ARTÍCULO ORIGINAL
“El cura de Alicia” Alicia Kirchner en la trayectoria y gestión del sacerdote Juan Carlos Molina en la SEDRONAR (Argentina, 2000-2015)
(“Alicia’s priest” Alicia Kirchner in the trajectory and administration of the priest Juan Carlos Molina in the SEDRONAR (Argentina, 2000-2015))
Fausto Gabriel Ferreyra*
Recibido el 05/07/18
Aceptado el 07/05/19
* Universidad Nacional de Quilmes - Roque Sáenz Peña 352 - CP B1876BXD - Bernal, Buenos Aires - Argentina. Correo Electrónico: faustogabrielferreyra@gmail.com
Resumen
En noviembre de 2013, el sacerdote Juan Carlos Molina fue nombrado al frente de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR). Su gestión, que se extendió hasta junio de 2015, coincidió con un intenso incremento en la visibilidad pública de la dependencia en concordancia con el aumento de sus partidas presupuestarias y expansión de su planta de funcionarios. El objetivo de este artículo es aproximarse a la trayectoria previa y estilo de gestión de Molina haciendo especial hincapié en el papel allí desempeñado por la figura de la entonces Ministra de Desarrollo Social de la Nación, Alicia Kirchner (2003-2005/2006-2015). La premisa de trabajo es que aquel vinculo personal e ideológico permitió al sacerdote obtener la experiencia necesaria para su arribo a la SEDRONAR a la vez que colaboró en la construcción de una modalidad específica de ejercer la gestión estatal. El análisis de dicho proceso permite reflexionar sobre la forma en que las redes de sociabilidad producen porosidades entre el Estado y la sociedad civil y, por otro lado, dinamizan la transmisión de destrezas y modos de desempeñar la función pública.
Palabras Clave: Adicciones; Estado; Kirchnerismo; SEDRONAR.
Abstract
In November 2013, the priest Juan Carlos Molina was appointed as head of the Secretary of Programmes for Prevention of Drug Addiction and Fight against Drug Trafficking. (SEDRONAR, according to the Spanish initial letters). His administration, which lasted until June 2015, coincided with an intense increase in the public visibility of the secretary in accordance with the growth of its budget and expansion of the payroll of officials. The aim of this article is to approach to Molina’s prior trajectory and administration style with special emphasis on the role played by the figure of the State Ministry of Social Development of that moment, Alicia Kirchner (2003-2005/2006-2015). The premise of work is that this personal and ideological link allowed the priest to obtain the necessary experience for his arrival at SEDRONAR, while he was collaborating in the construction of a specific modality of exercising state administration. The analysis of this process allowed us to reflect on the way in which social networks produce porosities between the State and civil society, on the other hand, revitalize the transmission of skills and ways of performing the public function.
Keywords: Addictions; State; Kirchnerism; SEDRONAR.
Introducción
El 29 de noviembre del año 2013 el entonces jefe de Gabinete de Ministros de la Nación Jorge Capitanich anunciaba que, tras “el retiro de las licencias ministeriales”, la Presidente Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) había decidido la designación del “padre Juan Carlos Molina” como titular de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR), dependencia nacional con rango ministerial encargada, en aquel entonces, de intervenir sobre la oferta y demanda de sustancias ilícitas. La “experiencia en el trabajo territorial” y la “amplia vocación de servicio hacia los más pobres”, según el jefe de ministros, eran algunas de las cualidades que habilitaban a Molina a ejercer el cargo que le era asignado en el marco de lo que se presentaba como una “nueva estrategia de desarrollo” de la Secretaría. Para Capitanich aquellas destrezas dotaban al sacerdote de idoneidad para “trabajar desde una óptica absolutamente diferente con respecto al tema de la drogadicción” (TV Pública Argentina, 29/11/2013).
Las palabras del alto funcionario lejos estaban de ser infundadas, aunque tampoco pueda afirmarse que hayan sido fruto de una valoración imparcial. Capitanich y Molina poseían, previo a esa instancia, un cercano vínculo desde el año 2008, cuando el primero se desempeñaba como gobernador de la provincia de Chaco. Por entonces, la Fundación Valdocco, encabezada por el sacerdote, había instalado una nueva sede (o, tal como son denominadas institucionalmente, “casa”1) en la región de bosque nativo conocida como el Impenetrable chaqueño.
Fue larga la distancia que la institución recorrió en esa oportunidad. Su origen se remontaba a la provincia de Santa Cruz, donde había sido fundada en el año 2001 con el objetivo de brindar “contención, educación y orientación a niños, adolescentes y jóvenes en situación de marginalidad” (Fundación Valdocco, 2010: s/n). Un cometido que retomaba del legado de San Juan Bosco, creador de la congregación salesiana, de la cual Molina es miembro profeso. De allí el nombre de la fundación, que evoca el barrio de Turín donde el beato comenzó su obra religiosa.
Según el propio Molina fue en dicha provincia del sur del país, mientras se desempeñaba como cura en una parroquia local, donde supo tejer otra apegada relación: con Alicia Kirchner, entonces ministra de Asuntos Sociales de la provincia (1991-2003) y hermana del gobernador Néstor Kirchner (1991-2003). Sostiene que, en aquel momento, la futura ministra de Desarrollo Social de la Nación (2003-2005/2006-2015), jugó un papel determinante en el proceso de constitución de la entidad civil como también lo hizo en su posterior desenvolvimiento. Sus redes de sociabilidad, de tal modo, son comprendidas por el sacerdote como un elemento necesario para explicar la expansión de la Fundación, que llegó a poseer, para el año 2010, “casas” en dos provincias argentinas y en Haití2 (Fundación Valdocco, 2013: s/n).
Sin embargo, Valdocco fue una organización de la sociedad civil que lejos estuvo, al menos antes de la designación de Molina, de presentarse como un ente focalizado especialmente en el asunto de las “adicciones”. Más bien, este constituía uno de sus ejes de acción, con establecimientos específicos correspondientes, pero siempre subordinado al criterio preliminar de delimitación de su población objeto: “jóvenes en situación de marginalidad”. En tal sentido, tampoco constituía un actor privado de relevancia en la escena nacional de dicha cuestión, como si lo eran, por ejemplo, las instituciones concentradas en la Federación de Organismos no Gubernamentales de la Argentina para la prevención y el tratamiento del abuso de drogas (FONGA)3.
Apuntado esto, en el marco de una indagación más amplia sobre la gestión del sacerdote, el presente trabajo se propone explorar algunos rasgos del proceso de arribo y desarrollo de Molina en la gestión pública en base a fuentes primarias y entrevistas realizadas al ex Secretario4. Más específicamente, intenta aproximarse al papel desempeñado por la figura de Alicia Kirchner en la definición de las características del recorrido, perfil individual y estilo de gestión de Molina. Es decir, se aborda la trayectoria del sacerdote prestando especial atención al lugar allí ocupado por el ámbito estatal como corolario de las relaciones por él mantenidas con agentes clave de dicho campo. El nexo establecido con la ministra, en este sentido, se torna en un elemento explicativo no sólo de la designación de Molina, sino también respecto al perfil individual y estilo de gestión adoptado por el sacerdote una vez en la función pública, a la vez que denota la porosidad existente entre el quehacer del Estado Nacional y las intervenciones de la Fundación Valdocco.
En este sentido, en el primer apartado se abordan los rasgos de la trayectoria de Molina más relevantes para entender su nombramiento en la SEDRONAR. El proceso de surgimiento y funciones asignadas a la “casa” de la Fundación Valdocco afincada en la provincia de Chaco en el 2008 nos lleva a interrogarnos en torno a las comunicaciones sucedidas entre el Estado y la sociedad civil, en este caso movilizadas sobre las redes de sociabilidad tejidas por agentes de ambos campos.
Teniendo en cuenta que en dicho trayecto, en el cual Molina se hizo de la experiencia que justiciarían su nombramiento oficial, la “militancia” se tornó en un significante importante de sus prácticas, en el segundo apartado se analiza las características adoptadas por ese perfil una vez puesto el sacerdote al frente de la SEDRONAR. En aquel terreno, la “militancia”, entendida como una forma de ejercer la función pública en relación a compromisos ideológicos que la trascendían, tuvo lugar amalgamada con una serie de gestos antileitisas, impugnantes de los modos tradicionales de la jerarquía estatal, constitutivos de la exposición de un perfil activista.
Se trata, en suma, de un análisis que apunta a dotar de un rostro humano al Estado. Esto implica, entre otras cosas, prestar especial atención a las figuras que en un momento determinado llegaron a ocupar una posición determinante en su andamiaje interno, y los rasgos, procesos y políticas multiformes que devinieron de dicha investidura. De este modo recorridos biográficos, vínculos personales, destrezas y saberes, perfiles y dotes, y filiaciones ideológicas de ciertos actores relevantes que ejercieron cargos públicos configuran un campo de indagación necesario (Bohoslavsky y Soprano, 2010). En este marco, las redes sociales, entendidas como lazos particulares que trascienden la mera interacción circunstancial y dinamizan el intercambio de recursos individuales y colectivos sobre los que se erigen cosmovisiones, máximas de acción y prácticas gubernamentales (Giorgi, 2014), constituyen un asunto medular en este campo de estudio. Paralelamente, se considera pertinente abordar la experiencia de la gestión estatal desde las significaciones construidas por los propios actores que allí circulan y agencian. De allí es posible acceder a sentidos que, aun siendo de igual relevancia en el quehacer cotidiano del Estado, difícilmente puedan ser observados en los documentos programáticos y normativos (Perelmiter, 2007).
En este sentido, el presente se inscribe en la serie de investigaciones que se han propuesto comprender las designaciones funcionarios públicos, como también su acción política, a partir de la reconstrucción de sus trayectorias sociológicas (cf. Mallimaci y Giorgi, 2016; Pantaleón, 2004; Ramacciotti, 2009 y 2018).
Entre el Estado y el tercer sector: la “casa” del Impenetrable chaqueño
Según Mallimacci y Esquivel (2013), en la era democrática, el nivel de afinidad o enfrentamiento entre los diferentes gobiernos y la Iglesia Católica estuvo marcada por el margen concedido a la cúpula de la institución sobre espacios de la vida social que entendía, en cada momento histórico, de su natural incumbencia: la educación, la asistencia social, la familia, la sexualidad, entre otros. En este sentido, si bien ciertas concesiones permanecieron invariables (relativas a la trasferencia de recursos económicos, jurídicos y simbólicos que signan el histórico tratamiento diferencial del Estado sobre las distintas confesiones), el gobierno de Néstor Kirchner emprendió una reconfiguración en el modo de relacionarse con la jerarquía de la Iglesia. Así, la promoción estatal de derechos sexuales, reproductivos y de género en plena convivencia con la disconformidad de los actores centrales del campo católico resultaron, durante los gobiernos kirchneristas, en una “colisión entre el poder político y el poder eclesiástico” (Esquivel, 2013: s/n).
Fue precisamente este último sector el que consideró necesario resaltar públicamente su desvinculación respecto al nombramiento de Molina como secretario de Estado. El hecho de que asumía el cargo “ni en nombre ni en representación de la Iglesia Católica” y su poca gravitación en el entramado institucional eclesiástico caracterizaron las apreciaciones episcopales difundidas por los medios de comunicación (La Nación, 30/11/2013) preocupadas no sólo por la conservación de la ideal autonomía formal entre los campos, sino por evitar la emisión de cualquier señal que pudiese ser interpretada como de respaldo a un gobierno nacional con el que mantenía múltiples disputas.
Según Molina, en su relación con aquellos núcleos jerárquicos de la Iglesia, como también con sus mecanismos de concurso e interacción internos, siempre predominaron las rispideces y desacuerdos en relación a múltiples áreas de la vida institucional y política. Incluso, hasta la actualidad, la demarcación de una distancia respecto a determinadas cosmovisiones y practicas coyunturales de la cúpula eclesiástica nacional se ha traducido en un elemento definitorio de la presentación de sí mismo: “Exactamente, soy sacerdote…. en disenso, pero soy sacerdote (risas)…. me peleo mucho con los obispos” (Molina, entrevista personal, 29/09/2016).
En este hecho radica, según él, uno de los motivos que explican el surgimiento de la Fundación Valdocco, años antes de cualquier proyección relativa a la función pública. Su creación, tal como lo plantea el sacerdote, se tornó en un simple corolario de un progresivo alejamiento de las instancias formales del desarrollo institucional. No obstante, vale resaltar, las creencias, oficios, propósitos y credenciales adquiridos en dicho campo de ningún modo fueron claudicados en esta mudanza, al menos parcial, desde la institución clerical a la organización de la sociedad civil.
Históricamente, distintas organizaciones de la sociedad civil han ocupado un rol fundamental, cuando no hegemónico, en la atención de diversos problemas concernientes a la cuestión social moderna. Como han señalado diferentes trabajos (Testa, 2016; Cerdá, 2015; Golbert, 2010), sociedades, asociaciones, fundaciones, ONGs, entre otras, constituyen un conglomerado importante de actores privados con una larga tradición de intervención sobre una variedad de problemas sociales como la salud y la enfermedad, la educación o la atención de los sectores más postergados.
Sin embargo, con el retorno de la democracia, fundamentalmente tras el desmantelamiento de la política social sucedido con el avance del modelo neoliberal, fueron múltiples y de variada naturaleza las entidades pertenecientes al llamado tercer sector5, que surgieron en nuestro país derivadas de la creciente preocupación por el problema de la pobreza. Respecto a estas, el Estado prosiguió con su tradicional rol de principal proveedor de fondos mientras que las mismas, además de dedicarse a suplir sus deficiencias, se constituyeron en importantes interlocutores y consultores con conocimientos fundados en la proximidad cotidiana con los sectores sociales más postergados (Forni y Vergilio Leite, 2006: 216). En dicho contexto es que se inscribe el inicio del emprendimiento organizacional de Molina, en la provincia de Santa Cruz durante la gobernación de Néstor Kirchner.
Desde la perspectiva del sacerdote, en dicho proceso fue decisiva la cercana relación que supo construir con Alicia Kirchner, cuando él oficiaba de vicario parroquial y ella de ministra de la provincia de Santa Cruz. Una suerte de relación estratégica construida en base a la mutua satisfacción de necesidades institucionales (de partidas públicas, por un lado, y de poseer un interlocutor cercano a las problemáticas de los sectores marginales, por el otro) que pronto devino en un estrecho vínculo personal signado por la creciente sinfonía ideológica.
De acuerdo al relato del sacerdote, el acercamiento personal a la ministra de Asuntos Sociales y hermana del gobernador, Alicia Kirchner, constituyó una condición necesaria para poder dar curso efectivo a la serie de diferencias y desacuerdos sobre el modo en que la Iglesia Católica atendía a nivel local las necesidades de los jóvenes pertenecientes a los sectores más pobres. Según él, se trataba de características intrínsecas de sus instituciones de intervención (colegios, centros juveniles, oratorios, entre otros), las cuales generaban barreas para el acceso de franjas específicas de esos grupos poblacionales, entendidas como las compuestas por “los pibes más complicados: pibes chorros, pibes presos, con problema de drogas” (Molina, entrevista personal, 29/09/2016). En este relato, la vocación de hacer de éstos los destinatarios de sus acciones parecía tener sólo posibilidades de concretarse por fuera del andamiaje institucional de la Iglesia.
Según recuerda Molina, fue precisamente por medio de los recursos provistos por el ministerio provincial encabezado por Alicia Kirchner que logró poner en funcionamiento el primer establecimiento de la entidad que se inició bajo el nombre de “Pibes de la Patagonia”.
El sacerdote condensa la esencia de ese derrotero en el siguiente retrato del primer contacto con la ministra provincial, centrado en exhibir la inclinación inmediata que entre ambos se generó a partir del ejercicio compartido de una actitud llana y resolutiva que resultó determinante en la continuidad de la relación.
Ya habíamos encontrado un galpón y ya venía planeando de armar un centro para los pibes ahí, porque en frente había un barrio muy difícil. Es cuestión de intuición, de corazón. Pero no tenía vidrios, gas, nada. Entonces viene Alicia [Kirchner] y me pide la audiencia, la recibo (…). Venía a tantear quien era yo en realidad. Termina de hablar y le digo: “necesito que venga a conocer un lugar”. (…) Y nos fuimos del Colegio San José que está en el centro hasta la costanera donde estaba el galpón. (…) Entramos, y nunca me voy a olvidar de este gesto, nos paramos, hacía mucho frio, estaba muy sucio el galpón porque se lavaban tubos de petróleo. Y ahí ya había entrado en confianza. Me dice: “¿que necesitas para acá? Le dije: “los vidrios, el gas, arreglar los baños”. Bueno, a la semana yo tenía el gas, el vidrio y demás. Y ahí empecé a trabajar con los Kirchner (Molina, entrevista personal, 29/09/2016).
Así, asentada en una localidad al este de Santa Cruz, Molina comenzó su labor delimitando un conjunto reducido de objetivos inmediatos: satisfacer necesidades básicas como alojamiento y alimentación, brindar talleres artísticos y habilitar espacios de contención, recreación y deporte a las franjas etarias más jóvenes. En dicha iniciativa, como ya se anticipó, la intervención sobre la cuestión de las “adicciones” lejos estaba de constituir una preocupación central de la Fundación. Lo cierto es que a partir de allí el acenso gubernamental del nexo político de Molina dinamizaría la diversificación y expansión de la Fundación.
A mediados del año 2007, cuando Alicia Kirchner llevaba más de cuatro años al frente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, la Defensoría del Pueblo de la Nación impuso una demanda judicial con el Estado Nacional y la provincia de Chaco a raíz de la “situación de emergencia extrema” en la que se encontraban los habitantes de las comunidades indígenas tobas radicadas en la zona del Impenetrable chaqueño. Ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación solicitó “que se los condene a que garanticen a dichas comunidades una real y efectiva calidad de vida digna” y satisfagan los derechos básicos previstos por la Constitución Nacional y los Tratados Internacionales (CSJN, 2007: 4.139). En dicho marco es que Molina inscribe el asentamiento de la nueva sede de su Fundación en el noroeste argentino. Una traslación que exenta de las motivaciones materiales y políticas del Estado resultaría difícil imaginar. La expansión de la organización por fuera del territorio patagónico obligaría a modificar su nombre. Así, el impulso estatal promovería la nominación religiosa actual que honra al iniciador del movimiento salesiano.
En marzo de 2009, la ministra encabezó, acompañada del gobernador Jorge Capitanich y el sacerdote Molina, la ceremonia inaugural de la nueva “casa” de Valdocco, presentada como una intervención auspiciada por los gobiernos nacional y provincial (Casa Rosada, 02/03/2009). La mayúscula envergadura del proyecto se correspondió con las responsabilidades asumidas. Como puede apreciarse a través de sus publicaciones, la Fundación montó su flamante complejo en un vasto predio incrustado en el monte chaqueño, donde se distingue entre la vastedad del bosque circundante (Imagen 1).
Fotografía aérea de la “casa” del Impenetrable (Fundación Valdocco, 2010: s/n).
Dada la cantidad de personas en “situación de riesgo”, en adición a la multiplicidad de necesidades a satisfacer, ésta sede de la Fundación concentró un conjunto de servicios y acciones de iguales dimensiones. Por un lado, aunque desde ya con un alcance mayor que en la de la Patagonia, continuó realizando actividades de capacitación, esparcimiento y deporte, como también atendiendo requerimientos básicos como la alimentación. En este sentido, en su flamante sede contaría con: comedor, panadería, huerta, apiario, sala de faena, radio y gimnasio (Fundación Valdocco, 2010).
Pero paralelamente dilató su espectro de intervenciones incorporando, entre otras, un “centro educativo” donde ofrecería instrucción pre-escolar y primaria bilingüe, y secundaria polimodal y técnica. A su vez este contaría con un “centro de estudios terciarios” con cinco “tecnicaturas sociales”. Según uno de los folletos, en el año 2010, a este espacio educativo asistían unos 300 alumnos. Una innovación organizacional a la que se agregaron otras, como la instauración de un “centro de salud” integralmente equipado, con capacidad de otorgar atención clínica, neonatológica y odontológica. La instalación de una antena telefónica celular, red de agua potable y cloacal son otros de las beneficios antes ausentes que trajo aparejado el asentamiento de Valdocco en el lugar (Fundación Valdocco, 2010).
Por último, al interior de sus instalaciones se asentó un Centro Integrador Comunitario (CIC), una suerte de “extensión institucional” del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación abocada a la provisión de servicios sociales y la estimulación de la organización y participación ciudadana (Perelmiter, 2016: 72). Se trataba de una estrategia de relación con la sociedad civil impulsada a partir del año 2005, la cual “implicó la inserción del Ministerio en el territorio” (De Piero, 2015: 105). La coordinación entre el ámbito público y privado también se expresó, en este sentido, en la consolidación de áreas específicas de proyección estatal en el entramado institucional de la Fundación.
De este modo, como resultado de un posicionamiento específico de la dirección del Ministerio de Desarrollo Social, tal como Molina lo plantea en retrospectiva, se hizo de la Fundación una “extensión” de la dependencia en “el territorio”, allí donde la “situación de vulnerabilidad social” ameritaba la “presencia” del Estado (Molina, entrevista personal, 29/09/2016). Una modalidad de intervención incentivada a partir de la construcción de la distancia como problema político, consigna que, tal como lo distinguió Perelmiter (2016), guió el accionar del ministerio nacional encabezado luego por Alicia Kirchner y que, como veremos en el siguiente apartado, luego sería retomada en su gestión por quien en aquel momento oficiaba de interlocutor inserto en el espacio local chaqueño, dinamizando una serie de transformaciones burocráticas en la SEDRONAR.
Aunque ciertamente matizada por un contenido y modo de funcionamiento propios de una entidad del tercer sector con rasgos religiosos, las redes sociales tendidas entre los referentes de ambos ámbitos, como las intervenciones en las que se tradujeron, tornaron difusas las delimitaciones entre lo estatal y lo privado. Más allá de su utilidad analítica, se trata de una división que, si bien sostenida por diversas corrientes tradicionales de la teoría política, a la vez que transformada en sentido común ciudadano, difícilmente consigue resistir a constataciones empíricas como la aquí repasada. En este sentido es que, a la luz de lo aquí expuesto, acierta Saltalamacchia (2015) al considerar que “cualquier estudio de la relación entre los ciudadanos, las organizaciones no gubernamentales y las instituciones de gobierno puede mostrar la débil frontera que existe entre unos y otros” (p. 41).
La presencia de esta superposición borrosa, incluso posee su correlato en el plano de las subjetividades, condicionando los sentidos de los agentes que circularon en la cotidianidad de esos límites endebles. En este caso, las características y objetivos asignados, en adición al modo en que la Fundación había logrado expandirse hasta su nuevo destino, construyó una representación de la actividad de la Fundación en donde, si bien se reconoce que la misma fue realizada desde un institución del tercer sector, diferente a una institución netamente estatal, la “pertenencia al Estado” penetró profundamente su significación. Molina, respecto a esto, considera en perspectiva:
“(…) dependíamos del Estado. Estando en Chaco muchas cosas se solucionaban siendo parte de la estructura: viáticos, comprar material, pedir un camión, caminos, agua, todo se aceleraba. (...) O sea era una extensión del Estado en el territorio, indudablemente. (Molina, entrevista personal, 29/09/2016).
Esto abre un número de interrogantes en torno al lugar ocupado por “el Estado” en la trayectoria de Molina, previo a su designación como secretario. Sin dudas los vínculos por él entablados con actores claves de la esfera estatal explican su nombramiento como funcionario público. También, como vimos, estos favorecieron su desarrollo en el terreno donde acumularía la legitimidad para ocupar dicho cargo. En este sentido cabe afirmar que fueron intervenciones estatales determinadas las que posibilitaron, en gran medida, la construcción de Molina como un candidato idóneo para la dirección de la SEDRONAR, allanando el camino para la reunión de la experiencia necesaria para una designación justificada. En otros términos, fue el propio “Estado” el que, en distintas instancias, propició que el sacerdote llegase a ser formalmente “el Estado”.
Otra dimensión de análisis interesante, tomando esto último, sería conocer sí, desde la perspectiva de los destinatarios (en este caso las poblaciones del Impenetrable), el sacerdote era concebido como un representante estatal. O, por el contrario, en el imaginario local la motivación de su accionar era más bien individualizada en su persona, o incluso de algún modo interpretado como parte una misión religiosa más amplia. Molina, por su parte, afirma:
“(…) todos sabían que yo era el cura de Alicia y que tenía entre comillas cierto poder por la llegada que tenía con Alicia. Lo que podía tardar seis meses, conmigo tardaba una semana” (Molina, entrevista personal, 29/09/2016).
A partir de allí queda claro que tanto su procedencia devota como nexos del ámbito estatal eran, desde su perspectiva, bien conocidos. Sin embargo, aún permanece la incógnita respecto a sí él era concebido en su terreno de acción efectivamente como un agente estatal, cuestión que lleva a preguntarse por las representaciones allí construidas en torno al “Estado” mismo.
Simultáneamente, de aquella declaración del sacerdote se desprende un modo de exposición de sí mismo y de sus actividades pasadas en donde, nuevamente, el ámbito estatal se torna en un elemento significante de la intervención privada. Aunque escapa a las posibilidades de este trabajo conocer sí los destinatarios de las prácticas de la Fundación u otros actores de relevancia que allí circulaban conocían y apelaban al aceitado vínculo de Molina con Alicia Kirchner, lo cierto es que para el futuro secretario nacional se trataba de un capital social que concedía facultades reales y, de tal modo, impregnaba por completo su investidura en aquel escenario.
Ahora bien, el rol otorgado a la Fundación en el caso aquí repasado -que representa la materialización más importante del vínculo de Molina con el ámbito público previo a su nombramiento- advierte rápidamente la consideración mantenida sobre ella por parte de los agentes estatales clave que luego serían de algún modo determinantes en su designación al frente de la Secretaría. La extensión a la provincia de Chaco bajo el objetivo de atender y reparar situaciones “de emergencia” y “exclusión social”, evidencia que en el aquel terreno de cuestiones el sacerdote y su organización eran, más que en ningún otro, apreciados como actores con facultad de intervención. Tal como lo señalaría Capitanich al anunciarse la designación de Molina, bajo la ponderación de dicha experiencia y capacidad fue que Molina se incorporaría formalmente a la trama estatal años más tarde. Una decisión que sin duda se vincula con la gravitación que, como hemos señalado en otros trabajos (Ferreyra, 2017), había ganado hacia el interior de distintos espacios gubernamentales, la preocupación por el vínculo entre la “exclusión social” y la cuestión de las “adicciones”.
La “militancia” como forma de gestión
“Militante” constituye una de las maneras predilectas en la que Molina elegía autodefinirse por medio de distintos medios de comunicación, antes y durante su desempeño como funcionario público (Página 12, 30/11/2013b; Clarín, 14/05/2015). Categoría que ganaba sentido a la luz de una trayectoria apegada íntimamente a personajes relevantes del ámbito estatal, convirtiendo a dichas relaciones en un lazo ideológico trascendente al vínculo meramente estratégico o instrumental. Una vez designado el sacerdote, la perduración de esta imagen personal, a pesar de estar comúnmente colocada en las antípodas del proceder burocrático racional, fue concebida por el sacerdote como un elemento dotador de legitimidad y prestigio. El “perfil militante” de Molina, en este sentido, al ser modificado su medio de actuación cuando nombrado funcionario, condujo a que la función pública y “militancia” se fundiesen en un mismo instrumento de significación de la práctica estatal.
La cercanía entre Juan Carlos Molina y Alicia Kirchner, además de servir de explicación para comprender la designación del sacerdote en la SEDRONAR, echa cierta luz, en principio, sobre las transformaciones burocráticas que se concretaron durante su gestión. En particular aquellas dinamizadas tras la construcción de la cercanía (entre la dependencia y sus destinatarios) como el objetivo último de las intervenciones de la nueva conducción. Un formula asimilable a aquella que Luisina Perelmiter identificó en el basamento de las acciones del Ministerio de Desarrollo Social en tiempos de Alicia Kirchner: aquella que hizo de la distancia un problema político a solucionar (Perelmiter, 2016: 18).
Tal como lo anticipa su nombre, una característica fundacional de la Secretaría, como también de las unidades estatales antecesoras, fue la delimitación de sus competencias en el campo técnico, si se quiere, preactivo de la política pública, es decir, abocadas al “diseño” y a la “planificación”, al “asesoramiento” y a la “coordinación”. De hecho, esta dependencia creada en 1989 había surgido dotada de un halo experto (al igual que las otras secretarías pertenecientes a la órbita de la Presidencia de la Nación) con la misión limitada de auxiliar y orientar al poder gubernamental en base de un criterio objetivo a fin a los conocimientos exhortados desde los organismos internacionales competentes. En palabras oficiales, fue diagramada como una unidad con propósitos de “carácter técnico científico como complemento de la decisión política que la materia demanda” (Decreto 271, 1989).
Así, bajo el nuevo imperativo de la acción pública, durante la gestión de Molina, este legado institucional vinculado a la planificación técnica desarraigada de los espacios locales fue subvertido a partir de la irrupción de una nueva modalidad de intervención fundada en la revalorización del contacto directo y la personalización de la asistencia en el “territorio”, entendido como lugar de reunión del gobierno nacional con las poblaciones “excluidas”.
Tal como se analizó en un estudio previo (Ferreyra, 2017), una política paradigmática de este proceso fue el Programa Recuperar Inclusión (PRI), implementado desde la SEDRONAR entre 2013 y 2015. Se trató de una intervención estatal que, concebida a partir del presupuesto según el cual existía cierto nexo entre la “exclusión social” y las “adicciones”, se tradujo en la creación de dos tipos de “dispositivos territoriales”: los Centro Preventivos Locales de Adicciones (CePLA), abocados a la prevención del problema, y las Casas Educativas Terapéuticas (CET), cuyo objetivo sería disponer de tratamientos y asistencia una vez radicado. Su ejecución tuvo como consecuencia una importante expansión infraestructural de la SEDRONAR, en tanto esta diseminó las mencionadas instituciones en múltiples espacios habitados por poblaciones en “situación de exclusión social”6. A su vez, esta transgresión significó un distanciamiento formal respecto a la “principal estrategia” de intervención sostenida tradicionalmente por la dependencia frente a las “adicciones”: la realización de derivaciones a instituciones de la sociedad civil admitidas previamente y sustentadas a través de subsidios personales por ingreso7.
Además de esta analogía que puede trazarse en base a los cambios sucedidos sobre la forma de actuación y trama interna de sus respectivas dependencias, lo que nos interesa señalar aquí es que sobre la relación personal entre el secretario y la ministra se movilizaron también estilos de gestión e imagen con rasgos comunes. En ambos casos los mismos se forjaron a partir de la configuración del compromiso ideológico y los gestos antielitistas como partes inherentes del quehacer del funcionario público. La confluencia de estos elementos en la figura del sacerdote fue la base a partir de la cual ser erigió su “fachada personal”.
Por esto entendemos la dotación expresiva (vestimenta, lenguajes, gestos y modos de proceder) empleada intencional o inconscientemente por los individuos durante su actuación en un escenario determinado. La composición de la misma se ajusta a criterios contextualmente aceptados, transmitiendo cierta información esperable que abona su reproducción en la rutina social (Goffman, 1997: 33). Para comprender esta forma particular de presentación del sacerdote en el ámbito estatal vale la pena recurrir al siguiente recuerdo por él narrado:
Un día, 10 de la noche, salgo de la SEDRONAR y había un pibe con una valija escocesa. El anterior secretario salía con el auto polarizado y la custodia. “¿Qué haces acá?”. “Estoy esperando que abran mañana a la mañana porque me quiero internar”. Me metí en la Secretaría con el pibe, lo acomodé y esa noche durmió en la SEDRONAR. Fui al 141, que era el teléfono de la SEDRONAR, y le dije: “¿cómo te llamás vos?”. “José”. “Hay un chico acá, cuando puedas salí a comprarle un sánguche y se lo das porque va a dormir acá”. No lo podían creer los tipos (Molina, entrevista personal, 29/09/2016).
Esta anécdota rememora uno de los múltiples sucesos a través de los que Molina resalta sus dotes carismáticos, proceder poco convencional y acciones sensibles como marco de la puesta en escena de prácticas antielitistas. Como en este caso, relatos sobre el trato directo con funcionarios rasos, el contacto personal con los individuos asistidos, la actuación por sobre las “trabas administrativas” y las largas jornadas laborales constituyen un repertorio de acciones a partir del cual resulta la construcción de una fachada personal en donde se valorizan positivamente la realización de sacrificios y esfuerzos en el quehacer propio de su función pública.
Incluso, a estas prácticas y modales le siguió una apariencia coincidente, expresando una compatibilidad entre sí, pero una discordancia respecto a las características tradicionales, y por tanto esperables, del medio en el que tenían lugar: la cúpula del escenario estatal. En este sentido, exceptuando la ceremonia donde se le tomó juramento, el porte de Molina durante actos oficiales, contactos con la prensa y presentaciones en organismos internacionales se caracterizó por el mantenimiento de un estilo informal y casual, reticente al uso de cualquier indumentaria protocolar clásica. Una presencia que constituye el correlato estético de la puesta en escena de la fachada personal de Molina.
Ésta, lejos de expresare por ser considerada necesaria para la concreción de objetivos meramente institucionales, formaba parte de un perfil del que se derivaban prácticas en nombre de una causa trascendente a la intervención estatal formal. En otras palabras, la adopción de una postura cercana y empática con los destinatarios es entendido por Molina como parte integrante de un accionar acorde a principios ideológicos que, si bien se performaban desde el ámbito estatal, lo excedían.
De aquella premisa individual, en retrospectiva, Molina otorga sentido a la modalidad de intervención de la dependencia estatal por él dirigida proyectando, incluso, transformándose en un imperativo de acción de la planta de funcionarios:
Entonces empezamos a ver qué queremos que sea la SEDRONAR: que sea un gran abrazo, salir al encuentro. Que es un poco el proyecto nacional y popular: salgo, lo busco, lo abrazo, le doy un mate, estoy presente en el territorio (Molina, entrevista personal, 13/02/2017).
Más aún, aquel conglomerado de gestos y acciones antielitistas parecen tornarse en una condición necesaria para una congruente exposición de la fachada personal desarrollada por el sacerdote. Entendiendo que el compromiso y activismo ideológico debían acarrear actitudes y acciones discordantes con las tradicionalmente asignadas a los altos funcionarios del ámbito estatal (ligados al proceder normativo, postura objetiva y accionar imparcial) la desatención de las mismas resulta una consecuencia previsible.
Al ser destinado al frente de la SEDRONAR, de ningún modo se pretendió que la alteración del medio repercutiese sobre esta fachada personal del sacerdote, sus dotes, destrezas y estilo de trabajo. Más bien, atendiendo a las transformaciones burocráticas habilitadas durante su gestión, como las motorizadas a través del PRI, la intención pareciese haber estado ubicada en producir el efecto opuesto. Su inserción oficial en la trama estatal resultó, de este modo, en la conformación de un tipo de agencia individual a través de la cual la función pública fue dotada del sentido propio de la “militancia”. Una categoría significante de la acción de Molina preexistente a su investidura pública, cristalizada a partir de su relación con actores decisivos del ámbito estatal como Alicia Kirchner. Una expresión más de aquello que, analizando los sentidos del quehacer político construidos en determinados sitios de la arena estatal durante los gobiernos kirchneristas, Vázquez (2014) percibió como “militar desde el Estado”, es decir, la presentación de la “militancia” como una forma de ejercer la gestión pública.
Por último, es probable que el desarrollo de este perfil se concatene de algún modo a la natural prolongación de rasgos característicos de la fachada sacerdotal. Actitudes y acciones desembarazadas del consensuado realce conferido por la investidura constituyen prácticas esperables de los miembros del cuerpo religioso. En este sentido, cabe interrogarse también, para el caso específico de Molina, en torno a la interpretación subjetiva del fenómeno aquí analizado. Es decir, preguntarse sobre la posible existencia de la compresión interna de una continuidad coherente entre quehacer sacerdotal, “militancia” y gestión estatal.
A modo de cierre
La llegada de Juan Carlos Molina al frente de la SEDRONAR -un hecho de por sí llamativo por su excepcionalidad histórica- no puede simplificarse como un efecto directo de su trayectoria individual. Además de su compatibilidad con el posicionamiento del estado nacional respecto a las “adicciones”, la designación de un sacerdote seguramente puede haber también servido para atender necesidades políticas coyunturales del gobierno que lo incorporó como funcionario. Entre ellas, podemos considerar la necesidad de satisfacer los reclamos de ciertos actores religiosos sobre la vacancia del cargo, nombrando a una figura proveniente del mismo campo devoto. También puede considerarse que la imperiosidad de renovar la fachada de una dependencia imbuida en acusaciones sobre la convivencia con el crimen organizado8 ameritase evaluar la designación de una figura portadora de un aura virtuoso y benevolente como el emanado de la imagen sacerdotal.
Más allá de esto, este trabajo intenta aproximarse a aspectos particulares de la relación entre el escenario estatal y la figura de Molina: su trayecto individual, redes sociales, perfil y destrezas. Este análisis está motivado por comprender de qué modo y en qué circunstancias el sacerdote “llegó a ser el Estado” y los efectos de ese recorrido sobre su gestión en la SEDRONAR. Mediante el mismo se revela que el escenario estatal, a través de sus representantes más destacados, como la ministra Alicia Kirchner, no sólo desempeñó un rol crucial en la concreción de dicho proceso proveyendo recursos económicos y políticos a lo largo de la trayectoria de Molina, sino que también resultó para él en un elemento dador de sentido del accionar ejecutado desde el terreno del tercer sector tornando difusa la separación ideal entre lo estatal y la organización privada. Aquella procedencia íntima con el campo estatal, una vez formalmente en la gestión pública, se expresó en la perduración de un perfil “militante”, ligado al “territorio” y el contacto próximo que, dada su nueva investidura encumbrada, requirió de una narrativa del descendimiento (materializada en estéticas, gestos, modos de actuar, etc.) que lo posicionara en aquel nivel.
El abordaje de esta dimensión que involucra distintas aristas de la figura de Juan Carlos Molina permite iluminar algunos de los componentes constitutivos de su acción pública como fue el ya mencionado PRI. La determinación gubernamental de emprender una expansión infraestructural de la SEDRONAR en combinación con la preocupación cimentada en torno a la relación entre “exclusión social” y “adicciones” encontró, tal como se ocupó de hacer público el entonces Jefe de Gabinete, en el sacerdote un candidato consonante. Así, sus destrezas y conocimientos relativos al “territorio” y al trato cercano con los destinatarios de sus acciones, como su repertorio en la intervención sobre poblaciones en “riesgo” o “situación de vulnerabilidad” se tornaron en elementos justificativos de su designación al frente de la agencia estatal encargada de la cuestión de las “adicciones”.
La relevancia de las capacidades y dotes adquiridos por Molina en el recorrido analizado en este trabajo se verifica, también, en el contraste existente entre su perfil profesional respecto al de sus antecesores. Sobre el legado institucional de una dependencia históricamente encabezada por abogados y, en menor medida, profesionales del campo de la salud, en su mayoría con amplios derroteros vinculados a partidos políticos, el sacerdote se erigió como el primer titular sin credencial de nivel universitario9. En este sentido es que puede considerarse que la existencia de un candidato con una trayectoria apegada, en términos personales, políticos e ideológicos, a agentes claves del campo estatal fue lo que, al menos en parte, posibilitó que en la SEDRONAR la destreza fundada en la experiencia se imponga como criterio de nombramiento frente a la predominancia tradicional de cuadros académicos y partidarios.
A su vez, es ese nexo entre Molina y Alicia Kirchner el que permite comprender al menos una de las variables que explican la construcción de la distancia como problema político al que era menester superar mediante la construcción de una intervención próxima. Esto último trasciende la mera diseminación espacial de nuevas extensiones institucionales, y se vincula con la adopción de un nuevo ethos y modalidad de intervención centrada en el compromiso y la actuación afectuosa. Formulación, que en nuestro caso específico, llevó a impugnar la tradición estatal heredada relacionada a un modo de injerencia caracterizada por prescripción y programación técnica.
Notas
1| A lo largo del trabajo son puestos entre comillas los términos y expresiones enunciados por los agentes.
2| Según sus publicaciones, Valdocco llegó al país centroamericano tras el devastador terremoto del año 2010 para prestar ayuda humanitaria. De acuerdo al relato de Molina, el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto posibilitó aquella incursión internacional de la Fundación (Molina, entrevista personal, 29/09/2016).
3| Si bien entre las instituciones reunidas en la FONGA conviven diversos modos de entender y abordar las “adicciones”, la misma constituye una potentada herramienta de acción conjunta que ha permitido a las mismas consolidarse, desde su fundación en 1991, como actores dominantes de la oferta asistencial (cf. Camarotti, 2011; Levin, 2013).
4| Estas últimas, cabe señalar, fueron realizadas entre septiembre de 2016 y febrero de 2017, es decir, con posterioridad a la gestión del sacerdote, haciendo de sus memorias y visiones retrospectivas el objeto de este análisis.
5| Con dicho concepto se hace referencia a organizaciones civiles que operan por fuera de la estructura estatal formal con cierta autonomía y sin fines expresos de lucro que realizan intervenciones para mejorar la calidad de vida de la población (Forni y Vergilio Leite, 2006: 218).
6| De acuerdo a los documentos oficiales en el año 2015 habían sido inauguradas 58 CePLA y 34 CET (Memoria del Estado de la Nación 2015, 2016: 516).
7| Siguiendo a Levin (2013: 25), la “estrategia de tratamiento” sostenida históricamente por la Secretaría fue la delegación de esa actividad a organizaciones privadas, las cuales, previo a la aplicación de un sistema de admisión por parte de la dependencia, recibían a las personas derivadas percibiendo una “beca” determinada por cada una de ellas.
8| Las mismas se vinculaban al desvío de precursores químicos (sustancias reguladas por ser usadas comúnmente para la elaboración de estupefacientes) que culminó con el procesamiento del ex-secretario José Granero, quien se desempeñó en el cargo entre 2004 y 2011 (La Nación, 05/11/2014).
9| Previo a Molina hubo ocho Secretarios titulares entre los cuales hubo cuatro abogados, un médico psiquiatra, un farmacéutico, un odontólogo y un economista.
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