Documento sin título

ARTICULO

Lactancia maravillosa y hermanos de leche en la literatura
(Marvelous lactation and milk brothers in literature)

Pola S. Schiavone*

*Universidad de Biefeld - c/o Weissinger/Schiavone - Secundastr. 70 - 53332 - Bornheim - Deutschland Correo Electrónico: polaschiavone@gmail.com ORCID https://orcid.org/0000-0002-8873-250X

Recibido el 15/02/22
Aceptado el 10/05/22

Resumen

La alimentación es un entramado material y simbólico de enorme complejidad que se enmarca y desenvuelve como parte de un sistema social y cultural. Es mediante la alimentación, más concretamente a través de la lactancia, que los seres humanos entran en contacto con el universo material y representativo. Tanto la complejidad de la acción de amamantar como la riqueza biológica de la leche materna, hacen de la lactancia una forma de alimentación sumamente densa. Para poder ser abordada y analizada, la lactancia debe ser entendida como entidad, como totalidad material que opera activamente en el intercambio físico, social y simbólico del contacto alimenticio. La literatura supone una arena productiva para indagar sobre la agencia de la lactancia como vibrante y vital, creadora de cuerpos y de vínculos que operan sobre esos cuerpos. Este artículo trabaja con un marco teórico-metodológico interdisciplinario y comparativo. Se procede a aplicar la noción de “materia vibrante” de Bennet (2010) a la lactancia y se consigue indagar en una de las formas de comida más complejas y emblemáticas, tanto en términos evolutivos como sociales. Así entendida la lactancia, se procede entonces a examinar exhaustivamente su funcionamiento y desarrollo en el tramado textual de la literatura, en dos cuentos de origen argentino. Se observará que basta considerar la materialidad de la lactancia para inspeccionar su funcionalidad y que la literatura se presenta como red verbal propicia para desentramar el profundo poder de significación de la lactancia.

Palabras Clave: Albarracín, Bennet; Chertudi; Agencia; Alimentación; Comida; Cuento; Estudios de comida; Lactancia; Leche; Literatura; Materia vibrante.

Abstract

Feeding constitutes a material and symbolic complex network, framed and developed within a cultural and social system. Human beings stablish contact through eating, and more concretely with lactation as medium, with the material and representative universe. Both the complexity of nursing and the biological value of milk, portray lactation as a very thick meal. To analyze and approach lactation, this must be understood as entity, as a material unity actively operating through the eating contact, in its physical, social, and symbolic levels. Literature constitutes a productive arena to inquire about the agency of lactation as the vibrant and vital, creator of bodies and the bonds that operate on those bodies. This article works within an interdisciplinary and comparative theoretical-methodological frame. The concept of “vibrant matter” from Bennet (2010) is applied on lactation; this allows to inquire on one of the most complex and emblematic meals, both in evolutionary as in social terms. With lactation thus understood, its functioning and development are comprehensively examined the plot of literature, specifically two tales from Argentina. It will be observed that the material dimension of lactation is sufficient to inspect its functionality, being literature the appropriate verbal net to unravel the profound significant power of lactation.

Keywords: Albarracín; Bennet; Chertudi; Agency; Food; Food studies; Eating; Lactation; Literature; Milk; Tale; Vibrant matter.

Introducción

El aspecto simbólico de la comida, sobre todo dentro de la literatura, es un tema que se ha trabajado a menudo. Lo culinario es una textura sumamente plástica, remitiendo a realidades, conceptos y relaciones sociales. Uno de los actos alimenticios más emblemáticos es la lactancia, esa forma de contacto social inicial que introduce al recién nacido al mundo nutricio, y también al universo de los vínculos. Este trabajo se origina pensando en la lactancia como sistema complejo en su propia materialidad; hay mucho aún para decir acerca del poder de la lactancia analizando la presencia de su materialidad en la literatura, sin necesidad de interpretar aquello a lo que remite o metaforiza. La profundidad de la leche materna está en su corporeidad y en el acto de la madre que da de mamar al recién nacido. Pensemos, a modo de ejemplo inicial, en un mito central de la cultura occidental y que será referido a modo de “pivot” a lo largo de este análisis. Me refiero al relato de Hera, Hércules y la Vía Láctea. Hércules, hijo del Dios Zeus y la reina Alcmena, es amamantado por Hera. Esa leche le da la inmortalidad, su nombre y, además, de la leche divina derramada, surge luego la Vía Láctea. (Boot, 2007: 127-128) El simbolismo de esa leche materna es poderoso y enorme, y se mueve incluso en el plano de lo cósmico, ligando los destinos de aquellos dioses de la Antigüedad. Pero el lector encontrará interesante cuánto más entraña la leche materna en sí misma, aquella marca milenaria de los mamíferos.
La idea de analizar la dimensión material de la lactancia proviene de una observación anterior. La alimentación supone el encuentro entre un cuerpo que ingiere y una materia que es ingerida; el organismo posee barreras físicas y culturales, como veremos al referirnos a los sistemas alimenticios, que funcionan a modo de aduanas gastronómicas que monitorean aquello externo que ingresa al interior del cuerpo. Esta secuencia es cíclica y en constante transformación; los organismos vivos son ora cuerpos comientes ora materia ingerida en distintos momentos del ciclo. Pero la lactancia se presenta como un enclave particular, un alimento henchido de vitalidad, relacional y fuertemente ligado a los cuerpos. De hecho, se trata de una extensión del cuerpo materno que de alguna manera retoma el vínculo con el antaño feto, ahora recién nacido. La lactancia, entonces, cuestiona los roles de los cuerpos que comen y las materias ingeridas, y difumina el límite entre lo interno y lo externo. La materialidad de la lactancia, esto es la leche materna y el acto de la succión, tiene el signo de lo vincular. En su centro, y antes que ser símbolo, la lactancia es un tejido relacional con el objetivo puntual de transmitir información y materiales para la óptima vitalidad de la cría recién nacida.
El abordaje de la lactancia en su materialidad, operando en textos literarios, precisa de un enfoque conceptual y metodológico interdisciplinario. En primer lugar, tenemos que hablar de comida como acto social fundamental y para esto los conceptos de comida, alimentación y sistemas alimenticios resultan útiles. La noción de comida supone considerar una entidad muy compleja con gran poder significativo. Un alimento o una comida, incluso si no se comparte en grupo, poseen gran elocuencia. Esto quiere decir que transmite mucha información acerca de su contexto material y social-cultural, acerca de las condiciones y tecnologías utilizadas para su producción, así como de las reglas de distribución y justicia social. A través de la comida podemos visualizar relaciones sociales en términos de integración y de poder. Ahora bien, la materialidad de la comida cumple un rol muy importante en esta fuerza significativa. Appadurai adjudica tal poder a dos aspectos de esta: por un lado, la comida es un bien frágil en sí mismo, perecedero, que debe ser siempre restituido y renovado. Por el otro lado, la comida mueve emociones muy intensas y profundas porque rememora justamente una de las formas primeras de interacción social humana, que está además fuertemente ligada a la supervivencia (Appadurai, 1981: 494-495). La alimentación es asimismo un acto complejo que aúna al “hombre biológico y [al] hombre social” (Fischler, 1995: 14), dado que la ingesta material se produce siempre sobre la base de pautas culturales. La forma en que lo gastronómico se codifica y organiza recibe el nombre de cocinas o sistemas culinarios. Fischler propone una definición basada en una función central – la incorporación total del alimento tanto en términos físicos como culturales (Fischler, 1995: 87)- y una categoría central – la que distingue lo comible de aquello incomible (Fischler, 1995: 28-39). A partir de allí, el sistema genera otras categorías y clasificaciones que se dirigen a resolver la ansiedad generada por la alimentación omnívora, y que el antropólogo francés identifica en tres operaciones: la paradoja del omnívoro, el principio de incorporación, y la barrera del “self”. La segunda operación, que se ocupa de la incorporación del alimento, concentra la problemática de la ingesta como el cruce que hace la materia alimenticia de la barrera física, con el poder de transformar ese cuerpo que penetra. A su vez, el acto de ingesta sucede siempre en el marco de una cocina, y por ende de una cultura; ergo, el acto de comer supone también una integración en el sistema que proporciona el alimento y la comida como acto. (Fischler, 1995: 61-79). Será dentro de este marco gastronómico que se emplace la lactancia. Como se acaba de indicar, analizar la lactancia en relación con criterios sistémicos puros (interno/externo, cuerpo comiente/alimento) resulta desafiante, porque este acto nutricio opera desde lo mixto, desde los espacios intersticios. Este artículo propone abrir una puerta que sature la materialidad de la lactancia y la analice en términos de comida vibrante. La comida, en forma de la lactancia, es sin duda una de las formas primeras de interacción social, como parte esencial del vínculo materno-filial. La primera conexión que el infante hace con el mundo exterior, lo hace a través del vínculo lácteo con su madre, el cual continua en el afuera un intercambio desarrollado durante todo el embarazo en el vientre. Si bien otras mujeres pueden venir a cumplir las funciones de nodrizas, (Van Esteryk, 1995: 7) la lactancia plantea ya las nociones fundamentales de alimento como material circulante y la dinámica circular ecológica de la alimentación.
Como segundo punto de esta introducción teórica, se presenta una descripción de la lactancia, la cual puede sin duda comprenderse como un mecanismo de gran complejidad, producto de la evolución. La secuencia se activa gracias al contacto estrecho de los cuerpos del infante y de su madre: la succión del lactante será desencadenante clave de señales nerviosas y estimulación hormonal para la producción de la leche materna, y para que la misma fluya a través de los pezones de la madre. Este líquido es una suerte de alimento absoluto con componentes que pueden clasificarse en tres grupos: nutrientes vitales – agua, lípidos, azúcar, minerales y vitaminas -, componentes para el sistema inmune – aquí ingresan tanto la información sobre el historial de enfermedades de la madre como antisépticos y antifúngicos – y finalmente la información necesaria para el desarrollo corporal. (Power y Shulkin, 2016: 2-5). Este “maravilloso fluido blanco” (Power y Shulkin, 2016: 2) proporciona vida en sí mismo a través de las herramientas fundamentales que precisa el cuerpo para existir con plenitud: alimento, salud y desarrollo. La lactancia es la forma de alimentación inicial por excelencia de los mamíferos. Pero, sobre todo, hay que tener en cuenta que esta forma incipiente de alimentación es ante todo un vínculo muy especial entre individuos de una especie. De hecho, la leche contiene un tipo de moléculas que transmiten información necesaria entre la madre y el bebé, que se encuentra asimismo en el líquido amniótico y por ello la lactancia contribuye o bien concluye una forma de marca material y corporal (Power y Shulkin, 2016: 6). Por otro lado, si bien la leche contiene en líneas generales la misma composición general para todos los animales, varía de especie a especie y de individuo a individuo (Power y Shulkin, 2016: 4). Esto resulta fundamental para pensar los cuerpos, animales humanos y no humanos, como organismos, como entidades complejas operativas que se encuentran para interactuar en el emblemático acto alimenticio de la lactancia. Para este análisis entonces, me inclino a considerar la materia como la base de los cuerpos también, que se ven construidos y transformados, incluso a veces solapados, lactancia mediante. De ahí que en los textos analizados resulte tan interesante la interacción entre cuerpos humanos y no humanos, y de leches humanas y no humanas como tejidos de enorme vibración en interacción. La lactancia se presenta como un tejido relacional, que define con su materialidad y a través de los vínculos, a aquellos cuerpos que se ven involucrados.
En tercer lugar, introduzco la noción de “materia vibrante” para pensar la lactancia. Esta idea proviene de Bennett quien, muy cerca de las consideraciones latourianas de actante y agencia, plantea la materia del mundo, de todo aquello que existe, con su vitalidad y constante interacción. El alimento participa de este concierto vibrante, y por ello Bennet propone pensar la alimentación como un encuentro de cuerpos (Bennett, 2010: vii). La lactancia se presenta en términos de esta materia viva que opera activa y fluidamente sobre los cuerpos que interactúan en este acto, ella misma acción y agente, sin quedar reducida a materia prima sobre la que se imprimen simbolismos o designios divinos (Bennet, 2010: xiii). Con esta noción de lo vibrante se completa la propuesta de complejidad gastronómica enunciada por Appadurai (1981) y Fischler (1995); como alimento, la lactancia está claramente imbuida de simbolismo e imaginario, y así se presenta en los cuentos analizados a continuación. La propuesta de este artículo consiste, sin embargo, en observar el punto material operativo de la lactancia, y que se produce en el plano del cuerpo como organismo biológico – a través de la expansión de tejido que supone la ingesta de nutrientes (Bennet, 2010: 39-41) – así como en el trazado vincular de los cuerpos, humanos y no humanos, que se encuentran dialogando mediante el acto de comer (Bennet, 2010: 49). Esta vitalidad relacional retoma las cuestiones en torno a la alimentación como secuencia ecológica. El alimento es, en definitiva, una “materia vagabunda” (Bennett, 2010: 49) que encarna – ingresa a los cuerpos y se hace parte de ellos - siempre circulando, en perpetuo movimiento y transformación. A esta altura, el alimento debe ser considerado una condición de la materia en el ciclo ecológico de la vida terrestre: desde la materia viva en el suelo, plantas y animales que son consumidos, hasta la muerte del cuerpo, que retorna de alguna forma a nutrir la tierra, aquello que es comida va migrando de forma y de cuerpos (Goldstein, 2018: 40-41). Con esta introducción teórica, queda presentada la lactancia como materia-vinculo que emplaza temporalmente un cuerpo como alimento – el materno – y cuerpos comientes – los lactantes - , así como los puentes que se tienden entre ellos.
Este trabajo aplica la noción de “materia vibrante” de Bennett a la lactancia y observa los intercambios y diálogos que se desarrollan entre los cuerpos durante la misma en dos textos literarios. El entramado textual emplaza a este complejo mecanismo y hace eco de su agencia. Las herramientas aplicadas proceden de la antropología y sociología, así como de los estudios de comida, y el enfoque es interdisciplinario. Se ha trabajado principalmente con dos textos literarios narrativos: “El muchacho, el caballo y el leoncito”, un cuento folclórico integrado en la colección de Susana Chertudi (1964) y “Hermano de leche”, un texto autobiográfico del escritor argentino Raúl Albarracín (2008). La lactancia constituye un motivo que se mapea en estos textos con empeñada precisión. El cuento folclórico de la colección de Chertudi es un relato de gran extensión, que desarrolla la historia de un héroe excepcional desde su concepción, nacimiento y primeros años, hasta su madurez. Distintas vicisitudes y obstáculos se presentan en su vida y lo ponen a prueba, pero el heroico José conseguirá superarlas y recomponer el mundo tanto para sí mismo como para su entorno. Este análisis se centra en un episodio medular: el contexto social y narrativo en que se produce el nacimiento del héroe del relato, la lactancia milagrosa que lo nutre y las comidas compartidas durante los primeros años de vida del protagonista. La madre del héroe, aún embarazada de él, se encuentra sola en medio de las montañas. Allí acabará encontrando a una Leona, también embarazada, viviendo en una casa de piedra, con quien compartirá refugio y comida. Las aventuras posteriores a este período de la vida del héroe suponen sufrimiento y desafíos constantes para José. Esa lactancia milagrosa sirve sin duda para otorgarle fuerza, sagacidad y agilidad (materializadas también en el caballo ayudante) y le permiten recomponer la realidad tanto propia como la de los personajes que cruzan su camino. El relato de Albarracín tiene un narrador en primera persona quien realiza un homenaje a su hermano de leche borrico. Es esta lactancia compartida con el animalito, la que es presentada como episodio central para el yo narrador. Debido a que la madre humana no producía leche suficiente para amamantarlo, los médicos recomiendan reemplazar su leche con la de una burra que acababa de parir. La lactancia animal-humana funciona como el punto de partida de una profunda reflexión personal. Su desarrollo como individuo se produce habiendo podido participar de una corporeidad ajena, gracias a la inconsciente generosidad del Burrito. El narrador se muestra agradecido a su hermano de leche fugaz y momentáneo por una existencia privilegiada, de alguna forma rozada por un numen. De ahí que se perciba al propio cuerpo como el envase de esa leche primordial. A su hermano borrico no puede haberle deparado más que un destino corriente, de servidumbre al humano, una vida de bestia de carga.
La selección de los textos responde al objetivo central de este trabajo, que consiste en indagar sobre la lactancia como materia operante. Como se ha indicado, la literatura emplaza con frecuencia la fuerza metafórica de lo gastronómico, de su vuelo simbólico propiciado por el lenguaje y la ficción. Tales aspectos son presentados aquí, aprovechando la creatividad del universo literario. Pero este trabajo quiere explotar y ahondar en la materialidad gastronómica de la lactancia. Por este motivo, se han seleccionado un texto folclórico y un relato autobiográfico; ambas narraciones poseen un lazo de proximidad muy especial con la vida dentro del proceso de ficcionalización, y si bien operan en un elevado nivel metafórico y narrativo, están refiriéndose a la materialidad de la lactancia.
El desarrollo de este trabajo se propone entonces indagar con profundidad la agencia que tiene la materialidad de la lactancia en estos textos. Así planteado, busca pintar un cuadro de esa materialidad biológica dentro de las narraciones, pero también de observar la proyección de lo cultural y lo simbólico a nivel narratológico. Como parte de este planteo, cabe preguntarse acerca de los vínculos gestados por la lactancia, sobre todo sobre las fraternidades lácteas. También se busca presentar al cuerpo gastronómico en el entramado de la lactancia, y considerar sus aspectos de materia, de objeto, agente y sujeto dentro del proceso. El punto de partida de este trabajo considera a la leche un alimento con vitalidad y a la lactancia, un acto creador de vida, de identidad, de cuerpo, de cosmos, de orden.

La lactancia en los cuentos

El análisis de la lactancia en los textos se lleva a cabo en dos instancias. En primer lugar, se observa a la misma en términos de fenómeno social. En segundo lugar, entramos de lleno a observar su materialidad. Ambas instancias echan luz entre sí y deben ser consideradas paralelamente.
La lactancia es una forma de alimentación propia de los mamíferos, pero forma parte asimismo de la vida cultural humana. Los textos inscriben lo culinario en términos de fenómeno social. Siguiendo las propuestas de Appadurai (1981) y Fischler (1995) presentadas en la introducción, se consideran ahora tres aspectos para este análisis: los lazos sociales, basados en la integración o exclusión y la generación de la identidad en las comidas; el ciclo ecológico de lo alimenticio y, finalmente, las funciones narrativa y metafórica que estos aspectos cumplen dentro de la trama textual.
El relato folclórico de Chertudi (1964) presenta una comida compartida a modo de marco social en el cual sucederán los nacimientos tanto del héroe como de su hermanito de leche. Es fundamental tener en cuenta que los lazos sociales pactados por la comida compartida, los partos (separados entre sí por tres días) y la lactancia cruzada de los recién nacidos se producen en un sitio que actúa a modo de cosmos espacial-temporal pautado por vínculos físicos y sociales: “En la casa de piedra [la niña] encontró una leona muy embarazada, igual que ella, que también estaba embarazada. Esta leona hizo fuego y le dio de comer, y se trataron de comadre para cuando tuvieran sus hijitos.” (Chertudi, 1964: 120).  La lactancia en este relato tiene un marco, un contexto muy específico y pautado por la comida. Esa comida compartida entre leones y humanos genera ya vínculos de integración fundamentales que hacen de este cuarteto, una comunidad en sí misma. La ocasión gastronómica sella un pacto de comadraje entre las mujeres, y con él, de equidad entre dos futuras madres. Sus hijos serán además hermanos de leche. Estas comidas rituales y celebratorias demuestran ser el universo de lo constante y perenne. Más adelante, siendo los infantes José y Leoncito pequeños, y signados por la milagrosa combinación láctea “trajeron una tropilla de baguales. Al llegar a la casa de ellos, la leona cazó una potranca para comer.” (Chertudi, 1964: 120). La lactancia tiene aquí una poderosa operatividad narrativa, dado que es gracias a haber recibido leche leonina que José será un hábil cazador, algo que lo posiciona como participante activo del mundo humano y animal. Retomando la atención sobre el lazo femenino, caben algunas observaciones sobre los asados rituales. Ambas mujeres se unen en pacto de provisión y protección de las indefensas crías, quienes no tendrán más que los cuerpos de sus propias madres para sobrevivir. En la soledad de las montañas, y sin otro andamiaje social que ellas mismas, acaba por crearse una sociedad de dos amazonas que velan la una por la otra, animal, humana y sobrenatural. Los asados presentados en este episodio funcionan en el texto como anclaje contextual fundamental. Recuérdese, con Appadurai (1981), lo elocuente que son las comidas con relación a sistemas económicos y sociales de los que provienen. El asado del texto funciona como un anclaje importante en el contexto rural argentino. La carne asada es uno de los emblemas de la cocina americana austral, y genera asimismo un paisaje gastronómico que se integra cómodamente como el cosmos maravilloso en el que habitan leones y humanos en este episodio. El asado elaborado por la Leona remite a lo original. La Niña llega a un espacio mítico, donde la Leona elabora un fuego y le da de comer. El asado aquí tiene un doble valor: por un lado, es la forma más básica de cocción, por el otro es también una comida sagrada y ritual. Con este asado se sellan el pacto de su propia carne y el compromiso al cuidado y servicio de ellas y de su descendencia. Este asado es acto fundador de una comunidad. Y es en el marco de este pacto social fundado sobre un acto de comida, que sucede la lactancia. En este punto, el asado se manifiesta como parte del ciclo ecológico de la alimentación. La casa de piedra, a modo de cosmos, emula aquello que los cuerpos de la Leona y la Niña están llevando a cabo en sus propios vientres. Estos banquetes son metáfora de la comida como “materia errante” en “vagabundeo”: la carne viva de los baguales, se vuelve la fuerza y alimento de leones y humanos, ambos mamíferos y carnívoros. En este cuarteto, las madres alimentan a su vez a sus propias crías con sus cuerpos, manifestando en esta cueva resplandeciente del fuego vital y heroico, el momento álgido de la vida: el de la alimentación y el del nacimiento. La alimentación, porque es cuando un cuerpo superpone su vitalidad y aúna otros cuerpos para su supervivencia; y el nacimiento, porque es aquí donde se materializa la propagación y proliferación de los individuos de una especie. En términos de lo ecológico vemos circulación de carne, en su forma más rústica en el asado, y en su representación compleja de secreción láctea. La lactancia se introduce en este contexto porosa, para cargarse del valor significativo de ese triunfo temporal que se codifica en la fortaleza del león y el humano: el uno predominante en la naturaleza, el otro dentro de la trama narrativa como héroe. En este punto interesa resaltar que la comida conjunta funciona como un marco fundamental para sellar vínculos que serán de enorme funcionalidad narrativa, y que a su vez se refieren a la siempre mencionada y analizada función social de lo alimenticio; en este caso, se trata de constituir familia y lazos basados en intercambios en integración.
 Estas comidas compartidas son importantes en términos de identidad. Por un lado, los miembros de la comunidad se definen con relación a los vínculos de fraternidad láctea y comadraje. La comida es vinculante incluso para las madres, a pesar de que sus cuerpos no entren en contacto físico directamente, como acabo de explicar. Por otro lado, tenemos a José como héroe del relato, constituido a base de leche y carne rituales. Los vínculos familiares son importantes para él como personaje. Hay que recordar que a lo largo del texto José se ocupa de reparar los vínculos familiares destrozados por la presencia devoradora del Gigante y otros villanos. Algo similar se presenta en el mito de Hércules, un héroe marcado por la lactancia como acto social y otorgador de identidad. No es sino hasta que Hera provee la milagrosa leche, que el incipiente héroe consigue participar en la divinidad, poseedor de la inmortalidad. Tanto José como Hércules tienen su sino heroico en esta lactancia milagrosa y determinante. El texto de Albarracín, por su parte, lejos de montar a su yo narrador como un héroe dentro de tierras de villanos y ayudantes sobrenaturales, sí considera la leche de su nodriza como una suerte de mancha de nacimiento: “Pero algo me dice que, a mí, aquel alimento vivo me marcó para siempre.” (Albarracín, 2008: 119). Este narrador elige rendir culto al hermano de leche peludo valiéndose de su oficio de escritor. Esa tarea le viene dada, sospecha él, por ese “suceso cósmico” (Albarracín, 2008: 120) que lo erigió, al menos en parte en “[el] sedentario escriba que exprime ahora de vidas lejanas o inventadas otro alimento, otra ajena sustancia para su espíritu.” (Albarracín, 2008: 121). Albarracín posiciona a su yo narrador en un enclave de misterio y designio, buceando en los recuerdos propios y ajenos – como el de sus progenitores que le cuentan estas historias repetidamente, emulando la gesta de mitos y sagas – para poder, en definitiva, lograr comprenderse a sí mismo. Y en este arduo ejercicio de memoria, es esa lactancia peculiar, sobre todo por el vínculo fraterno con el animalito que de ella surge, la única explicación que encuentra para ello.
Estamos en condiciones para  introducirnos de lleno en la materialidad de la lactancia como entidad, como acción y materia. Este segmento del análisis se concentra en cuatro puntos, que operan simultáneamente, para indagar sobre la materialidad de la lactancia. El primero tiene que ver con las claves de la materialidad biológica de la lactancia, es decir, nutrición, salud y desarrollo. El segundo es la agencia de la lactancia, la materialidad vibrante. El tercero se ocupa de la lactancia como agente social, los cuerpos que conecta y los vínculos que genera. El cuarto y último punto se fija en la lactancia como “materia vagabunda” que circula en los cuerpos.
Ya quedó claro en la introducción que “La leche que fluye en la boca del infante es una compleja sopa bioquímica que contiene todo lo que el bebé necesita para crecer y desarrollarse” (Power y Shulkin, 2016: 2). Entusiasmada la madre animal en el cuento de Chertudi se dirige a su compañera en estos términos: “Comadre- decía la leona- dándoles de mamar así, yo a su hijo y usted a mi hijo, serán los seres más guapos y más valientes que en el mundo habrá.” (Chertudi, 1964: 120). Estos rasgos de belleza y coraje son un valor a lo largo de todo el texto, y codifican al héroe en su derrotero. José hace uso de la fuerza y la sagacidad más adelante en el texto cuando es desafiado por un Gigante y solicitado por un Rey: “Es muy trabajoso – dice el gigante – porque es más fortacho que yo.” (Chertudi, 1964: 122), “si sano era antes, más sano quedará ahora.” (Chertudi, 1964: 128). Es José un héroe de absoluta compostura, atractivo para el sexo opuesto, fuerte, sano y sagaz, y todo esto ha venido de la mano de ser amamantado tanto por su madre como por una Leona sobrenatural. En el texto de Albarracín (2008) la lactancia se presenta al lector a modo de un reemplazo sistémico. Considerando a la lactancia como un mecanismo en sí misma, que funciona de acuerdo con un sistema de reglas y categorías – como bien describe Fischler (1995) – el acto de lactar supone una adscripción material-biológica a una línea familiar y a la especie mamífera. Pero esta materialidad es delicada y frágil, y encuentra numerosos obstáculos. De ahí la existencia y necesidad de nodrizas, o bien de leche de otras especies que vengan a suplir el alimento inicial. El narrador de “Hermano de leche” se refiere a este acto de reemplazo que salva al infante y a su vez lo transforma en algo especial. La imposibilidad de la lactancia aparece en este texto encarnado en incapacidad: “una breve consulta de médicos en torno a mi cuerpecito desnutrido dictaminó insuficiencia de las glándulas maternas, y ordenó… un urgente refuerzo natural. El niño se criará como con su propia leche, dijeron para consolar a mi madre.” (Albarracín, 2008: 119). Aquí queda claro que la lactancia supone una forma de orden necesario, fundamental para el desarrollo sano del cuerpo. En este texto, el cuerpo de la madre falla y es otra lactancia, una que ahora toma dimensiones milagrosas, la que viene a suplir de manera aún más perfecta este vacío alimenticio y corpóreo. Es ese “tesoro blanco de las tetas sedosas y negras” (Albarracín, 2008: 122) junto al fundamental vínculo con el necesario hermano de leche, lo que el narrador considera que operó en su “primera gran lucha en la tierra.” (Albarracín, 2008: 120). La lactancia es la leche y también es el acto, y es en este cruce complejo de ser en efecto materia viva, alimento vibrante donde reside el poder de su operatividad.
Resulta evidente que el cuerpo es de enorme importancia a la hora de hablar de lactancia. Asimismo, la alimentación es instancia social, interacción de cuerpos, de organismos, de entidades que intercambian materiales e información. Tanto el cuento folclórico como el texto autobiográfico presentan la lactancia como el punto de partida fundamental en la formación de cuerpos que son la base de un individuo y una identidad. El texto de Chertudi se posiciona en aquella fuerza, salud e identidad reflejada en la corporeidad heroica, mientras que Albarracín parte de la perspectiva de un cuerpo indefenso y al borde de la enfermedad, que la lactancia salva del vacío de la inexistencia. Aquí resulta importante destacar la autoridad de la ciencia en la palabra de “médicos” que buscan los paliativos en la sabiduría de la propia naturaleza. El consejo científico apunta a la coordinación, gestando una imagen bucólica del préstamo de una naturaleza generosa que se pone al servicio del cuerpo humano.
La lactancia es quizás una de las mejores representaciones de la alimentación como acto de entes u organismos en interacción operativa. La materialidad de la leche contiene afinidad molecular con la composición del líquido amniótico, y se presenta entonces como continuación a la nutritiva comunicación que se daba en el vientre materno, como se indicó en la introducción. Una vez que el niño nace, la succión del lactante estimula todo el aparato complejo que deriva en la producción y accesibilidad de la leche. La lactancia es tejido, un entramado de interacción entre cuerpos que se van construyendo mediante los intercambios de nutrientes y materiales fundamentales para la salud. De ahí que los puentes creados a partir de esta co-participación sean tan importantes para los personajes de estos textos y deban también ser entendidos como actantes operativos. Así, por un lado, la lactancia plantea la cuestión respecto a cuerpos que comen y cuerpos que alimentan.
Retomemos por un momento el mito del héroe Hércules y su oda a la lactancia como prodigio. Este mito posee dos puntos fundamentales; la leche de Hera proporciona la inmortalidad al recién nacido, y además acaba trazando el cúmulo de estrellas de la Vía Láctea. El primer punto condensa la fuerza determinante que la lactancia tiene en la constitución de los cuerpos: Hércules, hijo de Zeus, dios poderoso por antonomasia, recibe sin embargo la inmortalidad de su nodriza, de aquel cuerpo que se ofrece a él mediante el primer acto de alimentación en el mundo. Esa misma leche, cuando es derramada sobre el firmamento, construye mundos y estrellas distantes, que son nada más y nada menos que el espacio de existencia de la propia tierra. Así, la lactancia milagrosa de Hera queda metaforizada como secreción gloriosa creadora de cuerpos humanos, heroicos, divinos y hasta celestes. Por otro lado, la lactancia gesta puentes: el vínculo materno-filial, y el fraterno lácteo. Este último proviene de la lactancia cruzada, un fenómeno social habitual, que en los textos supone además un cruce de especies.
La lactancia, como acto alimenticio social, opera como iniciación en la especie de mamíferos y es fundamental para la inauguración de los vínculos familiares fundamentales. En los cuentos, la leche animal que ha nutrido esos cuerpecitos infantiles es materia prima de ambos y supone una infancia vinculada por lo alimenticio. Al darles leche estas madres los están integrando en una corporeidad adicional a la que participan. Casi podría decirse que estos niños son auténticos mamíferos, construidos sobre la base de leche de distintos tipos de mamíferos, volviéndolos seres híbridos y complejos. Aquí se verifica esta interacción de cuerpos vivientes que no precisan de una distinción humana y no humana para interactuar en la alimentación, tal como propone Bennet (2010) y que de hecho solo parece enriquecer y complejizar el fenómeno de la lactancia. La Leona, esa enviada celestial al texto de Chertudi (1964) celebra a estos hijos de cuerpos valerosos mientras amamanta al niño, prestando su ayuda en una instancia inicial fundamental: la lactancia. Gracias a esta intervención divina, José comienza su camino en el mundo con vínculos maravillosos, teniendo en ella a una madrina de leche con quien se complementa el alimento provisto por la propia madre. La lactancia es acción y es materia, y es activa y operante para los cuerpos involucrados en ella. El texto de Albarracín sostiene el secreto de ese hermano de leche, que poco a poco va develando, y con ello ofrece un mapa físico muy palpable de los cuerpos involucrados en esa lactancia. En este universo, el narrador establece una jerárquica distinción entre la leche artificial y perniciosa - “los polvos lactales” (Albarracín, 2008: 119) - y aquella que se provee por la lactancia. Será esta segunda leche la buena, la recomendada por la autoridad científica, aquella que provea lo que el infante precisa mediante un cuerpo que, en esta instancia, posee la misma valencia que su propia madre. El cuerpo de la propia madre se establece desde el dolor de un fallo, de una falta. Lo primero que el lector adivina de ella, es de su cuerpo insuficiente. A continuación, llegan “la nodriza y su hijo por las puertas de mi casa.” (Albarracín, 2008: 119). Estas entidades avanzan llenas de vida a proveer el alimento fundamental. Mucho antes de que siquiera comprenda el lector que se trata de animales, la madre sustituta es una nodriza, es decir, es un cuerpo-alimento que resuelve la amputación alimenticia del cuerpo materno. Es la función de la lactancia lo que diseña ese cuerpo – como recuerda “el manantial del que libábamos” (Albarracín, 2008: 120) – y sobre todo en relación con estos vínculos que se hacen carne e identidad. La madre Burra resulta fundamental en la medida que le hace un hermano de leche. El texto de Albarracín se dispara hacia el pasado, buscando la trama del hilo lácteo invisible que lo liga al hermano de leche: “No he vuelto a saber nada de aquel que compartió conmigo la leche de su madre.” (Albarracín, 2008: 119). El narrador se presenta como un cuerpo complejo, hecho de esos vínculos iniciales y entrecruzados que han resultado en él como un solapamiento de corporeidades, humanas y no humanas, que lo llevan a reflexionar sobre su identidad y oficio de escritor. La madre Burra rescata su cuerpo infantil y débil, y, ontológicamente, su materialidad láctea establece un vínculo aún más complejo. Es el Burrito el verdadero dueño de esa leche, del níveo valor, y es él quien le presta ingenuamente la fuente que lo sostiene vivo. La trascendencia, tanto de la vida reflexiva como del propio vínculo, reside en el propio narrador, ya que es quien puede articularlo plasmándolo en el papel y en la conciencia: “Pero yo puedo preguntarme hoy por él – dudoso privilegio -, sentir nuestra hermandad como un suceso cósmico, interrogar al tiempo sobre la justicia de nuestros destinos, inscribir sobre el papel este homenaje penitencial.” (Albarracín, 2008: 120). De la misma forma que sus propios padres rinden homenaje a la madre en el relato, como la crónica fundamental de su llegada al mundo y su primer contacto con las cosas, el narrador considera que se debe asimismo al hijo, a ese vínculo de hermano de leche que lo signó que y solo su palabra puede evocar: “Aquella hermandad sólo se realizó en mi supervivencia, nada queda de mi hermano sino yo.” (Albarracín, 2008: 122).
El vínculo fraterno lácteo también figura palpable en el relato de la colección de Chertudi (1964) La hermandad entre José y Leoncito se materializa en los dos niños creciendo juntos y en la constante asistencia que José recibe de su hermano de leche, quien, como su madre Leona, también es un animal ayudante sobrenatural. Una vez que esta comunidad con los leones extraordinarios se disipa, el vínculo fraterno entre José y Leoncito sigue latente y enérgico. Esto sucede primero con el caballo ayudante, adquirido por Leoncito para José, el cual está absolutamente capacitado para asistirlo en las tareas difíciles y en momentos clave de la transfiguración de José en héroe. En segundo lugar, y ante la complejidad de las pruebas que se le presentan, José evoca a su hermano de leche: “siendo que con su hermano Leoncito nunca habían tenido miedo, ¡ojalá fuera la fiera más mala del mundo!” (Chertudi, 1964: 126) luego de lo cual, el animal hace su aparición y lo asiste. El lazo instituido gracias a esta lactancia cruzada establece un vínculo perenne y localizado entre los hermanos.

Conclusiones

La lactancia es una entidad con agencia, y así lo demuestra dentro de estos textos literarios. Su materialidad construye al mamífero recién nacido con una impronta biológica y material, que demuestra tener fuerza social e identitaria. El vínculo fraterno lácteo funciona como un puente muy elocuente para observar la operatividad de la leche como constituyente del organismo, y para pensar la alimentación en términos de ciclo. Las materias que ingresan a los cuerpos mediante la alimentación pueden sin dudas crear lazos irrompibles, algo que cae de maduro al pensar en el vínculo entre la nodriza y el infante. Pero dos cuerpos, sin participación de sangre ni vinculación genética, constituidos por la misma leche en los primeros días de vida, opera activamente en la formación del individuo, del cuerpo complejo físico y de la existencia. La lactancia manifiesta una elástica extensión de corporeidades en su materialidad que muestran los organismos fundiéndose una y otra vez entre sí. El análisis de estos textos demuestra que la lactancia en su materialidad tangible tiene peso y huella en la creación de significado, que es relacional y vinculante de cuerpos y de imaginarios.

Agradecimientos

Se agradece enormemente a la Fundación Raúl Alberto Albarracín (FUNDRAA), la cual llevó a cabo la compilación y publicación de los textos del autor argentino Raúl Albarracín. Marianella Dollera, miembro activo de la Fundación y nieta del escritor, tuvo la gran amabilidad de proveer con presteza y eficiencia la obra mencionada,fundamental para la redacción de este artículo. La esposa del difunto Raúl Albarracín indicó que el texto autobiográfico “Hermano de leche” pretende ser un homenaje a la infancia del escritor, así como al poeta español Juan Ramón Jimenez, autor de la célebre obra “Platero y yo”.

Bibliografía

1 Albarracín, R. (2008) Obras completas. Relatos. Tucumán, FUNDRAA.
2 Appadurai, A. (1981) Gastro-politics in Hindu South Asia. Recuperado el 15 de febrero de 2022, de https://doi.org/10.1525/ae.1981.8.3.02a00050
3 Bennett, J. (2010) Vibrant Matter. A political ecology of things. Durham y Londres, Duke University Press.
4 Boot, T. (2007) Genealogía de los dioses. Héroes y dioses en la antigua Grecia. La Plata, Terramar.
5 Chertudi, S. (1964) Cuentos folklóricos de la Argentina. Segunda serie. Buenos Aires, Instituto Nacional de Antropología.
6 Fischler, C. (1995) El (h)omnívoro. El gusto, la cocina y el cuerpo. Traducción de M. Merlino, Barcelona, Anagrama.
7 Goldstein, D. B. (2018) Commensality. En: G. G. Shahani (Ed.), Food and Literature (pp.39-58). Cambridge, Reino Unido. Cambridge University Press. 
8 Power, M. L. y Schulkin, J. (2016) Milk. The biology of lactation. (1a.ed). Baltimore, Maryland, EE. UU. John Hopkins University Press.
9 Van Esteryk, P. (1995) Factors influencing quality of care. Care, caregiving, and caregivers. Recuperado el 15 de febrero de 2022, de https://journals.sagepub.com/doi/pdf/10.1177/156482659501600411

Enlaces refback

  • No hay ningún enlace refback.


Copyright (c) 2023 Cuadernos FHyCS-UNJu

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Para navegar óptimamente en nuestro sitio web, recomendamos usar Google Chrome o Mozilla Firefox

Licencia Creative Commons

Cuadernos FHyCS-UNJu por Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Jujuy se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://revista.fhycs.unju.edu.ar/revistacuadernos.


Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales | Universidad Nacional de Jujuy
ISSN 0327-1471 (versión impresa) | ISSN 1668-8104 (versión on-line)
Otero 262 (CP 4600) San Salvador de Jujuy | Jujuy | Argentina
Correo-e: cuadernosfhycs@gmail.com
Hecho con OJS - Open Journal System