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ARTICULO

“¿Muy politizados?”: Perfiles de involucramiento político de varones gays del área metropolitana de Buenos Aires, Argentina
(“Highly politicized?: Profiles of political involvement of gay men living in the Metropolitan Area of Buenos Aires, Argentina)

Maximiliano Marentes*

* Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín - Consejo Nacional de Investigacion es Científicas y Técnicas - 25 de Mayo y Francia - CP 1650 - San Martín - Buenos Aires - Argentina. Correo Electrónico: mmarentes@unsam.edu.ar https://orcid.org/0000-0001-8494-4962

Recibido el 04/08/21
Aceptado el 07/04/22

Resumen

El objetivo de este trabajo consiste en reconstruir los perfiles de involucramiento político de 30 varones gays que viven en el Área Metropolitana de Buenos Aires, Argentina. A partir de una investigación acerca de sus historias amorosas en la que, desde un enfoque biográfico, se indagó sobre involucramiento político, se describen cinco perfiles: activistas, acompañantes, desencantados, simpatizantes y outsiders. Los primeros tres se definen por su activa militancia y su permanencia en ella aunque difieren las temporalidades en que se expresa la acción: los activistas continúan militando, los acompañantes se han retirado pero apoyan causas y luchas a diferencia de los desencantados, quienes militaban hasta que se desilusionaron de la política. Por su parte, ni los simpatizantes ni los outsiders han militado, aunque los primeros se interesan más por la política que los segundos, para quienes es bastante ajena. Concluyo con que, más allá de las diferencias, existen principios transversales de politización por su pertenencia a un colectivo de identidades no heterosexuales en una situación política polarizada.

Palabras Clave: Área Metropolitana de Buenos Aires; Diversidad Sexual; Enfoque Biográfico; Gay; Involucramiento Político.

Abstract

The aim of this paper is to reconstruct the profiles of political involvement of 30 gay men who live in the Metropolitan Area of Buenos Aires, Argentina. Based on a research about their love stories in which, from a biographical approach, I asked about their political involvement,  I reconstruct five profiles: activists, partners, disappointed, supporters and outsiders. The first three profiles are defined by their active militancy and permanence in it; although they differ in the temporalities in which action is expressed: the activists continue to militate; the partners have withdrawn, but they still support causes and struggles, unlike the disappointed who used to participate until they felt frustrated with politics. Meanwhile, neither the supporters nor the outsiders have ever militated, although the former ones are more interested in politics than the latter, who are not so much involved in it. As a conclusion, beyond the different profiles, there are transversal principles of politization according to the fact that these homosexuals belong to a collective of non-heterosexual identities in a polarised political situation.

Keywords: Biographical Approach; Gay Men; Metropolitan Area of Buenos Aires; Political Involvement; Sexual Diversity.

Introducción ¿gays politizados?

Con Juli, un varón gay de 22 años que vive en la zona norte del Área metropolitana de Buenos Aires a donde trabaja en la concesionaria de autos de su padre, nos encontramos por primera vez el 24 de marzo de 2018. A mi pregunta de si iría a la marcha en conmemoración de las víctimas del último golpe de Estado en Argentina, me dijo que no era común que fuera a movilizaciones. De hecho, había asistido a una sola marcha del orgullo1 y sentía que no volvería a ir. Como me fue explicando a lo largo de nuestros siguientes encuentros, no le gustaba que en el colectivo de la diversidad sexual estuvieran todos muy politizados2.
El objetivo de este texto es explorar la aseveración de Juli: cuán politizados están los varones gays. En tanto la mayoría de los estudios locales sobre la imbricación entre política y diversidad sexual tendieron a desatender la modulación biográfica de esta relación, este trabajo intenta suplir esta vacancia al proponer una descripción de la politización a escala individual. A partir de entrevistas cualitativas con 30 varones de entre 23 y 38 años que residen en el Área Metropolitana de Buenos Aires, reconstruyo sus perfiles de involucramiento político, en un sentido amplio. En base a un esquema que va de un extremo de participación política de mayor intensidad y compromiso a otro de gran distanciamiento con poco o nulo involucramiento, planteo cinco perfiles: activistas, acompañantes, desencantados, simpatizantes y outsiders. Los primeros tres se definen por alto nivel de compromiso político, activa militancia y su permanencia en ella, aunque difieren en la temporalidad en que se lo puede expresar. Mientras los activistas, en presente, continúan militando, los acompañantes, en pretérito perfecto compuesto, ya se han retirado y eventualmente participan de acciones puntuales. Los desencantados, en un pasado imperfecto, militaban hasta que se desilusionaron. Ni los simpatizantes ni los outsiders han militado: a los primeros les interesa la política y discuten en medios virtuales y presenciales, para los segundos, en cambio, lo político les es ajeno. Antes de describir los perfiles, explicito las coordenadas teóricas y metodológicas de la investigación sobre amor gay que enmarca este trabajo.

Un simpatizante que no habla de lo suyo: propuesta analítica

El “muy politizado” del título remite a una popular frase de Mirtha Legrand3. En un almuerzo le reclamó a la artista Cecilia Rossetto que dejara de estar muy politizada y la invitó a que hablara de lo suyo4. Pero, ¿y si eso también era lo suyo? Como a Cecilia Rossetto, se me podría exigir que escribiera sobre lo que fue el centro de la investigación: relaciones amorosas de varones gays. Antes de explicar por qué podría ser caracterizado cercano al perfil simpatizante, describo las condiciones de emergencia de este trabajo a partir de un estudio con historias de amor de varones gays.
Desde octubre de 2017 a noviembre de 2018 entrevisté, luego de que me dieran su consentimiento oral que fue también refrendado por escrito, a 30 varones gays cis5 que viven en el Área Metropolitana de Buenos Aires para reconstruir sus relatos amorosos. Por sus edades, que oscilaban entre 23 y 38 años, los adjetivo como gay por inscribirse en lo que Meccia define como el régimen de la gaycidad, signado por mayor aceptación y tolerancia en contraste con el régimen de la homosexualidad (Meccia, 2011). Para contribuir con la representación de la pluralidad en torno a la residencia de estos varones, entrevisté tanto algunos que vivieran en distintas zonas de la Ciudad de Buenos Aires, como quienes residieran en zona sur, oeste y norte del conurbano bonaerense. Sobre las pertenencias de clase de los varones que conforman la muestra, podría sintetizárselas como parte de los estratos medios. Sin embargo, sus trayectorias y orígenes son plurales, como se refleja en cada perfil.
Mientras realizaba el trabajo de campo, el contexto político nacional se caracterizó por el triunfo del macrismo, entonces oficialismo, en las elecciones parlamentarias de medio término de 2017 -algo que lamentaron algunos entrevistados-. La principal fuerza opositora, el kirchnerismo, fue derrotada en la mayor parte del país, incluida la provincia de Buenos Aires, distrito para el que la expresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, se postulaba como candidata a senadora nacional. A su vez, crecía la mediatización de las causas judiciales contra ella, su familia y quienes fueron funcionarios durante su gobierno -como comentábamos con algunos entrevistados-. Hacia diciembre de ese 2017 hubo movilizaciones populares en contra de la reforma provisional que al final fue aprobada -a las que asistieron algunos entrevistados y por la que debimos cambiar el punto de encuentro de las  entrevistas que solíamos hacer cerca del edificio del Congreso Nacional-. En 2018, el escenario estuvo signado por otros acontecimientos. Durante el verano, comenzó a ganar cada vez mayor fuerza la masificación de discursos feministas, aunados bajo el reclamo por la interrupción voluntaria del embarazo. Con multitudinarias manifestaciones mediante, donde nos encontramos con algunos entrevistados, el proyecto de ley obtuvo media sanción en la cámara de diputados (13 de junio) y fue rechazado en senadores (8 de agosto). Esos acontecimientos se dieron en el marco de una situación económica adversa producto de crisis cambiarias. Quedó eternizada la frase que el entonces presidente, Mauricio Macri, utilizó para explicarle al periodista Jorge Lanata la crisis: Veníamos bien, pero pasaron cosas -a esta frase nos referíamos con ironía durante las entrevistas cuando lamentábamos la pérdida del poder adquisitivo-. Como correlato de esa situación económica, se redujo la cantidad de ministerios, muchos de los cuales, como el de Salud, pasaron al estatuto de secretarías. Estas circunstancias alertaron a quienes se empleaban en el sector público y organizaron diferentes medidas de acción directa -a las que algunos entrevistados fueron-. En el marco de esta coyuntura política realicé el trabajo de campo que buscaba estudiar el amor.
Para analizar el amor en su puesta en acto -objeto de la investigación original de la que este texto sobre politización es un subproducto-, diseñé el trabajo de entrevistas de carácter biográfico en cuatro encuentros que nos brindarían el suficiente tiempo para conocernos mejor, alcanzar la empatía necesaria para indagar sobre intimidades y detenernos en momentos y cosas6 puntuales de sus historias de amor. El primer encuentro sería para recabar datos sociodemográficos y salidas del closet -es decir, el proceso a partir del cual se comunica a otras personas la orientación no heterosexual-. A las preguntas sociodemográficas que utilizábamos en un equipo de investigación del que formo parte, introduje una sobre experiencias de militancia política. Tenía la hipótesis de que el activo involucramiento político se traduciría en una reflexión crítica de la identificación sexual: pensaba que los más politizados propondrían categorías tales como puto o marica. Aunque los más politizados se distanciaron críticamente de la categoría gay, a lo largo de las largas charlas intercambiaban entre puto y gay sin problemas.
Con muchos hablamos bastante sobre la coyuntura política. No me sorprendió que estuvieran politizados, sino que no me había propuesto entrevistar a quienes hubieran tenido algún tipo de militancia. Por eso no recluté entrevistados a partir de asociaciones o agrupaciones, sino por conocidos y amigos entre mis amistades que luego, armando la bola de nieve, me facilitaron sus contactos. Pero muchos no es todos. Para algunos lo político era un tema más en nuestras charlas on y off-the-record. A otros, en cambio no les interesaba la política. En síntesis, el cuadro de involucramiento político era heterogéneo y dispar, como expongo al reconstruir los perfiles.
Este trabajo se inscribe en una trilogía de textos en los que reflexiono sobre política y amor en varones gays metropolitanos7. Aquí trazo una descripción de los perfiles de involucramiento político. El segundo analiza cómo la experiencia de la homosexualidad contemporánea implica, al menos, dos instancias politizantes: las marchas del orgullo8 y la ya histórica ley de matrimonio igualitario9. En el tercero, me detengo en los múltiples cruces entre amor y política.
Reconstruir la participación política a partir de entrevistas biográficas debe su inspiración a los trabajos de Berardi Spairani (2018a, 2018b, 2020a, 2020b, 2020c), quien estudia carreras militantes de activistas de Jujuy. A partir del concepto de carrera de Becker (2012), Berardi Spairani analiza el devenir de la militancia y su reconfiguración en el tiempo, el cruce con contextos políticos específicos -nacional, provincial y local-, las recompensas obtenidas y las redes sociales en las que se insertan. Este enfoque da cuenta de los factores compartidos entre militantes más allá de los ámbitos en que hubieran desarrollado su práctica política (Berardi Spairani, 2020b).
En contraste con otros trabajos sobre participación política de personas sexodiversas, el eje aquí resulta de un enfoque biográfico, de manera similar a los recientes trabajos de Meccia (2012, 2015). Como demuestra Moreno (2008), lo individual se conjuga y da lugar a luchas dentro del movimiento de diversidad sexual10. Los análisis de la política de la diversidad sexual suelen ubicarse en el nivel institucional: agrupaciones, colectivos, organizaciones, partidos, discursos, derecho, etc. (D’Emilio, 2006; Gamson, 2002; Hiller, 2008, 2011; Libson, 2008; Pecheny, 2001; Sívori, 2008). Si bien este enfoque ofrece un mapa sobre marcos de acción colectiva, alianzas, estrategias y demandas facilitando comparaciones temporales y espaciales, su costo radica en desatender la modulación entre biografías e instituciones.
Cuando lo biográfico adquiere centralidad, suele reducirse a figuras claves: por ejemplo Carlos Jaúregui (Bellucci, 2010: Insausti, 2018; Pecoraro y Ferraro, 2016). Insausti (2016), Rapisardi y Modarelli (2001) y Simonetto (2017a, 2017b) examinan cómo lo personal se traduce en organizaciones políticas de las que forman parte sus referentes, sólo alcanzando a quienes se politizaron. Pero, ¿qué sucede con las Cecilias Rossettos que hablan de lo suyo?
Propongo dialogar también con los trabajos que analizan lo político en quienes no se politizaron. Existe una serie de estudios (Jelin y Vila, 1987; Pereyra y Marentes, 2020) que indagan cómo hablan de política personas que no tienen una activa participación. Al reconocer principios de cercanía y familiaridad con lo político, estos trabajos muestran la relación que se establece con eso que no forma parte fundamental de las vidas de estas personas, como sí podría suceder en el caso de quienes poseen carreras militantes.
En suma, en estas páginas busco reconstruir los perfiles de involucramiento político de estos varones gays metropolitanos, en diálogo no sólo con los trabajos sobre política y diversidad sexual en Argentina, sino también con los que recuperan el enfoque biográfico para entender las carreras militantes y aquellos que indagan cómo se habla de la política. Del mismo modo en que Giorgi (2014) clasifica los factores extrapolíticos de quienes llegaron a encabezar los ministerios nacionales, propongo un esquema típico-ideal de perfiles de participación. Esos tipos no se encuentran en estado puro, sino que, como nos enseñó Max Weber, nos ayudan a ordenar analíticamente estas dispares trayectorias.
Debido a la heterogeneidad de las trayectorias, utilizo la categoría involucramiento político en vez de militancia o compromiso político. Es cierto que la militancia es heterogénea y plural y, como muestran Aiziczon (2018), Modonesi (2016) y Pudal (2011), su clasificación y forma de estudio varía con el tiempo. Revisando esa línea de estudios, Vázquez et al. (2018) analizan el compromiso militante de jóvenes de tres partidos políticos diferentes. Sin embargo, recuperando la voz nativa de los actores, utilizo el término militancia para quienes consideran que su participación política -presente o pasada-se encuadra en ese tipo de actividad. En un trabajo sobre familiares de víctimas, Pereyra y Berardi (2020) introducen la noción de compromiso político para caracterizar prácticas que excedían instituciones formales del sistema político. Si bien ese concepto permite aunar la mayoría de los perfiles que construyo, resulta inadecuado para el último, el de outsiders. Por la dificultad de reunir una treintena de trayectorias plurales es que opto por la noción de involucramiento político, que permite nuclear en su interior las carreras militantes, las prácticas esporádicas de quienes alguna vez participaron en algún tipo de movilización y la de quienes consideran que la política le es totalmente ajena. Vale preguntarse, entonces, cuál sería el sentido de incorporar trayectorias tan dispares en un mismo análisis. Como veremos, a pesar de la diferencia de los perfiles, en un escenario de heterosexualidad obligatoria (Wittig, 2006), la orientación sexual será clave al jalonar hacia las politizaciones, conjugada a su vez en un presente de gran polarización.
Por inscribirme en una epistemología feminista que, al reconocer el carácter situado del conocimiento (Haraway, 1995), nos invita a explicitar desde dónde hablamos, es momento de aclarar por qué me considero simpatizante. Eso se debe a dos motivos. Primero, sobre movilizaciones políticas me entero por ser un usuario más de redes sociales, todo lo que veo, como controversias entre agrupaciones, es por utilizar mis redes sociales. Como hacen los simpatizantes, que se enteran y opinan de política por esos medios, es el perfil que mejor me cuadra. Segundo, si bien mi área de especialidad no son los estudios políticos, integro proyectos de investigación cuyo foco es la política en un sentido amplio. Por lo tanto, aunque no es lo mío, tampoco me es tan ajeno. Ser un simpatizante conllevó tener un marco de sentido compartido con los entrevistados, sin que ello se tradujera en una lógica de sospecha que juzgara con recelo lo que me fuera contado.

En presente: activistas que siguen en carrera

Debido a su activa participación política al momento del trabajo de campo, el primer perfil está conformado por los activistas, cuya acción debe ser expresada en el tiempo verbal presente. Su militancia de mayor intensidad implica que cada vez que intentamos organizar para realizar nuestras entrevistas debamos compatibilizar agendas en función de actividades políticas.
Nuestro último encuentro con Jaime, un puto de 25 años, es en un bar ubicado en el barrio porteño de Villa Crespo, previo a una asamblea de disidencias coordinada por un grupo de lesbianas. Antes de ir, se quitó la camisa laboral que usa en su trabajo como secretario administrativo de un estudio jurídico boutique, como lo define, para ponerse una remera con lemas políticos estampados. Él comenzó su militancia en un bachillerato popular del Movimiento de Ocupantes e Inquilinos11, al que se sumó como docente. Se acercó a la comisión de género que coordinaban unas compañeras que lo aceptaron tras evaluar si querían o no sumar a un varón. Luego de ese sopapo, como caracteriza a esa situación, se interesó por cuestiones de género, y al año siguiente comenzó su segunda militancia paralela12 en Varones Antipatriarcales13.
Mauro, de 31, se acercó a la militancia en su paso por la carrera de sociología, que cursó en una universidad privada para poder compatibilizar sus estudios con su trabajo como aeronavegante en una línea aérea en la que lleva más de 10 años. Comenzó a acercarse a la política hacia la segunda presidencia de Cristina14, primero simpatizando con el oficialismo para luego inclinarse hacia la izquierda y militar activamente en el Movimiento Socialista de los Trabajadores15. Además de participar en distintas actividades, como la marcha del 8 de marzo en el día internacional por los derechos de las mujeres -a la que asiste luego de nuestro tercer encuentro-, la militancia devino un espacio de sociabilidad.
A Tato, de 24, lo conocí cuando nos encontramos en la plaza Lavalle, en frente a la sede del Palacio de Justicia en una concentración por el juicio al travesticidio de Diana Sacayán16. En un bar cercano, antes de irse a cursar el profesorado de historia que inició ese mismo año, comenta que comenzó su militancia en el centro de estudiantes del colegio secundario estatal al que asistió en el partido bonaerense de La Matanza. Haber repetido implicó que se interesara por otras cuestiones, como el activismo estudiantil, y orgulloso describe cómo cambiaron el centro de estudiantes, hasta entonces dedicado a juntar dinero para viajes de egresados. El centro lo llevó a acercarse a organizaciones peronistas. Tras idas y vueltas, en 2016 se sumó a Diversia, área de diversidad sexual de La Cámpora17 en la zona sur del conurbano bonaerense. Milita allí por ser donde vive su compañero Dante y donde montaron una feria americana para palear el presente desempleo que ambos comparten.
Como él mismo relata, Dante empezó a militar de grande. Cuando le pregunto cómo se define en términos de orientación sexual, me responde alzando su puño derecho: en los nudillos tiene tatuadas las letras P, U, T y O. Relaciona lo puto con su identidad del conurbano. Como le hizo entender una amiga cada vez que él lamenta haber empezado a militar pasados los 30 años, desde sus 19 dio una gran lucha en su hogar por el rechazo de su padre. En julio de 2015 se acercó a un local de La Cámpora, organización en la que milita -no exclusiva pero si principalmente-en diversidad sexual.
Dante me puso en contacto con Hernán, de 25 años, quien también milita en el conurbano bonaerense pero en zona norte. Su primer interés en la política se despertó hacia 2010, con hitos como la sanción de la ley de matrimonio igualitario y la muerte de Néstor Kirchner18. Hacia fin de ese año salió con un chico más grande que le abrió los ojos sobre la ideología de los medios de comunicación. En 2014 un amigo lo invitó a colaborar asistiendo a personas damnificadas por las inundaciones. Al tiempo fue a la primera reunión de La Cámpora en San Isidro, localidad bonaerense donde vive, de la que salió siendo responsable del área de diversidad. Su carrera militante continúa y devino un referente zonal. Por un contacto consiguió trabajo como personal administrativo en la superintendencia de salud.
Los activistas no sólo comenzaron a militar de manera orgánica y sostenida en alguna organización, sino que se mantienen en ellas. Como sostiene Berardi (2018a), en las carreras militantes es necesario observar los logros que cosechan y cómo capitalizan el trabajo militante. Eso es determinante para comprender cómo, a diferencia de los siguientes dos perfiles, se mantienen en esa carrera. Hacer cosas militantes -como ir a marchas y movilizaciones, fiscalizar cuando hay elecciones, entre otras-, muchas como es el caso de estos varones, los ayuda a seguir en carrera.
Pero el hacer solo no alcanza. También es necesario que ese hacer dé resultados. O, en términos de Gaxie (2015), se perciban -no necesariamente desde una lógica utilitarista- retribuciones. El sopapo que recibió Jaime cuando quiso sumarse a la comisión de género lo llevó a relacionarse de manera diferente con las cuestiones de diversidad sexual y se tradujo en su segunda militancia en un colectivo de varones. Aunque no militen en organizaciones exclusivas de la diversidad sexual, su identificación se pone en juego en su involucramiento político. Su activismo pivotea desde su no heterosexualidad hacia otras temáticas, a la que vuelven o son devueltos. Tato, Dante y Hernán se sumaron a una organización política que enseguida los acomodó en el área de diversidad sexual. Allí, hacen cosas que los movilizan: como contó Dante, ir a barrios a hablar sobre las disidencias sexuales y el cupo laboral trans. O la reposición de una famosa obra de teatro nacional, pero protagonizada por chicas trans que forman una cooperativa de arte, a la que sumaron a Hernán como actor.
Finalmente, la sociabilidad que se fue tejiendo. En palabras de Mauro, en la militancia conoció gente con la que tiene charlas que jamás llegaría a tener con amistades de toda la vida. Como demuestra McAdam (1986, 1989), conocer gente afín refuerza la permanencia. Mantenerse en la militancia contribuye a socializar con otras personas, no solamente amistades. Por esos contactos puede circular información sobre propuestas de trabajo, como le sucedió a Jaime y Hernán; y como Dante está intentando hacer en estos meses que se encuentra desempleado.
En resumen, los activistas se caracterizan por haberse incorporado a la militancia -no sólo por ser gays-, pero sobre todo, por mantenerse en ella. De allí que este perfil tenga una gran limitación: perdura mientras se refuerce el compromiso militante. Su activismo se conjuga en presente. Ese compromiso puede verse facilitado por la estructura de la organización, que distribuye y asigna roles. Posiblemente, La Cámpora, por su imbricación con el peronismo y el kirchnerismo y su alcance nacional, tenga el potencial de ofrecerles mayores recompensas a sus militantes. De todos modos, otros factores a nivel de las relaciones sociales como de la disponibilidad individual son necesarios para la reconfirmación del compromiso.

Acompañantes: quienes han militado y eventualmente se involucran

Los acompañantes tienen una historia de militancia y se diferencian de los activistas en que, por cuestiones personales y para dedicarse a otros asuntos -como estudio, pareja, trabajo, otras actividades-, ya no lo hacen. Sin embargo, siguen acompañando en momentos puntuales e involucrándose en acciones específicas. Por esa historia muy conectada con el presente, su militancia puede ser expresada en un pretérito perfecto compuesto (han militado). Aunque la acción sea pasada, tiene relación con su eventual acercamiento a situaciones precisas.
Marcos, de 29 años, se define como puto. Cuando le pregunto si al momento de nuestros encuentros -fines de 2017- milita, aclara que es necesario revisar la definición ya que es un término muy amplio. Siendo estudiante de sociología, asistió a una jornadas académicas en las que conoció a su luego mentor en la militancia, con quien se reencontraría en una presentación de un libro sobre temática LGBT -sigla para referirse al colectivo de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales- en la que participaba el área de jóvenes de la Comunidad Homosexual Argentina, la CHA19. Se sumó a las reuniones de los sábados por la tarde, en la que se juntaban a tomar mates y conversar, entre otras cosas, sobre política. Además de militar, se hizo de un grupo de amigos gays.
En el grupo participaba Manuel, otro puto de 31 años. De su militancia en la CHA atesora la experiencia de haber interactuado con otras personas del colectivo, como las trans del barrio porteño de Constitución. A partir de eso reconfirmó su autodefinición como puto, en oposición a la identidad procapitalista gay.
Pedro, otro puto de 36, es el tercer acompañante que, en paralelo a su militancia en el área joven de la CHA, comenzó a trabajar en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo -INADI-, como Marcos y Manuel. Sin poder precisar si fue hacia 2006 o 2007, recuerda que navegando en Internet encontró el sitio web de la CHA, organización que reconocía de las marchas del orgullo. Cuando se acercó a la organización, se alejó de sus anteriores amigos y se hizo de otros, los del espacio militante. A la distancia, le resulta increíble haber levantado banderas en tantas movilizaciones, participado de la comisión que organiza la marcha del orgullo y militado la ley de matrimonio igualitario por la que, junto con otras personas, había trabajado tanto.
Si el ingreso de los tres a la CHA se dio por separado, su salida fue conjunta. Hacia 2011, las nuevas generaciones buscaban tomar poder en la conducción y terminaron echados20. Allí, a grandes rasgos, ha concluido su militancia sostenida en el marco de una organización. Manuel no volvió a militar. Luego de un intento infructuoso de conformar una organización alternativa, Marcos se dedicó a trabajar, finalizar su carrera universitaria y destinar más tiempo a su pareja. En el último tiempo encontró en un sindicato estatal un grupo de pertenencia, pero no es militancia como sí ha sido la CHA. Pedro no volvió a militar, pero siempre que hay una marcha, como las de la campaña por el derecho al aborto, participa.
El pasaje de Nahuel por la participación política se debe a una corta trayectoria militante en Ushuaia, adonde se había mudado a sus 18 años desde Tucumán para trabajar en locales comerciales de su tía y su marido. Se sumó a La Cámpora y recuerda que ha limpiado las calles cerradas por nieve para que quienes vivían en un asentamiento en la ladera de la montaña pudieran bajar a votar. Su participación activa fue en elecciones, como cuando su tío se postuló para diputado. Hoy, este gay de 24 años, por su ocupación como asesor parlamentario de su tío y sus estudios de economía, no cuenta con demasiado tiempo para militar21. Además, viviendo en la capital del país, tampoco militaría por alguien que no conoce.
Ezequiel, gay de 29, luego del secundario se sumó a un bachillerato popular y militó en la seccional del Movimiento Evita22 en la zona noroeste del conurbano bonaerense, hasta que comenzó a trabajar en el Ministerio de Educación, patrocinado por esa misma organización. En su actual trabajo, como empleado no docente en el área de extensión de una universidad del conurbano, junto con su pareja y una amiga se han involucrado en el sindicato. Finalizado el mandato, Ezequiel le dijo a su pareja que no contara con él para volver a la política, quería hacer a otras cosas, como definir si continuar su actual carrera en economía política o iniciar una licenciatura en estudios orientales, practicar deportes e instrumentos musicales y profundizar su trabajo como astrólogo.
Como los demás acompañantes, Benjamín sigue interesado por la coyuntura política y participa de marchas, como las del aborto de 201823. A diferencia del resto, este cineasta puto de 29 que trabaja como productor en una compañía audiovisual multinacional, quiere activar, es decir, desarrollar algún tipo de agrupación política por su zona, al norte del conurbano. Tras salir del closet24 e ir a su primera marcha del orgullo, fue a una reunión de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT)25. Después de presentarse en esa primera reunión, fue el turno de un joven de 20 años también debutando en ese espacio. Con la voz quebrada, contó que había estado saliendo con un chico hasta que sus padres encontraron una carta y dejaron de hablarle. Benjamín entendió que quería acompañar a jóvenes como ese. No sucedió: se sumó al área cultural y veían obras teatrales para asesorar sobre comunicación no sexista. Eso no lo satisfizo, ha abandonado su militancia y ahora busca cómo reconducirla.
Al igual que los activistas, su acercamiento a la política fue por contactos como por la coyuntura, conjugada por sus identidades sexuales. También de su militancia cosecharon contactos. En contraste, los acompañantes tenían militancias activas y fuerte compromiso y distintas situaciones los han sacado de carrera: una ruptura dentro de la organización echó a los ex CHA. Nahuel y Ezequiel han decidido que en un momento determinado -cuando pasaran las elecciones o concluyera un mandato-, se correrían para dedicar su tiempo a otros asuntos. Benjamín, insatisfecho con lo que hacía, se ha ido por sus medios. A diferencia de los activistas, los acompañantes se han apartado de la militancia. Eso no se debe a que en el pasado no hayan superado pruebas: formar parte de la lucha por el matrimonio igualitario enorgullece a los ex CHA. Posiblemente eso, más el capital político cosechado por alianzas con organizaciones de travestis, los envalentonó para desafiar el poder dentro de la institución: una prueba de fuerza (Latour, 2008) que no superaron26. De todos modos, los acompañantes siguen en contacto con la política y acompañan, más o menos, diferentes luchas y eventos.
Lo que define a los acompañantes es su pasado de activa militancia que dista de su presente involucramiento de menor intensidad -como acompañar eventos puntuales-. De allí que cuando pregunté si en el presente se encontraban militando, respondieron que ya no lo hacían más. Por eso, el pretérito perfecto compuesto es el tiempo verbal adecuado para caracterizar su involucramiento político: han militado en un pasado y en el presente, eventualmente, participan. En línea con Pudal (2011) podrían caracterizarse como militantes distanciados, categoría que les permite acercarse en determinados momentos y alejarse en otros, sin mantener el férreo compromiso de una militancia orgánica. Sin embargo, y haciendo justicia a sus palabras, los acompañantes no consideran que en su presente estuvieran militando sino que fue algo que han hecho y se acabó. Por contraposición a los desencantados, sus recuerdos de la militancia no son malos, solo que ya no están para eso.

Desencantados: la amarga suspicacia

Los desencantados tienen pasado de activa militancia. Pero, en contraste con los acompañantes, su salida implicó un distanciamiento más crítico de la actividad. Fuera ese el motivo de la ruptura o su posterior lectura, la política les genera suspicacia y, por eso, decidieron mantenerse al margen. Su pasada militancia, entonces, queda sintetizada de manera adecuada en el imperfecto del pretérito que la expresa: militaban hasta que se produjo el hastío.
Guillermo, un homosexual de 31 que trabaja en el área audiovisual de una universidad, se acercó a la militancia por su mejor amiga, quien trabajaba en una fundación dando talleres infantiles en barrios populares de la zona oeste del conurbano bonaerense. Cuando le contó sobre las historias de vida de esas niñas y esos niños, este entonces estudiante de cine pensó hacer un documental. La fundación consiguió el dinero para realizarlo; después Guillermo se sumó a dar talleres. Esta fundación estaba en relación con organizaciones cercanas al kirchnerismo, entonces oficialismo, y allí militó. Los rumores en torno a los manejos turbios de dinero del coordinador hizo que, junto con su amiga, se retiraran de la fundación y de la militancia.
En la San Luis de 2011, adonde asistía a la universidad, Germán se acercó a la política. Este gay de 31 recuerda que tras la ley de matrimonio igualitario florecieron organizaciones de diversidad sexual. Un amigo, también estudiante de psicología, lo invitó a sumarse a una agrupación con tales características en la que participó durante un tiempo. Sin embargo, se cansó de siempre encontrar en marchas y cines debates a la misma gente progre27 de la facultad. En contraste, lo desafió más dictar clases de apoyo escolar en un barrio popular. Este espacio se encuadraba en una organización de izquierda. Cuando se dieron cuenta de que la mayoría de quienes daban apoyo escolar eran putos, comenzaron otras aventuras como repartir preservativos a las travestis de la zona roja. También solían reiterar el uso de los términos dilatar y envergadura en las asambleas mensuales para incomodar el androcentrismo de la organización. Cuando ya no podían sostener más ese choque ni la militancia barrial, se terminaron yendo. Hoy, radicado en la Ciudad de Buenos Aires adonde está transitando su primer año de becario doctoral, se debate entre incorporarse o no a una organización de diversidad sexual: no quiere volver a pasar por la militancia de clase media progresista.
Darío, maestro puto de 30 años, de niño formó parte de un espacio de educación no formal en el judaísmo progresista porteño. A diario ve en su trabajo, como docente de primaria en una escuela vinculada a una tradición judeoprogresista laica, que en la infancia se pueden hacer diferencias. Por eso problematiza el purismo de la militancia para ver cómo se entrecruza con la docencia. Apenas separado de su exnovio decidió hacer cosas postergadas; entre ellas, militar. Interesado en cuestiones de género y diversidad sexual, participó del, como lo caracteriza, filokirchnerista Nuevo Encuentro28 que, como veía entonces, no tenía la rigidez verticalista de la Juventud Peronista. Se cumplían dos años desde que había iniciado su militancia cuando, por incomodidades con los manejos de las estructuras partidarias, se alejó para dedicarse a estudiar clown, también pospuesto en su anterior relación.
Lucas, un gay de 29 años, por una amiga de la carrera de comunicación se sumó a un bachillerato popular como docente. Explica con sarcasmo que entonces encarnaba el discurso pequebús29 de la educación como herramienta de transformación. Se alejó del bachillerato al conseguir, gracias a los contactos que cosechó en ese espacio, su actual trabajo como personal administrativo en una universidad pública y logró mudarse solo. Además de que no tenía tiempo, quería conseguir pareja, algo imposible en esa organización popular. Probó con otra militancia. Pensó que en la organización La marcha de las putas30, por afinidad con cuestiones de género y diversidad sexual y por su perfil clasemediero podría encontrar pareja, algo que no sucedió. Soltero, y harto de la rosca, se dedicó a sí mismo: pidió un aumento de sueldo y, para encontrar novio, armó un perfil en una página de contactos.
Mateo, de 33 años, se autodefine como puto, término más descamisado, en alusión al discurso peronista que lo define. Estudiando ciencia política, tras inclinarse hacia la izquierda, terminó asumiéndose peronista. Comenzó su carrera en el Movimiento Evita, en el que estuvo cinco años, mientras estudiaba y sus padres lo mantenían económicamente. Luego de reacomodamientos internos en la organización, se alejó y con un grupo de amigos formaron una unidad básica en el conurbano bonaerense. Después, como independientes, se acercaron al barrio porteño de Mataderos para organizar un complejo habitacional. Allí, más allá del valioso trabajo de las mujeres que sacaban a los pibes del paco, se topó con la mayor desilusión: un puntero que jugaba con las esperanzas de las personas. Ese fue el quiebre. Se abocó a su trabajo como asesor parlamentario en el congreso nacional, al que había accedido por contactos de la militancia. Coqueteó con una fracción de graduados universitarios de una organización peronista, pero le parecía que esa actividad estaba condenada al onanismo. Mateo no considera que su ocupación actual -en la que consiguió el tan añorado pase a planta permanente- fuera una militancia, a la que entiende a partir de ponerle el cuerpo y dedicarle todo el tiempo, en especial para realizar el trabajo territorial que le gusta. Sin tiempo ni ganas, ya que necesita cortar con lo político al salir del congreso, la militancia forma parte de un pasado pisado.
Como consecuencia de sabores amargos, los desencantados ya no están dispuestos a depositar energía en esa participación. Como los acompañantes, formaron parte durante un tiempo de una organización, muchas veces acercándose a partir de las cuestiones de género. Pero, producto de la misma actividad militante, se alejaron. Aparecieron problemas sobre manejos turbios, discrepancias y tensiones irresolubles, no tolerar estructuras verticalistas, hartarse de la rosca y quiebres producto de las articulaciones y desarticulaciones; así, la militancia los desencantó. Tal vez la heterogeneidad de las inserciones políticas no haga justicia a las desilusiones. Es probable que, según cada espacio, amerite desagregar niveles de desencantos. Con todo, su no militancia actual es más severa que la de los acompañantes. Repelidos y hasta decepcionados por prácticas de las organizaciones en las que participaban, su militancia está marcada por el pretérito en que se la suele expresar: imperfecto. Si los acompañantes, que han militado, tienen raptos presentes de acompañar ciertas luchas, los desencantados militaban hasta que se produjo su hastío. Quizás no dejaran de creer el potencial transformador de la política, pero al verla con suspicacia, no parecería que tuvieran la misma ilusión de volver a formar parte de ella.

Simpatizantes: alejados, pero no tanto

Hasta aquí, los perfiles retratados comparten rasgos comunes: activa militancia llevada adelante en algún momento -presente, pretérito perfecto o imperfecto-. A diferencia de éstos, los simpatizantes no militan ni lo han hecho. Sin embargo, con sus matices, se consideran parte del campo político y brindan sus opiniones cuando charlamos al respecto.
Alejo, un queer de 23 años que se encuentra buscando empleo para ahorrar y poder dejar de vivir con su madre, no milita. Cuando estaba en primer año del secundario en un colegio universitario, intentó sin éxito acercarse al centro de estudiantes, pero le daba pereza socializar con las y los estudiantes de quinto año. En 2017 fue por primera vez a la marcha del orgullo con su novio, Álvaro y los amigos de él. Aunque esa era su primera marcha del orgullo, había participado de otras jornadas de movilizaciones: 8 de marzo, 24 de marzo -día de la memoria por la verdad y la justicia en que se conmemora a las víctimas de la última dictadura militar argentina- y 16 de septiembre -día de los derechos de los y las estudiantes de escuela secundaria, en homenaje a un grupo de estudiantes secundarios secuestrado en 1976-.
Su novio, Álvaro, tiene la misma edad. Con Alejo rivalizan ya que Álvaro fue al otro colegio universitario31 de la Ciudad de Buenos Aires. Agradece haber ido a esa escuela tan politizada que le sirve para tener ideas de la política sin sentirse tan alejado. Recuerda haber participado de tomas del colegio y dormir allí, además de sumarse a cortes de calles. En quinto año tenía la politicidad a mano: la mayoría de quienes conducían el centro de estudiantes estaba en su división. De todos modos, este joven gay, que se emplea como tester de videojuegos mientras define qué carrera estudiar, se considera muy cínico para militar, su caracterización de la política y la democracia como corruptas alimentan ese cinismo.
Rodrigo, tarotista gay de 38 años, me recibe en el departamento que comparte con su marido con el televisor encendido en el canal de noticias TN32. En el secundario fue presidente del centro de estudiantes -aunque no lo define como militancia- y reivindicaba a la izquierda para contradecir a su padre, entonces comisario. La política le importa. Al sentirse en contra del kirchnerismo, fomentó mucho para que el PRO ganara las elecciones. Cuando discute, afirma ver los cambios producto de la gestión de Cambiemos33. Lo que le sucede, como explica, es que cuando cree en algo se vuelve un ferviente defensor de ello: como del aborto, en el centro del debate público en el momento de las entrevistas. Eso le ha generado discusiones; discusiones que le gusta dar.
Mario, un editor gay de revistas de 30 años, a pesar de tener mayoría de amigos politólogos o con militancia, le da pereza hacerlo. Rescata su participación política en Facebook, donde comparte, publica y discute, por ejemplo, con su familia. A diferencia del matrimonio igualitario, que fue a todas las marchas a favor con quien luego se convertiría en su marido, no suele movilizarse por esa misma pereza.
Al igual que Marcos y Darío, cuando a Marino, psicólogo gay de 31 años, le pregunto si milita o ha militado, introduce la necesidad de definir el concepto de militancia. Considera que sus trabajos tienen algo de militancia. Por ejemplo, esos tres años que trabajó gratis en un área dedicada a la diversidad sexual y especializada en personas trans de un hospital porteño, algo de militancia tiene. Lo mismo que su trabajo como docente universitario, por el que cobra muy poco, en el que brinda talleres sobre vejez y género y sexualidad, algo de militancia tiene. También en su principal ocupación, como coordinador de un área dedicada a diversidad sexual en un ministerio nacional y su articulación con diferentes organizaciones, algo de militancia hay. Por el hospital comenzó a interesarse en cuestiones ligadas al género y la sexualidad. De todos modos, aún no encontró un lugar en el que sienta: es por acá, militemos. Sí tiene simpatías con el kirchnerismo y le cae bien Capicúa, una organización sobre diversidad sexual. Tampoco siente que sea por ahí. Por el momento, sigue con sus trabajos que, al tener algo de militancia, cuando sale de ahí quiere que la política deje de ser una fuente de preocupación.
Cuando a Enzo, estudiante para profesor de biología gay de 23 años, le pregunto si milita o lo ha hecho, irónicamente responde No corazón, esas cosas no. Para participar en política es necesario definirse -algo que no le gusta en ningún sentido-, sea por un movimiento, persona o pensamiento, y eso no le sucede. Su mayor aproximación con la política viene, al igual que Marino pero sin resignificarlo así, por su trabajo. Hace un mes es promotor familiar para una fundación que trabaja con un ministerio nacional. Entre sus tareas se encuentra ver si las familias que viven en villas cumplen con los calendarios de vacunación. Pero a partir de los intereses del equipo, acompañan a las familias en otras situaciones problemáticas diferentes a las que le piden y eso le resulta interesante.
Por último, Cristian; un homosexual de 31 años, que trabaja en el área de recursos humanos en un municipio del conurbano, a quien no le gusta la militancia. Tiene ideales, pero no le interesa casarse con ningún partido político. Se siente cercano a la izquierda, pero tampoco allí encontró referente que lo movilizara. Ve la política como una actividad sucia, y, por carácter transitivo, la militancia como una tienda de egos.
Aun cuando no hayan militado activamente, los simpatizantes poseen en su trayectoria algún tipo de involucramiento en la vida política, a la que miran más o menos de lejos. De hecho, se han movilizado para cuestiones puntuales, pero no consideran que eso pueda definirse como una militancia. En ocasiones, sus ideales los llevan a verse envueltos en discusiones con otras personas, sea en eventos familiares o desde la comodidad de sus cuentas en redes sociales. Cuando explican por qué no militan esgrimen la falta de ganas de hacerlo, no haber encontrado referencias que los movilicen para tomar el compromiso o la simple necesidad distanciarse de la política a la que su trabajo ya los tiene acostumbrados. Esa relativa lejana proximidad con lo político se traduce en que algunos lo conciban como un ámbito corrupto y poco transparente, lo que refuerza su limitada predisposición para comprometerse. Si hasta el momento la militancia, en un sentido amplio, había definido los perfiles anteriores, los simpatizantes no tienen un involucramiento activo, orgánico y perdurable en el tiempo que los haga definirse, en esa lejana proximidad, como militantes. De todos modos, la política es algo que los interpela e interesa, por lo que eventualmente se han involucrado un poco.

Outsiders: al margen y poco interesados

Al igual que los simpatizantes, los outsiders no militan ni han militado. Pero, a diferencia de los anteriores, se sienten todavía más lejos de la militancia y de la política en general. Si el involucramiento político de los simpatizantes era bajo, el de los outsiders es menor.
Unos días antes de la marcha del orgullo de 2017 tuvimos nuestro último encuentro con Luchi y ya había probado el glitter que usaría. Ante la pregunta de si ha militado, este gay de 25 años responde que siempre tuvo la idea de hacerlo, ya que luego de asumirse pensó que tenía que hacer algo con ese mensaje de la diversidad sexual para ayudar a abrir mentes, como había hecho con sus familiares. Averiguó por organizaciones pero nunca fue. En el último tiempo en su trabajo, en una multinacional de servicios financieros en la que se desempeña como analista, se conformaron grupos que brindan charlas referidas a las temáticas de diversidad sexual. Tras anotarse, desistió cuando se dio cuenta de que no quería ser parte de esa mentira, ya que la aceptación que le interesa es la de compañeras y compañeros, no la de la empresa.
Con Leandro, un gay de 28, nos encontramos los lunes, su franco como recepcionista en la peluquería de un amigo. Cuando salió del closet, hizo suya las palabras que un diputado en los debates por la ley de matrimonio igualitario citó del periodista Osvaldo Bazán: a diferencia de un chico gordo o negro, un niño gay no puede compartir con sus padres la angustia por las cargadas que recibe. Por disfrutar de las historias de militancia de otro amigo, más grande y amigo de Carlos Jáuregui, pensó eventualmente en militar. Pero como es cauto, piensa que no lo podría haber hecho. Hoy en día, luego de pasar por psicoterapia, está más sobre sus pies y podría mantener discusiones y sostener su posicionamiento.
Yoel, un gay de 26 años que trabaja en el área de seguridad e higiene en una multinacional que ofrece servicios de consultoría, es más hermético en torno a la política. Aun cuando tiene una postura, evita hablar de política; por lo que militar le resulta algo impensado. En un contexto muy politizado y de gran polarización, teme que si dice algo se lo malinterprete o enseguida se lo coloque bajo una bandera u otra. Por eso, para ahorrarse posibles conflictos, se mantiene al margen. Algo similar le pasa a Patricio, un cocinero gay de 29 años empleado en una cadena internacional de hoteles, que tampoco nunca militó. Supone que hay quienes tienen más desarrollado ese lado y sienten necesidad de involucrarse; pero no es su caso. Al no ser la política un ámbito en el que se desenvuelva con soltura ni tener tampoco una orientación política en particular, prefiere mantenerse alejado. Sí le interesa conocer las opiniones de familiares y amigos, pero no mucho más.
Cuando le pregunto a Igor, un profesor de danzas y bailarín gay de 26 años si milita o ha militado, es contundente con su respuesta: No, ni va a suceder. Tras reafirmar que odia la política, considera que tal vez hoy le parece interesante entender un poco más el contexto. De todos modos, no se dedicaría a la política.
Juli, un gay de 22 años encargado de ventas en la concesionaria de autos del padre, enseguida aclara no estar muy al tanto de la política y lo agota tanto fanatismo que deriva en rivalidades, adecuado para clubes de fútbol pero no para la política. Excusándose por hablar desde su ignorancia, me pide opinión sobre un debate que vio en redes sociales: si los varones podían participar en la marcha por el día internacional de la mujer o si debían abstenerse. La rivalidad que encontró en torno a ese tema también la sufrió en carne propia luego de que, en Facebook, lo empezaran a hostigar por haber discutido con otro usuario. El problema no fue la discusión sino que, producto de alineamientos políticos, muchos se sumaron a su intercambio con ese otro usuario para insultarlo. Al ver esas grietas y divisiones incluso dentro de la comunidad LGBT, repudia la toxicidad del colectivo que, según entiende, tendría que estar defendiendo la unidad. Eso mismo lo vio en la única marcha del orgullo, a la que fue el año anterior: luego de presenciar un evento muy politizado, en el que se mezclan cosas que no deberían, no cree volver a ir.
Ricky, peluquero gay de 34 años que trabaja por su cuenta, explica su falta de conocimiento de política por su origen nacional: en su Colombia natal, donde vivió hasta sus 24, como la política era toda corrupta, a nadie le interesaba. En Argentina, con su marido comenzó a interesarse y, por la pasión por la docencia de este abogado que le lleva más de 20 años, no duda en pedirle que le enseñe cosas: por ejemplo, que le explique de política, de economía, de historia. De todos modos, la iniciativa por convertirse en ciudadano argentino fue del mismo Ricky, quien está orgulloso de tal logro, que no es producto de su estado civil. Cada vez que hay elecciones, es uno de los primeros en ir a votar -algo que hizo por primera vez en Argentina-. Con todo, no está interesado en militar.
Entre los outsiders es más extendida la caracterización del escenario político como polarizado. Esa polarización, con su consiguiente fanatismo y rivalidades, puede desincentivarlos a hablar sobre política ya que no quieren ser identificados ni con uno ni con otro lado. Al mismo tiempo, posicionarse implicaría tomar partido y disponerse para enfrentar intercambios, algo que o por cautos o por no ser buenos para discutir, prefieren evitar. Algunos están más interesados en la realidad sociopolítica que otros, quienes sencillamente odian la política. Para los outsiders, más que para el resto, lo político34, en un sentido amplio que tiende a aproximarse a las cuestiones partidarias, devino una esfera de acción lejana, con sus propias reglas y algo en lo que no quieren verse involucrados. En línea con los resultados de los trabajos sobre familiaridad y cercanía al hablar de política, la definen como una actividad autonomizada (Jelin y Vila, 1987; Pereyra y Marentes, 2020). Algunos en algún momento pensaron en hacer algo, pero ese impulso duró lo que un rayo. No obstante, esta caracterización no implica que no se sientan más o menos interpelados por la política. Justamente, es su polarización lo que más los interpela, los disuade de involucrarse demasiado y los convence de mantenerse al margen. A diferencia de los simpatizantes, su distancia con la política se traduce en una mayor renuencia a opinar al respecto, de allí que sus respuestas también hayan sido más escuetas. De ese modo, su casi renuente involucramiento político los convierte en outsiders.

Conclusiones: muy politizados; identidades sexodiversas en un escenario polarizado

A lo largo de estas páginas intenté caracterizar los perfiles de involucramiento político de varones gays metropolitanos, a quienes contacté para una investigación sobre amor. Por eso, los resultados serán -como en todas las investigaciones- parciales. La apuesta con esta descripción de sus perfiles radica en contribuir a futuras indagaciones en torno a la politización a partir de enfoques biográficos. Si bien el caso de estudio consistió en varones gays, las reflexiones sobre los perfiles de involucramiento político lo trascienden, pudiéndose extender hacia otros grupos. De allí que la diversidad sexual pueda ser pensada como un eje aglutinante de estos perfiles, mas no el único.
Los activistas conforman el primero de los perfiles. Estos varones además de haberse involucrado activamente en la militancia política -no sólo partidaria-, se mantienen en ella. Militar es hacer cosas, y por ese hacer, pueden superar obstáculos y conseguir reconocimiento. Eso, sumado a la sociabilidad producto de la militancia puede ayudarlos a mantenerse en carrera. Su participación se conjuga en el presente que dure su involucramiento.
Para el segundo perfil, el de los acompañantes, nos detuvimos en quienes conocen la política por su pasado de militancia. Se diferencian de los primeros en que su involucramiento quedó en un pretérito perfecto: han militado. Alejarse de la militancia puede haber sido producto de reacomodamientos propios del espacio en el que estaban o porque su actividad llegó a su fin -elecciones, mandatos cumplidos-. Con todo, luego de esas experiencias y acompañando distintas luchas y con involucramientos puntuales, se dedicaron a otras cosas -estudios, trabajo o pareja- que habían descuidado por su otrora compromiso político.
Al igual que los anteriores, los desencantados conocen de política por su trayectoria. Pero debido a ese sabor amargo que les dejó lo turbio del juego político, la rosca, los egos y las discrepancias internas, entre otras cosas, se alejaron. El pretérito imperfecto -militaban- define ese pasado. Su desencanto les permite matizar la ilusión con la que se acercaron a la militancia, a la que ya no ven con los mismos ojos.
No todos los perfiles comparten un pasado o presente de activa participación. Los simpatizantes conocen de política por sus conocidos y amigos, por su trabajo o por haberse involucrado con alguna actividad puntual -como marchas y otro tipo de protestas- en algún momento. Pero no tienen ganas de embarcarse en la carrera de la militancia: porque les da pereza, porque necesitan tomar distancia del trabajo, porque no encontraron el lugar donde hacerlo o porque mantienen críticas hacia la política y los políticos. Con todo, les gusta saber dónde están parados, a veces opinar e incluso involucrarse y discutir con allegados y conocidos, en general en redes sociales.
Completan esta descripción de perfiles los outsiders. No sólo nunca han militado, sino que la política les termina resultando un ámbito muy ajeno. Quizás alguna vez asistieron a alguna marcha del orgullo y hasta pensaron en involucrarse, pero fue un impulso efímero. Aunque al margen de ese mundo que es la política, sí saben que conlleva posicionamientos, sobre todo en un escenario tan polarizado. Por ello, suelen preferir no hablar de política: porque no saben, porque no quieren ser identificados con una u otra posición, porque quieren evitar conflictos o porque la odian.
Finalmente, a lo largo de todos los perfiles, existen principios transversales de politización: las identidades sexuales en una situación política polarizada. En tanto las trayectorias vitales de estos varones se inscriben en un régimen heterosexista, sus identidades sexuales son una de las claves para comprender la politización. Tanto como quienes militan o lo han hecho como quienes veían con recelo el ámbito de la política, sus identificaciones en términos de orientación sexual devienen un puntapié para lo político. Mientras que quienes alguna vez militaron tuvieron un acercamiento en cuestiones de género y diversidad sexual, los que nunca militaron consideran que lo gay podría llevarlos a acercarse a la política o a criticar, justamente, los problemas dentro del colectivo de diversidad sexual. Para la mayoría, en tanto subordinada a la heterosexualidad obligatoria, su identidad sexual continúa siendo un foco de politización. Eso conlleva a que, incluso los más alejados, no estén tan distanciados.
Pero las identidades sexuales no flotan en el aire. En todos los perfiles nos encontramos con menciones acerca de la situación política contemporánea signada, en mayor medida, por el kirchnerismo, tanto cuando fue gobierno como cuando fue desplazado del poder. La famosa grieta35 y polarización política fue más señalada por quienes se ven más alejados de la política, mientras que quienes están más involucrados tendieron a relacionar su involucramiento con los diferentes momentos del kirchnerismo: su apogeo, la crisis sucesoria y el reacomodamiento durante el gobierno macrista. De todos modos, las menciones en torno a la situación política no acababan con el kirchnerismo y el antikirchnerismo, sino que también implicaban menciones a otras movilizaciones y marchas, como las del 24 de marzo y las del 8 de marzo, o la gran movilización en torno al proyecto de interrupción voluntaria del embarazo que tuvo su primer tratamiento legislativo durante el trabajo de campo.
En suma, estos varones, en distintos niveles y con diferentes grados de involucramiento político, están muy politizados. Primero, porque bajo un régimen heterosexista, que hombres se sientan atraídos por otros hombres contribuye a consolidar identidades políticas sexodiversas. A eso se suma el segundo punto, el del contexto político en el que se inscriben sus trayectorias, signado por una gran polarización que se acompaña de una multiplicidad de eventos políticos -y politizantes-. De allí que, con las modulaciones de cada perfil, estos temas hayan estado presentes en las discusiones en torno a la política. Así, este trabajo buscó describir la densidad de los perfiles de involucramiento político de una treintena de varones que, con orgullo o sin él, están muy politizados.

Agradecimientos

Agradezco los comentarios de Adrián Berardi, Ana Matus y Emmanuel Theumer a una primera versión de este texto. Las recomendaciones de quienes lo evaluaron contribuyeron a mejorarlo sustancialmente.

Notas

1|   El significado orgullo en el marco de la movilización política de la sexo-diversidad tiene una larga historia que se remonta a las protestas de junio de 1968 en el bar Stonewall Inn, en Nueva York, Estados Unidos. Se toma este hito como fundante de los modernos movimientos políticos de la diversidad sexual y las marchas del orgullo en muchas ciudades del mundo suelen celebrarse alrededor del aniversario de este evento. En Argentina, las primeras movilizaciones de las asociaciones por la lucha de los derechos de gays, lesbianas y travestis no apelaban al orgullo, sino a la dignidad (Bellucci, 2010). Para un análisis sobre la popularización del orgullo en los años noventa en nuestro país, véase Insausti (2016).
2|   Como incorporo lo que me fue contado como relatos, en cursivas señalo palabras textuales. Utilizo el tiempo presente del momento del trabajo de campo para relatar el encuentro con estos varones y lo sucedido en las entrevistas.
3|   Como sostienen diferentes autores (Meccia, 2011; Melo, 2005; Muñoz, 2009, entre otros), en los mundos gays es habitual la identificación satírica con las estrellas del cine, la televisión y la música. De allí que la referencia a la famosa frase de Mirtha Legrand se inscriba en una tradición de guiños dentro del campo de estudios sobre diversidad sexual hacia las culturas masivas.
4|   Mirtha Legrand, actriz de la época dorada del cine argentino, desde hace más de cinco décadas conduce un ciclo de almuerzos -a veces cenas- televisivos en el que invita a personalidades de la política, la cultura, el deporte, la ciencia, entre otros. En uno de los almuerzos invitó a Cecilia Rossetto, actriz y cantante cuyo marido había sido desaparecido en 1976 por la última dictadura militar argentina. En ese almuerzo se produjo un cruce en el que la conductora acusó a la artista de ser muy politizada y muy de izquierda. El fragmento puede verse en https://youtu.be/_HBfZtuET04 (Consultado el 7 de diciembre de 2021).
5|   El término cis, en contraste con trans, se utiliza para referirse a quienes se consideran, ven y sienten conforme al género asignado al nacer y bajo el cual se han socializado.
6|   El genérico ‘cosas’ nuclea objetos como pueden ser regalos, los modos en que aparece el dinero en las relaciones, la presencia de juegos y juguetes, la existencia de secretos, ámbitos en los que se genera competencia, lugares que escenificaron las historias de amor, entre otras.
7|   Los llamo metropolitanos porque, aunque no todos hayan nacido allí, viven en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Como hice en otros trabajos, podría definirlos como argentinos, pero estoy tratando de corregir mi ambocentrismo.
8|   La Marcha del Orgullo de Buenos Aires se celebra anualmente desde 1992. En su origen, la fecha de la convocatoria coincidía con el aniversario de Stonewall, como sucede en otras ciudades del mundo. Sin embargo, por el impacto del frío invierno sobre una población cuyas defensas estaban comprometidas debido a la epidemia de VIH/sida, comenzó a celebrarse el primer sábado de noviembre. Para análisis de la marcha del orgullo de Buenos Aires véase Fígari et al. (2005), Jones, Libson y Hiller (2006), Settani (2014), para la de Córdoba véase Iosa et al. (2012).
9|   En 2010 se sancionó la Ley Nacional 26.618 que modifica algunos artículos del Código Civil habilitando el matrimonio entre personas del mismo sexo. La iniciativa, que enseguida se popularizó bajo el nombre de ley de matrimonio igualitario, contó con el apoyo del entonces oficialismo (Hiller, 2011).
10| Opto por referirme a un movimiento y colectivo de diversidad sexual en vez de LGBTTTIQ+ por una cuestión de estilo. Como sucede con la sigla que permanece abierta a la incorporación de letras, no entiendo a la diversidad sexual como estática, definida de una vez y para siempre ni exenta de tensiones, conflictos y negociaciones. Asimismo, este concepto integra a la diversidad genérica.
11| El Movimiento Social de Inquilinos -MOI- es un movimiento social que pertenece a la Central de Trabajadores de la Argentina -CTA-, cuyo reclamo original consistía en el acceso a la vivienda como fuente de ciudadanía.
12| Para un análisis sobre transversalidad en diferentes espacios de militancia, véase Berardi (2020a).
13| Jaime participa del Colectivo de Varones Antipatriarcales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que se creó en 2010. En él, un grupo de hombres, tanto gays como heterosexuales, se proponen revisar los mandatos de género y reconfigurar el lugar de los varones en la lucha feminista.
14| Cristina Fernández de Kirchner fue presidenta de la Nación Argentina de 2007 a 2015 tras ser reelecta en 2011.
15| Partido político de izquierda.
16| Diana Sacayán fue una militante travesti argentina, asesinada el 11 de octubre de 2015. En 2018, con un fallo histórico la justicia reconoció que se trató de un caso de travesticidio.
17| Agrupación política juvenil fundada hacia 2006 de orientación kirchnerista. Cuenta con amplia presencia en todo el territorio nacional.
18| El entonces expresidente y esposo de la presidenta de la Nación Argentina, Néstor Kirchner, falleció el 27 de octubre de 2010. Sobre los hitos políticos de la militancia juvenil en La Cámpora, véase Vázquez y Vommaro (2012).
19| La CHA se creó en 1984 en una discoteca gay en la Ciudad de Buenos Aires, llegando a ser hoy la organización de lucha por los derechos de la diversidad sexual más antigua del país. Sobre las controversias entre la CHA con otras asociaciones, véase Hiller (2011) y Moreno (2008); sobre el activo rol de Jáuregui en su fundación, véase Bellucci (2010) e Insausti (2016).
20| Sobre la imbricación entre organizaciones de diversidad sexual, en particular la CHA y organismos del Estado, especialmente el INADI, véase Hiller (2011). La autora también analiza las limitaciones de esta organización para articular con otras, clave en la disputa referida.
21| Aunque podría pensarse que su ocupación va en el camino de la profesionalización de la política en el que cambia la actividad militante, que Gené describe a partir del caso del Ministerio del Interior (2017, 2018), Nahuel no lo ve así.
22| Movimiento social de tendencia peronista y kirchnerista. Para un excelente estudio de su génesis y transformaciones, véase Longa (2019).
23| En 2018, se trató por primera vez en el poder legislativo nacional la ley de interrupción voluntaria del embarazo, en medio de una gran movilización política.
24| Salir del closet deriva del inglés coming out of the closet y refiere al proceso a partir del cual se asume la identidad no-heterosexual ante otras personas.
25| La FALGBT se creó en 2006 como resultado del acuerdo entre cinco organizaciones. Su primera presidenta fue la activista lesbiana María Rachid.
26| Esto contrasta con lo que les sucedió a Jaime y otros compañeros del Colectivo de Varones Antipatriarcales, que lograron que su facción contrahegemónica desplazara a la entonces hegemonía.
27| Apócope coloquial de progresista.
28| Organización política de centro izquierda fundada en 2004 por Martín Sabbatella. Con los años se inclinó hacia el kirchnerismo.
29| Esta agrupación resultó de una movilización callejera iniciada en 2011 en Canadá, SlutWalk en inglés, contra las violaciones y agresiones sexuales hacia las mujeres. Lucas se acercó a la agrupación local que replicó esta iniciativa.
30| Acrónimo de pequeño burgués, usualmente utilizado con sarcasmo y/o desdén.
31| Aunque la Universidad de Buenos Aires posee más colegios universitarios, existe una histórica rivalidad en particular entre dos de ellos, el Colegio Nacional de Buenos Aires y la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, a los que asistieron Alejo y Álvaro.
32| La señal de televisión TN, Todo Noticias, es un canal de cable que forma parte del multimedio del Grupo Clarín. Se caracterizó por su posicionamiento crítico hacia el kirchnerismo.
33| Cambiemos es el nombre de la coalición política que integraron, entre otros partidos, el PRO, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica Ari. Por esta alianza Mauricio Macri, del PRO, se convirtió en presidente de la República Argentina.
34| A lo largo del texto he usado lo político y la política de manera intercambiable, siguiendo los modos nativos en que los mismos entrevistados los utilizaban. Agradezco a Emmanuel Theumer por haberme hecho notar este punto.
35| En Argentina se denomina grieta a la polarización política contemporánea, entre el polo kirchnerista y el polo macrista o antikirchnerista. En torno a ese término se construyen discursos y políticas que tienden a profundizarla o, por el contrario, a salvarla.

Bibliografía

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