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ARTÍCULO ORIGINAL

A cada uno lo que le toca. Vulnerabilidades y soportes en la condición juvenil

(What each one has.Vulnerabilities and supports in youth condition)

Alejandro J. Capriati*

* UBA-CONICET / Instituto de Investigaciones Gino Germani - Uriburu 950 - 6to piso - CP C1114AAD - CABA - Argentina. Correo Electrónico: alejandrocapriati@gmail.com

RESUMEN

          En el presente artículo se exponen resultados de un estudio cualitativo sobre desigualdades sociales y vulnerabilidades en la adolescencia y juventud en el Gran Buenos Aires, Argentina. El marco conceptual conjuga aportes del enfoque de vulnerabilidad y derechos humanos, de los estudios sobre juventudes y de la teoría social para contar con una primera definición sobre cómo entender al sujeto y su contexto y los procesos que marcan su vida y afectan su salud. Se utiliza el método biográfico como estrategia metodológica para indagar cuáles eran y cómo eran vividos los acontecimientos más significativos en la vida de varones y mujeres jóvenes residentes en villas y barrios populares del Gran Buenos Aires, Argentina. El análisis de las trayectorias está sintetizado en tres proposiciones sobre la asunción de tareas y obligaciones típicas de la vida adulta a edades tempranas, los soportes que amortiguan las situaciones adversas y la tensión entre privatización y politización de la experiencia. Entre las conclusiones se identifican mecanismos que precarizan la existencia de las personas y se plantea la vulnerabilidad en la adolescencia como un proceso en el cual en el cual se superponen las desigualdades sociales y la falta de intervención oportuna frente a las violencias y otras necesidades de protección.

Palabras Clave: Desigualdades; Juventud; Relatos de vida; Soportes; Vulnerabilidades.

ABSTRACT

          This article shows results of a qualitative study about social inequalities and vulnerabilities in adolescence and youth in Gran Buenos Aires, Argentina. The conceptual framework combines contributions from vulnerability and human rights approach, youth studies and social theory in order to have a first definition on how to understand the subject and its context and the processes that mark life and affect health. The biographical method was used as a methodological strategy to investigate the most important events in the lives of young men and women living in “villas” (slums) and neighborhoods of Gran Buenos Aires, Argentina. The analysis of the trajectories is summarized in three propositions about the assumption of tasks and obligations typical of adult life at an early age, the supports that scaffold adverse situations and the tension between privatization and politicization of experience. Among the conclusions, it can be identified mechanisms that turns precarious the existence of people and define vulnerability in adolescence as a process in which social inequalities and the lack of timely intervention from violence overlap and other needs of adolescent protection.

Keywords: Inequalities; Youth; Life story; Scaffolding; Vulnerabilities.

INTRODUCCIÓN

          Nacer y crecer en Argentina, como en muchos países de América Latina, significa desarrollarse en una tierra de oportunidades, solo para un grupo de niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Un grupo que habita un entorno no contaminado, reside en un barrio con agua segura y cuenta con una vivienda adecuada. Un grupo que no asume obligaciones de trabajo cuando es tiempo de estar en la escuela, ni crece en un entorno de maltrato y abandono. Un grupo que no padece la agresión de las fuerzas de seguridad, ni está en conflicto con la ley penal. Como se sostiene a lo largo del artículo, pertenecer a ese grupo no es una cuestión de azar.
          El presente artículo expone resultados de un estudio cualitativo sobre desigualdades sociales y vulnerabilidades en la adolescencia y juventud en el Gran Buenos Aires, Argentina, territorio formado por la provincia de Buenos Aires y veinticuatro partidos de la provincia de Buenos Aires. En esa extensa área urbana, en la cual residen casi 13 millones de personas y de las cuales un tercio tienen entre 10 y 29 años de edad (INDEC, 2010), las condiciones de vida configuran heterogéneos escenarios sociales.
          Este objeto de indagación se inscribe en el campo de estudios sobre salud, adolescencia y juventudes. Las investigaciones sobre juventudes se han expandido en los últimos veinte años en la región de América Latina y en la Argentina en particular, con aportes notables de investigadoras/es de distintos países, desde diversas disciplinas y con múltiples enfoques y estrategias metodológicas. La población joven global, aproximadamente 1000 millones de personas de entre 15 y 24 años, vive en su amplia mayoría, más del 80%, en países clasificados como en vías de desarrollo (CINU, 2016). En la región de América Latina y el Caribe habita, aproximadamente, el 10% de la población joven global, más de 100 millones de jóvenes. Además de su importancia en términos poblacionales, el estudio de las juventudes en esta región tiene una característica distintiva: América Latina y el Caribe es una de las regiones más desiguales del planeta. La pobreza afecta a más de un tercio de la juventud latinoamericana y caribeña y las brechas entre los sectores de la población de altos ingresos y la de bajos ingresos en los centros urbanos afecta cada vez más las vidas de las y los adolescentes (UNICEF, 2016). En este escenario regional, las desigualdades sociales, la reproducción intergeneracional de la pobreza y la vulneración de derechos son algunos de los principales desafíos en torno a las infancias, adolescencias y juventudes.
          En el primer apartado sintetizo puntos centrales del marco conceptual elaborado para abordar el estudio de las desigualdades y las vulnerabilidades en la adolescencia o condición juvenil. Este marco conceptual conjuga aportes de distintos campos y tradiciones de pensamiento social: además del enfoque de vulnerabilidad y derechos humanos, retoma aportes de los estudios sobre juventudes y de la teoría social para contar con una definición inicial sobre cómo entender al sujeto y su contexto y los procesos que marcan su vida y afectan su salud.
          En el segundo apartado detallo la estrategia metodológica utilizada y presento resultados de una investigación realizada a partir del método biográfico con el objetivo de indagar cuáles eran y cómo eran vividos los acontecimientos más significativos en la vida de varones y mujeres jóvenes residentes en villas y barrios populares del Gran Buenos Aires. Esta técnica cualitativa permite aproximarse a los sentidos sobre las vivencias de las personas y las temporalidades de sus experiencias. El análisis de los acontecimientos narrados por las personas entrevistadas está sintetizado en tres proposiciones sobre las circunstancias que han precarizado las condiciones de sus vidas, sobre las relaciones o instituciones que han tenido la capacidad de brindar apoyo y sobre las maneras de significar lo vivido.
          En el tercer apartado, como conclusión, identifico algunos mecanismos que precarizan la existencia de las personas y planteo la vulnerabilidad en la adolescencia como un proceso en el cual en el cual se superponen las desigualdades sociales y la falta de intervención oportuna frente a las violencias y otras necesidades de protección, tanto del Estado como de la comunidad. La proposición básica de este planteo es considerar las prácticas de las personas enmarcadas en dos procesos: por un lado, las desigualdades sociales que segmentan las trayectorias de adolescentes y jóvenes, por otro lado, las limitaciones y déficits de las acciones para intervenir ante situaciones críticas. Este modo de pensar no significa restar importancia a una conducta de riesgo, sino considera las prácticas en sus entramados sociales, atentos a las situaciones y condiciones capaces de producir malestar como bienestar. Finalmente, a modo de cierre, señalo líneas de trabajo en curso, que profundizan hallazgos emergentes e incorporan otras técnicas con el objeto de lograr descripciones más precisas de las relaciones entre las desigualdades, las vulnerabilidades y los soportes.

DESIGUALDADES Y VULNERABILIDADES EN LA ADOLESCENCIA Y JUVENTUD

          El primer punto de este marco conceptual refiere a un nudo problemático de la teoría social: el modo en que definimos el contexto y abordamos la constitución del sujeto ante la crisis de la representación unitaria de la sociedad. La antinomia individuo - sociedad, heredada del proceso formativo de las ciencias sociales, al igual que la oposición estructura social – acción social, entre otras, ha sido objeto de revisiones con implicancias en el modo de concebir al individuo (Charry y Rojas Pedemonte, 2013), debido a la imposibilidad de comprender las acciones de las personas solo a partir de su posición social y al desfasaje entre las experiencias subjetivas y las procedencias colectivas (Martuccelli, 2006). Estas revisiones en el modo de concebir las relaciones entre el individuo y su contexto han puesto de relieve el impasse teórico de las explicaciones que no atienden a la singularización creciente de las experiencias.
          La individuación como estrategia de análisis, de acuerdo con el planteo de Martuccelli (2006, 2007a), aborda el estudio de los principales cambios societales a partir del proceso de constitución del individuo y plantea como interrogante cómo se estructuran los fenómenos sociales a nivel de las experiencias personales, con el interés centrado en las consecuencias a escala de los actores de los cambios históricos. Desde esta perspectiva, el interés está centrado en el tipo de individuo que es estructuralmente fabricado en una sociedad y sitúa su foco en cómo se estructuran los fenómenos sociales a nivel de las experiencias personales (Martuccelli, 2007a-b), sin reducir el análisis al nivel del actor, ni aceptar la idea de una sociedad sin estructura.
          En el caso de adolescentes y jóvenes, por ejemplo, las instituciones que habían sido condiciones de su surgimiento, a principios del siglo veinte en gran parte de los países occidentales, se han visto reconfiguradas hacia las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado. Conservando su nombre, son otros los valores y las reglas que dan forma a instituciones como la familia y la escuela: las formas de reprender a los niños o las niñas, los valores que se transmiten en la escuela, las competencias que se inculcan para el mundo del trabajo, etcétera, han cambiado desde la época en que nuestros abuelos eran niños y el presente. La edad, como es sabido, es un dato necesario pero no suficiente: los procesos que se despliegan en el devenir joven como ciclo vital singular asumen diversos significados para varones y mujeres (y para quienes se apartan del binarismo de género), en distintos contextos sociales y culturales (Saraví, 2015; Silva Bega, 2013; Chaves, 2010). Las transformaciones corporales, la sexualidad y la vida reproductiva, la formación y el empleo, las salidas recreativas y el mundo cultural, son interpretadas y re-interpretadas por los diversos sujetos que las vivencian en el marco de relaciones inter-generacionales. Así, se delimitan ciclos vitales, obligaciones y responsabilidades, procesos conflictivos, tal como lo documentan las investigaciones del campo de estudios sobre juventudes.
          Pero no solo han cambiado los valores o reglas de esas instituciones vinculadas con la juventud, sino también la capacidad de las instituciones en general de contener o sostener al individuo. A principios del siglo XXI, las instituciones ofrecen menos bases de apoyo capaces de organizar los tiempos sociales bajo la forma de la previsibilidad (Kessler y Merklen, 2013), por ello las dinámicas de individuación cobran especial interés (Araujo y Martuccelli, 2012; Castel, 1997). La orientación cada vez más mayor de las transformaciones institucionales hacia el individuo obliga a que cada persona desarrolle su propia trayectoria biográfica (Martuccelli, 2006) y plantea el interrogante sobre los nuevos imperativos que pesan sobre los sujetos. Así, junto a los mayores espacios de autonomía e independencia vinculados con las demandas sociales de libertad individual emergen renovadas exigencias al individuo de hacerse a sí mismo (Kessler y Merklen, 2013).
          El segundo punto de este marco conceptual refiere a cómo entendemos los procesos que marcan la vida y afectan la salud. Maltrato infantil, acoso escolar, violencia de género, consumo de drogas, son algunos de los problemas que afectan la salud en la adolescencia y que permanecen en la juventud y en la vida adulta. Abordar la salud en la adolescencia implica estudiar, además de las manifestaciones de dichas problemáticas, las condiciones y relaciones capaces de producir tanto malestar como bienestar en las personas, en los grupos y sus comunidades. En este sentido, las dificultades relativas a la inclusión social y las problemática de salud tienen como trasfondo un proceso de expropiación del bienestar, recuperando la definición de Epele (2010), en el cual se han resquebrado las formas tradicionales de bienestar y han emergido nuevas promesas y malestares vinculados con el mercado.
          Para identificar cómo se anudan los pliegues de la desprotección en la adolescencia y juventud retomo el marco de vulnerabilidad y derechos humanos, desarrollado por Ayres, Paiva y los colegas del NEPAIDS (Núcleo de Estudios para la Prevención del sida). Desde esta perspectiva el objeto se sitúa en las relaciones sociales, base de las situaciones de vulnerabilidad, como las relaciones de género, las relaciones económicas y las relaciones generacionales. Así, a diferencia de la noción de riesgo individual, la vulnerabilidad hace foco en el contexto o escenario en el cual se desarrollan las prácticas de los sujetos (Ayres, Paiva, Buchalla, 2012). Esto no significa que una conducta de riesgo carezca de consecuencias o importancia, pero se propone una perspectiva más amplia que considera tanto las prácticas de las personas y sus relaciones sociales como el impacto del Estado, por acción u omisión (Parker y Aggleton, 2003; Pecheny, 2013). Así, la vulnerabilidad es definida como un conjunto de aspectos, individuales y colectivos, vinculados con una mayor susceptibilidad a padecer perjuicios y una menor disponibilidad de recursos para su protección (Ayres, Paiva, Buchalla, 2012). Analíticamente, se distinguen tres dimensiones, en permanente interacción: lo individual, lo social y lo programático; mientras lo individual enfatiza el plano de las relaciones intersubjetivas, lo social refiere a los espacios de interacción y lo programático al nivel de las políticas e instituciones.
          Este modo de entender la vulnerabilidad presenta una gran afinidad con el concepto de desigualdad (Pecheny, 2013). La noción de desigualdad, tal como expone Kessler (2014), es otro modo de abordar fenómenos usualmente definidos bajo el término de pobreza. A diferencia de la pobreza y su referencia a un grupo particular privado de ciertos bienes básicos, el concepto de desigualdad propone una visión de tipo relacional en la cual la condición de pobreza es pensada en un proceso mayor y como parte de una dinámica social marcada por un conjunto de inequidades en el acceso a bienes y servicios. Así, la desigualdad, en tanto distribución diferencial de bienes y servicios, no solo se refiere a la cuestión de los ingresos, sino que también incluye aspectos de la vida social como la salud, la vivienda, el entorno urbano, entre otros. Estudiar las vulnerabilidades en salud es, entonces, un modo de abordar una de las expresiones de las desigualdades sociales.
          Estas distinciones analíticas relativas a las desigualdades en distintas esferas de la vida social, retomando la propuesta de Pecheny (2013), no debieran ser pensadas como un agregado de desigualdades inconexas, sino como dimensiones que se retroalimentan en procesos complejos, no exentos de conflictos. Estos procesos pueden observarse y analizarse en un territorio determinado, por medio de la descripción del escenario de inclusión desigual que configura cierta disponibilidad de bienes y servicios, como así también en las trayectorias de sujetos y grupos a partir de la accesibilidad a dichos recursos y condiciones. Ya sea en clave territorial o por medio de la trayectoria social, el punto central radica en pensar el contexto como fenómeno propiamente. El impacto de las desigualdades en la salud no es exterior, sino constitutivo: las desigualdades producen tales vulnerabilidades, éstas no son resultado de actitudes individuales o familiares, de conocimientos y prácticas, remiten a procesos estructurales (Pecheny, 2013).
          Finalmente, el tercer punto de este marco conceptual se vincula con el concepto de soporte. Como se sabe, un modo clásico de pensar las condiciones capaces de producir bienestar refiere a las nociones tradicionales del término soporte, vinculadas con las condiciones socioeconómicas, los derechos sociales y el sistema de protección, tal como definiera Castel (1997). En el presente abordaje, retomo la definición amplia que incorpora las dimensiones sociales y existenciales de la noción de soporte, a partir de los desarrollos teóricos de Martuccelli (2007a-b) y los aportes de Di Leo y Camarotti (2013). Esta ampliación del término no significa que los derechos y recursos económicos no sean soportes mayores del individuo, pero no postula que sean necesariamente los únicos ni los más importantes en la vida de las personas.
          Los soportes son modos en que los individuos se sostienen en la existencia. Pueden ser medios materiales e inmateriales, relaciones u objetos, experiencias o actividades diversas, que permiten a los individuos sostenerse frente a las más diversas circunstancias (Martuccelli, 2007a-b). Esta perspectiva abre el análisis a las dimensiones sociales y existenciales y deja abierto el carácter de los soportes. A diferencia de los recursos, son de tipo relacional, escapan al control unilateral y suponen vínculos intersubjetivos; pueden ser del orden afectivo, material o simbólico. Los soportes tienen distintas legitimidades y no siempre tienen la capacidad de funcionar como amortiguador social ante situaciones adversas o de crisis. 
          Una de las dificultades en el análisis de los soportes es la representación del individuo como autorrealización, representación heroica y dominante de la cultura occidental, ilusión de un sujeto no dependiente (Martuccelli, 2007a-b). Así, mientras personas y grupos en posición de privilegio (social, económico, cultural) tienden a poseer soportes invisibles, incrementando el sentimiento de un sujeto que se sostiene y realiza efectivamente desde el interior; los individuos en situación de fragilidad social, obligados a sostenerse en mayor medida desde el interior, paradójicamente son definidos como dependientes, en tanto sus soportes están vinculados con programas públicos. Tal como explica Di Leo et al. (2011), el desarrollo de Martuccelli de una sociología de los soportes, implica una ruptura epistemológica con la concepción dominante del individuo moderno, ya sea con respecto a la imagen del individuo que se sostiene desde el interior o al imperativo del individuo soberano, figuras talladas a partir de los atributos de independencia y autonomía.
          El estudio de las desigualdades y las vulnerabilidades en la adolescencia o condición juvenil se pueden abordar desde diversas estrategias metodológicas, ya sea por medio de la descripción de los bienes y servicios disponibles en un territorio, a través del análisis de las trayectorias sociales, por medio de encuestas o registros estadísticos, por una combinación de todas ellas, etc. Más allá de la estrategia escogida, las experiencias de adolescentes y jóvenes son un espacio privilegiado para explorar la transmisión intergeneracional de la desigualdad y su vinculación con distintas problemáticas de salud, especialmente en países en los cuales las desigualdades sociales son altas y persistentes, como en gran parte de América Latina.
          Como se expone en el siguiente apartado, las técnicas cualitativas permiten captar desde las vivencias de las personas los acontecimientos y procesos que precarizan sus condiciones de existencia y vulneran sus derechos. Como plantea Di Leo (et al. 2011), es estratégico el estudio de las biografías, considerando que los acontecimientos del mundo se relativizan en la actualidad tomando como referencia las relaciones interpersonales de cada sujeto.

RELATOS DE VIDA: TRES PROPOSICIONES SOBRE LAS TRAYECTORIAS JUVENILES

          En este apartado presento resultados de una investigación realizada a partir del método biográfico con el objetivo de indagar las vulnerabilidades y los soportes en varones y mujeres jóvenes residentes en villas y barrios populares del Gran Buenos Aires.(1) Este estudio se inscribe en una línea de trabajos de tipo cualitativo producida en el área de Salud y Población, específicamente el proyecto bajo mi dirección retoma la iniciativa de una investigación dirigido por Pablo Di Leo y Ana Clara Camarotti (2), que dio lugar a un libro titulado “Quiero escribir mi historia: vida de jóvenes en barrios populares” (Di Leo y Camarotti, 2013).
          Los relatos de vida son una herramienta privilegiada para rastrear cómo repercuten los cambios sociales en las trayectorias de vida de las personas y cómo ellas se apropian de dichos cambios, dado que dan cuenta de los procesos a través de los cuales las personas atraviesan las pruebas que les presenta la vida social y con qué soportes han contado o no al hacerlo. Leclerc-Olive (2009) diferencia entre simples recuerdos y acontecimientos significativos en la vida de una persona, estos últimos constituyen nuestro interés analítico, acontecimientos que a veces pueden constituir un giro de la existencia o una catástrofe, carga afectiva traumática.
          La reconstrucción de los relatos biográficos se realiza por medio de entrevistas, demandando por lo general más de un encuentro con la persona entrevistada (Leclerc-Olive, 2009). La entrevista, en tanto técnica de relevamiento de información, permite indagar lo que una persona piensa con respecto a un determinado tópico, es una forma de capturar la perspectiva del entrevistado/a desde su propio universo lingüístico, simbólico y social (Kornblit, 2010a; Gubrium y Holstein, 2002) y tiene la capacidad de brindar información de las experiencias de los sujetos (Di Leo et. al, 2011).
          En este artículo se comparten resultados del corpus empírico conformado por siete relatos de vida, cinco a varones y dos a mujeres, de entre 18 y 26 años de edad (salvo uno de los entrevistados que tiene 31 años), todos jóvenes residentes en villas y barrios populares del Gran Buenos Aires. Este material fue producido en el trabajo de campo realizado entre marzo y septiembre de 2014.
          El requisito para formar parte de la muestra consistió en que los espacios de sociabilidad de las personas entrevistadas se encontraran en barrios vulnerabilizados del Gran Buenos Aires. Cada entrevistado, luego de recibir toda la información acerca del estudio (objetivos, metodología, usos de la información, equipo de investigación, etcétera), manifestó su voluntad de participar en la investigación. Tal como se les informara en el consentimiento informado, se tomaron los resguardos para garantizar la confidencialidad y preservar el anonimato de las personas que brindaron su testimonio.
          Con cada una de las personas entrevistas se realizó una serie de entrevistas individuales y sucesivas, tres o cuatro dependiendo de cada persona. La pregunta disparadora para dar inicio a las entrevistas fue: “¿Cuáles fueron los sucesos o acontecimientos que orientaron o marcaron tu vida?”; esta pregunta ha sido propuesta originalmente por Leclerc-Olive (2009). Luego de cada encuentro, el entrevistador les devolvía la transcripción de la entrevista anterior. En este trabajo de entrevistas y transcripción, el entrevistador fue elaborando un primer borrador del relato de vida, abierto a las correcciones y cambios de los jóvenes entrevistados, retomando la estrategia metodológica propuesta por Di Leo, Camarotti y equipo (2013). Durante el mes de septiembre de 2014 se terminaron de confeccionar los relatos de vida y fueron compartidos con las personas entrevistadas; la redacción estuvo a cargo del equipo de entrevistadores.
          En sus relatos, las personas entrevistadas narran y detallan vivencias y situaciones identificadas por ellas mismas como acontecimientos significativos en sus vidas. Como rupturas familiares, enfermedades y fallecimientos de personas cercanas; carencias diarias y afectivas en el hogar; situaciones de violencia en el ámbito familiar y en la escuela; interrupción de los estudios; migraciones; consumo problemático de drogas; problemas con la policía; tareas domésticas, obligaciones laborales y responsabilidades de cuidado; logros educativos y laborales; iniciativas culturales, participaciones en agrupaciones políticas, entre otros proyectos.
          El análisis de los relatos y las entrevistas en este artículo no se realiza de modo individual, entrevistado por entrevistado, por una cuestión de extensión y de decisión metodológica se presenta una descripción transversal. El análisis de las trayectorias puede sintetizarse en las siguientes tres proposiciones:

  • La asunción de tareas y obligaciones típicas de la vida adulta a edades tempranas se da en trayectorias ya marcadas por la precariedad y las violencias y develan la ausencia de instancias de asistencia y contención frente a problemas de diferente orden;
  • Aun en situaciones de extrema precariedad emergen soportes que amortiguan las consecuencias de las situaciones adversas y en algunos casos posibilitan cambios en las trayectorias; en estos últimos, los soportes pueden ser calificados como conmutadores, en tanto ponen en circulación otros discursos y habilitan nuevas prácticas.
  • Los modos de significar lo vivido plantea una tensión entre la privatización de las adversidades vividas, cuando las dificultades son explicadas por atributos personales, y la politización de la experiencia, cuando en tales eventos se vislumbra la conexión con otras circunstancias que exceden lo individual.

- TAREAS Y OBLIGACIONES

          A partir del análisis de la totalidad de los relatos de vida y de las entrevistas, asumir tareas y obligaciones en la infancia o temprana adolescencia emergió como un común denominador de las trayectorias. Los modos en que las personas describen esas obligaciones ponen de relieve una tensión entre elección e imposición.
          Estas responsabilidades no son acontecimientos azarosos en la vida de este grupo de jóvenes. Refieren a circunstancias en las cuales convergen las dificultades, como asegurar un ingreso económico, peleas familiares, junto con la ausencia de instancias, comunitarias o estatales, que puedan revertir o ayudar en tales situaciones. La escases de recursos para subsistir, la violencia familiar y de género, el fallecimiento de una persona del entorno familiar, son los acontecimientos que caracterizan las circunstancias en las cuales están obligados a asumir un trabajo en la adolescencia temprana o incluso en la infancia.
          El relato de Iván (20 años, residente en una villa de la Provincia de Buenos Aires) permite comenzar a ilustrar esta situación. No fue una sorpresa para nadie cuando a los ocho años Iván armó junto a su primo un carrito con un cajón de verdulería y comenzaron a recolectar cartones (“éramos chiquitos, ya teníamos esa viveza”). Unos años más tarde, a sus 14, Iván empezó a recorrer otros barrios, provisto ya de carro y caballo, y se aventuró también hacia la Ciudad de Buenos Aires. En esas recorridas por fuera de su barrio, Iván y su primo sentían la discriminación cotidianamente (“muchos piensan que sos ladrón porque estás juntando cartones en la calle”) y tuvieron peleas con jóvenes de otros barrios que querían impedir su recorrida. Para Iván, asumir obligaciones de tipo laboral no fue un problema, sino una forma para obtener dinero, siempre sin dejar la escuela. La “peor fase” de su vida fue a sus 17 años, cuando se padre se suicidó a los 42 años de edad. Hijo único de su padre, Iván cae en un estado depresivo (“se me habían ido las ganas de vivir, me perdí, me derrumbé, perdí el equilibrio”). En la escuela, lejos de encontrar escucha y contención, es expulsado, luego de discusiones con profesores y peleas con compañeros.
          La historia de vida de Victoria (25 años, residente en un asentamiento de la Ciudad de Buenos Aires) se encuentra atravesada por situaciones que la obligaron a asumir distintas responsabilidades: cuando tenía 8 años de edad -en ese momento vivía en Perú-, su madre partía de su casa regularmente por trabajo. En ese período, quien debía hacerse cargo de su cuidado y el de su hermanito, era su padre. Con problemas de consumo de alcohol, su padre dormía la mayor parte del día y se ausentaba frecuentemente de su casa. Era Victoria, entonces, quien debía hacerse cargo del cuidado de su hermano menor: cocinaba, lavaba la ropa y le ayudaba con sus tareas escolares. Cuando su madre regresaba, comenzaba una escena repetida de agresiones de su padre hacia su madre. Como esta situación no cesaba, su madre tomó la decisión de irse del país y partir hacia Argentina donde ya vivía una prima.
          El relato de María (22 años, residente en un barrio popular de la Ciudad de Buenos Aires) también está marcado por la migración y la violencia. Su vida dio un giro a sus 14 años cuando fallece su madre y debe dejar su pueblo de Misiones para irse a la Ciudad de Buenos Aires, donde ya vivía una hermana mayor. María tiene once hermanos y un padre que las veces que lo veían era anuncio de problemas (“era alcohólico, y bueno, iba solo a pegarnos y a reclamarle cosas a mi mamá. Muchas veces la encontrábamos a mi mamá desmayada, llegando del colegio, tirada”). Desde su infancia, María tuvo que realizar distintas tareas en su hogar. Su madre trabajaba todo el día y se apoyaba en la ayuda de sus hijos para alcanzar los ingresos mínimos para subsistir, situación que se agravó cuando su madre empezó a padecer los síntomas de su enfermedad pulmonar. La niñez para María fueron las mañanas que disfrutaba en el colegio, porque en la casa debía colaborar con el trabajo (“A los 7 años ya estaba en la cocina y ¡aprendí un montón de cosas! Para mí, mi tiempo libre era estar con mi mamá, jugar muy poco. Después, a partir de los 11 años, cuando ya empecé a notar dificultades en la salud de mi mamá y estuve más cerca de ella, era más dependiente, demandaba mucho tiempo con ella”). Así, a sus obligaciones laborales domésticas, debió sumar la responsabilidad de cuidar de su madre cuando su salud comenzó a deteriorarse.
          Los relatos de Rafael y Martín (22 y 25 años respectivamente, residentes en un barrio popular de la Provincia de Buenos Aires) vuelven a describir la misma escena de precariedad y violencias en la cual comienzan a realizar trabajos, situación que se repite prácticamente en la totalidad de las siete trayectorias. La violencia ejercida en el ámbito privado, básicamente del padre hacia la madre y hacia los hijos, desnuda en las dificultades de las protagonistas por salir de esa situación la ausencia de espacios socio comunitarios de acompañamiento. Rafael y su madre se vieron obligados a trabajar como vendedores ambulantes cuando lograron echar a su padre de la casa y se quedaron sin ningún tipo de ingreso económico. En la escuela primaria, Rafael fue protagonista de varios episodios de violencia y luego de repetir quinto y sexto grado dejó de ir, ya no tenía ganas y debía dedicar más tiempo al trabajo. Antes de dejar la escuela, Rafael ya había incorporado el consumo de alcohol y otras drogas en su rutina de trabajo en la calle. Los años de convivencia con su madre tampoco fueron fáciles, al punto que se fue de casa y vivió un año en un hogar de tránsito, experiencia que decidió no compartir en la situación de entrevista.
          A los 16 años, Martín (25 años, residente en un barrio popular de la Provincia de Buenos Aires) ya no iba a la escuela, estaba en pareja y decidió irse a vivir con su novia, quien tenía una beba de apenas seis meses de edad. Enamorado, asumió la paternidad y afrontó el desafío de obtener un empleo y disponer de ingresos regulares para mantener a su nueva familia. A diferencia de la mayoría de los chicos de su edad, Martín no asistía a la escuela, estaba realizando un curso de operador de wi-fi en un instituto privado y trabajaba como técnico de computadora. Al igual que los otros jóvenes que compartieron su testimonio en el presente estudio, a los 16 años Martín ya no era un adolescente, no solo era padre, trabajador no calificado y precarizado en sus condiciones de empleo, se había hecho hombre a los golpes, tal como detalla en las entrevistas cuando narra los acontecimientos que pueblan los albores de su trayectoria. A los 10 años, agobiado frente a una escena repetida de violencia física de su padre hacia su madre, Martín se fue de su casa. En esa huida comenzó a fumar tabaco y un año después empezó a consumir marihuana.
          La asunción de obligaciones asumidas en la infancia o temprana adolescencia es uno de los ejes de análisis que atraviesa las narraciones de cada uno de los entrevistados y permite empezar a pensar de qué modos dichas tareas actúan como vectores que refuerzan las desigualdades en las trayectorias de este grupo de jóvenes.
          Tanto en la vida de Iván (20 años), Victoria (25 años), María (22 años), Rafael (22 años), Martín (25 años) como en el resto de las personas entrevistadas, la asunción de tareas típicas de la vida adulta a edades tempranas tiene efectos y/o consecuencias en distintos ámbitos de su vida social, como por ejemplo en el caso de la educación formal. Como es sabido, se reitera la dificultad de permanecer en la escuela cuando los chicos asumen actividades laborales y las chicas deben llevar adelante el cuidado de terceros de modo permanente; dificultad que se agudiza cuando la escuela no logra hacer sentido en la trayectoria de los jóvenes y termina por expulsarlos, indiferente a las vicisitudes personales y familiares. En otros relatos, como se detalla en el siguiente apartado sobre los soportes, aparecen sentidos positivos que vinculan el pasaje por la escuela como un paréntesis con otros ámbitos de sus vidas en tanto espacio protegido de la violencia en el ámbito familiar. En todos los relatos, la escuela es valorada como instancia de formación, especialmente para acceder a mejores empleos. Y en algunos jóvenes, esta promesa se convierte en presente, genera retornos a la escuela para terminar el ciclo secundario, alimentando nuevas expectativas sociales. En suma, asumir tareas a edades tempranas supone un acontecimiento en las trayectorias, cuyas consecuencias no son ni únicas ni unívocas.

- SOPORTES

Si bien el modo en que cada joven narra las obligaciones y responsabilidades presenta historias y razones específicas, en todos los relatos es común la ausencia o precariedad de soportes mayores vinculados con la protección social, en cierta medida y dependiendo de cada caso singular, estos déficits son amortiguados por soportes de otra índole.
En el caso de Martín (25 años, residente de un barrio popular de la Provincia de Buenos Aires), una vez que su casa paterna dejó de ser un hogar, el grupo de amigos de su barrio y el consumo de drogas serán los principales sostenes en su vida. En el relato de Martín, no solo no hay referencia de alguna instancia comunitaria o estatal que le haya brindado asistencia o contención ante las situaciones adversas vividas (como las agresiones en el ámbito familiar, la paternidad en la adolescencia o sus problemas con el consumo), sino que tampoco se enuncia dicha ausencia o carencia.
En los otros relatos aparecen personas, relaciones o instituciones que funcionan como soportes y posibilitan el acceso a espacios de escucha y acompañamiento, formación y expresión. Además de algunos soportes afectivos relativos al entorno familiar, emerge la figura de docentes y operadores de programas sociales percibidos claramente como apoyos, también aparece el trabajo y la participación en movimientos sociales.
Por ejemplo, Rafael (22 años, residente en un barrio popular de la Provincia de Buenos Aires), convencido de la necesidad de formarse para poder salir de la venta ambulante, se acercó a los 18 años otra vez a la escuela. Con la complicidad del preceptor, pudo evitar cursar con adultos y terminó la primaria con otros adolescentes, en una escuela en la cual cena y recibe una beca de un programa estatal (“Ya terminar la primaria era un montón para mí”). Al finalizar la primaria, Rafael siguió sus estudios secundarios, gracias al apoyo de preceptores y profesores. Durante varios veranos consecutivos realizó cursos de oficio ofrecidos por otro programa social. Le falta un año para terminar la secundaria y sus expectativas son altas (“yo sé que hay que terminar, y tenés las puertas abiertas en todos lados”). Entusiasmado con el posible viaje de egresados, sueña con salir por primera vez de Buenos Aires y conocer la provincia de Córdoba.
En su relato, Iván (20 años, residente en una villa de la Provincia de Buenos Aires) detalla cómo tres años después del suicidio de su padre pudo finalizar el secundario y empezar la universidad, acontecimientos que le han permitido dar un giro en su vida. Junto con su madre y sus hermanas, dejaron la villa (“Me borré un poco, yo viví 17 años, pero me puse un proyecto de vida, donde yo tengo que cambiar”) y se instalaron en una casa en construcción, que había iniciado su padre. Iván se convirtió en “el hombre de la casa”, así, empezó “a hacer (se) cargo de todo, de la familia”, de su madre y de sus abuelos. Al relatar los acontecimientos que forman su vida, Iván sabe que es mucho lo que ha vivido (“Tengo veinte años pero me parece que tengo cuarenta, todos me lo dicen”).
A diferencia de la desprotección social frente a las primeras adversidades en la infancia o temprana adolescencia, en la adolescencia tardía, hacia los quince, dieciséis y diecisiete años, algunos de los jóvenes, como Rafael (22 años), Iván (20 años) y Javier (31 años), encuentran espacios que les ofrecen nuevas oportunidades para retomar y finalizar los estudios.
En el caso de María (22 años), los primeros años en Buenos Aires también estuvieron marcados por distintas formas de la violencia. En la nueva escuela, ella y sus amigas eran amenazadas por otros compañeros porque hacían los deberes escolares. Los malos rendimientos en la escuela generaron nuevas agresiones en su casa, ahora de parte de su hermana mayor. En la escuela, por primera vez, María encuentra un soporte, un profesor que le ayudó a continuar sus estudios (“me hacía de psicólogo, me incentivaba, me hablaba”). En Buenos Aires, sus tareas laborales continuaron: a sus 14 años comenzó a trabajar como empleada doméstica, en condición de informalidad. El trabajo ha sido una de las actividades en las cuales María se siente valorada, en su dedicación, María reconoce el legado de su madre: a estar siempre activa, a no esperar nada de los otros, a valerse por sí misma, a trabajar en lo que sea y cómo sea (“Yo estaba obligada a aprender muchas cosas desde chiquita. Hasta ahora, me arreglo con la base y siempre estoy dispuesta a aprender muchas cosas. Y debo reconocer que valió la pena que me insista en aprender cosas cotidianas de la casa por ejemplo.”). Hoy, tiene un emprendimiento gastronómico, trabaja como empleada doméstica y está estudiando enfermería. Su presente y su futuro parecen volver sobre su infancia en su pueblo natal, anhela poder terminar enfermería y poder llegar a pueblos alejados (“viajando a lugares así, a pueblos donde nadie llega, esas cosas más que nada quiero, llegar a la gente, no importa que tenga que ir en una bicicleta”).
En la vida de Javier (31 años, residente en una villa de la Provincia de Buenos Aires), la vida misma se convirtió en una tarea que debió asumir desde su infancia para poder subsistir. Luego de quedarse sin padre, asesinado en la puerta de su casa, a sus 9 años Javier y su hermano afrontan el abandono de su madre, agobiada de una escena familiar de agresión, y quedan a cargo de su abuela que fallece al poco tiempo. Muchos cambios y la violencia como común denominador (“Muchos quilombos, mucha violencia, […] Era el único mecanismo y que se había vuelto tan natural que hasta lo aceptábamos: que mamá le pegue a papá, que papá le pegue a mamá, que el tío le pegue a mamá, que la abuela le pegue a mamá, entones muchas de esas cosas también hicieron que... que nos cultivemos en un nivel de violencia muy increíble, que fue salir a la calle”). Así, Javier y su hermano menor comienzan a vivir en la calle, situación que se extenderá durante varios años. En la calle sobreviven como pueden, juntan cartones, empiezan a consumir alcohol y otras drogas, y se ven envueltos en una escena que hoy describe de libertad y falta de límites. A los quince años, Javier empieza una vida en pareja y nace su primera hija, pero será una situación límite lo que le permitirá revisar el rumbo que tomaba su vida: en un ajuste entre bandas del barrio casi muere al recibir una puñalada. Al recuperarse de esta lesión, entiende que debe hacer un cambio en su vida (“empiezo a querer o nacen las ganas de terminar el secundario…en un momento difícil porque también tenía que laburar... ya entendía más o menos que era el padre de la familia y que tenía que ir viendo la posibilidad de asegurar un bienestar a mis hijos y esas cosas… para mi hija”). En ese proceso, Javier se acerca al director de la escuela de su barrio, quien lo había invitado en numerosas oportunidades. Termina el secundario, se compromete con las necesidades de la escuela junto a los docentes, también se vincula con distintas organizaciones sociales y se termina de convertir en un referente barrial con su participación en la defensa de una toma de tierras. Sin embargo, las cuentas no resueltas del pasado retornan, especialmente con su hermano, envuelto en el consumo de pasta base. El suicidio de su hermano lo enfrenta con un sentimiento de culpa (“El único ejemplo que tuvo era yo: su padre, su hermano, su amigo”) que intentará revertir con mayor compromiso social y militancia política. A diferencia de los chicos de su barrio, Javier considera que tuvo oportunidades diferentes, mayores chances de formarse por haber podido terminar el secundario y por los espacios de militancia en los cuales ha transitado. En su relato Javier revisa lo vivido y se desmarca de las ideas deterministas o fatalistas (“Siempre intenté hacer las cosas bien, uno no elige donde nace o donde nació... pero también hay algo que me marca la vida y es que <el origen del hombre no tiene por qué ser su destino> y esa es una frase que ya la llevo para todos lados y porque mi vida me lo demuestra, porque la vida de otros también lo demuestran”).
Si bien el caso de Javier es excepcional por la intensidad del drama narrado, en el resto de los relatos, las y los jóvenes dan cuenta de soportes o apoyos diversos. A partir del estudio de este nuevo corpus empírico, conformado por la totalidad de los relatos y las entrevistas, se vuelve a identificar que son diversos los espacios que funcionan como soportes en la vida de los jóvenes. Vinculado a un centro comunitario, un programa social, un bachillerato popular, en la vida de las personas entrevistadas estos espacios les permite reflexionar sobre sí mismos y su futuro, les habilita la posibilidad de viajar por fuera de su localidad y les facilita continuar sus estudios, entre otras nuevas prácticas que ensanchan el abanico de posibilidades. En casos como el de Javier (31 años), cabe adjetivar los soportes que han actuado en su trayectoria como conmutadores en tanto actúan como plataformas que habilitan un giro en el desarrollo de los proyectos biográficos. Adapto la noción de conmutador o shifter del marco conceptual sobre promoción de la salud entre jóvenes elaborado por Kornblit (2010b), para resaltar la capacidad de ciertos espacios de ampliar el repertorio discursivo y posibilitar el ejercicio de la autonomía; el término de conmutador fue utilizada previamente por Michel de Certeau para captar la capacidad de ciertas personas o instituciones de relativizar ciertos saberes y poner en circulación otros discursos, su elaboración original remite a la lingüística de Jakobson.

- PRIVATIZACIÓN Y POLITIZACIÓN

En las trayectorias de este grupo de jóvenes, los ciclos vitales se suceden a toda prisa: una breve infancia deja paso a una adolescencia con obligaciones típicas de la vida adulta. Conscientes de este veloz transcurrir del tiempo, los jóvenes saben que es mucho lo que han vivido. No obstante, el sentido en torno a los motivos, causas o razones que puedan contribuir a explicar tales peculiares circunstancias de vida no es homogéneo. En términos típicos, estos sentidos se pueden agrupar en función de la tensión entre privatización de las adversidades vividas y la politización de la experiencia. Con el término politización no se hace referencia a la actividad política, vinculada a una institución u organización. El eje está puesto en cómo se narran y dan sentido a los eventos que conforman el calendario privado de cada persona.
En un grupo de relatos, los problemas vividos, ya sea en el ámbito familiar o barrial, en la escuela o el empleo, son narrados como asuntos de índole exclusivamente personal. Así, la violencia en el hogar es una cuestión privada del entorno familiar, los fracasos en la escuela expresan la falta de actitud del alumno, la informalidad de los empleos obedece a la exigüidad de sus competencias y los consumos problemáticos de drogas dan cuenta de sus debilidades y vicios. El relato de Martín (25 años, residente de un barrio popular de la Provincia de Buenos Aires) nos permite aproximarnos al polo de la privatización de la experiencia. Huir de su casa a los 10 años por las repetidas escenas de violencia, dejar la escuela poco tiempo después, sus problemas con el consumo de drogas, los enfrentamientos con la policía, sus empleos informales, son capítulos de su desgracia privada: no vincula sus dificultades con el entorno en el que ha vivido, ni lamenta la ausencia de alguna institución para contar con asistencia en sus momentos más difíciles. Esos eventos que han dado forma singular a su campo de experiencia no están escindidos del modo cómo significa su presente, marcado por una profunda resignación sobre su posición y posibilidades (“me gustaría mucho estudiar como vos y que la situación sea al revés, pero bueno, a cada uno lo que le toca…”). Sin expectativas laborales, solo anhela conseguir un empleo estable y sueña con encontrar una compañera que le ayude a seguir adelante.
En cambio, en otro grupo de relatos, siempre en términos típicos, las descripciones de las circunstancias vividas son contextualizadas y explicadas como parte de un contexto mayor que los atributos personales y las dinámicas familiares. Así, las escenas vividas forman parte de un escenario más amplio, relativo a las inequidades en el acceso a oportunidades y la falta de apoyo de instituciones capaces de intervenir ante las violencias. La singularidad del caso de Javier (31 años, residente en una villa de la Provincia de Buenos Aires) ilumina este otro polo de la tensión: en su relato, las agresiones familiares vividas y los años transcurridos en la calle son cuestionados. Javier no solo se asombra por lo mucho que ha vivido, se indigna por las injustas condiciones que muchos niños y jóvenes, al igual que él y su hermano, deben afrontar. En su relato, Javier enlaza el modo como narra las circunstancias pasadas con su forma de concebir el presente. Si bien no eligió dónde nacer, ni gran parte de los sucesos de su infancia, Javier está convencido que ese origen no determina el curso de su vida ni sus posibilidades, la resignación se abre paso a otros horizontes (“<el origen del hombre no tiene por qué ser su destino> y esa es una frase que ya la llevo para todos lados y porque mi vida me lo demuestra, porque la vida de otros también lo demuestran”).
La tensión entre privatización y politización no se circunscribe solo a los modos de dotar de sentido los sucesos del pasado. Las formas en que cada joven describe el tipo de infancia que ha tenido, el abandono de la escuela, la escasez de competencias laborales, se vincula con el modo en que piensa su presente y habla de sus posibilidades futuras. La dimensión de lo temporal impregna tanto la reconstrucción que la persona entrevistada realiza de los acontecimientos pasados de su vida como el entramado de su relato con los relatos epocales de los períodos que describe, hilo conductor para una reconstrucción posible de contextos pasados en relación con el tiempo presente, pero también con el futuro.
La relación entre pasado y futuro ha sido particularmente explorada en la obra del historiador Kosellek (1985) a través de dos categorías conceptuales: “espacio de experiencia” y “horizonte de expectativa”, que brindan una perspectiva para pensar estas relaciones temporales en los relatos de vida. El espacio de experiencia comprende el recuerdo de una vivencia propia susceptible de ser repetida; es el pasado que se hace presente en la medida en que puede ser recordado, si bien lo recordado no coincide enteramente con lo vivido, dado que ha sido filtrado por lo emocional y lo racional. El horizonte de expectativa, alude a la esperanza, a la posibilidad o a lo deseable y también a la voluntad; deriva de la experiencia, aunque esta derivación no es forzosa. Es decir, la distancia entre lo vivido y lo proyectado puede ser mayor o menor y ella varía según la época histórica que consideremos. Según Kosellek el horizonte de expectativa adviene como posibilidad a partir de la concepción de futuro derivada de la Modernidad.
Leclerc-Olive (2009) retoma también las categorías de espacio de experiencia y horizonte de expectativa, vinculándolas con las diferencias marcadas por Husserl con respecto al futuro como presente continuo o protensión y futuro como lo posible, como proyecto. El primero hace del futuro un cuasi presente, en la medida en que no están dadas las condiciones para imaginar salidas posibles de una situación presente las más de las veces agobiante. La condición de precariedad en la vida de las personas reduce el futuro al presente continuo de la protensión. El segundo tiene como condición el examen o la revisión de tipo retrospectivo de lo que ha sido pero hubiera podido no ser.
Los eventos del pasado, como afirma Leclerc-Olive (2009), no están fijos, se modifican al calor de los encuentros que la persona tiene a lo largo de su vida. Los acontecimientos se transforman y no son nunca eventos exclusivamente individuales, su constitución se define en el intercambio con los otros, especialmente en el reconocimiento público o sanción de una institución y en la apropiación que la persona hace de esa sanción. La reconstrucción biográfica a través del relato sería así un modo de facilitar la transición entre el espacio de experiencia, lo vivido, y el horizonte de lo posible, de vías alternativas que permiten formular proyectos.
En el conjunto de las entrevistas y los relatos realizados se identifican pistas para aprehender la politización de la experiencia de vida como un proceso en el cual las vulnerabilidades y los soportes se encadenan de modo tal que permiten a los entrevistados imaginar un futuro abierto a proyectos. En los relatos las diferencias no radican tanto en las situaciones vividas, más o menos traumáticas, sino en el tipo de soporte que ha operado en la vida de la persona, en el espacio de escucha que ese sostén ha podido ofrecer, en las posibilidades de expresión y participación que ha podido habilitar o facilitar. La politización se da, especialmente, en trayectorias juveniles en las cuales se torna significativa la asistencia a la escuela, la participación en movimientos sociales y/o el comienzo de estudios universitarios. Esta politización, que les permite narrar lo vivido más allá de las características personales y las circunstancias familiares, puede pensarse como una ampliación de consciencia que, lejos de implicar una reducción de su agencia y responsabilidad, habilita la posibilidad de giros en las trayectorias.

CONCLUSIONES

          Atentos a los límites que implica la estrategia metodológica que vehiculizó la investigación, no existe pretensión de cuantificar los déficits en materia educativa, salud o protección de la infancia como así tampoco dimensionar el mapa de las inequidades en el Gran Buenos Aires. El enfoque biográfico como estrategia metodológica inscripta en un paradigma cualitativo, es un modo de abordar los sentidos de las prácticas desde las perspectivas de los sujetos. Enfoque que tiene como exigencia ir más allá de la experiencia individual para vincularla con el contexto social y comprender los procesos sociales que en ella se desenvuelven. Asimismo, la conformación de la muestra debe funcionar como una advertencia frente a la sorpresa por las adversidades que las y los jóvenes entrevistados detallan.
          Las entrevistas y relatos compartidos en este artículo sí permiten abordar el estudio de las privaciones desde las vivencias de las personas y considerarlas en el marco de una trayectoria social. En los relatos de tales trayectorias es posible distinguir en términos típicos tres períodos, ratificando líneas de análisis previas. Los primeros acontecimientos aparecen signados por situaciones de precariedad, obligaciones laborales y violencia vividas en el seno del grupo familiar, en la escuela o en el barrio. Las respuestas en relación con las adversidades del macro y del micro contexto tienen que ver por lo general con una abrupta salida al afuera, donde se reproducen las condiciones del medio familiar: escasez y violencias también en la calle, con la oferta del consumo de drogas como aparente resquicio liberador. Estos primeros acontecimientos que las personas registran como significativos en relación con el recorrido de su vida constituye una primera temporalidad de los relatos que podemos calificar como el tiempo del antes. Un segundo período refiere al tiempo del después, en el cual se narra un acontecimiento significado como un “tocar fondo” y/o un “momento clave” en los que se produce un cierto “click” que hace que encaren la posibilidad de imprimir a sus vidas otro cariz. El grado de dramaticidad con que son vividos esos momentos varía según la profundidad de las vivencias de pérdidas y sufrimiento que hayan experimentado, en varios casos suceden momentos de cambio que pueden ser caracterizados como giros de la existencia; término central en el enfoque biográfico, denominado también como “puntos de viraje”, “momentos bisagra”, o “puntos de inflexión”, refiere a un momento vital identificado por el sujeto como una encrucijada a partir de la cual el itinerario biográfico de la persona toma un rumbo distinto, o se inició una nueva etapa. Finalmente, un tercer período refiere al tiempo presente, en el cual se detallan las iniciativas y actividades actuales como así también anhelos y proyectos futuros.
          Estos tres períodos dan forma a calendarios privados en los cuales el ritmo vertiginoso es una constante: en los relatos se repiten reflexiones que marcan la amplia brecha entre la edad biológica y lo vivido, entre la biología y la biografía. El tiempo discreto de la biografía resulta de un esquema transitivo entre el campo de la experiencia y el horizonte de expectativas (Leclerc-Olive, 2009; Koselleck, 1985), en otras palabras; el tiempo biográfico es una vuelta al pasado y al mismo tiempo una proyección en el porvenir (Leclerc-Olive, 2009).
          Desde el marco conceptual propuesto, los relatos y las entrevistas informan sobre los modos en que algunos mecanismos precarizan la existencia de las personas y vulneran sus derechos. La descripción de las obligaciones laborales y las tareas de cuidado permite visualizar cómo estos acontecimientos se anudan con una trayectoria ya marcada por la precariedad y cómo, a su vez, inciden en sus trayectorias futuras. Asumir responsabilidades adultas a edades tempranas agudiza una situación de exigencia personal y precipita el ingreso al mundo laboral informal. Este acontecimiento, por otro lado, es una variación de una serie de privaciones que devela la ausencia de instancias comunitarias o estatales capaces de brindar protección y asistencia a la familia. En esta descripción se torna explícito que las tareas asumidas constituyen procesos de vulneración de derechos en los cuales la escasez de soportes mayores de protección social opera como vectores que refuerzan las desigualdades sociales. Así, las obligaciones laborales, de cuidado o domésticas en la infancia y adolescencia revelan la debilidad de las redes programáticas o institucionales capaces de brindar contención frente a la adversidad o mejoras en las condiciones de vida. Esta asunción de tareas se adjetiva como temprana porque en esa etapa del ciclo vital se promueve la formación y la educación, en efecto, la educación es considerada obligatoria en Argentina hasta los 18 años de edad.
          El relato de vida como enfoque metodológico resulta especialmente fecundo para rastrear en las narraciones de las personas huellas sobre cómo los eventos del pasado se transforman, para identificar de qué modos los soportes inciden en las formas de revisar el pasado y considerar su presente. En ese espacio entre lo vivido y el presente aparece la politización de la experiencia como una clave de lectura emergente para interrogar los giros en la existencia en trayectorias juveniles marcadas por la desigualdad y la vulnerabilidad.

DISCUSIÓN

          En términos abstractos, puede sugerirse que la vulnerabilidad en la adolescencia y juventud tiene dos grandes capítulos. El primero remite a las inequidades y sus patrones en términos de segregación espacial, de clase, de género, orientación sexual y pertenencia étnica. El segundo refiere a la vulnerabilidad programática y la falta de contención, reparación y acompañamiento, tanto de instancias estatales como comunitarias, frente a las violencias y otras adversidades.
          Las persistentes desigualdades sociales definen escenarios críticos con mayor susceptibilidad a padecer perjuicios, menor disponibilidad de recursos para su protección y una diversidad de soportes que pueden o no habilitar nuevas oportunidades y giros en las trayectorias. En trayectorias como la de estos jóvenes se constata una idea central de Martuccelli (2007a-b) sobre la visibilidad y legitimidad de los soportes. Así, adolescentes y jóvenes en situación de desventaja social, carentes de la protección social mayor que brinda el trabajo formal, sin asistencia oportuna ante episodios críticos como falta de ingresos en el hogar, violencia de género en el ámbito familiar, están obligados a hacerse a sí mismos a edades tempranas con precario acompañamiento del mundo adulto, comunitario y estatal. Paradójicamente, jóvenes como los de este grupo son definidos como dependientes, por la visibilidad que detentan algunos de los soportes que logran hacer sentido en sus vidas, vinculados con programas públicos destinados a la adolescencia y juventud, con frecuencia deslegitimados por incentivar la pereza y la vagancia.
          A modo de cierre, comparto líneas de trabajo emergentes de la investigación presentada. De modo complementario al análisis de las vulnerabilidades, queda pendiente el estudio de los procesos y mecanismos que logran reparar las situaciones críticas y revertir las trayectorias signadas por la precariedad. Una definición amplia e integral de la salud reconoce como perteneciente a su campo problemático las prácticas, situaciones o condiciones capaces de producir tanto malestar como bienestar en los sujetos, grupos y comunidades (Kornblit, 2010b). A partir de los relatos y las entrevistas realizados se vislumbran características de los espacios que logran hacer sentido en la vida de adolescentes y jóvenes. De modo preliminar, estos espacios, de tipo grupal y con participación voluntaria, se caracterizarían por una escucha activa, por facilitar el acceso efectivo a nuevas oportunidades de formación y empleo, por ampliar las conexiones con nuevos lugares del entramado urbano, por promover la reflexión crítica sobre el contexto y las instituciones. Esta descripción debe ser complejizada con un relevamiento sistemático sobre las características y estrategias de los espacios referenciados por adolescentes en los cuales encuentran oportunidades reales y se les habilita la toma de la palabra. Espacios de este tipo parecieran tensionar los nuevos imperativos que pesan sobre los sujetos, especialmente las exigencias de hacerse a sí mismo y la responsabilización que las nuevas configuraciones institucionales promueven (Kessler y Merklen, 2013). En esta línea de pesquisa, queda abierto el interrogante teórico y político sobre los efectos que puede acarrear este tipo de configuración institucional en sujetos en situación de fragilidad social, signada no sólo por las inequidades sino también por la desprotección ante las situaciones adversas.
          Por último, atento a los límites metodológicos del estudio presentado, también se sitúa como desafío profundizar el análisis del componente estructural vinculado con el contexto o escenario social en el estudio de las relaciones entre desigualdades, vulnerabilidades y soportes. Además de continuar con el estudio de los relatos de vida, es valioso describir con mayor precisión el escenario barrial en el cual se enmarcan tales biografías individuales, tanto en términos de infraestructura, disponibilidad de bienes y servicios como así también oferta programática. Un abordaje que articule el estudio de las trayectorias sociales junto con el análisis del escenario social en áreas geográficas de pequeña escala como un barrio o localidad permitiría avanzar en la comprensión de las mediaciones entre los factores macro estructurales y las condiciones micro.

AGRADECIMIENTOS

          A Ana Clara Camarotti y Pablo Di Leo, quienes generosamente me invitaron a participar de su proyecto y alentaron a publicar mi análisis en el libro “Quiero escribir mi historia: vida de jóvenes en barrios populares” (Di Leo y Camarotti, 2013).
          Al equipo de estudiantes y jóvenes graduados de sociología que participó del proyecto UBACyT bajo mi dirección. A Daniela Yastrubni, Florencia Falter, Ignacio Saud, Marina Marchesi, Natalí Ini, Lautaro Barrriga y Pablo Barco: su compromiso con las tareas del trabajo de campo hicieron posible la realización de los siete relatos de vida en cinco intensos meses. A Bárbara Salum Morales, Sofía Rodríguez Ardaya, Matilde Schwarz, Florencia Falter, María Sol Rshaid y Belén Piñero, quienes colaboraron con el procesamiento del corpus empírico y animaron las discusiones de los primeros resultados. A Ana Lía Kornblit y Mario Pecheny, atentos lectores de los avances en el análisis del corpus empírico.
          En investigaciones de este tipo existe una larga lista de colaboradores que hacen posible el contacto con las personas a entrevistar. Para la selección de las entrevistadas y los entrevistados se contó con la ayuda de colegas, personal de educación (preceptoras, docentes) y referentes de organizaciones sociales. A todos ellos, gracias. Por último, un agradecimiento especial a cada una de las y los jóvenes que aceptó el desafío de participar de esta investigación y depositó en nosotros su confianza al contarnos las alegrías y dolores de sus vidas.

NOTAS

1) Proyecto UBACyT 2013-2015 (código 20020120300001): “<Cómo salir del barrio sin morir en el intento>: trayectorias juveniles y proyectos de vida en barriadas populares del Gran Buenos Aires, Argentina”, bajo la dirección de Alejandro Capriati.
2) Proyectos: i) UBACyT 2010-2012, código 20020090200376. Financiado por: Universidad de Buenos Aires (UBA). Director: Pablo Francisco Di Leo - Codirectora: Ana Clara Camarotti; ii) PICT 2010, código 0621. Financiado por: Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT). Investigador responsable: Pablo Francisco Di Leo. Sede de ambos proyectos: Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.

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23 SARAVÍ, G (2015) Juventudes fragmentadas. Socialización, clase y cultural en la construcción de la desigualdad. México DF. México. FLACSO.

24 SILVA BEGA, M (2013) Políticas públicas para juventude: normatização e controle social. XXIX Congreso ALAS Chile, 1,1-11.

25 UNICEF (2016) Hechos sobre Adolescencia y Jóvenes en América Latina y el Caribe. Recuperado el 10 de enero de 2017, de http://www.unicef.org/lac/Fast_facts_SP(1).pdf

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