ARTÍCULO ORIGINAL
Carrera militante y construcción política. Un estudio de trayectorias militantes en la provincia de Jujuy
(Militant career and political construction. A study of trajectories militants in the province of Jujuy)
Adrian Pablo Berardi Spairani*
* Instituto de Altos Estudios Sociales – Universidad Nacional de San Martín - 25 de Mayo y Francia- CP 1650 - San Martín - Provincia de Buenos Aires - Argentina. Correo Electrónico: adrianberardi@gmail.com
Recibido el 09/03/18
Aceptado el 03/08/18
Resumen
Este artículo propone dar cuenta de la forma en que los militantes partidarios llevan adelante su construcción política, entendida como la estrategia que utiliza el militante para acceder a los espacios de toma de decisión y de poder, indagando sobre las estrategias que desarrollan para alcanzar la estima pública, y la manera en que intentan mantener una autonomía de los partidos políticos de referencia al momento de construir sus vínculos políticos.
La discusión en torno a la construcción política, se encuentra sujeta, en la mayoría de los casos, a la capacidad de los partidos políticos de alcanzar una alta performance electoral; es decir que se estaría determinada por las condiciones estructurales de los espacios de participación. En este artículo se arriba a la conclusión de que la construcción política no debe asociarse necesariamente a un proceso institucional del partido, sino como una estrategia militante a partir de la que crean lazos con el objetivo de alcanzar cierto grado de estima pública que posicione a los militantes en un mayor status y les garantice su supervivencia más allá de las condiciones estructurales del partido.
Para este trabajo se analizó las trayectorias de dos militantes de partidos políticos tradicionales de Jujuy retomando la perspectiva de carrera propuesta por Howard Becker, que considera la trayectoria como un modelo de secuencias ordenadas de comportamiento social, tomando en cuenta los aspectos objetivos y subjetivos. Metodológicamente se optó por trabajar con entrevistas en profundidad a partir de la técnica del relato de vida.
Palabras Clave: Carrera militante; Construcción política; Jujuy; Participación política.
Abstract
This article aims at giving an account of the way in which party militants carry out their political construction, understood as the strategy that the militant carries out in order to access the spaces for decision making and power, investigating the strategies developed by the militants to achieve public esteem, and the way in which they try to maintain an autonomy of the political parties of reference in the moment to build their political ties.
The discussion about political construction, in most cases, is subject to the capacity of political parties to achieve high electoral performance; that is, it would be determined by the structural conditions of the participation spaces. In this sense, this article concludes that political construction should not necessarily be associated with an institutional process of the party, but rather as a militant strategy from which they create ties with the aim of achieving a certain degree of public esteem. that position the militants in a higher status and guarantee their survival beyond the structural conditions of the party
For this work we will analyze the trajectories of two militants of traditional political parties of Jujuy, taking up the career perspective proposed by Howard Becker, who considers the trajectory as a model of ordered sequences of social behavior, considering the objective and subjective aspects. Methodologically, we chose to work with in-depth interviews based on the life story technique.
Keywords: Jujuy; Militant career; Political construction; Political participation.
Introducción
Desde la transición democrática de 1983 en la Argentina, las ciencias sociales han indagado sobre la militancia partidaria y el desarrollo de los partidos políticos, sin embargo la mayoría de los estudios tendió a concentrarse en un análisis de tipo estructural, prestando atención al impacto de los cambios políticos a partir de la restructuración de los espacios de participación partidaria, sus fracturas internas, la conformación de alianzas electorales y su performance.
Las investigaciones en torno a los partidos políticos durante la recuperación democrática se orientaron en tres ejes: el primero, vinculado a la crisis interna del Partido Justicialista (PJ) y su reconstrucción hacia fines de la década del ’80 (Abal Medina y Suárez Cao, 2003 y Gervasoni, 1997); el segundo, relacionado a la crisis de representación política del partido de gobierno (Fair, 2009) y las nuevas estrategias electorales/institucionales; y por último, al surgimiento (y consolidación) de nuevos espacios de participación político partidaria, entre ellos el Movimiento al Socialismo y el Partido Intransigente, que tuvieron un rol importante (junto a los movimientos de derechos humanos) en el reclamo por el no pago de la deuda externa (Revkin, 2008) o la Unión del Centro Democrático (Salas Oroño, 2013).
Estos trabajos concentraron sus análisis dentro de un proceso de apertura política, donde la pluralidad, la democracia y los derechos humanos estuvieron en el eje de la discusión política, siendo los partidos y las organizaciones de derechos humanos los principales interlocutores.
En la década del noventa, las reformas estructurales llevaron a los estudios sociales a indagar el desdoblamiento de la acción militante y el surgimiento de nuevos tipos de prácticas militantes, partiendo de la fractura y descomposición social de los sectores medios y populares, considerando al mismo tiempo los nuevos procesos de exclusión y las transformaciones identitarias generadas en el período neoliberal (Svampa, 2008).
En este sentido, el proceso de desindustrialización, desocupación y desafiliación provocó el surgimiento de organizaciones de desocupados, cuyas principales dimensiones se vincularon a la territorialidad, la acción directa no convencional, la democracia directa y la demanda de autonomía, (Svampa, 2008b), configurándose como formas de militancia alternativas a las actividades políticas tradicionales (Svampa y Pereyra, 2004).
Estas nuevas organizaciones fueron producto de la emergencia de la participación político social en el barrio, que generó un proceso de socialización, subjetivación y construcción de identidades (Auyero 2004; Delamata, 2004 y Manzano, 2004), que en muchos casos fue resultado de la crisis de representación de los espacios de mediación tradicionales (Novaro, 2000).
Esta nueva forma de militancia se caracterizó por la conformación de vínculos comunales y de vecindad que se produjeron en los ámbitos de la vida cotidiana en el barrio, producto de transformaciones en la estructura social, generando un proceso de territorialización que incentivó la participación dando origen a nuevas organizaciones sociales (Merklen, 2010).
Los estudios vinculados a los partidos políticos en la década del noventa indagaron principalmente sobre sus fracturas y reacomodamientos, y se orientaron a interpretar el impacto de las reformas y la (re) configuración de las identidades político partidarias, incluidas las tensiones generadas al interior del PJ (Torre y Gerchunoff, 1996) cuando Carlos Menem conformó una alianza política “integrada por sectores del establishment económico, por un lado, y los sectores populares, por otro” (Canelo, 2001:2).
Al mismo tiempo, se desarrollaron trabajos que procuraron indagar respecto a la emergencia de nuevos partidos políticos con una fuerte presencia electoral y en oposición al Partido Justicialista (Gervasoni, 1998 y Cheresky, 1998 y 1999), prestando atención a la debilidad de los lazos de representación del sistema y la desafección partidaria (Torre, 2003).
Por su parte, las investigaciones en torno a los partidos políticos después de la crisis política y económica de 2001 partieron del estudio de sus transformaciones, sobre todo tomando en cuenta la consolidación del Frente para la Victoria y la emergencia de una fuerte militancia joven (Vázquez y Vommaro, 2012), la renovación política del Partido Justicialista (Mauro, 2014), la construcción de dos frentes peronistas, uno kirchnerista y otro antikirchnerista (Mauro; 2011), y la conformación de nuevos partidos políticos no peronistas (Vommaro, Morresi y Bellott, 2015).
De esta forma, las ciencias sociales centralizaron sus investigaciones en las trasformaciones militantes a partir de la desarticulación, reconfiguración y reacomodamiento de los canales de participación partidaria y en la conformación de espacios políticos relacionados a la gestión de gobierno (Pérez, 2013).
Además de este tipo de estudios, emergieron algunos análisis que tendieron a indagar las trayectorias individuales de los militantes partidarios, principalmente centrados en políticos profesionales (Gené, 2016), dando cuenta de las carreras políticas en el ámbito institucional/gubernamental, concentrándose en la militancia al interior de los partidos políticos o estructuras gubernamentales1. Giorgi (2014), por caso, analizó la conformación de la carrera política de los integrantes del gabinete nacional prestando principal atención a los factores ajenos a la política que intervienen a lo largo de su conformación como políticos profesionales. Lodola (2009), por su parte y desde una mirada subnacional, dio cuenta de cómo el sistema electoral y las estructuras partidarias consolidan la conformación de liderazgos regionales que tienen un rol central en la configuración de las carreras políticas locales.
Estos trabajos mostraron la forma en que las organizaciones partidarias se comportan a partir de las transformaciones políticas y económicas, siendo sus miembros factores integrantes de esas estructuras, sin considerar la capacidad y autonomía de cada uno de sus militantes. Así, las investigaciones respecto a la militancia partidaria tendieron a analizar el peso de la construcción política colectiva (Offerlé, 2004) producida y (re)producida bajo la tutela de las estructuras partidarias.
Estos trabajos permiten observar la manera en que la participación política fue afectada por cambios a nivel institucional, pero ¿impactaron esos cambios en las trayectorias militantes? ¿Es posible pensar que esas trasformaciones tuvieron efectos diferentes en cada militante? ¿Cómo elabora el militante un status lo suficientemente elevado para no quedar sujeto a los efectos colaterales de las trasformaciones estructurales? ¿Se puede pensar una construcción política más allá del espacio de pertenencia?
Este artículo se pregunta respecto a la existencia de una construcción política como instrumento de acceso a los espacios de poder, y a la estima pública que adquiere el militante.
De esta forma, se propone indagar y dar cuenta de la manera en que el militante partidario elabora una construcción política propia, relativamente autónoma a la estructura partidaria, y que en todo caso realiza un aporte al partido desde la inserción de sus mundos sociales de pertenencia (Vommaro, 2015) y contribuye a la creación de los entornos partidistas (Sawicki, 2011).
En este sentido, se entiende que el surgimiento de nuevas demandas, formas de protesta y espacios de participación generados por los cambios políticos y económicos dieron lugar a la emergencia de un nuevo tipo de militancia que no se encuentra, necesariamente, centrada a la pertenencia al partido político (Pudal, 2011), aunque esto no quita que el militante se apropie de las oportunidades que son construidas al interior del partido y las utilice en la conformación de su propia construcción política
A partir de eso, se dará cuenta de cuáles son los elementos que configuran la construcción política del militante partidario que alcanzó el grado de dirigente, tomando en cuenta los entornos partidarios (Sawicki, 2011), los mundos sociales de pertenencia (Vommaro, 2015), la conformación de las redes sociales (Diani, 2004 y Diani y Mische, 2015) que los propios militantes constituyen, la institucionalización y construcción de nuevos espacios de participación y/o el compromiso político con nuevas causas. Se pretende responder cómo el militante alcanza un grado de dirigente, cuáles son las estrategias puestas en marcha y porque no todo militante llega a esa condición.
Para ello se reconstruyeron las trayectorias de dos militantes partidarios (uno del Partido Justicialista, otro del Partido Radical) de la provincia de Jujuy, de generaciones diferentes, y se dió cuenta de las secuencias por las que atravesaron para convertirse en dirigentes y configurar una construcción política propia.
La propuesta de trabajar con militantes que no comparten generación, ni espacio de participación, permite observar cómo, a pesar de las diferencias, ambas trayectorias comparten procesos y secuencias comunes en lo que respecta a la comprensión de la construcción política. Es decir que podremos responder si es posible pensar estrategias políticas comunes a pesar de las diferencias generacionales. Por otra parte, la selección de dos entrevistas permite comprender acabadamente la historia de vida militante de cada una de ellas, al mismo tiempo que la incorporación del relato de otros militantes fortalece la comprensión de la participación militante.
Sin lugar a duda, la construcción política es un término con muchísimos sentidos e interpretaciones, por este motivo se entiende, en este trabajo, que debe ser considerada como la herramienta a partir de la cual el militante logra alcanzar un alto grado de estima pública y consolida un status militante que es reconocido tanto al interior del partido, como fuera de él.
La forma de visualizar ese status se vincula principalmente a la ocupación de espacios de toma de decisión ya sea al interior del partido, o a nivel gubernamental (vía proceso electoral u ocupación de cargos dentro del Poder Ejecutivo).
En este sentido, esta construcción política es un elemento central para acceder al poder real a partir del acceso a los espacios de toma de decisiones, pero no debe considerarse como una acumulación de poder per se. En tanto entenderse que la acumulación de poder requiere de la conformación de ciertos aspectos institucionales más allá de la construcción política del militante. Por otra parte, solo una construcción política exitosa puede determinar la conformación de un status lo suficientemente elevado como para competir, dentro de determinada estructura, por ese poder.
Para llevar adelante este trabajo se consideró a la militancia como una actividad social dinámica, donde las condiciones estructurales y las características particulares de cada uno de los sujetos tiende a generar diferentes formas de participación e integración (Fillieule, 2001).
Al mismo tiempo, con el fin de interpretar las secuencias en cada una de las trayectorias, se partió de la perspectiva de carrera propuesta por Becker (2012) desarrollando un análisis de los aspectos objetivos y subjetivos (vinculados a los puntos de vista que tiene el sujeto en relación a su actividad política) que influyeron en el desarrollo de su militancia.
El análisis de la trayectoria desde una perspectiva de carrera facilita la comprensión de la actividad militante a lo largo del tiempo, indagando cuáles son las formas de participación, los ámbitos donde se desarrolla, las prácticas y los vínculos entre los objetivos personales y colectivos. De esta manera, el estudio de la carrera militante involucra la explicación de cada una de las secuencias que conforman una trayectoria, interpretando las continuidades y rupturas entre cada una de ellas. Y si bien cada una de las secuencias mantiene su propia dinámica, una etapa de la carrera es resultado de la anterior y condición de posibilidad de la siguiente; es decir que una decisión es resultado de decisiones anteriores y condición de las subsiguientes.
En este sentido, “el interés del concepto [de carrera] es considerar las acciones humanas como un proceso, es decir como actividades que se desarrollan en el tiempo y que tienen una dinámica propia; y no como un simple reflejo de las estructuras o del cálculo utilitario. El acento está puesto en la capacidad interpretativa de los agentes, es decir en las significaciones que le dan a sus actos y a las circunstancias de elección en la que se encuentran”. (Agrikoliansky, 2001: 30: [Traducción propia]).
A partir de este tipo de análisis es posible dar cuenta de la manera en que el militante lleva adelante su construcción política y de qué manera se establece el vínculo con la estructura partidaria de referencia, en especial atendiendo la manera en que las redes personales y partidarias interactúan, afectando o no el compromiso político.
Para dar respuesta a los interrogantes y los objetivos planteados, el diseño de esta investigación requirió principalmente de un abordaje de tipo cualitativo, a partir de la realización de entrevistas en profundidad, y utilizando la técnica del relato de vida (Kornblit, 2007).
Esta técnica permitió percibir el sentido que los actores les dan a sus acciones (Della Porta, 2014), en tanto el entrevistado dio cuenta de su vida militante y del contexto histórico en el cual describe esa narración (Della Porta, 2014). En este sentido, los relatos de vida permiten que el militante, a partir de la construcción de la narrativa del yo, haga “comprensible su mundo” (Meccia, 2012:41) y las relaciones con “sus semejantes y sus entornos sociales” (Meccia, 2015:15).
En este mismo sentido, Auyero (2004) entiende que la mejor forma de comprender la militancia es analizando las conexiones que existen entre el ciclo de vida y los compromisos asumidos, para de esta forma establecer una relación entre la biografía de los individuos y los ciclos de protesta, interpretando el sentido que los actores le dan a la “revuelta popular” (Auyero, 2004:23).
Para la elaboración de este artículo se utilizaron entrevistas realizadas a distintos militantes políticos de Jujuy y charlas informales que se llevaron adelante en el desarrollo del trabajo de campo en la provincia2.
Hacerse dirigente: Militancia y construcción política
Luisa nació en San Salvador de Jujuy en 1958, en el seno de una familia de clase media; luego de vivir sus primeros años de juventud bajo la dictadura militar iniciada en 1976, comenzó a militar en la Unión Cívica Radical (UCR) con la vuelta de la democracia. Unos años después, junto con otras militantes del partido, fundó la Organización Social Juanita Moro y se convirtió en una referente del movimiento de mujeres de Jujuy. En 2007 se alejó de la UCR e integró el Frente Jujeño. Fue concejal de la ciudad de San Salvador en dos periodos (1991-1999) y diputada provincial en cuatro (1999-2015). Si bien en 2009 retornó al partido radical, en 2015 volvió a distanciarse y se integró al Partido de Concertación FORJA.
Luisa comenzó a militar en 1983 motivada por el discurso de Raúl Alfonsín3 durante la campaña electoral de ese año. En aquel momento, un amigo la acercó a la UCR y empezó a participar en el área social, principalmente en el armado de la Federación de Centros Vecinales4 en San Salvador. Esos primeros pasos en la militancia también estuvieron marcados por la interacción con las organizaciones de mujeres de los barrios y la asistencia alimentaria a los sectores de menos ingresos, donde las mujeres5 del partido se configuraron como importantes articuladoras de esas tareas. Todo esto sin descuidar la actividad electoral, como pegar afiches o salir en la campaña a entregar volantes y afiliar a nuevos miembros.
Los primeros años de militancia de Luisa se desarrollaron en pleno proceso de recuperación democrática, signado en Jujuy por una fuerte crisis económica acompañada por la concentración y centralización del capital, fruto del proceso de valorización financiera durante la dictadura cívico militar iniciada en 1976, y la expulsión del sistema productivo privado6 de un gran número de asalariados que fue absorbido por las estructuras estatales, lo que generó un fuerte crecimiento del empleo público (Gómez y Kindgard, 2006, Belli y Slavutsky, 1996 y Aramayo, 2009). En el plano político, la provincia se vio atravesada por un fuerte proceso de inestabilidad e ingobernabilidad, que comenzó con la renuncia de Ricardo José Manuel de Aparici (1987-1990) en medio de fuertes movilizaciones sociales, iniciando un ciclo de protestas organizado principalmente por el Frente de Gremios Estatales (FGE), que representaba a los empleados públicos afectados por la falta de pago de sus salarios. De todos modos, el Partido Justicialista pudo mantener la hegemonía política y el control del Poder Ejecutivo provincial (Belli y Slavutsky, 1996).
En este contexto, para Luisa, la construcción de eso primeros vínculos con sectores de la sociedad civil7 le permitieron construir un importante capital político y conquistar un lugar en las listas para las elecciones, y en 1991 logró los votos suficientes para obtener una banca en el Concejo Deliberante de la ciudad de San Salvador de Jujuy.
Para Luisa, ocupar ese espacio en la toma de decisiones significó poder profundizar su trabajo social comunitario y la llevó a conformar, junto a otras militantes radicales, la organización Juanita Moro en 19878:
“Lo que hicimos fue conformar una organización de mujeres, con un programa interesante, [que] yo podía respaldarlo porque estaba circunstancialmente cumpliendo una función pública. Abrimos una casa, porque acá había quinientos chicos en la calle, entonces nos parecía que debíamos hacer algo. [Podíamos porque] teníamos toda una articulación y los pedidos y las exigencias que hacíamos en el gobierno de la provincia y en el municipio para poder ayudar y canalizar todos los problemas que tenían los chicos que tenían familia y aquellos que estaban solos” (Entrevista a Luisa, UCR, junio de 2015).
La Juanita Moro se conformó como un nuevo espacio de participación militante para Luisa y en lugar de fragmentar su participación partidaria, ambos tipos de militancia (social y partidaria) se articularon. Su rol partidario/institucional se convirtió en un instrumento fundamental para su trabajo social/comunitario, donde no solo era importante el acceso a los recursos y la posibilidad de promover normativas que favorecieran a los sectores con los que (o para los que) desarrollaba sus tareas; sino que también le permitió tejer un conjunto de redes de intercambio que le garantizó una construcción independiente del partido, vinculándose con sectores ajenos a la actividad partidaria, consolidando un construcción política propia.
Clara nació en la zona de Ramal, a 63 kilómetros al este de San Salvador de Jujuy, en el año 1975. De familia peronista, hija de un dirigente del justicialismo provincial, decidió estudiar Ciencia Política en la Universidad Argentina de la Empresa en la Ciudad de Buenos Aires, pero desarrolló su militancia en Jujuy. Fue diputada nacional y provincial, además de candidata a gobernadora de Jujuy. A su vez ejerció la presidencia de la Juventud Peronista (JP) del Partido Justicialista (PJ) de Jujuy y la vicepresidencia a nivel nacional del mismo espacio.
Durante su adolescencia, su padre cumplió un rol fundamental en su proceso de socialización política (Benedicto y Moran, 2002), principalmente porque le permitió acceder al mundo político y partidario de muy chica; pero fue recién en 1991, cuando su padre fue candidato a intendente, que comenzó a profundizar sus intereses en la militancia.
De adolescente, y casi como un juego, participó de la campaña electoral que tenía como candidato a su padre, y que fue un punto de inflexión al momento de elegir su carrera universitaria. Si bien reconoce que durante la campaña “no era militante todavía”, esa experiencia sí le permitió darse cuenta de aquellas cosas que le interesaban.
A poco tiempo de iniciar su licenciatura en Ciencia Política en Buenos Aires, comenzó a participar de la Juventud Peronista en Jujuy y formó parte de las campañas electorales en los años subsiguientes; cada año electoral volvía a la provincia para involucrarse en el armado de las campañas, incluso realizó cursos en Buenos Aires sobre la temática.
Su participación política a partir de una formación profesional, de un conocimiento experto, le permitió justificar su involucramiento militante; ahora no solo era la hija del candidato político que acompañaba en la campaña, sino que además tenía un conocimiento, aportaba desde un saber.
Además, su involucramiento en las campañas electorales le facilitó preparar su propia candidatura para la conducción de la Juventud Peronista (JP) de Jujuy; así el trabajo realizado para las elecciones de su padre tuvo un resultado positivo para ella:
“Entre tanta campaña que venía trabajando había armado ya un grupo de Juventud Peronista […] que acompañaba la gestión de mi padre como intendente, entonces ahí me involucré en el armado provincial […], participé dentro de una lista provincial, […] fui candidata [a] vicepresidenta de la Juventud Peronista. […] Fue mi primera experiencia de militancia real digamos, donde teníamos que salir a construir política, a tener un discurso para los jóvenes, a tener una propuesta para los jóvenes […] y bueno […] ganamos esa elección”. (Entrevista a Clara, PJ, marzo de 2016).
El involucramiento de Clara en la política se dio en un momento de fuerte crisis económica, con un importante incremento del crecimiento del desempleo y la pobreza consecuencia del proceso de privatización de empresas y el endeudamiento público. En tanto, el proceso político que se abrió en la década del noventa en Jujuy no solo estuvo marcado por la condición económica periférica de la provincia, sino también por un estado de “ingobernabilidad coyuntural” (Lagos y Gutiérrez, 2006: 102) y el surgimiento de un nuevo actor: el sector desocupado organizado en la Corriente Clasista y Combativa (CCC); estas condiciones fueron determinantes en la continuidad y profundización del ciclo de protestas iniciado en el periodo anterior (Lagos y Gutiérrez; 2006).
Por otra parte, institucionalmente, entre 1990 y 1998 todos los gobernadores debieron renunciar en el marco de un clima de fuerte protesta social, generando un periodo de ingobernabilidad (Lagos y Conti, 2010) que se resolvió recién en 1999 con la asunción de Eduardo Fellner.
Si bien Luisa y Clara no comparten una misma generación (Mannheim, 1993) y provienen de identidades políticas diferentes, ambas desarrollaron estrategias similares. Las dos llevaron adelante una construcción política propia, generando por un lado nuevas redes interpersonales y, por el otro, apropiándose de los recursos del partido y aprovechando las oportunidades que la práctica institucional les aportó.
En este sentido, se entiende que la construcción política se configura como un vínculo perdurable, que debe sostenerse y enriquecerse a lo largo del tiempo, y a partir del cual se crea un tipo de intercambio solidario, donde los militantes ayudan y contribuyen a mejorar las condiciones de vida de las personas, por ejemplo: “desarrollando actividades vinculadas a prevención de adicciones, prevención de la violencia, promoción de hábitos nutricionales saludables, promoción de hábitos de higiene, etc.” (Entrevista a Benjamín UCR, marzo de 2016), y donde a su vez los ciudadanos pueden conocer a los militantes por fuera del estereotipo del político elaborado por la opinión pública, es decir que se construye un tipo de relación con la gente “desde otro aspecto que no es el político clásico” (Entrevista a Benjamín, UCR, marzo de 2016).
Esta idea de construcción política permite comprender la manera en que el militante partidario elabora sus redes interpersonales que son utilizadas por él (y el partido) para garantizar el acceso a espacios de toma de decisiones en procesos electorales; o, en su defecto, para extender esas redes a otros sectores a los que por sí solo el partido no puede acceder9.
Es decir que es a partir del trabajo por fuera de las estructuras de participación partidaria que el militante construye lealtades y legitimidades que le permiten avanzar dentro de las jerarquías partidarias y en las estructuras de toma de decisiones.
Para Clara llegar a la conducción de la JP fue su primera experiencia de “militancia real [una actividad política ligada a la] toma de decisiones” (Entrevista a Clara, PJ, marzo de 2016), pero para alcanzar ese lugar necesitó del desarrollo y la puesta en marcha de prácticas que se vinculen con su base social, y eso solo fue posible por medio del trabajo político/social en los barrios y las campañas electorales que generan un acercamiento del partido, y el militante, con sus votantes.
Como se observó en la trayectoria de Luisa, llegar a los espacios de toma de decisiones y acceder a recursos permite reproducir la práctica militante; la lógica política partidaria depende, en gran medida, de la capacidad que tienen los militantes partidarios de construir políticamente, es decir configurar redes interpersonales que garanticen su “supervivencia” como agentes fundamentales dentro de las estructuras partidarias, pero a su vez que configuren entornos partidistas (Sawicki, 2011) que faciliten la reproducción del partido.
No obstante, existe una diferencia fundamental entre las trayectorias de Luisa y Clara; para la primera, la actividad política en los barrios se constituyó como una militancia social paralela a su participación en la UCR, aunque le era útil para su militancia partidaria. En el caso de Clara no existe esa diferenciación, el trabajo social que realizaba en los barrios formó parte de su actividad política partidaria y de su construcción política.
En cierto punto, los límites que separan el trabajo territorial, barrial o comunitario de la actividad partidaria, de la militancia real, son prácticamente inexistentes; ambas prácticas son mutuamente influyentes, en tanto los vínculos que se generan por fuera de la estructura partidaria son los que sostienen y reproducen la militancia dentro del partido. Así lo afirmó una militante del PJ: “[el trabajo barrial] forma parte de tejer las redes […], desde los centros vecinales, desde las instituciones, desde los sectores representativos con los que se trabaja, el trabajo […] es cotidiano” (Entrevista a Juana, PJ, septiembre de 2016).
De esta forma, los vínculos que produce el trabajo barrial y comunal permiten construir redes interpersonales y lealtades políticas que condicionan y determinan la construcción política; en la medida que el militante se vincula con esta actividad, se conforma en agente de respuestas ante las problemáticas en los barrios y un referente al que acudir. Así, estas redes y solidaridades permiten acercar al militante (y las estructuras partidarias) a la ciudadanía.
Retomando la trayectoria de Luisa, durante los años noventa, en plena crisis económica y política en la provincia (Berardi, 2016) ella decidió profundizar su compromiso militante. La renovación de su mandato como concejal en 1997 vino acompañada de nuevos objetivos al interior de la organización Juanita Moro a partir de la conformación de vínculos con Cuba y la apertura de la Casa de la Amistad Argentina – Cubana en Jujuy, lo que le permitió establecer canales de diálogo e intercambios con el país centroamericano. A partir de esto, la organización puso en marcha programas sociales de alfabetización y de salud promovidos por Cuba, al mismo tiempo que mantuvo su trabajo en torno a los derechos de la mujer, como parte de la multisectorial de mujeres y del Encuentro de Mujeres.
Para Luisa, la Juanita Moro fue un importante lugar de militancia porque se constituyó como un espacio plural y diverso que le permitió mantener un trabajo social de base, y sobre todo favoreció nuevos aprendizajes, lealtades y construcciones políticas por medio de la conformación de redes interpersonales capaces de profundizar su práctica política. A pesar de estos avances en su militancia social y el lugar en la organización, ella insiste en reafirmar su lugar dentro del partido: “yo representaba a la Unión Cívica Radical, era diputada” (Entrevista a Luisa, UCR, junio de 2015); y esta identificación le valió ser reelecta diputada provincial por el partido en 1999. Luisa sostiene que su participación en La Juanita y los vínculos con Cuba no le generaba una contradicción ideológica, principalmente porque los objetivos que perseguían ambos espacios eran comunes, e incluso siempre fue identificada como “la zurda del radicalismo” (Entrevista a Luisa, UCR, junio de 2015).
En este sentido, un militante del Partido Justicialista también afirmó que la participación en organizaciones sociales constituye una forma de afianzar la construcción política por fuera de la estructura partidaria: “En 2001 comenzamos […] a trabajar con todas las organizaciones de desocupados, con los programas que había en su momento, […] generamos redes de trabajo comunitarias con todas las instituciones civiles y del Estado. [Esto nos permitió] poder trabajar en todo lo que demanda la misma comunidad, o sea, abrirse y escucharlos a ellos para conocer qué pasa realmente en esa comunidad”. (Entrevista a Carla, PJ, septiembre de 2016).
La década del noventa tuvo otro tipo de impacto en la trayectoria de Clara; entre 1989 y 1998 el PJ de Jujuy atravesó una de las más importantes crisis de su historia. A pesar de haber ganado todas las elecciones y de sostener el control de la gobernación y la Cámara de Diputados de la provincia, las fracturas al interior del partido y la crisis social que vivió Jujuy en esos años, generaron un fuerte periodo de ingobernabilidad (Lagos y Gutiérrez, 2006 y Lagos y Conti, 2010) donde ningún gobernador pudo culminar su mandato.
La falta de apoyo entre los distintos sectores del PJ obligó a la sanción de la ley de lemas como manera de mantener el control político y evitar la fractura del partido (Belli y Slavutsky, 1996 y Kindgard, 2009). Sin embargo, esta crisis partidaria y política en la provincia se configuró como una oportunidad política para Clara, que en 1997 y luego participar en la campaña por la reelección del por entonces presidente Menem en 1995, llegó a ser diputada provincial:
“Ese proceso de multiplicación de la participación que generó la ley de lemas, que terminó llevando a casi una anarquía total, […], estuvo bueno desde el punto de vista de la participación […] En esa elección había cuatro o cinco listas de diputados, mi padre participaba en un esquema político muy rebelde digamos, en contra del gobierno de ese momento, con varios intendentes que acompañaban ese armado, y él tenía que poner un candidato a diputado provincial, porque también él había consolidado un peso específico territorial muy importante, y en esa instancia me propone a mí que yo sea la candidata a diputada provincial”. (Entrevista a Clara, PJ, marzo de 2016).
El rol y peso que tenía el padre de Clara fueron un impulso innegable para el desarrollo de su trayectoria política, pero no puede obviarse el valor sustantivo del contexto de la época, porque en cierto punto determinó un momento de inflexión de su trayectoria. Y por supuesto ella no quedó ajena a la tensión dentro del PJ, sin embargo, desde su lugar de vicepresidente de la Juventud fue construyendo políticamente para ganar espacios en la toma de decisiones partidarias y sobre todo lograr consensos dentro del grupo de juventud por fuera de los dirigentes tradicionales en la provincia:
“Mi laburo […] consistió en separarlos a ellos [los jóvenes] de los dirigentes […], me fui ganando el lugar y me fui ganando el respeto, […] había ido construyendo una especie de independencia de los dirigentes provinciales en la medida en que íbamos construyendo un discurso común de Juventud. […] En el año 2000 llego a la presidencia [de la JP] por consenso de todos los grupos de juventud […], a su vez yo ya era vicepresidenta del Congreso Nacional de la JP, entonces fue como que hubo una legitimidad […] que me impulsó para que llegue a la presidencia de la JP provincial. Esa instancia fue como de pararnos ante los dirigentes provinciales, […] ´nosotros queremos esto, así, así y así´” (entrevista a Clara, PJ, marzo de 2016).
Clara se preocupó en (re)elaborar sus objetivos de ese momento y la forma en que los fue alcanzando, cómo logró construir diálogos11 capaces de desarticular las propias internas del partido (internas en las que su padre estaba inmiscuido) y conformarse como dirigente. Para ella la JP fue el lugar a partir del cual pudo construir políticamente y competir con otros sectores dirigentes.
Para Clara, la crisis partidaria fue una oportunidad política que logró sustentarse en base a trabajo territorial y en las redes interpersonales que fue configurando durante sus primeras actividades dentro de la política partidaria. El involucramiento institucional dentro del PJ y la (re) construcción de la JP como un espacio deshabitado que ella ocupó y reactivó, le permitieron construir un status militante lo suficientemente sólido para competir por los lugares de toma de decisiones tanto dentro como fuera del partido. Para ella, alcanzar ese lugar de liderazgo fue fruto del “trabajo territorial y de mantener un perfil muy alto y de [involucrarse] con temas provinciales, no locales” (Entrevista a Clara, PJ, marzo de 2016).
Así, la referencia al involucramiento en temas provinciales y tener un perfil alto forman parte de la búsqueda del reconocimiento a nivel provincial como dirigente, cuantos más sectores sociales la reconocen como referente del PJ más peso genera su figura dentro de ese espacio, aumentando las posibilidades de sostener su propia línea interna dentro del partido. Esta condición de reconocimiento, es decir de status, le permitió disputar lugares de poder y sostenerse como dirigente.
A partir de esto, es posible dar cuenta que el reconocimiento y status no fue alcanzado por sus logros como militante, o por lo menos no en su totalidad; adquirir ese reconocimiento necesita de la construcción política de redes interpersonales capaces de elevar, sacar a la luz y destacar a un militante por sobre el resto.
Si bien las condiciones fueron diferentes, Luisa también atravesó un camino de diferenciación del partido, intentando imponer un perfil propio a partir de su militancia social:
“[Con la Juanita Moro] nos fuimos diferenciando del partido. La actividad partidaria muchas veces te pone un techo, porque es muy difícil competir adentro, porque hay actitudes machistas, porque la conducción del partido muchas veces se pone muy arriba y hay una distancia del radicalismo. Y la verdad que nunca hemos hablado de los cambios y de las transformaciones que estaban afuera, que pasaban; y nosotros veníamos viviendo eso, palpando, porque acá era otro movimiento, otra lucha, otra relación, donde nos hacía ver que no era tan como lo planteaba el radicalismo en su momento. Y ahí es donde te ponen un techo y te dicen ‘no, hasta acá llega, de esto se habla, de esto no se habla’. [Pero] nosotros teníamos otra fuerza, éramos más rebeldes, nos decían que éramos las zurdas del radicalismo”. (Entrevista a Luisa, UCR, junio de 2015).
Las diferencias que relató Luisa marcan algunos puntos de quiebre respecto con la conducción de la UCR y ella. En primer lugar, denota una diferencia entre la derecha y la izquierda al interior del partido. En segundo lugar, emerge la idea de límites, es decir hasta dónde es posible llegar y quién puede garantizar alcanzar esos objetivos. En tercer lugar, aparece el rol de la mujer, pero envuelto en su negación, el machismo.
Por otra parte, el “nos fuimos diferenciando” determinó el conjunto de decisiones que, sobre todo desde 2003, comenzó a tomar como militante social y partidaria. Al recurrir a la diferencia como justificación de su distanciamiento de la UCR, Luisa refiere a los vínculos que el gobierno nacional de esos años10 estableció con los países latinoamericanos, relaciones que la Juanita Moro ya venía construyendo y que ella consideraba positivas.
Esta lectura que hace respecto a las críticas hacia el partido permite mostrar la imagen negativa que ella cree se elaboró hacia su persona por parte de ciertos referentes del partido, e incluso justificó un cambio de lógica al interior de la UCR, lo que le permitió reafirmar su alejamiento:
“Nosotros lo escuchamos a [Néstor] Kirchner, cuando decía que este país para salir necesitaba de todos. Era el mismo discurso que había tenido Alfonsín”. (Entrevista a Luisa, UCR, junio de 2015).
Estas diferencias que relató Luisa no son novedosas dentro de la UCR de Jujuy, por el contrario son la prolongación de una disputa entre distintos sectores del partido que venía de mucho antes.
En los años ochenta y noventa la interna radical se discernía entre la Corriente de Opinión Nacional (CON), liderada por Federico Storani a nivel nacional y Hugo Conde a nivel provincial (según Luisa la CON fue el sector radical que salió a la calle a pelear contra el ajuste en los noventa en Jujuy), y la “derecha del radicalismo”, la línea Roja y Blanca, que criticaba a la CON por “tener una bandera del Che”.
Durante los noventa la CON mantuvo un fuerte vínculo con los distintos sectores sociales, promoviendo el trabajo barrial territorial: “La CON creó el servicio que se llamó Con Todos, salíamos a los distintos barrios y localidades, llevando un servicio social, médico, veterinario, dentista, peluquería, talleres productivos, teníamos un colectivo especial para ir, y empezamos a recorrer distintos lugares”. (Entrevista a Blanca, UCR, septiembre de 2016).
Sin embargo, el peso político de la CON se diluyó a partir de 1999 cuando culminó el mandato de Hugo Conde como intendente de la ciudad de San Salvador y los integrantes de la Corriente se dispersaron. En ese mismo momento, se consolidó la figura de Gerardo Morales, principal dirigente de la Roja y Blanca, que fue un fuerte crítico del justicialismo jujeño en la Cámara de Diputados de la provincia durante los noventa y que en 2001 llegó a senador nacional por el voto popular.
Gerardo Morales, que llego a consagrarse gobernador de la provincia de Jujuy en 2015, no es una figura ajena a la trayectoria de Luisa, él también es fruto de esa generación de jóvenes radicales de los ochenta, es resultado de la renovación radical de esos años y dirigente de Franja Morada, alineada con la línea Roja y Blanca de la UCR, en la Universidad Nacional de Jujuy.
A pesar del cambio de liderazgo y las diferencias al interior del partido, Luisa siguió participando del entramado electoral y en 2003 renovó su banca como diputada provincial.
Ella recordó que en aquellos momentos las distintas facciones de la interna radical reconocieron el liderazgo de Morales, que para ese entonces era el presidente de la UCR a nivel nacional, e incluso comprendieron lo fundamental de construir su candidatura para gobernador de la provincia.
En este sentido, un militante radical sostiene: “después de la caída de [Fernando] De la Rúa [en 2001] la proyección de Gerardo a nivel nacional fue algo que lo fortaleció acá como dirigente y le dio también la posibilidad […] que la gente lo viera como alguien con la capacidad como para llevar adelante el destino de la provincia” (Entrevista a Benjamín, UCR, marzo de 2016).
En la trayectoria de Clara también surgen diferencias al interior del partido, e incluso da cuenta de un momento de distanciamiento respecto de la tutela de su padre y analiza ese proceso mostrando una nueva estrategia de construcción política:
“El hecho de [Néstor] Kirchner también a mí me dio un perfil provincial muy alto porque en el 2003 yo me separo de mi viejo porque [él] decide trabajar para [Carlos] Menem y yo decido trabajar para Kirchner, lo cual eso fue como un momento de crecimiento y de independencia dentro de la propia estructura digamos, porque hasta ese momento la estructura era de él, yo era un actor protagónico dentro de esa estructura, pero en ese momento es como que la estructura se dividió”. (Entrevista a Clara, PJ, marzo de 2016).
El triunfo electoral como presidente de la nación de Néstor Kirchner le generó a Clara una nueva oportunidad política, determinó su proyección como dirigente provincial a nivel nacional y le dio la posibilidad (según ella) de distanciarse de su padre, aunque sostiene que esa distancia fue circunstancial porque el trabajo territorial los seguía manteniendo juntos.
No solo para Clara la figura de Néstor Kirchner es trascendente, todos los jóvenes militantes del PJ que fueron entrevistados dieron cuenta de la influencia política de su figura, aunque no constituyó una oportunidad política para todos. Sin embargo, tanto el gobierno de Néstor Kirchner como los de Cristina Fernández se constituyeron como un reverdecer de la identidad del PJ que tanta crisis había atravesado la provincia, y principalmente para la juventud del partido: “Néstor y Cristina [generaron] volver a creer en la política, volver a participar en política, y vimos cómo florecían diferentes organizaciones y volvían a creer en esa militancia y volvían a ser parte de eso […] fue volver a decir estamos en vivo y en directo viviendo lo que fue el peronismo”. (Entrevista a Carla, PJ, septiembre de 2016).
Sin embargo, y a pesar de las afirmaciones que realizó Clara respecto a un alejamiento político de su padre, es posible dar cuenta de otros argumentos que permiten mostrar e interpretar de una forma diferente sus afirmación.
En aquellas elecciones presidenciales de 2003, los resultados llevaron a un balotaje entre dos candidatos que venían proyectándose como los ganadores en las encuestas. Ellos eran Carlos Menem y Néstor Kirchner; el primero apoyado por el padre de Clara, el segundo por ella. Se podría inferir que esto formó parte de una estrategia de “construcción” dado que ambos candidatos tenían las mayores posibilidades de triunfar, por lo que era posible garantizar una vinculación directa con el presidente de la Nación (sin importar cuál de los dos fuera el ganador), estableciendo un fuerte respaldo no solo a la construcción de sus candidaturas políticas, sino también al desarrollo y capacidad dentro de las líneas internas del PJ provincial:
“En el 2005 termino diputada nacional, porque entre el 2003 y el 2005 genero una vinculación directa con Kirchner […] y con (Eduardo) Fellner, [para esas elecciones], digamos, yo era como la candidata natural a ser diputada nacional”. (Entrevista a Clara, PJ, marzo de 2016).
El proceso político que se abrió en 2003 también permitió reconfigurar los liderazgos en el Partido Justicialista, tanto a nivel nacional como provincial; respecto a esto hay una coincidencia con otros militantes en relación con el rol que cumplió Eduardo Fellner como gobernador a partir de 1999 y la importancia de la reconstrucción del orden político y económico a nivel nacional con la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia.
En este sentido, se puede afirmar que tanto Clara como Luisa, a pesar de las diferencias que las separan de las conducciones partidarias, lograron utilizar sus estructuras para revalidar su condición de dirigentes y candidatas electorales; al mismo tiempo que las redes partidarias fueron ensambladas a sus redes interpersonales a fin de sostener su rol institucional.
Sin embargo, en ambos casos, las fracturas internas de los partidos generaron nuevas estrategias militantes. En el caso del PJ, Fellner, sin posibilidades de reelección, eligió en 2007 como candidato a gobernador a Walter Barrionuevo, a pesar de la fuerte oposición dentro del partido. Los dirigentes del PJ descontentos con la decisión acusaron al gobernador Fellner de “acordar con el sector del empresariado al momento de elegir como candidato a Walter Barrionuevo” (Entrevista a Clara, PJ, marzo de 2016). Esta situación llevo a una fragmentación del partido y la conformación del Frente Primero Jujuy12.
Como gobernador, Barrionuevo fue acusado de “abandonar las bases del justicialismo” (Entrevista a Carla, PJ, septiembre de 2016) y de desoír a los sectores populares13, generando en 2009 una nueva fuga de cuadros políticos del PJ, entre ellos Clara, que se sumaron al Frente Primero Jujuy.
En 2011, Clara le disputó la gobernación al PJ, pero los resultados fueron magros, ya que solo alcanzó el tercer lugar con poco menos del 9%, a más de 40 puntos porcentuales de la fórmula del Partido Justicialista que llevó nuevamente como candidato a Eduardo Fellner.
Por otra parte, en 2013 Clara formó parte de la creación del partido político Arriba Jujuy, y participó en las elecciones municipales de su localidad, siendo ella candidata suplente en la lista de concejales. De todos modos, ese mismo año retornó a las filas del PJ y fue nombrada secretaria de Integración Regional y Relaciones Internacionales de la provincia en el gabinete del por entonces gobernador Fellner hasta el 2015, año en que compitió por una banca como diputada nacional por el Frente para la Victoria, aunque los resultados electorales no le alcanzaron para llegar nuevamente al Congreso.
En el caso de la UCR, en 2007, formalizó la Alianza Concertación por una Nación Avanzada que llevó como candidato a presidente a Roberto Lavagna y como vice a Gerardo Morales. Para Luisa esta alianza fue un límite que terminó decretando su salida del partido:
“Nosotros ahí tomamos la salida, acordamos, equivocados también, con (Julio) Cobos, esa línea del radicalismo, en la que estaba (Gerardo) Zamora, y otros dirigentes radicales. Bueno, nos convocan y fuimos parte de ese espacio, y formamos acá el Frente Primero Jujuy, que conformamos con los peronistas y con otros partidos provinciales” (Entrevista a Luisa, UCR, junio de 2015).
Durante su trayectoria, Luisa mostró ciertas diferencias con su partido, e incluso reconvirtió su militancia social en un espacio de construcción política a partir de la cual acumuló un prestigio que le permitió afianzar su lugar como legisladora. También dio cuenta de la influencia que las medidas del gobierno de Néstor Kirchner tuvieron en su percepción política, sobre todo en lo relacionado a los vínculos con países latinoamericanos. Por ese motivo, no es casual que su salida esté asociada al distanciamiento de otros radicales que se acercaron al kirchnerismo, un sector que fue denominado por la prensa y la opinión pública como “Radicales K”14.
En lo que respecta a su incorporación al Frente Primero Jujuy15, los resultados electorales le permitieron mantener su lugar como diputada provincial; en las elecciones de 2007 el Frente quedó en segundo lugar por encima de la Alianza Frente Jujeño, integrada por el radicalismo.
Es interesante notar que este proceso de contingencia (Becker, 2012) o ruptura que Luisa atravesó no estuvo determinado por el contexto subnacional; por el contrario, la ruptura con el partido se generó por decisiones del radicalismo a nivel nacional, que en todo caso condicionaron el panorama electoral de la UCR a nivel local.
Al mismo tiempo, a pesar de tener identidades políticas diferentes, tanto Luisa como Clara encuentran en la conformación de Frente Primero Jujuy un elemento central para su construcción política, una estrategia para construir nuevas relaciones interpersonales con sectores de la ciudadanía que no encontraban en el PJ ni en la UCR la representación de sus intereses. Entonces, si bien ambas identifican como causa de su integración al Frente diferencias respecto a las decisiones políticas que habían tomado sus partidos, es posible considerar esta acción como un elemento más de su construcción política.
Retomando la trayectoria de Luisa, dos años después de su alejamiento retomó las filas del radicalismo convocada por Gerardo Morales con el fin de reconstruir la fuerza del partido. Ese volver, en el relato de Luisa, está determinado por el reconocimiento de su figura por parte del principal dirigente radical que la convoca para reconstruir el partido. Ser convocada, permite comprender el peso de su propia construcción política, consagrada como una dirigente con prestigio, reconocida militante social a nivel nacional e internacional, y por sobre todas las cosas una militante que nunca perdió una elección16.
Según Luisa, fue en esa oportunidad que el radicalismo entendió que lo más importante era no dispersar el voto, que la unidad era fundamental en la construcción electoral. Lograr esa unidad y reconstruir el partido le permitió a la UCR recuperar el segundo lugar en las elecciones de 2009 y 2011, donde ella volvió a ser electa diputada provincial, y ganar las elecciones de 2013, igualando por primera vez en 30 años, la cantidad de diputados provinciales del PJ en la Cámara.
Sin embargo, para las elecciones a gobernador en 2015, cuando el radicalismo decidió establecer una alianza con el candidato a presidente Mauricio Macri, Luisa resolvió irse y sumarse al Partido de Concertación FORJA17, que participó del Frente para la Victoria en las elecciones y acompañó la candidatura presidencial de Daniel Scioli. La alianza con Macri, para ella, afectaba directamente sus convicciones y llevaba a la UCR a olvidar el verdadero sentido que la militancia tiene para Luisa: “[ser la] articuladora o un puente para que esa gente pueda resolver sus problemas” (Entrevista a Luisa, UCR, junio de 2015).
Algunas conclusiones
En este artículo se propuso dar cuenta de dos trayectorias de militantes de partidos tradicionales en la provincia de Jujuy. El principal objetivo fue mostrar la manera en que cada uno de ellos configuró una construcción política más o menos autónoma de sus estructuras partidarias de pertenencia.
De esta manera, se indago la forma en que ciertos aspectos de la militancia, independientemente del espacio de pertenencia, son comunes a los militantes partidarios.
En uno de los puntos centrales del artículo, se sostuvo la hipótesis de que la construcción política, como instrumento de sostenimiento de la militancia partidaria, podía funcionar tanto de manera estructural (fomentada y promovida por el partido) como de manera individual, a partir del uso que cada militante hace de sus redes interpersonales. Esta combinación de estrategias permite que el militante desarrolle una red de intercambio que se enlaza los vínculos que genera como miembro del partido y por fuera de ellos.
Se pudo demostrar que la construcción política se basa principalmente en elaborar una estima pública que colabore en afianzar un alto status militante, como elemento central para alcanzar un lugar en la toma de decisiones tanto de un gobierno como de su partido de pertenencia.
La relación que se observa entre el peso hacia el interior del partido y la manera en que logra posicionarse fuera de él, da cuenta de la forma en que la construcción política depende de las metamorfosis en los clivajes políticos partidarios, las transformaciones políticas nacionales o locales, y la manera en cómo el militante asume compromisos con nuevas causas.
Según los relatos que aquí se presentaron, el reconocimiento público que permite elevar el status militante se vincula al trabajo barrial o territorial y a la manera en que el militante ocupa el espacio público, cómo aparece en los medios, qué perfil quiere mostrar a la sociedad y/o, en todo caso, cómo pretende sobresalir del resto de los militantes y ser reconocido; pero también a la toma de posición respecto a las disputas al interior del partido.
En el caso de Clara ese perfil se configura a partir de la estructura partidaria, su lugar dentro de la JP y la diferenciación de las viejas condiciones del partido, principalmente en momentos de crisis o acompañando a determinados candidatos. Es decir que ella se apropia para su construcción individual de los entornos partidarios (Sawicki, 2011) que posee el partido, pero diferenciándose de su conducción.
En el caso de Luisa, ese perfil se configura a partir de una militancia social desarrollada alrededor de la Organización Juanita Moro y posteriormente diferenciándose de ciertas actitudes partidarias, aunque manteniendo -en algunos tramos de su trayectoria- la relación con el partido.
Sin embargo, en las dos trayectorias se observó una diferenciación de las estructuras partidarias, de tal forma de mantener un mismo perfil tanto en la militancia social como partidaria. En ambos casos, estos elementos determinarón una condición para su construcción política propia, siendo incluso candidatas por otras fuerzas políticas.
Por otro lado, ambas militantes integraron el Frente Primero Jujuy. Si bien el Frente se configuró a partir de las diferencias internas tanto en el PJ como en la UCR, la participación de Luisa y Clara en este nuevo espacio permite confirmar que su construcción política puede trasladarse y (re)utilizarse en otros ámbitos partidarios, manteniendo cierta autonomía respecto del partido de referencia. En este sentido, hay un uso de la oportunidad para ocupar nuevos espacios de participación sosteniendo su status militante, (re) institucionalizándose en nuevas alianzas, sobre todo electorales.
Al mismo tiempo, las trayectorias aquí presentadas permiten comprender que la construcción política configura una estrategia de supervivencia dentro de la estructura partidaria, que no se vincula solamente a la configuración de seguidores que garanticen cierto número de votos. La construcción política refiere a la elaboración de redes interpersonales que permiten generar lealtades, intercambios y beneficios a fin de producir y reproducir esa militancia y que, en última instancia, garantizan el sostenimiento de cierta hibridez militante, transitando distintos espacios de participación o tomando decisiones por fuera de las estructuras de pertenencia.
En este sentido, se pudo observar que tanto en la trayectoria de Luisa como en la de Clara existe un afán por construir esas lealtades más allá de las pertenencias partidarias y son sus identidades políticas y sus propias condiciones militantes las que movilizan y orientan sus prácticas y acciones políticas. De esta forma, las crisis, fracturas y diferencias internas por las que atravesaron sus partidos actuaron como condiciones de diferenciación y oportunidades políticas, aunque en el caso de la trayectoria de Clara esta situación se hace más visible.
El análisis de las dos trayectorias permite inferir que la construcción política no debe asociarse necesariamente a un proceso institucional del partido, aunque así lo fuera en ciertos periodos, como es el caso de las épocas electorales. Por el contrario, es necesario considerar la construcción política como una estrategia militante -que puede ser individual o colectiva- a partir de la cual los militantes crean lazos con el objetivo de alcanzar cierto grado de estima pública que los posicione en un mayor status y les garantice su supervivencia más allá de las condiciones estructurales del partido. Al mismo tiempo, en el afán de esa construcción, esos militantes crean nuevos espacios de participación, intervienen en las disputas al interior de sus partidos, ocupan lugares deshabitados dentro de las estructuras de pertenencia, o se involucran en temáticas específicas, asumiendo nuevos compromisos.
Notas
1| Entre otros Cantón (1964), Ferrari (2008), Lodola (2009), Maidana (2010), Canelo (2011), Ortiz de Rozas (2014).
2| Las entrevistas y relatos que integran este artículo forman parte del trabajo de campo realizado para mi tesis doctoral “El mundo militante en la democracia argentina contemporánea. Un estudio de trayectorias militantes en la provincia de Jujuy”, en el que se realizaron más de cincuenta entrevistas a militantes y referentes de distintos espacios y ámbitos políticos de la provincia. Los nombres de los militantes fueron alterados a fin de preservar su identidad.
3| El discurso de Raúl Alfonsín, a lo largo de su campaña, promovía la valorización de la democracia en un momento en que ésta se constituía como una demanda social. Sin embargo, para Alfonsín la democracia debía incorporar dentro de sí misma las otras demandas como justicia social y libertad (Landi, 1985).
4| El encuentro entre la militancia partidaria y la militancia social o comunitaria tiene un fuerte peso en Jujuy; por ejemplo, la carta orgánica municipal de San Salvador de Jujuy, sancionada en 1986, habilita la creación de los Centros Vecinales como organismos de consulta y asesoramiento de los poderes Ejecutivo y Legislativo de la ciudad, y si bien es recién en 1993 que se reglamenta esta figura municipal (Lello, 2009), los partidos políticos de la provincia utilizaron esos espacios como lugares de construcción de redes interpersonales.
5| Otra militante radical que formó parte de una generación anterior a la de Luisa afirma que no existía en el partido la rama femenina, y que recién con la recuperación democrática la mujer comenzó a tener un peso dentro de la estructura partidaria, “antes solo nos dedicábamos a preparar las empanadas para los hombres” (Sandra, UCR, marzo de 2017)
6| Según Schorr y Golovanevsky (2012), desde comienzos de la década del ‘80 en Jujuy hubo una caída sustancial en el desempeño de los espacios productivos, principalmente aquellos vinculados a la explotación minera, y un consecuente proceso de reducción de personal.
7| Diferentes militantes de la UCR de Jujuy coinciden en sostener que Hugo Conde, intendente de la capital y principal referente del partido en la década del ochenta, era quien promovía el trabajo barrial y la construcción de vínculos con las organizaciones barriales de la época.
8| Según la página web de la organización, esta surge como “respuesta a la demanda de necesidades básicas de la población, especialmente del área mujer”. Fuente: http://juanitamoro.blogspot.com.ar/
9| En este sentido es posible entender que las redes interpersonales no solo están conformadas por vínculos que permiten el acercamiento de las personas a distintos ámbitos militantes, sino también se configuran como instrumentos que estimulan el desarrollo y la continuidad de la práctica militante a lo largo del tiempo (Diani y Mische, 2015). La utilización de esas redes por parte de los militantes de los partidos políticos se configura como insumo necesario para poder acceder a lugares de peso tanto en la estructura partidaria como a nivel gubernamental.
10| Otro militante y dirigente del PJ provincial afirma que el Partido Justicialista debe pensarse como un gran movimiento [peronista] que está compuesto por diferentes sectores que difieren en la forma de poner en marcha los valores peronistas. La amplitud del movimiento requiere [y otros entrevistados han hecho notar lo mismo] de un constante trabajo de unidad, la que solo puede ser alcanzada por acuerdos internos y el diálogo constante entre los distintos grupos. Entonces la idea de “diálogo” refiere a la búsqueda de la unidad, el acuerdo y el equilibrio entre todos los sectores que conforman el PJ; quien logre ese “diálogo” estará en condiciones de dirigir el partido.
11| Las relaciones del Néstor Kirchner con los países latinoamericanos constituyeron un cambio en la forma en que la Argentina se vinculaba con el exterior, primando los intercambios políticos, sociales y económicos con países de la región (Brieger, 2009).
12| El Frente Primero Jujuy se constituyó en 2007 como un entramado político que incorporaba a distintos sectores de la política partidaria jujeña, principalmente del PJ y la UCR. Fue integrado originalmente por los partidos: Demócrata Cristiano, Por un Nuevo Jujuy, Libertad y Democracia Responsable, Blanco de los Trabajadores. Desde su primera participación electoral, otros partidos han formado parte de esta alianza, entre ellos Gana Jujuy, Movimiento Popular Jujeño, Generación para un Encuentro Nacional, Partido Instrumento Electoral por la Unidad Popular, Recuperación Sampedreña y Movimiento Acción Popular. Sin embargo, el Frente Primero Jujuy fue reconocido por el peso de los dirigentes peronistas jujeños que lo integraron como Oscar Agustín Perassi, Roberto Javier Bidondo, Riad Quintar, entre otros; y en 2009 contó con la incorporación de otros importantes dirigentes del PJ que se abrieron del partido por diferencias con el armado electoral de Fellner, entre ellos Julio Moisés, Eduardo Cammuso, María Susana Mayans y Carlos Daniel Snopek.
13| Distintos militantes del PJ entrevistados afirman que a partir de 2007 la conflictividad social en Jujuy aumentó, y se vislumbró principalmente un mayor potencial de la Organización Barrial Tupac Amaru en acciones disruptivas en el espacio público y un abandono, por parte del partido, de los vínculos con los sectores populares. [Sobre el desarrollo y conformación de la Tupac ver Berardi (2016)]
14| En un artículo de opinión de José Natanson, publicado el 17 de abril de 2005 en el diario Pagina12, aparece una de las primeras nomenclaturas para calificar a los radicales que comienzan a referenciarse y a acompañar el gobierno de Néstor Kirchner. Ese artículo se titula “Radicales K” Fuente: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-49854-2005-04-17.html.
15| En este caso, también entendemos que la conformación del Frente Primero Jujuy constituye una nueva oferta de participación (Klandermans, 2004) que le garantiza a Luisa su salida de la UCR sin abandonar su militancia partidaria. Algo similar pudimos observar en la trayectoria de Clara.
16| Fue solo en los comicios de 2007, cuando Luisa fue candidata del Frente Primero Jujuy, en los que el radicalismo perdió su segundo lugar por primera vez desde las elecciones de 1983.
17| El sector radical que acompañó el proceso electoral del kirchnerismo en 2007, y que se había apartado de la UCR, conformó en 2008 un nuevo sector interno que se autodenominó Recuperación y Reconstrucción Radical para la Concertación; sin peso político en el radicalismo en 2009 se retiró de la UCR y conformó el Partido de la Concertación que en 2010 adoptó el nombre de Partido de la Concertación FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). Este espacio fue refugio de los sectores radicales que migraron de la UCR con diferencias respecto al posicionamiento político del partido; al mismo tiempo que reivindicaron las políticas públicas puestas en marcha por los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
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