetividad. Es un desafío reflexionar sobre esta posibilidad, lo que no debe ser traducido como búsqueda de invención de algún método que elimine o disminuya los niveles de subjetividad. Por el contrario, buscar herramientas que la exalten poniéndola de manifiesto para así garantizar su máximo aprovechamiento.
Desde un planteo más radical aún, es probable que la especificidad esté dada justamente por una innecesaria exposición a verificación, porque quizás no haya nada que contrastar. Dice James que el “testimonio oral es más desordenado y paradójico y está más cargado de contradicciones, y quizás por eso es más fiel a la complejidad de la vida y la memoria (…)” (2004: 236).
Alejadas se encuentran las intenciones de evaluar en términos de veracidad o falsedad las construcciones de sentido que aportan los propios actores, porque en definitiva la fidelidad de los dichos se vuelve accesoria. Lo significativo está dado por la carga de sentido que cada uno de los sujetos asigna a determinados acontecimientos ya que el modo en que se recuerda aporta acerca de cómo se representa el propio mundo. El interés está puesto en el acceso al plano de las representaciones y de las valoraciones asignadas a lo sucedido.
Intentamos un recorrido y caracterización sobre otras formas posibles de observación de la realidad social. Cuando decimos “otras” aludimos a las maneras de atender aquello que se sucede en lo circundante, poniendo foco no sólo en lo cuantificable sino también en las cualidades de los actores sociales y en las prácticas generadas por estos. Insistimos en el acceso a dimensiones que no pueden ser observadas de manera directa. La complejidad de las relaciones sociales hace que muchos de sus aportes residan en lo que no se ve y en lo que no se dice. En un proceso de indagación, lo que, en sucesivas ocasiones, se presenta como baches, puede ser el inicio de una inconmensurable contribución a las ciencias volviéndose inteligible. Una de las particularidades del trabajo etnográfico recae en las habilidades del investigador para “leer” lo no dicho.
El relato, sostenido en la materialidad de la memoria del que narra, puede presentarse contradictorio y fragmentario. En situaciones concretas de relatoría por medio de la oralidad, el entorno se vuelve central, en el sentido que se constituye como soporte que puede ir completando y complementando algo que se vivió conjuntamente. Los casos en que el entorno o grupo de pertenencia refuerzan la narración, entran en juego cuantiosas variables que hacen que la metodología de indagación basada en la oralidad sea sumamente compleja. En este sentido es que afirmamos que el aporte de la oralidad está dado no por lo que efectivamente se dice sino también por todos los otros elementos que nutren el proceso de reconstrucción desde la oralidad. Inclusive el rol de la oralidad como cohesionador de la comunidad de pertenencia.
Concluimos que las opciones no son las de asumir valorativamente unas posturas metodológicas en detrimento de otras. Buscamos indicar brevemente, y de modo descriptivo, las particularidades de una forma de abordaje de la realidad social estrechamente asociada a la memoria. Aún a sabiendas que existe una tendencia a construir binomios, que no hacen más que exacerbar las polarizaciones, buscamos comprender el sentido de pertinencia del objeto de estudio y de lo que se busca como objetivo de investigación.
Así, entendemos que la oralidad, como metodología de estudio, se constituye como forma posible de construcción del conocimiento. Sin eludir que está directamente asociada a la subjetividad del investigador y que a su vez es la que posibilita la tarea de interpretar desde las cualidades de los acontecimientos. Los actores, incluidos en comunidades que tienen una historia compartida, y por tanto una cosmovisión grupal, se sostienen a lo largo del tiempo gracias a la ligazón y actualización del relato. Que las narraciones sean inconclusas, inacabadas y hasta encontradas, no impiden la posibilidad de concatenación. En comunidades donde la oralidad es la estructuradora de la dinámica social, la heterogeneidad y lo particular se constituyen como materia prima para el interprete que busca, desde un acto participante, la comprensión (Papalini, 2005).
En suma, es sólo desde la creatividad de quién investiga, que es posible “leer” relatos, narraciones, historias de vida que escapan de la regularidad. La oralidad como metodología habilita un campo que hace posible una conjunción de cosmovisiones, saberes y subjetividades, donde ese intérprete se aleja de la tarea del traductor (4). Para concluir, destacamos las múltiples participaciones en ese acto interpretativo como acto creativo, no sólo del investigador sino de los actores sociales envueltos en una trayectoria colectiva. Lo que se produce termina siendo algo más que la sumatoria de relatos, es una nueva construcción discursiva atravesada por múltiples biografías con sentido y coherencia, quedando a disposición de otros.
La objetividad, validez y legitimidad, están en general mayormente vinculadas al testimonio y documento escrito aunque, como bien lo comprobaron algunos investigadores provenientes de la historia oral, la palabra hablada puede aportar datos incalculables al conocimiento. No se trata de sobrevaloración de la oralidad pero, aún asumiendo sus limitaciones, como la inestabilidad del relato, es una herramienta inigualable para un sinnúmero de casos.
NOTAS
1) El planteo de “verdad objetiva” se asienta primeramente sobre el supuesto de una verdad en singular, susceptible de ser observada, estudiada y sistematizada, y por resultando así la objetividad. Así es como llegamos a la idea de “verdad objetiva”.
2) Cuando decimos que las ciencias sociales deben tomar cierta distancia de los métodos y técnicas de las ciencias exactas, es porque el objeto de estudio mismo así lo demanda. La objetividad, lo cuantificable y observable es la forma necesaria de acceder al conocimiento en este tipo de estudio, pero ello no debe ser transpolado al campo social rigurosamente.
3) Podemos citar el caso de la comunidad gitana jujeña o de algunas otras comunidades indígenas que son de tradición fuertemente oral sumado al bilingüismo. Donde el sistema oral funciona no sólo como forma predominante de comunicación sino como estructurador social.
4) El traductor, busca la fidelidad en su aproximación a la realidad, en tanto que el intérprete despliega sus habilidades creativas desde sus propios marcos referenciales.
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11 MARRADI, A; ARCHENTI, N; PIOVANI, JI (2007) Metodología de las ciencias sociales. Buenos Aires. Emecé.
12 ORTIZ, ML (2012) (Reseña) Caminos de historia y memoria en América Latina. Necochea Gracia, G. y Torres Montenegro, A. (comps.). Bs. As. Ediciones Imago Mundi, 2011. Historia Oral, Voces y Memoria. Revista del Programa de Historia Oral. N° 4/2012: 265-297).
13 PAPALINI, V (2005) Para una teoría de la interpretación. Córdoba, inédito.
14 PORTELLI, A (1991) The Death of Luigi Trastulli and Other Stories. Form and Meaning in oral history. New York. Universidad E. de New York.
15 PORTELLI, A (1998) Ponencia en la X Conferencia Internacional de Historia Oral realizada en Río de Janeiro.
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